viernes, 28 de septiembre de 2012

La penosa vida del Sol


Arpa soy, salterio soy
donde vive el universo.
Vengo del Sol y al Sol voy.
Soy el amor, soy el verso.

José Martí
Pablo Milanés

El sol no puede hacer huelga, y sin embargo sus condiciones de trabajo son penosas, no cobra sueldo, produce con pasmosa eficiencia, y solo le cabe esperar una muerte segura como premio a sus esfuerzos. Por empezar, se ocupa de atraer a los planetas y mantener al sistema planetario en funcionamiento. Pero esta menuda faena gravitatoria es relativamente fácil (al fin y al cabo todos los cuerpos de universo la cumplen) si se la compara con la titánica tarea de brillar. Atraer, el sol atrae de taquito. Brillar, son palabras mayores. Y aunque cueste rendirse a la evidencia, hay que reconocer que el sol esta lejos de pertenecer al sector servicios; muy por el contrario, trabaja en uno de los sectores básicos de la economía estelar: la producción de energía, de la cual, como una especie de aristocracia parásita nosotros y todos los seres de la Tierra vivimos y nos desarrollamos cuando nos dejan.

A primera vista, la estructura del sol no parece gran cosa: una esfera gaseosa, de 1.400.000 kilómetros de diámetro, compuesta casi exclusivamente por los dos materiales mas simples del mundo: hidrogeno (70%) y helio (27%). Solo un miserable 3% queda para el resto de los elementos, en especial el carbono y el oxigeno. Y sin embargo, ese paisaje en apariencia sencillo encubre el desarrollo de un drama. Bajo la acción de su propio peso, que las arrastra hacia el centro, las capas exteriores comprimen a las interiores, y esta compresión de las capas interiores produce en el centro del pobre astro una escalada de presión y temperatura que alcanzan valores de pesadilla ( los modestos 6000 grados de la superficie solar remontan hasta veinte millones de grados o más en el núcleo). Condiciones duras, es verdad, pero que son capaces de contener el empuje de la materia hacia el centro y mantienen a nuestra estrella en equilibrio, evitando que colapse sobre si misma. Y que tienen, para nosotros por lo menos, un saludable efecto colateral, ya que en semejante ambiente, nadie puede razonablemente pretender que la materia mantenga su compostura. Y así, los núcleos atómicos se aplastan unos contra otros y se desencadenan reacciones nucleares de fusión: dos núcleos de hidrogeno se funden para formar uno de helio. Pero el detalle pintoresco es que la masa final (la del núcleo de helio) es ligeramente inferior a la suma de las masas (de hidrógeno) empleadas para formarla. La masa que falta se evaporo en forma de energía, según la celebre formula einsteiniana (e=mc2). Cada segundo, el sol cocina seiscientos treinta millones de toneladas de hidrógeno transformándolas en helio. De esa enorme suma, cada segundo, también, cuatro millones seiscientas mil toneladas desaparecen para proveer la energía solar.

Fusionar hidrógeno para fabricar helio (el mismo proceso que, en pequeño, el hombre ha conseguido reproducir en la bomba de hidrógeno, que es una especie de sol en miniatura), ser un horno nuclear a escala cósmica. Mal que nos pese, ese es el secreto del sol y esas son las condiciones de su vida. Ahora bien. ¿Hasta cuando puede durar tamaño despilfarro? Porque el hidrógeno es la materia prima que ha sostenido a la estrella desde su nacimiento, hace cinco mil millones de años, pero la provisión de hidrógeno, si bien muy grande, no puede ser eterna. Y no lo es: dentro de ocho mil millones de años llegara el momento fatal en que todo el hidrógeno se habrá consumido en cenizas de helio, y el sol se quedara sin combustible. Ese día comenzara la muerte de este esforzado integrante del proletariado estelar, al que solo por desconocimiento de los procesos nucleares se confirió durante siglos el atributo de la inmortalidad y los oropeles de la monarquía. Primero se expandirá (hasta convertirse en una Gigante Roja), luego tendrá un breve chispazo de vida, cuando las temperaturas permitan que arda el helio, transformándose en carbono, y luego, la gravitación retomara su tarea: el sol se contraerá hasta convertirse en una enana blanca, o quizás en una estrella de neutrones. Pero no veremos al astro rey caer de su trono: la Tierra se habrá evaporado hace mucho. Podría ser peor: la muerte del sol será lenta y continua: no habrá, según se sabe hasta ahora, ni novas, ni supernovas, ni malos comportamientos que supongan un brusco apocalipsis: solo un lento, caliente y largo momento final.



