martes, 29 de marzo de 2011

Recuerdos del futuro

Los Anales de la Ciencia Argentina, todavía no publicados, y ni siquiera escritos por el aún no nacido Robert Bresson –que no casualmente llevará el mismo apellido del famoso director francés (Un condenado a muerte se escapa, Pickpocket o Mouchette)–, contienen observaciones que pueden sonar extrañas (y hasta irritantes) a los argentinos de principios del siglo XXI, a pesar de lo cual ha de ser una excelente crónica, y un buen punto de partida para la reflexión, si es que uno está dispuesto a dejar de lado ciertas exigencias de la corrección política del momento, siempre tan mudable y efímero.
Así, en la entrada correspondiente a “Sadosky, Manuel”, se lee:

“n. 13/abril/1914, f. 18/julio/2005, dist. mat., func. pub., c. c/Cora Ratto, una hija, C. Sadosky, s. nup. Katun Troise. La crónica que sigue –continúa Bresson– se construyó a partir de un artículo publicado el día siguiente al de su muerte –19/6/2005–, por Página/12, periódico de la época, de orientación intelectual, frecuentado por los sectores progresistas, y de fuentes dispersas y fragmentarias. Manuel Sadosky falleció en una madrugada desapacible, de diversas complicaciones derivadas de su edad, 91 años, muy avanzada según los cánones de la época. La vida de Sadosky reflejó adecuadamente la historia del país en el que le tocó actuar. A principios del siglo XX, la Argentina recibió un gran torrente inmigratorio, en el que se enmarcó la llegada de los padres de Sadosky, judíos rusos que huían del antisemitismo. La Argentina era entonces una tierra de promisión, propensa al ascenso económico y cultural por vía de la estructura educativa sarmientina (por Sarmiento, aparentemente un caudillo que alcanzó la presidencia de la República en el siglo XIX) orientada por la noción y la ideología del progreso y las concepciones de la Ilustración.
”Manuel Sadosky fue un perfecto exponente de la eficacia educativa de aquel sistema: su padre era zapatero; su madre era analfabeta, y tanto él como sus hermanos terminaron los estudios universitarios. En 1940 se doctoró en ciencias físicas y matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), junto a Cora Ratto, su primera esposa. Ejerció la docencia y se perfeccionó en Francia (Instituto Henri Poincaré de París) e Italia (Instituto del Cálculo, en Roma), donde se orientó hacia la matemática aplicada, que lo llevaría más tarde a ser un pionero de la informática en la Argentina. Cuando regresó, fue perseguido por el gobierno peronista (ver ‘primer peronismo, ciencia del’) y recién a la caída del régimen pudo volver a la facultad en 1956, de la cual fue vicedecano mientras el meteorólogo Rolando García (ver ‘García, Rolando’) ejercía el decanato. Desde ese cargo, compró la primera computadora científica que tuvo la Argentina, a la que se llamó ‘Clementina’ siguiendo la costumbre de aquellas épocas en que las computadoras eran objetos verdaderamente raros (ver ‘Clementina’).
”Se iniciaba entonces un período fructífero que hoy la historia de la ciencia califica como ‘década de oro’, que fuera elogiada –dice Bre-sson– en el magnífico libro de Asytuzi (Nota: no hemos podido averiguar nada sobre él, porque aún no se publicó) y que quedó fijada en el imaginario científico argentino como un paraíso perdido, mediante el empuje de una generación entera de científicos como Zadunaisky, Klimovsky, Gutiérrez Burzaco (s/d), Oscar Varsavsky, Calderón, Giambiaggi, Bollini (s/d), Rebeca Guber, David Jacovkis, que más tarde sería decano de la facultad (Nota: aquí Bresson comete un error. Seguramente confunde a David Jacovkis, con su hijo Pablo Miguel, que sí fue decano).
”Campeaba en aquella década el ‘espíritu jacobino de los enciclopedistas’, con fuerte influencia francesa, barrido más tarde ya sea por el oscurantismo facistoide de Onganía (un miserable general de despreciable recuerdo), la ciencia ‘nack & pop’ (nacional y popular) de la frustrante experiencia de 1973 (no hemos podido averiguar –admite Bresson– en qué consistía tal “ciencia nacional y popular”) inmediatamente seguido por la intervención, esta vez abiertamente fascista, de un tal Ottalagano (s/d) dispuesta por el gobierno peronista (1974-76), y el control asesino, ya institucional de la dictadura (1976-83), que terminó con la espectacular derrota del Ejército Argentino en la aventura de la invasión a las islas Malvinas (para los ingleses de entonces Falklands), dirigida por un general del que sólo sabemos hoy que era un alcohólico consuetudinario y responsable de multitud de asesinatos. Más tarde, Sadosky fue secretario de Ciencia y Técnica del país, apenas restaurada la democracia, desde donde creó la Escuela Superior Latinoamericana de Informática (Eslai) –sobre la cual nada hemos podido averiguar, excepto que se trataba de una institución de primer nivel–, y que se extinguió bajo la gestión reaccionaria y oscurantista del sucesor de Sadosky, Raúl Matera, cirujano neurólogo y uno de los introductores de la lobotomía en la Argentina (ver ‘Matera, Raúl’).
”Sadosky se transformó en un símbolo: tanto sus contemporáneos como las sucesivas generaciones que lo recordaron y evocaron lo hicieron no como el gran científico que descubre nuevos resultados para su ciencia, sino como la figura que permite que muchos científicos lo hagan. Como sostienen Claudio Armenster y Amadeo Pérez Ranuk (no hemos podido averiguar a quiénes corresponden estos nombres), encarnó la tradición de la ciencia iluminista, la ciencia como liberadora de la condición humana, la ciencia como el combate contra el oscurantismo, la reacción y la barbarie, a través de épocas muy propensas, precisamente al oscurantismo, y en la que incluso algunas corrientes llegaron a renegar de la palabra ‘científico’, a la que colgaron el mote de ‘cientificismo’, que se usaba como un insulto.”

