viernes, 29 de julio de 2011

Nacimiento casi místico del acero

El acero se produce en los altos hornos agregando al hierro fundido átomos de oxígeno. El proceso de producción es muy complejo, e implica el volcado de hierro en grandes estructuras, dentro de las cuales se producen las transformaciones químicas que  permiten dotar al hierro de dureza y lo convierten en un instrumento ideal para construcciones, rieles y todo tipo de maquinarias. El acero que se forma en los altos hornos (en los cuales hay temperaturas de dos mil grados) se acumula, líquido, en el crisol, de donde se recoge y luego enfría. Artesanalmente, el acero se fabricaba desde hace varios siglos, y hacia el 1400 ya eran famosos los aceros toledanos (usados básicamente para espadas y armas).
Despuntaba la edad de los metales:
el cobre que no brilla, el bronce alado
la plata gris, el oro deseado
el hierro, de reflejos vegetales.

Un hombre hizo una espada, otro un arado.
Alguien hendió un cuerpo, alguien la tierra
y hubo trigo en la paz, sangre en la guerra.

Pero quisieron más: lo incorruptible,
lo eterno, lo inflexible, la dureza,
inmune al aire, al agua, al invisible
paso del tiempo, que sigue y que no cesa.

Fabricaron un horno, donde ardían
las llamas del infierno verdadero
juntaron minerales, los mezclaron
con el aire inflamado, se sentaron
a jugar a los dados,
                        recordaron
un mundo hecho de piedra y de madera,
el mundo del origen, el primero,

esperaron
                      seis, siete,
ocho horas
                        apostaron
Sus vestidos al azar del cubilete.
El velo del Templo se rasgó, una noche oscura
se abatió sobre sus ojos agrandados
que miraron con espanto: el mundo entero

temblaba.


Lentamente en el crisol se acumulaba,
la silueta creciente del acero.

miércoles, 27 de julio de 2011

Silenciosas semillas cargadas de futuro

DIALOGO CON RODOLFO TECCHI, BIOLOGO, DIRECTOR DE LA AGENCIA DE PROMOCION CIENTIFICA Y TECNOLOGICA
Un balance de gestión y una mirada estratégica sobre temas pendientes. En este país, donde en el pasado relativamente reciente se mandó a los científicos a lavar los platos, ahora la ciencia se sienta a la mesa de las grandes decisiones.