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Interpretación de los ambientes del pasado

DIALOGO CON CECILIA LAPRIDA, DOCTORA EN BIOLOGIA, DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ANDINOS

Imagen: Pablo Piovano

 

Los fósiles microscópicos sirven para reconstruir la historia de los océanos, lo cual despierta la curiosidad del Jinete Hipotético. También el problema metodológico de los modelos generados por computadora y su relación con la realidad.
–Usted forma parte del grupo de...
–Un grupo que hemos formado ad hoc, de registro paleoclimático y cambio ambiental, que integran investigadoras de diversos institutos del Conicet. Somos un grupo no orgánico: yo pertenezco al Instituto de Estudios Andinos, otras investigadoras pertenecen al Igeba. Y hemos decidido hacer un grupo basado en la confianza más que en propuestas orgánicas. Tenemos subsidios en común, presentamos proyectos en común.
–¿Y usted qué hace? –Yo soy paleontóloga, no de título, porque la carrera de paleontología se creó hace muy poco (en el 2001 más o menos), pero hice la orientación paleontología dentro de la carrera de biología. Y dentro del área de la paleontología soy micropaleontóloga, es decir, estudio los restos fósiles de organismos que a simple vista no se ven. Se necesita un microscopio para poder verlos.
–¿Con qué objetivos? –A mí lo que más me interesa, y me parece más aplicable a las otras disciplinas, es la interpretación ambiental, la interpretación de los ambientes del pasado en base a estas asociaciones, estos grupos de especies microfósiles que nosotros encontramos en los sedimentos de distintas edades.
–Y está trabajando en el cuaternario, o sea, hace dos millones y pico de años. –Sí. Lo más antiguo que estamos estudiando son testigos marinos, muestras de sedimentos oceánicos de fondos marinos, muestras que extraemos de 3000 o 3500 metros de profundidad.
–¿De dónde las sacan? –Enfrente de las costas entre Mar del Plata y Bahía Blanca. Ahí hay todo un sistema de cañones submarinos muy poco conocidos para el gran público, que no tenemos idea de cuándo ni cómo se formaron. Hay algunos cañones submarinos, por ejemplo los del Golfo de Viscaya, entre Francia y España, que se formaron tectónicamente: al separarse las placas, al despegarse España de Francia y rotar en sentido antihorario, se fractura la corteza y se forman esos cañones. Aquí jamás pudieron haberse formado así. Entonces sospechamos que podrían haber sido antiquísimos ríos...
–Antiquísimos... –Decenas de millones de años. Esos ríos, presumimos, pueden haber sido inundados con el ascenso del nivel del mar del cuaternario. Así que lo que estudio son los sedimentos asociados a esos cañones submarinos y de la plataforma y el talud (es decir, desde algunos metros hasta varios miles de metros de profundidad) del frente argentino.
–¿Y qué encontraron? –Hemos encontrado cosas interesantes. Yo trabajo en ambiente marino, en estas escalas de tiempo y en otras escalas a las que después me referiré. En estas escalas de tiempo hemos encontrado unos grupos de sedimentos con unos fósiles que brindan mucha información para la reconstrucción de la historia de los océanos: los foraminíferos. Hemos podido reconstruir la temperatura superficial del mar de hace 150 mil años, por ejemplo, casi como si uno fuera ahora y tomara la temperatura superficial del mar desde un buque. Hemos desarrollado una técnica y la hemos aplicado con éxito.
–¿Cómo se hace? –En la actualidad, estos microorganismos siguen existiendo y viven en la superficie del agua, comiendo fitoplancton. Cada especie en particular está asociada a una temperatura superficial del agua. Lo que uno hace es ver la distribución actual y a partir de un análisis multivariado (componentes principales, estudios estadísticos) analiza las asociaciones fósiles que se encuentran en los sedimentos de distintas edades y le asignamos la temperatura más probable en base a esa composición. Es un estudio estadístico basado en la distribución de las especies.
–Porque cada especie tiene su rango de temperatura asociado. –Exacto. A partir de ese análisis multifactorial, entonces, yo puedo determinar cuál es la temperatura más probable que me explique esa distribución de especies.
–¿Y qué hacemos una vez que sabemos la temperatura del mar hace 200 mil años? –Es muy importante Todo el desarrollo de la climatología comienza a ser más importante cuando empiezan a correrse modelos de predicción climática que consideran un factor de, por ejemplo, el doble de dióxido de carbono. Estos modelos siempre van a arrojar un resultado, porque es simplemente aplicar una función más o menos compleja a un set de datos y listo. El único modo de validar la salida de esos resultados es viendo qué pasó en el pasado.
–Lo que pasa es que esos modelos también incluyen... –Sí, claro, se retroalimentan. Pero uno tiene más control, porque uno aplica muchos sets de datos independientes.
–¿Y qué da por ahora? –El problema es que hoy por hoy manda más el modelo que la realidad. Y ése creo que es el gran problema de los modeladores del clima y de los trabajos que uno lee. Le dan tanta importancia al dato real como al dato modelado. Y el dato modelado es un constructo.
–El dato modelado es un constructo, pero bastante especial. Porque es muy confiable... –Por supuesto. Pero el asunto es cuando el dato modelado no coincide con la medición real. Ahí hay que elegir. Uno pensaría que es obvio elegir la medición real, pero esto no suele ocurrir. Se dice que la temperatura en determinado momento fue de tantos grados, pero eso no es el producto de una medición real, sino de haber corrido un modelo. A eso me refiero cuando digo que al dato de la salida del modelo a veces se le da más importancia que al dato real.
–Ese es un problema metodológico de toda la ciencia actual, con la irrupción de las grandes computadoras. –Sí. La tiranía de la matemática.
–Y la creencia de que la ciencia en realidad construye modelos y no se ocupa de la realidad. –Exactamente.
–Yo creo que eso no es verdad, creo que la ciencia no es simplemente construir modelos. Pero forma parte de eso, me parece. –Sí, claro. Es una conceptualización que tiene que abarcar demasiadas cosas.
–Esas conceptualizaciones son conjuntos de funciones, pero esos conjuntos de funciones no son nada al lado de la complejidad real. –Pero no hay conciencia de esa distancia.
–¿Entre quiénes? –En casi nadie. En el gran público, sin lugar a dudas: se le vende el modelo como la realidad, de modo que el gran público no tiene acceso a esta distinción entre uno y el otro. Se le dice: con un aumento de tres grados va a desaparecer el 60 por ciento de las especies y pone la tortuga en la heladera. Y tiene razón en hacerlo.
–¿Y eso es culpa de quién? –Bueno, no hay formación científica, filosófica ni epistemológica que permita esa distinción. Ese es un problema grande en clima y en paleoclima. Mi idea básica es generar información no sólo a estas escalas de decenas y centenas y miles de años, sino en escalas menores. Esto sirve en el mar, donde mandan esas escalas de variabilidad.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Las partes del todo