El artículo de Bresson sigue adelante, señalando la importancia del Instituto de Altos Estudios Manuel Sadosky, frente al cual se erigió una estatua del científico, con su clásico sombrero, que lo protegió de los salvajes palazos de Onganía la Noche de los bastones largos. Es bueno escribir estas notas sabiendo que alguna vez serán una de las fuentes mediante las cuales algunos maestros, como lo fue don Manuel, serán recordados.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Stalinismo, antisemitismo, terror

DIALOGO CON CLAUDIO INGERFLOM, DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS ESLAVOS Y CHINOS DE LA UNSAM
El jinete cabalga como cosaco por las estepas de Rusia a China, y luego otra vez a Rusia. Es el encanto de Oriente y sus mil pliegues, sabiendo que el Kremlin ya no es el mismo sin Stalin y que la lejana China es mucho más que una muralla que no se ve desde la Luna.

–Usted dirige el Centro de Estudios de Mundos Eslavos y Chinos (Cemech) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). ¿Quiere presentarse?
–Así es. Hace dos años, por iniciativa del rector Carlos Ruta, creamos el Centro de Estudios Cemech. Estoy doctorado en Historia por la Sorbona, soy director de Investigaciones en el Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia (CNRS) y master de la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de Moscú. Desde una perspectiva de antropología política e historia conceptual, mis actuales temas de estudio son las representaciones colectivas del poder en Rusia y la constitución del Estado en Europa. Publiqué acerca de las raíces rusas del leninismo, religión y política en Rusia, la actitud del Kremlin frente al Holocausto. Nuestro próximo trabajo será Heterotopías estatales, en la editorial de la Unsam.
–¿Por qué es importante conocer esos mundos? –Las razones científicas en sí mismas son evidentes, son las mismas que para cualquier otra región del mundo. Pero no son las únicas. La relación entre saber y poder es conocida. Hoy, el peso económico y político de China y de Rusia obliga a la Argentina, miembro del G-20, a contar con especialistas. En la actual división mundial del poder, los que están habilitados a conocer globalmente el mundo son los investigadores de los países, llamémoslos, ricos. En otras palabras, estamos casi ausentes de los foros científicos donde se estudia la diversidad. No les echemos la culpa a los otros, aunque algunos tengan interés en esta ignorancia nuestra. Saber depende de nosotros mismos. ¿Cuántos encuentros sobre Europa, Africa, Asia o Estados Unidos se hacen en la Argentina? ¿Cuántos eruditos sobre esas regiones o sobre los mundos ruso, chino, islámico, árabe, iraní, formamos cada año? ¿Cuántas revistas especializadas en aires culturales lejanos se publican en la Argentina? Y me parece incluso que América latina no tiene el lugar que le corresponde en los programas educativos y de investigación. ¿Cómo pensar el futuro de nuestro país sin un conocimiento sólido de las historias y de las culturas del mundo?
–Y además de que Oriente tiene para Occidente el encanto de lo misterioso... –¿Por qué no? Dejarnos sorprender, como lo sabemos desde Platón, es una de las garantías de la verdadera comprensión. A través de la sorpresa no sólo se reconoce, sino que se descubre. Impide reducir el Otro a lo que ya nos es familiar. Son civilizaciones con las cuales mantenemos una relación de exterioridad total, como con China, o relativa, como con Rusia. Presentan una gran ventaja: si nos son inteligibles podemos, desde afuera, pensarnos mejor como ramas de un tronco común. Otro eje de nuestra preocupación es la Geoestrategia.
–¿Por qué dice que Rusia es relativa y no totalmente exterior? –Porque sus orígenes, aunque orientales, son cristianos, es la ortodoxia heredada de Bizancio.
–Cuénteme acerca de la Geoestrategia. –En el Centro se estudian los actores y las temáticas de la post-Guerra Fría, en tres escalas espaciales: la regional, la nacional y la transnacional.
–¿Y trazan puentes con la actualidad? –Claro, nos preguntamos por ejemplo: ¿qué significa para la Argentina un mundo con varios centros de decisión, o que Rusia y China no se hayan opuesto a la decisión de la ONU autorizando el uso de la fuerza militar contra Khadafi?
–Comprendo, vayamos entonces al siglo XX. ¿La represión de Stalin fue realmente un genocidio? –La violencia no solamente fue constante en el pasado ruso, como en otros países, sino que además tuvo como corolario la no constitución de cuerpos intermediarios como el Parlamento o los partidos que hubiesen mediatizado las relaciones políticas entre el poder supremo y los sujetos. A esa autocracia le pasaron factura en 1917. Cada sistema político tiene la revolución que se merece. En 1917, ninguna fuerza social o política podía pensar la política sin violencia. Menos aún los revolucionarios, que tenían como punto de referencia las masacres del proletariado parisino en 1848 y 1871 a manos de la burguesía. Pero, por razones ideológicas, los bolcheviques fueron más allá e inmediatamente después de Octubre de 1917 diezmaron antes que nada al resto de la izquierda, monopolizando así el poder. Después reprimieron a los partidos no socialistas. Más tarde, el terror de Estado se convirtió en el método necesario para poder administrar el país.
–¿Por qué no se podía administrar el país de otra forma que no fuera a través del terror? –En 1917, para asentar el poder bolchevique, Lenin decreta que la tierra pertenece a los campesinos. Pero el proyecto leninista que preveía desde 1902 convertir a los campesinos en peones asalariados se concreta en la colectivización forzada de 1929-1930, cuando se expropia la tierra y se obliga a los campesinos a entrar en las granjas colectivas del Estado. La oposición del campesinado fue masiva, desde la resistencia pasiva hasta el asesinato de los comunistas urbanos que llegaban al campo para colectivizar, pasando por la matanza de su propio ganado. Stalin vaciló un momento, pero al final optó por una feroz represión, causando millones de víctimas. La colectivización dejó a la Unión Soviética en estado de escasez alimentaria hasta la caída del régimen.
–¿Y el terror de los años 1937-1938? –Fue inesperado. Después de la violencia de 1930, decretos no publicados entonces trataron de encuadrar la represión dentro de las leyes, que ya en sí eran sumamente represivas, subordinando los órganos policiales a los judiciales. Los fracasos regulares de los ulteriores objetivos económicos, y las tensiones así provocadas entre el poder y la sociedad, necesitaron un chivo expiatorio. Entre 1935 y 1937 fue eliminada una parte considerable del aparato del Partido-Estado, acusada de sabotaje. En 1936, el poder organiza decenas de miles de reuniones para promover el apoyo a la nueva Constitución. Pero en ellas el pueblo exigió la abolición de las granjas colectivas, la igualdad de derechos entre los campesinos y los habitantes de las ciudades, sindicatos independientes, libertad de conciencia... La gente se burlaba abiertamente del parágrafo 12, que proclamaba que “el que no trabaja no come”: miles de oradores gritaban que la realidad era todo lo contrario.
–Luego llegó el censo de población de 1937... –Exacto, el único que incluyó una pregunta sobre la religión. Y más de la mitad de la población contestó que era creyente. La respuesta fue el Terror de Estado, lanzado con precipitación. La correspondencia entre Stalin y sus lugartenientes Molotov y Kaganovich muestra que para ellos la violencia era una técnica de administración, aunque Stalin aparece relativamente consciente de sus límites.
–Usted dice que el terror no era meramente represivo. –Sí. Sus funciones fueron múltiples: eliminar los embriones de sociedad política construidos a partir de la revolución de 1905; destruir toda forma de solidaridad horizontal, en primer lugar las débiles clases sociales; obligar a cumplir las normas de producción, justificar los fracasos por la presencia de “elementos socialmente dañinos y peligrosos”. Atomizó a la población, dejando a cada sujeto solo frente al poder, lo cual era una consecuencia lógica de la ideología. El Partido Comunista pretendía poseer un conocimiento científico del desarrollo social... el que se oponía a la ciencia no podía ser sino un saboteador o un loco. Al primero se lo deportaba o fusilaba, al segundo se lo encerraba en un psiquiátrico.
–¿Es verdad que después de la guerra el terror fue profundamente antisemita? –Hubo una sangrienta campaña antisemita. Fueron ejecutados varios dirigentes del Comité antifascista judío organizado durante la guerra para atraer la solidaridad financiera de la colectividad judía en el mundo. Quiero subrayar que fueron fusilados porque eran judíos y porque eran antifascistas. Desde ese momento y aun cuando el terror cedió el paso a lo que se conoce allá como la “violencia vegetariana”, la comunidad judía fue discriminada por el poder. Pero no fueron las únicas víctimas del terror “étnico”: poblaciones enteras como los tártaros de Crimea fueron deportadas.
–Por último, ¿cómo trabajan desde la Argentina la historia de Rusia o de China? –En el Cemech estamos constituyendo una gran biblioteca científica que permita estudiar seriamente. Tenemos acuerdos para que nuestros doctorandos investiguen en Rusia y China. Los seminarios cubren desde la China y la Rusia medievales hasta hoy.