–Usted integra el directorio de la Agencia. ¿Cuál es el balance de la gestión en Ciencia y Tecnología?
–Hay dos señales muy fuertes. Al principio de la actual gestión de Cristina Fernández de Kirchner, con la creación en 2007 del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MinCyT), que colocó en la agenda de los principales temas el desarrollo tecnológico, la mejora de la competitividad y la incorporación productiva del conocimiento; y ahora termina la actual gestión inaugurando Tecnópolis, una megamuestra que pone a la ciencia y la tecnología al alcance del conjunto de la sociedad.
–Y no hace demasiado, desde la cima del poder, los científicos eran mandados a lavar los platos... –El cambio es rotundo. Se ha vuelto habitual que la ciencia esté presente en los mensajes presidenciales. Es fundacional que desde lo más alto del poder político se sostenga la necesidad de un sistema científico tecnológico renovado y activo. Por eso Tecnópolis, que es una feria de la ciencia y tecnología como nunca antes hubo en la Argentina, no es una decisión aislada, hay un esfuerzo por comunicar a toda la sociedad la importancia del desarrollo científico y tecnológico, lo cual marca uno de los principales signos de esta gestión presidencial. Esto, sin perjuicio de otras medidas como la Asignación Universal por Hijo, y otras medidas sociales que también han sido transformadoras. Esta Presidenta como ninguna otra en la historia le ha dado un lugar de privilegio a la investigación científica, y a la participación del sector privado en el desarrollo innovador.
–¿Usted diría que hubo un giro que busca más logros tecnológicos? ¿Gravitan más las aplicaciones concretas que las investigaciones básicas? La Argentina en los últimos años colocó satélites propios en órbita, exportó centrales nucleares, se crearon empresas de bioingeniería, aparece la tecnología como motor de la industria. –Sin duda, hay avances tecnológicos y hay decisiones, que son políticas, para que sean aprovechados también por los sectores más desfavorecidos. Hay algo para destacar que pasó inadvertido en los grandes medios. Hace poco, cuando se inauguraba la nueva televisión digital en una provincia periférica como Jujuy, el gobernador Walter Barrionuevo señalaba que como nunca antes un avance tecnológico estaba llegando primero a los sectores más humildes y desprotegidos de la sociedad, rompiendo el paradigma tradicional en el cual las innovaciones científicas llegan primero a las clases sociales más acomodadas. Ese es un signo de estos tiempos.
–¿Usted diría que el Estado recuperó la planificación? –Claro. El Estado, a partir de 2003, financió proyectos y hubo un fortalecimiento institucional palpable, y sobre esa base, a partir del 2007 se inició un rumbo novedoso. Al momento de crear el MinCyT, la Presidenta buscó que ese ministerio lo liderara una persona que cumpliera dos características: un compromiso con el proyecto nacional, y un lugar destacado en la comunidad científica. Creo que encontró ese liderazgo en el doctor Lino Barañao. Seguramente un próximo esfuerzo se orientará a la comunicación social de estos avances, porque sin el respaldo de la sociedad no será posible consolidar este inédito protagonismo del sistema científico.
–Esa cuestión del respaldo social es una cosa bastante vaga, porque ¿quién puede oponerse al avance general de la ciencia? Supongo que nadie. –No lo crea. Aunque no lo expresen abiertamente, hay sectores que sostienen que tenemos que allanarnos a que los avances tecnológicos válidos son los que vienen de afuera y que no vale la pena invertir en nuestros proyectos. Cuando se habla, por ejemplo, de agregarle valor a la producción primaria, aplicando tecnología y conocimientos, no faltan los que por intereses económicos muy concretos argumentan que ese camino no es el mejor para el país sino que hay seguir con el modelo exportador de materias primas y recursos naturales del siglo pasado. Optar por mejorar la competitividad del sector productivo, a partir de conocimiento argentino apropiado, valorizado y comprendido por la sociedad, genera controversias con ciertos grupos económicos.
–Usted mencionó a Jujuy. ¿Qué me puede contar acerca de la ciencia en las provincias? –Mucho, porque hay políticas federales y un activo funcionamiento del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología. Hay un fuerte aprovechamiento de los recursos orientados a proyectos para la solución de problemas productivos o sociales concretos. Lo que nos queda pendiente para la etapa que viene es darle mayor visibilidad a estos logros que son de gran impacto local y a partir del esfuerzo que hace el Estado. Porque detrás de cada uno de los logros tecnológicos hay mucho trabajo silencioso. En nanotecnología, por ejemplo, la inversión en tecnología como la inversión en educación no muestran sus resultados de manera inmediata sino en décadas. Para eso la ciencia tiene que dejar de ser muda.
–Recuerdo los lamentos de los científicos que no podían viajar a los congresos y que con razón se quejaban de todo. Y también aquello de que la única salida para un investigador argentino era Ezeiza... –Ha habido una estrategia exitosa con el Programa Raíces, que es ley nacional, frente a la gran cantidad de científicos que emigraron en décadas anteriores. Y esa estrategia ha sido por un lado ofrecerles todas las posibilidades para retornar al país y seguir desarrollando sus actividades aquí. Y por otro lado, para aquellos que no tienen la posibilidad de volver porque ya se han insertado definitivamente en otros países, se los invita a integrarse al trabajo en red, articulado fuertemente con proyectos de la comunidad científica local.
–Y de aquí en adelante, ¿cuáles son los temas pendientes? –Uno de los problemas que todavía no terminamos de resolver es que el crecimiento del sistema científico necesariamente exige una incorporación más acelerada de recursos humanos especializados, jóvenes que tengan vocación por la investigación y se incorporen a la carrera de investigador. Todavía el sistema universitario argentino no alcanza a proveer todos esos jóvenes que necesita el sistema científico. Falta terminar de consolidar la cultura del esfuerzo en el sistema educativo. Muchos jóvenes vislumbran las carreras científicas como más difíciles, donde hay que estudiar disciplinas que exigen un rigor para su comprensión más profundo y por eso mismo carreras clave como las ingenierías no tienen la matrícula necesaria. También muchos estudiantes de este tipo de carreras reciben ofertas laborales aún antes de graduarse. Por eso el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Ministerio de Educación sostienen un Programa de Becas de Grado para tratar de mantener y consolidar la matrícula en carreras como las de informática y las ingenierías.
–¿Y qué más puede hacer el Estado para despertar vocaciones científicas? –Debería fortalecerse la formación de los docentes, que son quienes finalmente imparten las asignaturas relacionadas con la ciencia y la tecnología. Gran parte de los que nos dedicamos a la ciencia sabemos que la vocación se nos despertó en el secundario a través de docentes que promovían un afecto y una pasión por ciertas disciplinas. Eso se perdió y es algo que es clave recuperar.
–Además, usted coordina la Comisión Asesora de Biodiversidad y Sustentabilidad del MinCyT. –Sí, y se formó para fortalecer la transferencia de conocimientos del sector científico a la utilización sostenible de la biodiversidad. Queremos que más grupos avancen en la utilización efectiva de esos saberes. Por ejemplo, entregamos el Premio Fidel Roig a un grupo de la Universidad del Comahue, que con autoridades provinciales y con pymes pesqueras desarrollaron un plan para hacer sostenible la pesquería en el golfo San Matías, en la zona de San Antonio Oeste, en Río Negro. Hoy en día, allí hay un plan concertado entre todos esos actores para el cuidado de la biodiversidad, que asegura la conservación de los recursos marinos. Ese plan surgió a partir de conocimientos científicos. Premiamos que esos conocimientos no hayan quedado guardados en los laboratorios de la universidad.
–Bueno, el asunto no termina cuando los laboratorios producen las semillas del conocimiento. Además deben plantarse. –Ese es uno de los principales objetivos que tiene la comisión y también este ministerio: avanzar en abrir los laboratorios hacia la transferencia de los conocimientos del sector privado. El ministerio impulsa mucho los proyectos en los cuales se asocia al sector privado con el público en medicamentos, en nanotecnología, en biotecnología, de manera de producir avances concretos que se vean en el mercado y en los beneficios.
–Terminemos con que las investigaciones no se queden en los laboratorios las semillas fabricadas... –Que los investigadores incorporen el hecho de que sus conocimientos después tienen que ser aplicados, que tienen que tener algún beneficio y reflexionen sobre el contexto en que pueden ser aplicados.