Primero vino el fuego, el árbol que ardía,
la floresta incendiada que aquellos hombres monos
mirarían pasmados. Luego la quemadura y el grito: de esa conjunción momentánea nació todo. Apenas el fuego y la piel se separaron, el grito se convirtió en historia, mientras el fuego ardía. )

The night moves ahead, the restless night,
goes and goes on, till darkened
by Thy eyes glooming in the mire
I do sway into Thy mud, nigthmarish'd
like a snake that only sees its private hell,
like a blind turtle who carries on the overwheigh'd world,
seeking life in death and fear.
O Thou who is, and was and were,
O Thou, myself, my fief, my fiend,
come with me till the night goes on without an end.

Primero vino el fuego, el árbol que ardía,
la floresta incendiada que aquellos hombres monos
mirarían pasmados. Luego la quemadura y el grito: de esa conjunción momentánea nació todo. Apenas el fuego y la piel se separaron, el grito se convirtió en historia, mientras el fuego ardía.


Lo llevaron los barcos, y hubo ciudades incendiadas
y enseguida el grito de las mujeres que eran violadas
y arrastradas a las naves : así los aqueos se llevaron Troya, dejando detras de ellos la Ilíada y un nombre sin ojos y sin cuerpo : Homero.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El estudio de los volcanes activos

DIALOGO CON ALBERTO CASELLI, DOCTOR EN GEOLOGIA, JEFE DEL GRUPO DE SEGUIMIENTO DE VOLCANES ACTIVOS, FCEN

A lo largo de la Cordillera de los Andes hay un buen número de volcanes en actividad. Para poder monitorearlos es necesario investigar sus particularidades y poder interpretar las señales que anticipan una erupción, porque cada volcán funciona de una manera distinta.