Imagen: Leandro Teysseire

viernes, 18 de marzo de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 44

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CAPITULO 44

De un disparo, el Jefe de Policía hizo saltar la cerradura que clausuraba el portón: las puertas se abrieron a causa del impacto, y las astillas volaron por todas partes. Nos envolvió un súbito chaparrón de madera. Volvimos a entrar a la Sociedad de los Lógicos que, no obstante el tiempo transcurrido, nos pareció más sombría.

Caminábamos como penitentes que llegan al fin al último reducto, donde ha de celebrarse la ceremonia final: abría la marcha el Comisario Inspector,después el Jefe de Policía, revólver en mano y luego yo. La lógica joven guardaba una prudente distancia con el Jefe de Policía.

Encendimos la luz, pero los objetos apenas se iluminaron. Sobre el escritorio de madera, el teléfono negro, opacamente brillaba, solitario, como un monumento a la comunicación en un mundo muerto. La cartelera que fijada a la pared auguraba seminarios, cursos y conferencias sin fin, se había desprendido de su soporte de corcho. Dos de las chinches que la sostenían, brillaron fugazmente en el suelo. Reinaba el silencio deliberado de las fosas marítimas, de los abismos oceánicos, que peces luminosos recorren en medio de la oscuridad más completa. Nuestros pasos y la luz de las lámparas transformaban la fresca y difusa negrura en una penumbra compacta, oleosa. Los angelitos del vitral, agitaban sus manitas minúsculas y movían los flecos dorados de sus túnicas, deslizando duras e imaginarias advertencias:" Qué buscan aquí?" , parecían preguntar. De una de las aulas, cubiertas ya por una fina capa de polvo, voló un murciélago hacia las profundidades del caserón. Las sillas, donde se habían sentado los lógicos, se arracimaban en desorden, en cualquier parte. No se había conservado ni la sombra de la docencia, que parecía haberse escurrido para siempre a través del filtro experimental del Jefe de Policía.

Recorrimos el patio: el tragaluz seguía abriéndose, inútil, hacia la noche de extramuros. El fresco que tanto nos llamara la atención en nuestra primera visita, exhalaba quietud y alarma, parecía sostenido por la silueta lineal de la Torre, que con sus doce pisos de altura, se elevaba en medio del páramo, casi como una amenaza. Las aulas, que antes comunicaban todas entre si, se habían desorganizado y tendían firmemente hacia el laberinto y el círculo. Todas las cosas habían sido de alguna manera abiertas y cada objeto establecía canales de comunicación con el mundo externo. SOLOG se había vuelto exterior, como si el espacio interno se hubiera evaporado de repente y por completo del edificio.