lunes, 25 de julio de 2011

Los dos juicios de Galileo



El Vaticano anunció una magna exposición de documentos históricos, cuya pieza estrella serán algunos de los documentos relacionados con el proceso a Galileo que en 1633 llevó adelante la Inquisición, o Santo Oficio, que mucho más tarde cambió su nombre por el apenas más decoroso de Congregación para la doctrina de la Fe, que hasta su coronación presidió nada menos que Don Ratzinger. El proceso fue fuente de inspiración de obras de teatro y fuente también de ríos de tinta: durante el papado de Wojtyla (apropiadamente llamado Juan Pablo II), finalmente se reivindicó a Galileo, solamente doscientos y pico de años después, y ahora hasta se publican los documentos de ese grandioso papelón que pasó la Iglesia (y que no terminó en tragedia debido a la razonable actitud de Galileo al retractarse y salvar su cuerpo de la tortura y su vida de la hoguera).
El proceso tuvo dos tiempos, en realidad: el primero en 1616, en el que ofició de Gran Inquisidor el cardenal Bellarmino, y un segundo tiempo en 1633, en el que Galileo fue condenado a prisión de por vida, pronto conmutada por prisión domiciliaria en la Villa de Arcetri, donde estuvo sometido a vigilancia permanente. No demasiado estricta, por otra parte, ya que pudo escribir uno de sus grandes libros y filtrarlo, así como recibir visitas y mantener correspondencia con múltiples científicos europeos.
El primer asalto de 1616 no terminó en nada concreto; Bellarmino no era ningún imbécil y todo terminó en una vaga (según Galileo) y firme (según los inquisidores de 1633) advertencia y prohibición de enseñar el sistema copernicano, salvo como “un recurso matemático”, y sin visa alguna de verosimilitud. El proceso de 1633 ya fue otra cosa: la Iglesia se había pronunciado abiertamente contra la astronomía heliocéntrica y era herejía ya no sólo enseñarla sino creer en ella, y se le exigió a Galileo no sólo arrepentirse de haber creído en ella, sino hacerlo “sinceramente”, para lo cual se le mostraron los aparatos de tortura, y se le explicó para qué servía cada uno de ellos: una siniestra farsa que sólo por un pelo no terminó de la manera más horrible (como había sido el caso de Giordano Bruno) gracias a la lucidez de Galileo. Desde ya, fue una de las tantas y siniestras muestras de intolerancia de la Iglesia Católica, que rechazó y prohibió el sistema que sólo medio siglo más tarde se consagraría de manera irrefutable con la obra de Newton. En verdad, en 1616, la Iglesia estaba fundamentalmente preocupada por controlar cómo se enseñaba la realidad; en 1633, ante los fracasos de la Contrarreforma, ya estaba preocupada por controlar cómo era la realidad.
Pero hay algo más sobre el juicio a Galileo: por un lado está el papelón de condenar la teoría copernicana, una teoría ya adornada por las tres leyes de Kepler y que estaba siendo aceptada en Inglaterra y Holanda, por poner un par de ejemplos, y que en poco tiempo más se vería coronada de manera definitiva por Newton; Galileo tenía razón frente a lo retrógrado de la postura papal. Sí. Pero... ¿y si Galileo hubiera estado equivocado, qué? ¿En ese caso la intolerancia hubiera tenido su costado razonable o disculpable?
Al fin y al cabo, la idea de libertad de pensamiento es relativamente nueva: se remonta no mucho más allá de la Revolución Francesa. ¿Es legítimo condenar un acto de intolerancia del siglo XVII con los parámetros actuales? ¿No es una falacia juzgar hechos pasados con valores presentes? ¿Puede uno horrorizarse ex post de la represión en una época que ni soñaba con la libertad de pensamiento como un derecho? ¿O de la recurrencia a la tortura, cuando ésta era parte legal de los procesos judiciales y faltaba bastante para que se publicara el alegato Dei delitti e delle pene, de Beccaria, que cambió el pensamiento jurídico para siempre?
Yo creo que decididamente sí: es difícil tomar aquellos horrores como simplemente epocales; al fin y al cabo, si se utilizaban eran precisamente porque se los consideraban horrores, inseparables del castigo. Además, no eran para nada universales: Holanda, en gran medida Inglaterra, y hasta la República de Venecia (por no hablar de Toscana, donde Galileo era ampliamente aceptado) tenían hacia el pensamiento actitudes muy distintas (no así hacia la tortura en los procesos judiciales, aunque, vale la pena recordar, el mismo derecho romano prohibía la tortura –a los ciudadanos, claro está; los demás podían ser torturados libremente–). Por otra parte, no está de más recordar que el pensamiento intolerante es bastante más actual de lo que uno desearía.
Así pues, hay dos juicios a Galileo: uno es el científico, en el que la Iglesia hizo más o menos lo mismo que lo que haría (sí que con mucho menos poder) con Darwin apenas dos siglos y monedas más tarde. El otro es la represión a la disidencia y la discordancia: el primero no hace sino volver más nítido y más repudiable y repugnante el segundo. Del primero, el Vaticano se retractó. Del segundo, no.

jueves, 21 de julio de 2011

Neuroquímica de las adicciones

DIALOGO CON RICARDO PAUTASSI, INVESTIGADOR DEL CONICET, PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA 
El cerebro tiene sus trucos para asegurar la supervivencia y recompensarnos con dosis de placer la búsqueda de comida y sexo. ¿Cómo irrumpen las drogas en esos procesos químicos? Aquí va un diálogo sobre la abstinencia, la adolescencia y las adicciones.