–Cuénteme.
–Nosotros lo que hacemos es investigación con volcanes activos. Nosotros somos geólogos: lo que hacemos es estudiar los volcanes desde el punto de vista de la sismología volcánica, de la geoquímica de los fluidos (o sea, de los gases fumarólicos y de las aguas termales que hay generalmente alrededor de los volcanes). Y por otro lado, también estamos trabajando en deformación.
–Deformación... –Sí, deformación superficial de los volcanes. Los volcanes suelen tener procesos de inflación y deflación vinculados justamente con la inyección de magma o a procesos vinculados con perturbaciones en la cámara magmática, que generan estos procesos de deformación. Como estamos trabajando principalmente en esas tres líneas, lo que nos permite es combinar interdisciplinariamente la sismicidad con la deformación y con los cambios geoquímicos.
–¿Para averiguar qué? –Cada volcán funciona de una manera distinta. Nosotros tratamos de estudiar volcanes particulares para ver cómo es su comportamiento a lo largo del tiempo. Lo que nos permiten estas técnicas es descubrir, trabajando desde la superficie, qué es lo que está pasando en la profundidad.
–El volcán, en el fondo, es un tubo que conecta con el manto, ¿no? –Eso no es tan así. En la zona del manto se genera la fusión de roca. Una serie de procesos que se generan en algunos lugares del interior del planeta hace que se fusionen rocas, y esos fundidos comienzan a ascender hacia la superficie, alojándose, a veces, cerca de la superficie terrestre.
–¿El manto no es roca fundida en general? –No. Hay una parte que está en un estado plástico, que está muy cerca de ser un fundido. Pongamos el ejemplo de los Andes: tenemos una placa que subducta debajo de la placa americana. A partir de cierta profundidad, se dan las condiciones de presión y temperatura para que la placa que se introdujo debajo de la sudamericana comience a generar pérdida de agua, de volátiles, por deshidratación. Esos volátiles, esa agua, se traslada de alguna manera al manto en esa posición y hace que baje el punto de fusión de la roca. Esa roca, si estuviera en seco, no fundiría a esa temperatura y presión, pero con el aporte de los volátiles y agua, funde. Entonces comienzan a fundir los minerales, se va generando un líquido fundido que tiene menor densidad que la roca de alrededor y, entonces, va a ir ascendiendo.
–¿De qué profundidad hablamos? –Entre 100 y 200 kilómetros.
–Va ascendiendo, entonces, y se acerca al cono del volcán. –Se va a alojar cerca de superficie, pero para poder llegar a superficie lo que necesita es una fractura. Ese conducto del que usted hablaba son en realidad fracturas que hay sobre la superficie de la tierra que son las que van a alimentar a los volcanes.
–¿Qué profundidad tiene? –Esa cámara magmática puede estar a unos 10 kilómetros.
–Cerca. Y entonces, cada tanto, la presión es suficiente como para que... –Sí, es un porcentaje muy chico, de todos modos, el que puede lograr ascender y salir a superficie.
–O sea que los volcanes andinos están alimentados por la subducción de la placa del Pacífico. –Exactamente. Genera fusión y ascenso. Hay a lo largo de la Cordillera, entonces, toda una serie de cámaras magmáticas que suben por alguna fisura. Cuando se inyecta magma nuevo a esas cámaras magmáticas, les genera una serie de perturbaciones que pueden disparar una erupción.
–¿Cuál es el mecanismo que produce la subducción? –De alguna manera, el propulsor son esas convecciones dentro del manto y la diferencia de temperatura que hay: la alta temperatura del núcleo que de alguna manera, al ser liberada hacia la superficie, genera esas corrientes...
–Esas temperaturas del núcleo, ¿se deben a la desintegración radiactiva? –Al enfriamiento del planeta.
–¿Y cuál es el peligro de los volcanes en la Argentina? ¿En qué situación estamos? –Todo a lo largo de la Cordillera de los Andes tenemos volcanes activos; algunos dentro del territorio chileno (la mayoría), muchos localizados en el límite y unos pocos dentro del territorio argentino, que ya no están vinculados tanto al arco sino más bien a una posición de lo que se denomina como retroarco: es una zona de extensión detrás del arco volcánico propiamente dicho, que es la línea donde están todas las cámaras magmáticas. Por lo general, los más activos que tenemos están en la zona limítrofe. Nuestros mayores exponentes son el Peteroa, al sur de Mendoza, el Tupungato, el San José...
–No se producen, sin embargo, esas explosiones históricas, como la del Vesubio, la del Etna. –Bueno, las erupciones que hemos tenido de El Chaltén y del Puyehue han sido erupciones importantes. Hay otras de mucho mayor índice de explosividad, que generan grandes cráteres, que eso históricamente no se observó. Pero en el año 1931 hubo una erupción, la del Descansado, que arrojó cenizas que llegaron hasta Río de Janeiro, y devastó el sur de Mendoza y gran parte de La Pampa.
–¿Se puede prevenir algo? –Sí, siempre y cuando uno pueda monitorearlo. Esa es siempre una discusión que tenemos que dar. Nosotros estamos haciendo investigación, y para hacer un monitoreo se necesita esa investigación. No se puede monitorear un volcán si no se investiga.
–¿Por qué? –Porque cuando empieza con un proceso eruptivo ya ha dado un montón de señales. Esas señales hay que poder interpretarlas. Yo puedo tener un montón de terremotos aislados, pero tengo que poder determinar cuál es su fuente, cuál es su origen. ¿Es el magma que está ardiendo? ¿Son simplemente gases que están ascendiendo hacia la superficie? Ahí es donde uno empieza a combinar todo. Vamos a dar un ejemplo: el volcán Copahue. En un principio –y esto dio lugar a tesis doctorales– el volcán Copahue tenía un proceso de deflación y lo que estaba generando era una perturbación geoquímica de superficie producto de la salida de gases que se generaba en la cámara magmática, con una sismicidad que tenía ciertas características. A partir de cierto momento, fin del año pasado, cambió, como producto, para nosotros, del terremoto de Chile. Lo que vimos, entonces, es que empezó a haber fumarolas muy importantes en el cráter. El volcán Copahue tiene un lago en el cráter; el lago tiene un PH cercano a 1; ahora pasó casi a 0. La temperatura, que medimos entre 13 y 30 grados durante las perturbaciones que hubo, ahora está en 60 grados y comienza a haber mucha actividad sísmica. Y lo que vemos es que ya no hay un proceso deflacionario sino uno inflacionario. Yo con todas esas herramientas tengo que determinar qué está pasando en profundidad. Cada señal sísmica que tengo, entonces, tengo que tratar de determinar a qué se debe: si es magma que se está inyectando, si fue magma que inyectó en la cámara y está generando una perturbación... A partir de todos estos elementos, uno tiene que tratar de hacer una deducción. Cada volcán tiene un respuesta distinta, que es la que nosotros buscamos.
–Si decido ir a vivir cerca de un volcán, lo llamo antes. –Le conviene.