Revisamos el lugar cuidadosamente. Desenterramos antiguos papeles de pasadas filologías, vaciamos la biblioteca, practicando un segundo escrutinio que nada* dejaba que envidiar a aquel famoso del cura y el barbero, sin que nada* importante saliera a la luz, salvo un ejemplar de los escritos de Wittgenstein, fechado diez años antes de su publicación.

- Vieron? dijo el Jefe de Policía Hemos registrado la casa cien veces con el mismo resultado. Lo cual me trae a la memoria algo que quisiera contarles, si me permiten, cosa que no pueden sino hacer, ya que la menor jerarquía policial que tienen les obliga.

"Cuando yo era Comisario General, poco antes de ser ascendido a Jefe de Policía, se nos presento un caso de muy difícil resolución. Era aquella una época en la que los delitos se organizaban de manera límpida y se resolvían deliciosamente, de la misma manera que el azul diurno debe resolverse primero en el magenta, para ceder paso a la brutalidad de la noche. Estábamos investigando un robo, ocurrido, semanas atrás, en la colección de arte de un fantástico millonario, de donde había sido sustraído un valiosísimo cuadro, digno, según dicen de Rembrandt, sobre un fondo trabajado con las pinceladas perfectas del Pollaiuolo, y un afán expresionista y simbólico que dejaba muy atrás a la escuela alemana. La firma era indescifrable, pero el cuadro estaba valuado tan alto, que ninguna compañía aceptó asegurarlo. Esto puede darles una idea de la ansiedad que hervía en mí y en mis circunspectos subordinados, empeñados en la recuperación de una tela que nunca habíamos visto y cuya posible visión nos infundía un temor indecible. Era el pánico de lo estético, la belleza pictórica presagiando un placer que, por invasor, podía resultarnos molesto. Habíamos examinado todas las pistas y mis circunspectos subordinados habían, también, examinado cada uno de los eslabones de las mismas. Eran, debo confesarlo, muchísimas. El o los ladrones habían dejado tras si infinidad de huellas, que se ramificaban luego en nuevos y perturbadores indicios. Con la curiosa particularidad de que todos ellos conducían al mismo lugar: un cuarto mal amueblado, en una pensión del Abasto.

Como es de suponer, el cuarto y la pensión toda fueron revisados de arriba abajo por mis obedientes subordinados. El conserje, un hombre casi inasible, como es inasible el agua que corre en un arroyo y allí parece concreta, pero se escurre apenas tomamos un poco en el hueco de la mano, fue exhaustivamente interrogado sobre las entradas y salidas de los diferentes ocupantes del cuarto. Para nuestra sorpresa, y según nos dijo el conserje, el cuarto había estado vacío desde hacia semanas, como lo confirmaba, por otra parte, la tenue capa de polvo que cubría el escaso moblaje. Durante días y días repetimos el rito: revisar el cuarto, e interrogar al conserje, con la esperanza de que la valiosa tela apareciera, aunque solo fuera por la fuerza de la repetición. Demás está decir que el cuadro nunca fue encontrado. Pero un día, cuando me encaminaba al diario y ritual registro, encontramos el hall de entrada vacío. En vano fue que hiciéramos sonar la campanilla que, vieja y desvencijada, sobrevivía sobre el mostrador. Allí no había nadie. Un antiguo pensionista se nos acerco entonces y nos dijo que el conserje había desaparecido, y ante nuestra sorpresa, agregó: No lo conocían? Era el terrible Bairoletto.

Recién entonces descubrimos, detrás del mostrador, una mesa de billar."


El Jefe de Policía nos miró satisfecho. - He contado esta anécdota para mostrar la inutilidad del registro, ya que, si en aquel caso no pudo encontrarse la tela a pesar de la repetición. Qué puede esperarse ahora de esto, que no es sino una repetición de la repetición? y encaró al Comisario Inspector ,tras dirigir una mirada hambrienta y fatal a la lógica joven me parece que esta vez se equivoco.

-No lo creo -dijo el Comisario Inspector que aparentemente no se había dejado impresionar por la anécdota.- Llegué a estas conclusiones por medio de un razonamiento impecable. Sólo ocurre que ha sonado el momento de lo empírico y sacó el pequeño fotómetro de bolsillo.

Llevándolo en la mano como si se tratara de una joya, empezó a deslizarlo a lo largo de las paredes de SOLOG, de esas paredes metafísicas, ya que eran incapaces de dividir el espacio. Recorrió casi amorosamente los muros de las aulas y luego los límites, puramente ornamentales del patio cubierto. La lógica joven movía los brazos romboidalmente, tratando de huir de la mirada ambiciosa y algo perdida del Jefe de Policía. La atraje hacia mí, manteniéndome cerca del Comisario Inspector. Qué buscaba? Qué misterioso resplandor lo atraía? Qué foco de luz, que iluminara nuestras dudas?

- Aquí! dijo de pronto el Comisario Inspector

- Aquí qué?

El Comisario Inspector me señaló la aguja del fotómetro, que se había desplazado suavemente, imperceptiblemente hacia el panel. -Aquí se observa una débil luminosidad.

- De dónde viene?

-Obviamente, la luz viene de atrás del panel dijo.- Lo esperaba. Francamente, le confieso que lo esperaba. Ese panel desde el principio estuvo muy remarcado, con esas franjas. Encarnaba demasiado deliberadamente lo obvio. Eso pasa por olvidarse de las exigencias del género. Por alguna parte debe haber una entrada.