–Usted es licenciado en psicología, doctor en ciencias biológicas y, además de profesor, trabaja en el Instituto de Investigaciones Médicas Mercedes y Martín Ferreyra (Inimec).
–Así es.
–Bueno, cuénteme en qué trabaja. –En todo lo que tiene que ver con modelos animales de adolescencia, con ratas y roedores, y específicamente con los efectos del alcohol.
–¿Puede haber ratas alcohólicas? –No, en general no. El alcoholismo tal cual existe en los humanos es una patología que sólo existe en los humanos. Cuando se empezaron a hacer los primeros modelos con ratas, lo que se buscaba era hacer que las ratas actuaran exactamente igual que los humanos, que buscaran alcohol voluntariamente. Pero ésos fueron modelos que no servían: no se podía replicar exactamente la patología.
–Con respecto a las adicciones, hay dos aspectos. Está el aspecto químico y el psicológico, ¿no? –Esta discusión sobre la dependencia física y psíquica estaba muy presente en los ’90. La distinción entre la adicción psicológica y química se ha borrado. En este campo puntual, la dualidad químico-psicológica se ha superado.
–Yo entiendo que lo psicológico tiene bases bioquímicas. Pero lo que le pregunto es si el proceso de adicción está generado por bases bioquímicas asociadas a lo psicológico o por bases bioquímicas que no tienen nada que ver con lo psicológico. –En mi investigación me es muy difícil diferenciarlas. Porque yo sé que puedo bloquear la cadena bioquímica de adicción con un fármaco.
–Pero si la adicción es puramente química... –Es que no existe una adicción puramente química. Esa era la idea que estaba detrás de las granjas prisiones para adictos. Se suponía que después de cuarenta días de encierro y de pasada la abstinencia, la adicción estaba superada. Pero esa idea cae cuando se verifica que hay elementos psicológicos que vuelven a activar en quienes estuvieron encerrados el deseo de consumir.
–¿Cómo es el proceso de la adicción? –Lo que las teorías indican es que las drogas actúan como actúan otros reforzadores naturales, como la comida y el sexo. Actúan sobre los mismos correlatos biológicos, áreas de recompensa del cerebro que han sido preparadas por la evolución a lo largo de millones y millones de años para que cuando hagamos estas actividades sintamos placer y, por eso, busquemos este tipo de actividades. La idea general de las teorías de las adicciones es que las drogas “secuestran” estos centros biológicos sin tener mecanismos de freno. La saciedad después de comer, por ejemplo, funciona como un mecanismo de freno. En el caso de las drogas no sólo no hay mecanismos de freno sino que, por ejemplo, cuando se deja de consumir y se vuelve a consumir hay fenómenos como el desarrollo de mayor sensibilidad que llevan a un mayor consumo. Y una vez que se corta el consumo aparece la abstinencia.
–Bueno, pero hay drogas que producen abstinencia y otras que no. ¿Y qué quiere decir que “secuestran” el centro de placer? –Es una metáfora. El cerebro no fue creado para un mundo donde se utilizaran drogas de abuso; sino para solucionar problemas como búsqueda de alimentos, de pareja, etc. Por lo tanto, lo que hace la sustancia es ocupar un funcionamiento que está preparado en realidad para reforzadores naturales como sexo, comida y agua. Respecto de eso de que hay algunas drogas que producen abstinencia y otras que no, tendría que decirle que todas las drogas (y no hablo de las ilegales, sino de todas) actúan grosso modo de la misma manera. Las diferencias son más cuantitativas que cualitativas en la manera en que alcohol, tabaco, nicotina, marihuana y heroína actúan.
–¿Cómo es la cosa a nivel micro? –Lo que hacen todas las drogas (las legales, las ilegales y las terapéuticas) se debe a la interacción con proteínas específicas (neurotransmisores). En general, las drogas lo que hacen es interferir sobre los mecanismos de transmisión sináptica. Las neuronas se comunican internamente vía eléctrica y cuando tienen que comunicarse entre una y otra lo hacen a través de un mensajero químico. Le pongo el ejemplo de la cocaína. Hay unas vías nerviosas específicas, la dopaminérgicas, que se sabe que están muy implicadas en situaciones de placer. Cuando se disparan esas neuronas y liberan dopamina al espacio sináptico hay otras proteínas que recapturan la dopamina y la devuelven a las células. La cocaína impide que actúen estas proteínas que recapturan la dopamina, por lo cual hay un sistema de liberación de dopamina que no tiene control. Las anfetaminas, por su parte, no sólo impiden la recapturación de la dopamina sino que aumentan su liberación.
–¿Y la abstinencia o la saciedad cómo son molecularmente? –Veamos la abstinencia. Cuando hay una presencia continua de la droga, lo que hace el sistema nervioso central es tratar de compensar para tratar de mantenerse él mismo en estado inicial, de equilibrio. Si lo que hace la cocaína es activar mucho estas neuronas dopaminérgicas, va a haber lo que se denomina una “regulación para abajo”; es decir, va a haber menos receptores dopaminérgicos, para tratar de que por más que haya mucha dopamina en el medio, no tenga tanto efecto. El tema es que cuando uno saca la droga se encuentra con un sistema nervioso anormal, que está preparado para funcionar en presencia de la droga. Tengo pocos receptores cuando, en verdad, debería tener más. En general, lo que se ve es que los mecanismos normales de regulación (de fluidos, de agua, etc.) son mucho más precisos, mucho más fáciles.
–¿Y por qué los animales no son alcohólicos? –Eso tiene que ver con que los modelos que utilizamos nosotros no son homólogos a los humanos sino análogos. Lo que estamos buscando es reconstruir pequeñas partes del fenómeno que se da en humanos a partir de la rata (porque es más simple, porque tenemos mayores posibilidades de sacar datos más rápidos, porque podemos evaluar el patrón genético, podemos hacer en dos o tres meses estudios que en humanos llevarían 40 años). Pero lo malo es que estamos analizando elementos parciales del fenómeno. Respecto de por qué no desarrollan adicción, creo que sería una excelente pregunta para un proyecto. Yo no me animaría a darle la respuesta. Hay que hacer una aclaración: no desarrollan adicción naturalmente. Uno puede, y de hecho se hace, generar en los animales ciertas adicciones, pero luego de procedimientos experimentales.
–¿Y qué es lo que usted está buscando averiguar? –Hay toda una tendencia actual que intenta ver si la adolescencia como fenómeno del desarrollo muestra diferentes reacciones a las drogas, y si este patrón de comportamiento particular de los adolescentes los pondría en riesgo de incurrir más rápido en un consumo exacerbado, regular, con más posibilidades de caer en abuso y dependencia. En humanos y en animales, la misma dosis de alcohol en adolescentes y en adultos hace que en el adulto el efecto sedativo suceda mucho más rápido o a dosis más bajas. Los adolescentes son más resistentes. Obviamente, al ser más resistentes, pueden consumir por un período más largo. Esa diferencia ontogenética expone a una población al riesgo de seguir consumiendo. Ese tipo de fenómenos nosotros los estudiamos en el laboratorio y vemos si efectivamente esas diferencias en la respuesta se asocian con una mayor predisposición al consumo en los adolescentes.
–¿Y qué es lo que haría que los adolescentes consuman más? –Hay varias teorías. Una de ellas hace hincapié en que el cerebro está todavía en proceso de desarrollo. La corteza prefrontal del cerebro, que está involucrada en procesos de regulación, planeamiento y ejecución de la acción todavía está desarrollándose. Y cuando a un individuo adolescente se le da alcohol, ese tipo de funciones se afecta más que en adultos. El alcohol, entonces, estaría interfiriendo en procesos de desarrollos típicos de la edad.
–¿Trabajan siempre con ratas? –En mi caso, sí. Le doy un ejemplo de cómo trabajamos en ratas con este último tema. Una de las cosas que genera el alcohol es la relajación. Nosotros evaluamos que hay diferencia entre adolescentes y adultos en este aspecto. A los animales les damos alcohol siempre en una cajita con una característica determinada. Otro día le damos una droga inocua en otra cajita. Hacemos eso varias veces. El último día lo ponemos en un laberinto para que pueda elegir a qué sector quiere ir. En general se encuentra que los ratones buscan activamente el lugar en donde está la droga. Esa es una de las formas de evaluar el poder reforzante de las drogas. Nosotros hicimos esto con ratas adolescentes y adultas, y quedó demostrado que las adultas no mostraban ningún tipo de preferencia, mientras que las adolescentes sí. Ahí hay una diferencia de reacción al alcohol entre edades.
–Una de las teorías, entonces, es que el cerebro está en etapa de desarrollo. ¿Qué otras hay? –Están interconectadas, en general. Una es la que usted dice; hay otra que tiene que ver con la mayor resistencia de los adolescentes y la posibilidad de consumir con mayor placer que los adultos. Eso generaría un patrón de riesgo. La consecuencia sanitaria de todo esto es apoyar la idea de que hay que tratar de restringir la edad de inicio de los adolescentes, porque eso podría disminuir las posibilidades de abuso y dependencia posteriores.
–¿Y las benzodiazepinas como el clonazepam, diazepam, etc.? –Uno esperaría que muchas de estas cosas funcionen igual para las benzodiazepinas que para el alcohol, porque comparten mecanismos de acción.
–¿Y la nicotina? –Si uno hace el cociente entra la gente que la prueba y la gente que se hace dependiente, uno la puede catalogar como la droga más peligrosa que hay.