lunes, 17 de septiembre de 2012

RAYMOND CARVER, LEVERRIER Y LOS PLANETAS




-En 1781, - dijo el hombre, tristemente, - William Herschell vio, a través del telescopio, un objeto que se movía sobre el fondo de las estrellas fijas, y anunció el descubrimiento de un cometa. Pero siguió observándolo, y encontró que este "cometa" no tenía bordes irregulares como los que tienen los cometas, sino que aparecía como un disco nítido, como ocurre en el caso de los planetas. Y es que se trataba, verdaderamente de un planeta, el primero en agregarse a la lista de los seis clásicos (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno), conocidos desde la más remota antigüedad. Se lo llamó Urano, y fue todo un impacto: de pronto, se habían duplicado las dimensiones del sistema solar.

-Y eso que tiene que ver? -contestó la mujer- Qué me importan a mí Hershell y Saturno? Por eso es que volvés borracho a casa a las cuatro de la mañana?

-Urano fue estudiado minuciosamente -siguió el hombre, sentado en el sillón, la cabeza gacha, la voz pastosa, los ojos tumefactos- y apareció algo interesante. Porque las posiciones calculadas teóricamente no coincidían con las observadas. Urano aparecía un poco desplazado: no estaba exactamente donde debía estar, donde lo ordenaba la todopoderosa ley de gravitación universal.

- Y por eso te jugaste a las carreras toda la plata que teníamos guardada para las vacaciones? -dijo la mujer.

-El caballo se llamaba Leverrier - se excusó él.

- Y por eso le jugaste todo, absolutamente todo lo que teníamos? -dijo ella. - El caballo estaba enfermo, era manco, y el jockey pesaba más de cien kilos. Naturalmente, llegó último. Fue sólo por el nombre?

-Sí, - dijo él, con un rescoldo de animación. - Porque en 1846 el astrónomo francés Jean Joseph Leverrier tomó cartas en el asunto y supuso que existía un planeta aún no descubierto, cuya influencia gravitatoria perturbaba la órbita de Urano. Sentado ante su escritorio con lápiz y papel (o eventualmente con pluma) Leverrier calculó qué tamaño debería tener ese hipotético planeta y cual tendría que ser su posición. Después. . . ¿no querés saber lo que hizo después?

- Chocaste el auto y no tenemos seguro. Pusiste toda la vajilla en el lavarropas y lo arruinaste - dijo la mujer, desesperada. Y luego agregó - Qué hizo Leverrier?

-Escribió a Johann Gottfried Galle, del Observatorio de Berlín, y le pidió colaboración. Galle le hizo el favor: el 23 de septiembre de 1846 dirigió el telescopio hacia el lugar que Leverrier había indicado.

-Y? -preguntó la mujer, interesada a su pesar.

-Y ahí estaba. Ahí estaba el nuevo planeta, casi en el punto exacto previsto por Leverrier. Se lo llamó Neptuno. El descubrimiento de un planeta por puro cálculo causó sensación: fue una de las proezas más espectaculares de la historia de la astronomía, y una muestra más de la vastedad y alcances del sistema newtoniano.