Golpeé suavemente la pared. Sonaba a hueco o me parecía que sonaba a hueco. Palpe los bordes lisos del fresco La cosa va a ser encontrar el mecanismo, dije la pared es completamente lisa.

-No creo que sea muy difícil encontrar el mecanismo dijo el Comisario Inspector y en todo caso, pienso que el Jefe de Policía va a prestarnos una ayuda valiosísima.

Nos dimos vuelta hacia él. Blanco como un papel, parecía haberse empequeñecido aún más, transformándose por completo en un niño. Era una metamorfosis apropiada para la ley, ya que la ley es infantil, ridícula.

-No quiero revelar secretos innecesarios -balbuceó, acercándose a la pared así que permítanme que les dé la espalda -Y se dio vuelta, ocultando por completo sus manipulaciones. Las manos actuaron fuera de nuestra vista, es decir, casi en un espacio ideal, inexistente, o en todo caso, no físico.

Lentamente, el panel empezó a correrse, introduciéndose en el muro y dejando al descubierto un hueco cuadrangular que conservaba la forma del cuadro, delatando su pura ausencia. La aguja del fotómetro salto con un chirrido: del hueco abierto en la pared empezó a brotar, en forma discontinua, la luz vacilante de la flor gitana.

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miércoles, 16 de marzo de 2011

"Esto no puede pasar acá"



Cada vez que se produce un accidente natural de proporciones, explosiones terremotos, tsunamis, en el caso de Japón acompañados de accidentes en una central nuclear, es natural que el susto recorra al mundo como un jinete del Apocalipsis. Es perfectamente natural, aun en los lugares donde no hay peligro, porque se acentúa la percepción del riesgo, muchas veces sin motivo, y muchas veces cuando el riesgo es realmente mínimo. La pregunta, consciente o inconsciente es: ¿esto podría suceder aquí?

La pregunta es ociosa: cualquier cosa podría suceder en cualquier parte, con mayores o menores posibilidades, a veces con posibilidades tan ridículas que no vale la pena tomarlas en cuenta: la posibilidad de un terremoto en la zona donde está asentada Atucha I es prácticamente nula. En el caso de la central nuclear Embalse, en cuyo emplazamiento hay alguna sismicidad, aunque ésta sea mínima, la central nuclear está construida para aguantar sismos; la probabilidad de un tsunami es nula (ya que no hay tsunamis en el Atlántico), y el centro y este de la Argentina están alejados de los lugares donde las placas tectónicas se frotan, se subducen unas debajo de las otras y juegan su danza planetaria.

Pero la percepción del riesgo, que no es por cierto un fenómeno natural, no está siempre relacionado con el riesgo real, o también, ocurre, que la gente suele convivir con el riesgo, como cualquier sanjuanino lo sabe. En un año, o dos, o tres, las costas de Japón volverán a estar pobladas, con los pobladores conscientes de lo que puede pasar; San Francisco está construida sobre la falla de San Andrés (y no olvidemos que en 1905 hubo un terremoto pavoroso que prácticamente arrasó la ciudad), y Lisboa sufrió uno de los peores terremotos de la historia (que Voltaire usó literariamente en Cándido para atacar a Leibniz y su teoría del mejor de los mundos posibles).

Las centrales argentinas, Atucha I (350 megawatts) y Embalse (600 Mw), proveen buena parte del sistema eléctrico del país y tienen circuitos de seguridad dobles o triples, que inician la parada del reactor ante el más mínimo peligro. El problema en Japón no fue la tierra, sino el agua, que dejó sin combustible los sistemas diésel de enfriamiento; el problema en Three Miles Island, en los Estados Unidos (donde se fundió un tercio del núcleo del reactor y, a pesar de eso, no hubo ninguna víctima), sin embargo, no surgió de ningún desastre natural, sino que fue una sucesión de errores humanos; lo mismo ocurrió en Chernobyl, donde el operador desconectó los sistemas de seguridad que estaban deteniendo el reactor, hasta que ya fue tarde.
Pero el problema es la percepción del riesgo, que siempre se guía por los casos extremos y no por la media: los muertos no se debieron a la radiación, por cierto, sino al agua; las medidas de evacuación por la radiación se tomaron, razonablemente, por las dudas, y no hay que olvidar que estamos sujetos todos a la radiactividad que viene del espacio montada en los rayos cósmicos. Las dosis de radiación que recibieron los habitantes fueron comparables a la que recibe el piloto de un avión en vuelo, que debido a la altura está más expuesto a los rayos cósmicos.

No hay que tomar esta nota como un manifiesto a la despreocupación, sino como un alerta.
Lo que deja como enseñanza lo ocurrido en Japón no es que la generación de energía mediante centrales nucleares sea intrínsecamente peligrosa, sino que nunca se reforzarán bastante los sistemas de seguridad (ni en las centrales nucleares ni en ningún lugar). Y tal vez, solo tal vez, que el “riesgo cero no existe” (pensemos en los automóviles, en los accidentes ferroviarios o aéreos), que la vida sobre la Tierra está llena de riesgos y que, mal o bien, tenemos que convivir con ellos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Torbellinos y tubos, un diálogo

CONVERSACION CON EL FISICO JOSE EDUARDO WESFREID

No es nada fácil la cosa. El jinete pregunta por la no linealidad y necesita de todo su ingenio para comprender bien las respuestas. Es que la no linealidad tiene sus bemoles, aunque José Eduardo diga que nos protege. El jinete quiere refugiarse en un mundo sin empiria.