lunes, 18 de julio de 2011

La cultura, los cereales y la civilización

DIALOGO CON MARIA OTEGUI, INGENIERA AGRONOMA, INVESTIGADORA DEL CONICET
Todas o casi todas las culturas humanas se basaron en el cultivo de algún cereal: trigo, maíz, arroz, mijo. Parecería que sin los cereales no existe la civilización. Pero los cultivos plantean problemas para alimentar a poblaciones siempre crecientes.

–¿A qué se dedica usted?
–Ecofisiología de cultivos.
–Cuénteme qué es eso. –Los ecofisiólogos abarcamos una escala de los cultivos creciendo a campo abierto. Es, básicamente, el estudio de las plantas en comunidad.
–¿Y qué problemas plantea esa disciplina? ¿Qué problemas está tratando usted de resolver? –Problemas, por suerte, hay muchos. Y por eso surgen tantas cosas interesantes. Quizás el desafío más grande que tenemos en estos últimos años es que, al aumentar la población, las fuentes de alimentación deben crecer proporcionalmente. El desafío que ha tenido la agronomía desde siempre es mantener la producción de alimentos más o menos a la par de los requerimientos en aumento. Es una preocupación permanente, porque es necesario siempre aumentar la producción.
–¿Y cuál es su tema específico? –Los últimos proyectos tienen que ver con las bases fisiológicas para el mejoramiento genético y agronómico del cultivo de maíz en condiciones de estrés abiótico.
–¿Estrés abiótico? –Es aquel relacionado con problemas de índole “física”: temperatura, humedad, falta de agua, nutrientes que se toman del suelo. Los bióticos son, justamente, los producidos por agentes biológicos (plagas, etcétera).
–Entonces, tenemos un maíz estresado. Le confieso que me resulta raro hablar de maíz estresado. ¿Qué hace con eso? –No siempre se hace lo mismo. Cada ambiente tiene sus particularidades, y no hay una receta mágica para cualquier sistema. No puedo dar una respuesta unívoca sobre cuál es la solución para un ambiente donde hay falta de agua. Porque una vez que se sabe que hay falta de agua, es necesario saber de qué tipo de falta de agua se trata.
–¿Y qué pasa con el pobre maíz estresado? ¿Crece o no crece? –Caracterizar una situación de estrés es muy simple, porque se suele tener como referencia la situación normal, en que no existe el estrés. La pregunta es cómo sería el crecimiento si el estrés no estuviera. Salvo que hablemos de una restricción permanente (como un suelo con PH bajo), la falta de agua podría resolverse, por ejemplo, regando.
–¿Y eso lo hacen a pedido de un productor? –No. Nosotros tenemos líneas de investigación financiadas públicamente. Es el mismo esquema que cualquier otra investigación.
–Usted, entonces, investiga las situaciones posibles de estrés. –Sí. En el país es sencillo, porque nosotros practicamos una agricultura de secano para los cultivos que llamamos extensivos. Es decir: no se riegan. Los cultivos sobrevivirán con lo que el suelo sea capaz de almacenar más el aprovisionamiento de agua en los períodos de lluvias. El tema agua es y va a seguir siendo un problema. Todos los que hacemos trabajo de campo sabemos, al mismo tiempo, que el estrés térmico ha aumentado. Todas las proyecciones a futuro pronostican que va a haber eventos de golpes de calor. Y eso hay que analizarlo.
–El maíz es un cereal, y antiguamente (antes de la conquista) el cereal básico de la alimentación americana. Los europeos, antiguamente, tenían el trigo; los orientales, el arroz. Me preguntaba por qué todas las civilizaciones tienen en la base de su alimentación un cereal. –Yo imagino que tiene que ver con la composición de los cereales: son carbohidratos. Es una moneda de fácil utilización para el organismo, es energético, la mayoría de los seres humanos los ingerimos de manera importante, sentimos cuando nos falta y tenemos una harina como base de nuestras dietas. Al mismo tiempo, los cultivos de cereales son altamente productivos. Más allá de las restricciones particulares, un cereal va a ser mucho más voluminoso que uno oleaginoso-proteico. Un cultivo de trigo va a producir más kilos que uno de alguna legumbre de invierno (lentejas, por ejemplo). Uno de maíz va a producir más kilos que uno de soja. A la planta le cuesta poco producir ese grano, porque hay poco cambio entre lo que está fotosintetizando (un carbohidrato) y lo que está almacenando en ese grano (almidón, es decir, carbohidratos reacomodados). En cambio, hacer un aceite o hacer una proteína tiene un costo metabólico adicional, y ese costo se “paga” en volumen. Ahora bien: si uno multiplicara el kilaje de cultivo de soja o de girasol por la cantidad de calorías, la productividad no es tan baja (porque tiene un valor energético mayor el aceite que un simple carbohidrato). Pero a la hora de llenar el estómago, los carbohidratos son maravillosos.
–¿Cómo se define un cereal? –Dentro de los cereales uno agrupa varias especies, fundamentalmente gramíneas.
–Y los cereales, además del trigo y el maíz, son... –Trigo, avena, cebada, centeno (cereales de invierno). Maíz, sorgo, mijo (cereales de verano).
–¿Y el arroz? –Es de verano.
–¿Y por qué se eligió históricamente el maíz aquí? –Tiene que ver con los requerimientos. Cada especie tiene un lugar de origen. El arroz, por ejemplo, tiene mucho requerimiento de agua. Es, por eso, entendible que apareciera y fuera tan fuerte en climas asiáticos con precipitaciones muy fuertes. Son esas famosas piletas naturales que acá sólo tenemos en el litoral. Hay otro problema importante, que es el del agua.
–En toda Latinoamérica, Uruguay, Argentina y Chile tienen como cereal básico el trigo. El resto de los países, el arroz... –¡Y el maíz! México, por ejemplo, es un país en deficiencia alimentaria permanente. Es dependiente de otros países para tener la cantidad de granos necesarios para la alimentación de su población. La base de su alimentación es el maíz, y el principal productor de maíz para México es Estados Unidos (que es, al mismo tiempo, el mayor exportador de maíz del mundo).
–Me da la sensación de que, por ejemplo en Brasil, se usa el arroz como acá se usa el pan de trigo. –Sí, es verdad. Mi experiencia como turista me lo dice así.
–Y los pueblos andinos también. –Sí, claro. En Perú se consume muchísimo arroz.
–¿Y los pueblos que no tienen posibilidad de cultivar cereales? Por ejemplo, los tehuelches o los esquimales. –No debían comer cereales. Le digo esto como lectora aficionada: muchos eran pueblos con una dieta muy desequilibrada hacia el consumo de proteína animal de distinta índole. Al menos esa es la evidencia que hay en, por ejemplo, los pueblos de Tierra del Fuego. Cuando uno va al otro extremo, por ejemplo a la zona de Paraguay, uno se encuentra con elementos trágicamente actuales que indican que la principal fuente alimenticia era la caza y la pesca en ríos. El elemento trágicamente actual es cuando uno ve en los diarios gente que muere de hambre en lugares paradójicos, donde el clima es benévolo para los cultivos. Por ejemplo en Tucumán, en Corrientes, en Formosa: lugares donde hay humedad suficiente para cultivar pero donde muchas de las personas, hoy ya mestizadas, tienen el río al lado, pero no saben cultivar nada. Son pueblos que no llegaron al desarrollo de la agricultura, que les dio a las civilizaciones una fuerza impresionante.
–¿Y por qué no el trigo en América? –Porque tiene su origen en el Mediterráneo. Los cereales tienen su punto natural de origen en algún lugar, pero al mismo tiempo reciben mayor o menor atención de acuerdo con el gusto de los hombres.
–Selección artificial. –Así es. En definitiva, el maíz como lo conocemos ahora es un invento humano.