-Y por eso. . . por eso te pasás los días ahí tirado, leyendo los cuentos de Raymond Carver? Ese es el motivo?

-Pero lo interesante -dijo el hombre - es que la existencia de Neptuno explicaba casi todas las anomalías de Urano, pero casi todas, no todas, ¿me entendés?

-Todas, todas. Lavaste toda mi ropa con lavandina, y la arruinaste. Usaste mis cremas de belleza para encerar el piso. Sacaste las canillas y el departamento está inundado.

-Quería cambiar un cuerito- dijo él. -Sólo eso. Había un resto anómalo en la órbita de Urano, aún tomando en cuenta a Neptuno. Por otra parte, el ejemplo de Leverrier excitaba la imaginación. Podía, -¿por qué no?- existir otro planeta más, y se empezó a buscarlo activamente. Esta vez llevó más tiempo. Recién el 13 de marzo de 1930, se anunció oficialmente la existencia de Plutón, el noveno planeta (y hasta ahora el último) del sistema solar.

-Y nos cortaron la luz, el gas y el teléfono. No pagaste el alquiler, y mañana nos desalojan. Fue por Plutón, acaso, que te peleaste con tu jefe y conseguiste que te echaran del trabajo?

El hombre cerró el libro de Raymond Carver
-Leverrier descubrió Neptuno a partir de las anomalías de la órbita de Urano. En su época, sin embargo, había otra anomalía en el comportamiento de los planetas. El perihelio de Mercurio (el punto en que está más cerca del Sol) se desplazaba, en contra de las predicciones de la teoría. Leverrier supuso que ese desplazamiento se debía a la existencia de un planeta entre Mercurio y el Sol, al que llamó Vulcano, y durante toda su vida confió en su existencia. Vulcano fue buscado con avidez, pero, demás está decirlo, nunca fue encontrado. Entre 1900 y 1910 se mostró que si realmente existía tal planeta sin que hasta el momento hubiera sido observado, tenía que ser tan chico que no servía para nada. Y en 1915, Einstein dio una explicación completamente diferente sobre las anomalías en la órbita de Mercurio. Vulcano no existe, y Leverrier, se había equivocado. Y decíme - la miró fijamente a los ojos y ella no pudo sostener la mirada - si el mismísimo Leverrier se equivocó: no puedo yo cometer un pequeño error?

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La historia de las plantas y las plantas de la historia

 DIALOGO CON PABLO PICCA, DOCTOR EN BIOLOGIA DE LA FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES DE LA UBA

Imagen: Pablo Piovano

Los restos de plantas, flores y semillas revelan pequeños pero interesantes detalles para reconstruir la vida en tiempos lejanos, por ejemplo a bordo de un barco del siglo XVII. La reconstrucción e identificación de las especies es un trabajo minucioso.