–Usted es un burócrata del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique, Francia).
–Soy un investigador del CNRS que trata de no burocratizar su trabajo. Soy un investigador que hace física experimental de mecánica de fluidos, pero que también dirige un laboratorio relativamente grande, en el cual somos unas 80 personas. O sea que hay una parte importante de lo cotidiano que también es organizativa. Trato de ser lo menos burocrático posible en la organización del laboratorio. Por ejemplo: todos los jueves a las 13.30 tomamos un café en el que yo transmito toda la información más burocrática y administrativa; inmediatamente después de eso hacemos un seminario interno que precede al seminario más grande. Es decir que cuando hacemos burocracia intentamos que sea tapada inmediatamente por la ciencia.
–¿Y qué se hace en ese laboratorio?
–Es un laboratorio de física y mecánica. En realidad la mecánica, en el fondo, se considera parte de la física, aunque en la tradición francesa se la piensa como una ciencia aparte, muy próxima a la matemática aplicada. Teniendo en cuenta esa tradición, tuvimos que tener en cuenta esas dos palabras.
–¿Y esas dos palabras qué significan?
–Somos físicos que hacemos mecánica de fluidos y de sólidos. Y yo diría: hacemos mecánica física. Nosotros fuimos un laboratorio bastante pionero en Francia, por estudiar esa interfase entre la física y la mecánica, o por hacer cosas que a veces hacían los ingenieros pero con ojos de la física.
–Y en mecánica de fluidos ¿qué hacen? A mí no me gusta nada la mecánica de fluidos, porque es no lineal...
–Eso es interesante. Es una de las físicas más no lineales que existen.
–Debería prohibirse lo no lineal.
–Es que lo no lineal es un mecanismo de la naturaleza para impedir que las cosas se vayan al demonio.
–Yo siempre pensé al revés, siempre pensé que era algo que hacía que las cosas se fueran al demonio.
–No. Es un mecanismo que estabiliza. Fíjese qué contradicción. Lo lineal es lo que produce el grueso de las inestabilidades. Hay sistemas que son inestables y que llegan a situaciones en que quieren explotar: esa situación de equilibrio que tienen se rompe y llegan a una inestabilidad. Cuando se estudian linealmente esas inestabilidades, lo que hay es una explosión, un crecimiento exponencial. Gracias a la no linealidad, que inmediatamente genera mecanismos, las cosas no explotan.
–Me gustaría que explicaras qué significa lineal y qué significa no lineal, antes de seguir con todo esto. Lineal es que un cambio en las variables produce un cambio lineal en la solución: dos kilos de papas cuestan el doble que un kilo de papas.
–Lo que tiene de importante la no linealidad en mecánica de fluidos es que genera un espectro más ancho. Si mi sistema oscila con una cierta frecuencia, la no linealidad va generando otros tiempos u otras escalas. Entonces uno va llenando las escalas de tiempo y espacio de forma más completa. Y eso es lo que estabiliza; eso es lo que interesa para la mecánica de fluidos. A mí las definiciones matemáticas de lo que es la linealidad y la no linealidad no me sirven para explicarle lo que quise decirle. Volvamos al ejemplo que le había puesto. Cuando le dije que gracias a la no linealidad las cosas no se van al demonio, lo que quise decir es que gracias a que el sistema, que tiene una cierta escala (por ejemplo, oscila en el tiempo), gracias a esos mecanismos complejos de acoplamientos, se genera no sólo que se oscile más rápido sino también genera frecuencia cero. Y esta es una de las claves de nuestra práctica. Se crean campos medios que modificaron el problema inicial. Teníamos un flujo con un perfil, se pusieron en movimiento torbellinos, ondas, celdas, y esos torbellinos van generando otras escalas, incluida la escala de las cosas estacionarias (en el tiempo) u homogéneas (en el espacio). Eso quiere decir que el flujo inicial, que estaba inestable, que hacía explotar las cosas, ahora ya no es más tan perturbador: ese modo lo hace más suave, más dulce. Entonces, no se va al demonio y no explota.
–Explique la palabra “explotar”.
–Vamos con un ejemplo. Una simple modulación de una interfase. Usted la perturba un poquito y, como de un lado la presión es más grande que la otra, esa perturbación crece, crece y crece. Pero no se convierte en un tsunami siempre. ¿Por qué no se convierte en tsunami siempre, si linealmente tendría que seguir creciendo? O bien porque hay mecanismos externos que la están frenando, o bien porque el propio sistema, mientras quiere ir explotando, genera esas escalas que lo van frenando.
–Y usted trabaja en eso.
–Sí. Yo trabajo en la versión experimental de la comprensión de esos mecanismos. Yo encuentro un gran placer en hacerlo experimentalmente; en gran parte porque las escalas son grandes: son tamaños de dimensión humana, lo cual permite que una gran parte de mis aparatos de medida sean ópticos. Son métodos que aunque sean sofisticados son conceptualmente simples. Nosotros estudiamos los fenómenos en forma muy fina, con experimentos que tratan de ser lo más sencillos posibles. Una vez que aislamos el fenómeno básico que nos interesa, intentamos realimentar la teoría, confirmarla, ponerla en discusión, a veces podemos completar el estudio con simulaciones numéricas. Yo personalmente pienso que lo numérico tiene que estar muy vinculado con lo experimental...
–Lo numérico puede introducir un error peligroso cuando la cosa es no lineal, ¿no?
–Sí, obviamente hay fenómenos muy fuertemente no lineales que son difíciles de seguir numéricamente. El problema más delicado que tuvimos con la mecánica de fluidos numérica fue que durante muchos años las computadoras sólo nos permitían estudiar fenómenos en dos dimensiones. Y lamentablemente la mayor parte de la mecánica física es tridimensional. La mecánica de fluidos numérica, hasta la década del ’90, en lugar de hacer adelantar la comprensión de los fenómenos la retrasó, porque no tenía capacidad de observación tridimensional (que sí se tenía desde lo experimental). Y eso tiene mucho que ver con una de mis especialidades, quizá la más fuerte, que es el estudio de estructuras coherentes tridimensionales que aparecen en los fluidos: torbellinos, tubos que giran generalmente en la dirección del movimiento del fluido. Para completar, le diría que lo que yo hago esencialmente es tratar de comprender la estabilidad de ese movimiento tridimensional, que va desde lo que está pasando en la turbulencia al lado de una pared, cuando el fluido bien pegado a la pared es una fuente de turbulencia muy grande que está llena de esos pequeños “gusanitos” (torbellinos tridimensionales) y que no sólo están en este fenómeno sino que también forman parte de las estructuras coherentes que hay detrás del auto que usted maneja, de los trenes, y que nos hacen consumir mucha energía.
–Hemos llegado hasta aquí y debo confesarle que no me convenció. A mí me gustaría vivir en un universo lineal y sin empiria.
–Debo confesar que ante su diatriba anti-no linealidad yo le oculté algo. Lo que no le dije es que lo no lineal no solamente sirve para conservar, sino que también hace su trabajito para llevar las cosas al demonio.
–¡Yo le dije! El problema de todo esto es que exista la empiria...