viernes, 15 de julio de 2011

Ciencia y difusión de la ciencia



Entre los muchos daños que Mauricio Macri le causó a la Ciudad de Buenos Aires, figura haberla privado de albergar Tecnópolis, la nueva “ciudad de la ciencia” que se inaugurará hoy.
Tecnópolis dota a la ciudad, o a sus límites, o al país, de un emprendimiento con alientos de La Villete, o el Smithsonian, y perfectamente de acuerdo con el empuje inédito que la ciencia recibió en estos últimos años: ahora, el Ministerio de Ciencia parece lanzarse abiertamente por las sendas de la difusión científica (un costado del que había estado un poco huero –vaya palabra– hasta ahora), y que prologa, seguramente nuevos capítulos.
Porque, cosa que muchas veces se olvida, la difusión de la ciencia es ciencia en acción, difundir la ciencia es hacer ciencia, o, como me gusta decir, la divulgación es la continuación de la ciencia por otros medios.
Porque la ciencia moderna es intrínsecamente difusión: un resultado, un descubrimiento cualquiera no alcanzan el status de “científico” sin el escrutinio público: no existe la ciencia sin la comunicación, es parte constitutiva de la ciencia el ser pública: no existe el experimento sin constatación externa, un experimento no tiene validez alguna si no puede ser reproducido por otros (la leyenda, falsa con toda probabilidad, de Galileo haciendo una demostración pública de la ley de caída de los cuerpos desde la Torre de Pisa es, en ese sentido, emblemática; y se non è vera è ben trovata).
Porque además, la ciencia es social, ya que se construye con los conocimientos de una época, con las herramientas y los aparatos de la época, y con las líneas de pensamiento de la época, como si hubiera manos invisibles que ayudaran a los científicos a internarse en lo desconocido. Y como es social, es pública, y como es pública y fue construida en gran parte de manera silenciosa por la sociedad, debe volver a ella.
Así, pública y social por naturaleza, la ciencia deviene un derecho: y Tecnópolis no sólo desarrolla una función, sino que cumple con un derecho: devolver y mostrar a la sociedad lo que ella misma ha construido, a sabiendas o no.