–Cuénteme qué hace.
–Bueno, mi formación es una formación en botánica clásica. Trabajo en el laboratorio de plantas vasculares. En este momento estoy trabajando en un par de líneas de investigación. Por un lado, en sistemática de plantas vasculares. Estoy trabajando con un grupo de cactus del centro-norte de la Argentina, tratando de dilucidar las relaciones de parentesco entre las especies de cactáceas que se conocen. Mi tesis la hice en un grupo de plantas patagónicas, también estudiando un poco la evolución de algunos caracteres dentro de las especies sudamericanas. Esas plantas tienen distribución en todo el hemisferio austral, son los árboles que uno más comúnmente puede observar en los bosques en la zona de Bariloche y San Martín de los Andes.
–¿Qué árboles son? –Los colihues, las lengas, los ñires. Hay unas nueve especies sudamericanas y unas 25 especies extraamericanas distribuidas en Australia, Nueva Zelanda y Nueva Guinea. Es un grupo muy interesante, porque es bastante antiguo y el conocimiento de las relaciones de parentesco entre esas especies puede decirnos cómo fue la historia natural en el hemisferio austral.
–¿Y la otra línea de investigación? –Estoy colaborando con algunas personas de la facultad que son ecólogos vegetales. Hay algunos, por ejemplo, que están estudiando cómo varían algunos parámetros de la biodiversidad en algunas montañas de la Argentina. Yo estoy trabajando en la parte de las plantas, en colaboración con otras personas que se ocupan de ver cómo varía la colaboración de otros grupos de organismos como aves, reptiles, anfibios, insectos. Y después trabajo, lateralmente, con gente que hace arqueología subacuática.
–¿Y en qué consiste? –Esta gente está estudiando naufragios de algunos barcos en las costas patagónicas. La doctora Elkin es la directora, y funciona en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Dentro de ese proyecto estamos colaborando en algunos temas, como por ejemplo la identificación de restos botánicos que encuentran en esos barcos. Han traído, por ejemplo, restos de semillas o de frutos para que nosotros ensayemos una identificación de esos restos.
–¿Cuál fue el último naufragio que analizó? –No recuerdo. Pero siempre me traen algunas semillas de alguna especie de planta desconocida. Lo primero que se hace es tratar de rescatar algunos caracteres macroscópicos muy evidentes, como puede ser la forma o el tamaño. Si uno es capaz de rescatar esos atributos muy básicos, ya puede ir orientando hacia una identificación. Después hay que hacer algunos análisis un poco más minuciosos, pueden ser análisis estructurales internos, para lo cual uno tiene que utilizar técnicas más sofisticadas, como pueden ser observaciones con microscopios electrónicos, o realizar cortes histológicos para ver cómo es la disposición de los tejidos en esas estructuras. Incluso se pueden hacer algunas pruebas histoquímicas para ver la presencia de algunos compuestos, u otros que son característicos de algunos tipos de plantas, y de esa manera uno va acotando las posibilidades.
–¿Y siempre se pueden identificar? –No, no siempre. En algunos casos, las identificaciones pueden ser muy precisas, pero en otros puede ocurrir que sean más bien generales. Pueden ser a nivel específico o a nivel de familia botánica, dependiendo de la calidad de los restos que uno cuenta. Ahora estoy colaborando, también, con un arquitecto que está haciendo su tesis, estudiando las tipologías arquitectónicas vernáculas en unos valles andinos en La Rioja. El está estudiando todos los materiales de construcción de los ranchos antiguos, y me ha traído restos de plantas que forman parte de esos ranchos (algunos como materiales principales, para vigas por ejemplo y otros componentes vegetales que forman parte de las enramadas) para tratar de identificar también los restos botánicos. Ahí también uno trata de buscar los descriptores que le permiten a uno decir a qué familia y especie de planta pertenecen. A veces, por ejemplo en las enramadas, se pueden encontrar restos de semillas o de frutos, que son los que más información pueden brindar para determinar la identidad de una planta. Hay otros restos de planta que son menos informativos, como por ejemplo las hojas o la madera. Los caracteres, si bien permiten una identificación, son menos específicos. Por ejemplo, si nosotros tenemos dos maderas de distintas especies de eucalipto, nos son muy fácilmente diferenciables. Pero si uno tiene las flores, o las semillas o los frutos de esas plantas, es mucho más fácil, de acuerdo con los restos que uno tenga para trabajar, el tipo de identificación que va a alcanzar.
–¿Y sabe qué hace la gente con la que colabora, con la información que usted les da? –En el caso de los barcos, la idea es reconstruir la historia acerca de las costumbres y la vida en los navíos de aquella época. Por ejemplo, qué alimentos consumían, porque se supone que algunos son restos alimenticios, aunque en otros casos suponemos que pudieron haber sido semillas o frutos de algunas plantas de interés comercial para llevar a otros lados e iniciar cultivos. Son barcos de los siglos XVII y XVIII. Esas son las cosas que se van tratando de entender a medida que el estudio progresa.
–¿Qué naufragios son? –Los dos son barcos holandeses. Uno de ellos es interesante porque formaba parte de la expedición que terminó descubriendo el Cabo de Hornos. Estaban buscando rutas alternativas hacia Oriente más allá del cabo de Buena Esperanza y el estrecho de Magallanes, que estaban dominados por otras compañías. Se hundió a la altura de Santa Cruz, en la Patagonia.
–¿Y el otro? –Es un barco posterior, del siglo XVIII, que estaba haciendo unas rutas entre las Islas Malvinas y las costas de la Patagonia.
–¿Y qué les pasó a esos barcos? –El primero se incendió y el segundo se hundió.
–¿Y qué encontraron en esos barcos? –Varias cosas. Encontramos, por ejemplo, unas semillas de pimienta, unos frutos de zapallo, pudimos averiguar estrictamente cuál era la especie de zapallo de la que se trataba esta semilla, encontramos nuez moscada, unos frutos de ajíes y pasas de uva, unas semillas de mostaza. Son cosas interesantes, sobre todo porque al principio uno no tiene ni la menor idea de lo que se trata. Y cuando uno puede llegar a la identificación, resulta que son especies habituales, conocidas por todos nosotros. Acaso no sea un descubrimiento espectacular, pero es una manera de reconstruir todas las piezas, con el trabajo de distintos especialistas, de lo que ocurría en un barco.
–¿Y a qué dan lugar estos descubrimientos? –Es una cuestión que puede resultar curiosa para una persona interesada en el estudio de la historia. Nos permite saber qué es lo que estaba pasando allí. Y nos obliga a hacernos la pregunta de por qué estaban esas cosas ahí.
–¿Y por qué? –Aparentemente era parte de las vituallas del barco. Porque después también se encontraron algunas referencias a productos que se habían embarcado en algunos puertos de Inglaterra para el consumo de los marineros que iban en el barco, y coincidía con lo que habíamos encontrado nosotros.
–¿Y las maderas del barco? –Las estudió otra persona de la facultad. En general, esos navíos grandes son construidos con dos o tres especies distintas de madera; no hay una variedad tan grande de posibilidades. Lo que se hace es comparar las maderas de las muestras con los materiales conocidos. La verdad es que no sé cuáles son esas maderas.
–¿Qué clases de barcos eran? –Galeones, barcos a vela.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Historia de la historia