Imagen: Arnaldo Pampillón

sábado, 5 de marzo de 2011

Mitossaurius Rex

Los dinosaurios reemplazaron a los astronautas como Gran Mito Científico-Cultural, y llenaron el espacio creado por el reflujo de la carrera espacial, ahora disputado por el calentamiento global y otras preocupaciones ecológicas. Como el Che Guevara y Madonna, ilustraron remeras y llaveros, y se internaron en las divagaciones del genoma humano, hasta consagrarse en Jurassic Park. Son (eran) grandes, feroces, temibles, son la metáfora del triunfo imperial en la Guerra Fría, fueron los reyes del planeta y dejaron sus huesos para el disfrute y regocijo de las especies que heredaron la tierra (tímidos mamíferos de dos patas, un poco estúpidos, capaces de servirse del lenguaje y el fuego, incapaces de hacer nada que valga la pena).
Allí están, en los museos, con el porte de la tragedia (o de la ópera), refrescando el mito del héroe prehistórico, evocando un mundo donde las cosas no tenían nombre, y donde lucharon por la supervivencia durante 180 millones de años. Algo habrá en nuestra especie, que no coexistió con ellos, para situarlos en la cumbre de la admiración y el terror: el mito del Gran Reptil sigue estando fresco, probablemente de viejos terrores de la sabana y el bosque (algún día habría que averiguar qué hay de memoria evolutiva en el origen de los mitos y tratar de detectarlo en medio de la maraña cultural). Los rodean las metáforas: invulnerabilidad, ferocidad, gigantismo, símbolo de la fuerza y el poder: el paradigma, el dinosaurio por excelencia, el Tyrannosaurius Rex, lleva la realeza en su mismo nombre.
¿Qué nos enseñan los dinosaurios? ¿Qué tienen para decirnos, qué palabra podemos esperar de ellos? No develan el misterio de la vida, que se está descifrando en los laboratorios, donde pequeños virus y bacterias artificiales cobran realidad en las cabezas de los genetistas. No develan el misterio del pasado escurridizo; son muy modernos para hacerlo: en relación con el nacimiento del planeta y de la vida son casi nuestros contemporáneos.
Pero sí, quizás, puedan darnos un mensaje político: un día (que duró quizás un millón de años) fueron barridos de la superficie del planeta, fueron borrados del staff de las especies, fueron exiliados de los caminos de la evolución. Hay quienes dicen que se transformaron en aves –y puede ser–. La verdad es que parece una historia mitológica: un dios griego, castigando a los monstruos por sus pecados de hybris y transformándolos en pájaros.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Con la memoria del terror de Estado

DIALOGO CON ARSENI ROGUINSKI, HISTORIADOR DE LA UNIVERSIDAD DE TARTU, ESTONIA
El terror stalinista tiene pocos parangones en la historia, del cual el Jinete escapó por milagro. El historiador víctima de este reportaje se interna en el problema de qué hacer con la memoria de los crímenes, y tanto en Rusia como en Argentina. No es para leer de noche.