martes, 12 de julio de 2011

El último neandertal



Así habló el hombre, atrayendo la atención de todos en el café La Orquídea:
“Lo peor es ese momento confuso en el que la literatura se desvanece en la memoria... El hombre del neanderthal... Sí.... Habitó Europa hasta hace sólo 30 mil años, cuando la glaciación lo extinguió. Puede ser. Incluso, según parece, convivió con el Homo sapiens durante... ustedes discúlpenme, pero estoy reconstruyendo todo de memoria y no puedo dar precisiones: esa mezcla entre la literatura y la memoria es precisamente lo que quería contarles. Recuerdo haber leído que la estrategia de los neandertales era muy rígida: radial, una especie de campamento base con depósito de agua y del cual se partía para buscar comida y al que luego se regresaba. La estrategia nómade del Homo sapiens, que aún tenía resabios africanos... Discúlpenme... –tomó un sorbo de vino– era más flexible; estaba claro, cuando llegaron los hielos, quién habría de sobrevivir...
“Pero no era de esto de lo que quería hablarles. El hombre del neandertal.... En un artículo que edité hace poco se tocaban estos temas, y yo agregué, un tanto pedantemente que Horacio Xiroga (un cuentista argentino del siglo XX) había escrito un relato, El último neandertal; era el siglo XX y Xiroga (¿se escribía así? ¿Era esa la grafía.... todo es irreal, perdónenme) no sabía sobre estas cuestiones lo que sabemos ahora, pero su historia era más o menos así: la de un neandertal, el último de su especie, el único que quedaba después de que su pueblo fuera arrasado por el frío y obligado a escapar a Sur en un intento por sobrevivir...
“Perdón si no recuerdo todos los detalles, pero la próxima escena es cuando, oculto entre unos peñascos, esperando alguna pieza de caza que repusiera sus fuerzas exhaustas, empuñando secretamente una jabalina, oye un ruido, o ve un movimiento, y se pone en tensión, pero en vez de la presa que espera, ve, ve, que irrumpen del fondo de algún paisaje dos o tres grupos de criaturas, bípedas; algo atávico le permite reconocerlos: son hombres, como él, aunque extraños, de una complexión más esbelta y liviana: en todo caso los huesos habían triunfado sobre la carne. Se comprende, venían del sur, donde las temperaturas son más amables y no hacía falta acumular tantas reservas de grasa. El neandertal los observó: acechantes estaban; ellos también conocían el peligro constante (has pasado la trabajosa noche, donde anida el peligro), se detuvieron de pronto –se pasó un pañuelo por la frente–.
“Lo olieron.
“Lo olieron, lo olieron como una amenaza que formaba parte de la amenaza del mundo.... La nieve caía levemente y levemente caía... leve sobre las llanuras del centro de Irlanda... perdónenme, esto pertenece a otro cuento, de un cuentista que no es ese Xiroga, sino de algún otro autor del siglo XX...
Hizo una pausa; miramos el fondo del café: era un paisaje con matices, como cualquier otro...
Pero él ya había retomado...: “busqué el cuento en las obras completas de Xiroga, fatigué libros, revisé la conjunción de un espejo y una biblioteca que permitió a Borges y Bioy encontrar el nombre de Uqbar, pero lo cierto es que el cuento se había desvanecido...
–Como Uqbar –dijo alguien.
“... se había desvanecido en la profundidad de la memoria, se había mezclado incluso con algo anterior, la reserva oscura de recuerdos de la especie que anida en algún lado, aun en estos tiempos de Internet (esa gran maquinaria que sustituye a la memoria... Pero algo siempre queda)... se había transformado en una imagen creada por esos pensamientos confusos y oscuros del Homo sapiens, y no sólo de un improbable Xiroga, un charco oscuro que aún recuerda el fin de los neandertal... el fin del último neandertal... y quiénes fueron, se dirán ustedes, homo sapiens aquí reunidos, fuego, fogón ancestral de la especie apenas transformado...
“Nosotros fuimos –dijo–, nosotros, los homo sapiens que estamos aquí, lo matamos y el hombre del neandertal, el postrero, como el cuento de Xiroga, se desvaneció en la maraña prehistórica, cuando esa jabalina de los hombres del Sur, idéntica a la suya, se clavó en su cuerpo, en su carne definitiva, en su yo naciente elevándose la conciencia por encima de la línea de los arbustos, se clavó levemente y leve se clavó en su cuerpo y su yo naciente, mientras en una ráfaga comprendió que era el último de una especie que ya no existiría nunca, una especie que no tendría una segunda oportunidad sobre la Tierra.

viernes, 8 de julio de 2011

Todo pasa, para lo nuestro es migrar

DIALOGO CON DIEGO TOMAS TUERO, INVESTIGADOR DEL CONICET, ESPECIALISTA EN MIGRACION DE LAS AVES
 

La migración de las aves es un delicioso misterio. ¿Por qué emprenden esos difíciles viajes de miles de kilómetros y luego regresan al mismo lugar? El jinete, que también suele migrar, se interna en ese curioso aspecto del comportamiento animal.