–Usted es un historiador dedicado a investigar el terror en la URSS. Dirige en Moscú Memorial un centro histórico y es defensor de los derechos humanos. ¿Por qué no aprovecha estas líneas para presentarse y contar qué vino a hacer al país?
–Vine a la Argentina invitado por el Centro de Estudios de los Mundos Eslavos y Chino (Cemech), de la Universidad Nacional de San Martín, para participar de la conferencia internacional “El terror de Estado en la URSS y la experiencia de América del Sur”, este viernes a las 18.30 en la Biblioteca Nacional. Soy historiador, en el año 1975 comencé a editar de manera clandestina la primera revista independiente de historia, Pámiat (Memoria), que comenzó a hablar entre otras cosas sobre la represión de revolucionarios no bolcheviques y de los partidos socialistas a partir de 1917. Años después fui prohibido en la Universidad, trabajé un tiempo como maestro de escuela, pero la KGB ordenó que me echaran en 1979. En 1981, el gobierno me “invitó” a emigrar a Occidente y me negué. Fui arrestado y condenado a cuatro años de campo en Siberia.
–¿Cómo era esa revista clandestina? ¿Qué papel jugó? –La revista estaba consagrada a la historia del terror político en la URSS desde su comienzo hasta los años ’60. Era un tema prohibido, oficialmente no se podía investigar ni evocar libremente. Publicábamos documentos e investigaciones paralelas sobre la persecución política. El objetivo era conservar una auténtica memoria nacional y no las falsedades impulsadas desde el Estado.
–¿Cuál es el significado en Rusia del término “terrorismo de Estado”? –El terrorismo de Estado es el terror practicado por el Estado soviético contra sus opositores políticos...
–Auténticos..., potenciales o inventados... –Claro. Lo llevaron a cabo los órganos estatales por orden del poder supremo del Estado y bajo su control. El número de víctimas directas de ese terror entre el final de la guerra civil, o sea a partir de 1922-23, y el fin del gobierno comunista varía de 11 a 12 millones de personas, de las cuales más de un millón fue fusilado, mientras que varios millones –todavía desconocemos la cifra exacta– murieron en los campos de concentración o gulags. El terror fue uno de los métodos más importantes para administrar el país.
–¿Cómo vincula el conocimiento histórico con los derechos humanos? –Trabajamos para restablecer la verdad histórica, y esto es imposible sin una memoria consciente. Tenemos conciencia de ser al mismo tiempo historiadores y responsables sociales. El tipo de cuestiones que planteamos es más amplio que el mero trabajo de los historiadores académicos. Nos preocupa acumular datos históricos, sistematizarlos y conceptualizarlos –para esto trabajamos en los archivos estatales, reunimos archivos personales, preparamos publicaciones y realizamos conferencias–, pero también nos parece clave la educación de la población, por eso organizamos exposiciones, debates abiertos a todo público, constantes intervenciones en los medios, colaboración con los museos provinciales, las escuelas. Queremos ajustar cuentas con el pasado, instalando memoriales en los sitios del terror, y también mejorando la situación económica y social de las víctimas.
–Un concepto abarcador de memoria... –Sí, debemos no sólo conocer los hechos criminales, sino también comprender qué tipo de crímenes fueron, por qué sucedieron, quién y qué instituciones o estructuras son responsables. Aquí el trabajo sobre el pasado no es suficiente. Estamos permanentemente trabajando con el presente, enfrentando los problemas actuales relacionados con las violaciones de los derechos humanos.
–Por comodidad hablemos de “sociedad”, aunque si respetáramos la historicidad del concepto, no existía en la URSS y en los principios del post sovietismo. ¿Qué relación hay entre la sociedad y el terror y entre la sociedad y la violencia desde la época de Jruschov y su denuncia de los crímenes de Stalin? –Desde la época de Jruschov existe un consenso de rechazo categórico de la violencia como modo de resolver los problemas sociales y políticos. Este consenso se funda en la terrible experiencia del siglo XX, siglo de guerras y terror. Todo indica que este consenso se expresó en que la disolución de la URSS tuvo un carácter relativamente pacífico. O sea, el rechazo de la violencia es ya un rasgo saliente en la opinión de la población. Hoy, las capas educadas de la población en su conjunto coinciden en una crítica intransigente del terror. Esto se ve en todas las encuestas.
–Usted sabe que una parte de la sociedad en la Argentina, y seguramente en Rusia también, todavía se pregunta si es necesaria una “memoria del terrorismo de Estado”. –Así es. Mucha gente piensa que se puede avanzar sin aclarar los problemas de ayer. Personalmente estoy convencido de que es una posición equivocada. Son demasiadas las huellas todavía visibles del terror y de sus consecuencias.
–¿Por ejemplo cuáles? –El miedo frente al Estado, la idea de que el Estado es el valor superior y el individuo un grano de arena con el que el Estado puede en cualquier momento hacer todo lo que quiere, la desconfianza en el derecho, en las leyes, en las instituciones democráticas, la falta de solidaridad y otros muchos fenómenos, todo esto es la consecuencia del terror que durante setenta años se fue haciendo parte de la naturaleza de cada uno. Sólo se pueden superar esas huellas si conservamos la memoria del terror, si se guarda en la memoria que el Estado soviético fue la fuente de crimen.
–Usted sabe que para millones de personas de todo el mundo la Revolución de Octubre significa la tentativa de comenzar la auténtica liberación del hombre, mientras que Stalin simboliza la victoria sobre el nazismo. –Claro, no es posible pintar la historia en blanco y negro. Ese gran historiador y disidente que fue Mijail Gefter, cuando le hacían ciertas preguntas, comenzaba la respuesta con “todo es muchísimo más complejo”. Esto se aplica aquí. Puede que Octubre de 1917 haya “liberado al hombre” como dice usted, pero también está hoy fuera de duda que Octubre tiene como consecuencia absolutamente lógica el terror que se fue acentuando año tras año. El Estado totalitario también es una consecuencia de Octubre. En cuanto al “Stalin victorioso”, se lo puede mirar de otra manera, desde el precio que hubo que pagar por una victoria real. Es decir que con sus purgas Stalin destruyó el ejército soviético en vísperas de la guerra con Alemania, luego millones murieron o cayeron prisioneros de los alemanes como consecuencia de las decisiones criminales que él tomó durante la guerra; otros varios millones fueron deportados por orden suya, pueblos enteros como los tártaros de Crimea, etcétera.
–El año pasado, usted publicó un comunicado invitando al gobierno ruso a seguir el ejemplo argentino en materia de memoria del terrorismo de Estado. ¿Cuál fue el fundamento de esa iniciativa? –Con respecto al régimen comunista soviético no hubo nada parecido al tribunal de Nuremberg. No se juzgó a ningún criminal. Resultado: no se han juzgado los crímenes del pasado. Sin este juicio, no puede enraizarse en la conciencia colectiva una actitud adecuada frente a los crímenes. Sin él no se puede enseñar la historia en las escuelas ni organizar exposiciones y museos. Una condena política por parte de los dirigentes del país no basta, carece de autoridad suficiente y siempre puede modificarse. La importancia capital de la condena jurídica es distanciar la Rusia actual de los crímenes del régimen soviético, esto desde el punto de vista de la política de la memoria. Las condenas dictadas en la Argentina acapararon nuestra atención porque en ellas vimos la demostración de que los crímenes de lesa humanidad no quedan impunes, que el criminal, aunque sea años más tarde, es condenado. Y envidiamos sanamente a la Argentina, que demostró tener el valor y la voluntad necesarios para dictar las condenas.