–Mire, su foto no aparece, así que voy a tener que ilustrar con otra cosa.
–Ponga una tijereta.
–Bueno. Usted se dedica a las aves migratorias. –Sí. Mi tema está centrado en una especie migratoria, justamente la tijereta.
–Qué casualidad.¿Y cómo migran las tijeretas? Primero hagamos la descripción, después pasamos a las preguntas difíciles. –Tengo que decirle que ésa ya es una pregunta difícil, porque la migración de esta especie no ha sido estudiada hasta ahora. Estoy trabajando con un colega estadounidense acá en Buenos Aires.
–¿Dónde viven normalmente? –¿Las aves? En la época no reproductiva, en el norte de América del Sur (Colombia, Venezuela y norte de Brasil). En la época reproductiva vienen para el sur de América del Sur (Uruguay, Argentina).
–Se reproducen aquí y vuelven. –Sí.
–Y eso es todos los años. –Sí.
–Es raro, ¿no? Porque de Venezuela hasta acá debe haber como 7 mil kilómetros... ¿Qué clase de estrategia reproductiva es ésa? No parece ser muy conveniente viajar tanto... Especialmente si uno no lo hace en avión. –La pregunta, entonces, es por qué migran. Hay varias posibles respuestas. Una es que en la época no reproductiva, el invierno, la cantidad de alimentos escasea. Por lo tanto, se van a zonas donde el alimento está más disponible y aumentan su supervivencia. Eso es un problema, acá en Buenos Aires, porque uno ve aves durante todo el año, y no es una zona donde haya una variación climática muy intensa como pueden ser zonas cercanas a los polos donde, como hay nieve en invierno, el alimento efectivamente escasea. Esta hipótesis, entonces, no explicaría del todo. Pero lo que tenemos que tener en cuenta es que lo que estamos viendo es la actualidad y no el pasado. Puede ser que a lo largo de la historia evolutiva de la especie las condiciones ambientales fueran cambiando y que antes sí hubiese habido algún tipo de escasez...
–A excepción de que migren a Buenos Aires porque les guste el tango. –Posibilidad que todavía no contemplamos...
–¿Qué edad tiene esta especie? –No lo sé bien. Acá una colega me sopla que alrededor de 5 millones de años.
–Hace 5 millones de años la geografía era muy distinta. Creo que hay un caso de tortugas que migraban a una isla para desovar, que les quedaba a 200 metros de donde vivían. La isla se fue alejando muchísimo. Hoy está a 1000 kilómetros y siguen yendo. Eso puede aplicarse a las aves, ¿no? –Claro, eso es lo que le estoy diciendo.
–Y hay puntos de descanso en la migración, ¿no? –Sí. Eso varía entre las especies. Justo ahora encontramos un dato de la tijereta. El colega estadounidense les pone a las aves unos geolocalizadores en la cola, que lo que hacen es medir la puesta y salida del sol. Como la duración del día varía latitudinalmente, uno puede saber en qué posición estuvo del continente. Y también se pueden saber las paradas. Empezamos hace dos años a colocar estos aparatitos. Gracias a eso sabemos que la población de Buenos Aires va hacia el Caribe venezolano y que la migración dura una semana. Tiene alrededor de dos puntos de parada, por fuera de lo que es el Amazonas. Eso es explicable, porque la especie está asociada a zonas de pampas, abiertas. Esas zonas de parada, entonces, están relacionadas con las características de la especie.
–¿Cómo se orientan? –Ahí vienen las difíciles. Una de las explicaciones que más se manejan es que se guían por las líneas magnéticas de la Tierra.
–Pero el campo magnético de la Tierra cada tanto se invierte. –Pero cada mucho tiempo.
–Sí... Y si le metiera a un pájaro un imán de ferretería en la cabeza, ¿se desorienta? –No lo sé. De todos modos, yo creo que debe haber muchos más factores. Debe haber algunas rutas aprendidas, por ejemplo. La orientación de los campos magnéticos puede estar diciéndoles “hacia allá”, pero el “hacia allá” es amplio. Yo creo que debe haber también una combinación de un mecanismo tal vez interno de los animales más ciertas cosas aprendidas, que en conjunto hacen que se siga una ruta particular.
–¿De a cuántas van? –Uno puede ver que van de a 10 o 15 individuos, más o menos, y que a medida que se van acercando a la zona invernada se forman bandadas más amplias.
–¿Bandadas de cuánto? –En una zona de Venezuela, por ejemplo, unos diez mil individuos.
–¿Y cómo empieza la migración? ¿Se levantan todas juntas o van saliendo de a poco? ¿Usted vio el comienzo de la migración? –No. Recuerdo en mi adolescencia haber visto una migración de golondrinas, que pasaban de a varios cientos pero en grupos separados. Yo me imagino que la migración de las tijeretas debe ser medio similar: estimo que debe haber vínculos sociales entre individuos y eso es lo que determina los grupitos.
–¿Y qué vínculos piensa que son? –Yo me atrevería a dar dos: padres e hijos y parejas reproductivas. En la zona de estudio encontramos que llegó un macho al mismo lugar reproductivo del año anterior y formó una pareja que no era la misma del año anterior (porque su pareja original no estaba). Y cuando llegó su pareja original, volvió a estar con ella.
–O sea que tuvo un affaire. –Algo por el estilo.
–Cuando usted dijo que ese pájaro volvió al mismo lugar, ¿a qué se refiere? –Al mismo árbol (más menos cinco metros).
–Es bastante impresionante que migren tantos kilómetros y recuerden tan precisamente su lugar de reproducción. ¿Cómo pueden recordarlo? –No podría decirle. Supongo que tendrán zonas del cerebro vinculadas con la memoria espacial muy desarrolladas, que les permiten almacenar esa información.
–Y en los sitios de paradas, ¿se ponen en los mismos lugares año tras año? –Lo desconozco. Pero supongo que sí.
–Usted cree, entonces, que la explicación de la migración de las tijeretas por falta de alimento no cierra. –Creo que no cierra. Hay zonas de América del Norte donde eso sí funciona, pero acá creo que no.
–¿Y qué otro motivo podría haber para las migraciones? Uno es el que decía de la variación climatológica y de todo tipo que hubo de ese tiempo a esta parte. –Hay otra cuestión, que es la herencia filogenética. Pertenece a un grupo de especies de aves que son migratorias: las ramas de nuevas especies que se van separando arrastran características de las especies ancestrales. Tal vez esta especie se originó a partir de otra especie migratoria y, de alguna forma, arrastró las características de esa especie migratoria.
–Es decir que habría grupos de genes de la migración. –Yo no sé si se encontró algún gen en particular de la migración, pero obviamente tiene que haber alguna base genética. Si no, no se explica.
–¿Cómo se puede codificar una acción (“migremos”) en el ADN? Es complicadísimo pensar en eso. –Pero piense que hay muchas de ese tipo. “Comamos”, “no nos dejemos matar”. Uno es a veces un poco reduccionista y piensa que las acciones son producto de un gen puntual. Pero no es así, eso es muy simplificador. En el ser humano, evidentemente, hay menos genes que características o proteínas. Eso indica que hay una base genética, pero que el producto de esas expresiones genéticas produce nuevas características que no están relacionadas directamente con el genoma. Yo no creo que la migración se deba a la presencia de un gen en particular.

martes, 5 de julio de 2011

El destino de las estrellas (copla)

Suelen nacer las estrellas
como una nube de gas
que se contrae y calienta
hasta ponerse a brillar. 
Las reacciones nucleares
compensan la gravedad
mas si falta el combustible
y la estrella no da más
la fuerza gravitatoria
comienza a predominar
y la estrella se colapsa
como si fuera de pan.

Si su masa es muy pequeña
   como la masa solar  
quedará una enana blanca
como recuerdo estelar. 
Mas si la estrella es masiva
el colapso será tal
que una explosión muy violenta
marcara el duro final. 
No envidies a las estrellas
poder ni serenidad
no son tranquilas ni eternas:
como tú y yo, pasarán.