El origen del hombre, según todas las evidencias disponibles, se produjo en el este de Africa hace tres millones de años y la mayor parte de nuestra historia como especie transcurrió en el continente africano, que presenció la lenta evolución desde los primeros homínidos hasta el homo sapiens. Hace cien mil años, según las mejores estimaciones, el homo sapiens empezó la emigración desde el Africa natal, y emprendió la colonización del mundo.


Porque un día salimos del Africa, tanteando
la piel desconocida del planeta.
Buscábamos el mar, para embarcarnos
el aire, para volar y ser livianos
la tierra para arar, la mies, el fruto,
las máquinas, el fuego. La escritura
y el cable que transporta las palabras.


Y un día nos despedimos en un sitio.
Aquí o allí fue, en cualquier milenio.


¿Qué se hizo
de aquel amigo, de aquella tribu emparentada
que tomó hacia el sur en un cruce de caminos
y de quienes nunca más se supo nada?


¿Qué fue de mis primos que esa tarde
decidieron quedarse en la caverna
cuando todos partimos a otras tierras
con más sol, más hierro, o mejor vino?


¿Qué se hizo de aquel grupo de familias
que cruzaron el río y no volvieron nunca?


¿Y esa gente,
que fabricó una canoa y se alejó por el mar?

El origen del hombre, según todas las evidencias disponibles, se produjo en el este de Africa hace tres millones de años y la mayor parte de nuestra historia como especie transcurrió en el continente africano, que presenció la lenta evolución desde los primeros homínidos hasta el homo sapiens. Hace cien mil años, según las mejores estimaciones, el homo sapiens empezó la emigración desde el Africa natal, y emprendió la colonización del mundo.

Hoy regresamos al Africa,poblada
de hermanos que una vez se despidieron
por un siglo,un milenio, y no volvieron.

Anhelante,
cada palabra, cada línea que pelea
por vivir, reconstruye aquella aldea
donde aún late tu nombre en cada instante.

jueves, 6 de septiembre de 2012

"Las humanidades no son para cobardes"

DIALOGO CON ENRIQUE CORTI, DECANO DE LA ESCUELA DE HUMANIDADES UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTIN (UNSAM)

La Universidad Nacional de San Martín cumple 20 años y su Escuela de Humanidades consolida su proyecto en el conurbano bonaerense junto a sus líneas de investigación y producción. Aquí va un repaso de su historia, sus grupos de trabajo y su incidencia hoy.

–Aprovechando los veinte años que se cumplen del nacimiento de la Unsam, me gustaría que repasáramos el contexto en el que nació la Escuela de Humanidades.
–La Escuela de Humanidades no formó parte del proyecto inicial de la Universidad. El proyecto institucional inicial incluía Ciencia y Tecnología, Economía y Negocios y una Escuela de Posgrado. Claro que ninguna institución se gesta en el vacío, ajena al contexto histórico y social. La ley de creación data de 1992, las primeras actividades académicas fueron por 1994. Es interesante recordar que la Universidad Nacional de San Martín se constituyó como un paraguas para reunir a todas las entidades que estaban en el Polo Tecnológico Constituyentes por 1997, cuando el gobierno de Menem estaba desarticulando el Plan Cóndor, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el entonces Centro de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (Citefa, hoy Citedef) y el Servicio Geológico Minero Argentino (Segemar), para eso se crea la Escuela de Ciencia y Tecnología. Por su parte, la Escuela de Economía y Negocios surge para comenzar a prestar un servicio para las pequeñas y medianas empresas del partido de San Martín que, como consecuencia de las políticas económicas por entonces, estaba diezmado...
–...como el resto del conurbano... –Y la Escuela de Posgrado recibe posgrados originados en otras entidades que no tenían carreras de grado en otra universidad. Ese es el contexto inicial. Luego sí empezó a desarrollarse la acumulación crítica de recursos humanos que dan lugar, en el año 1999, a la creación de la Escuela de Humanidades.
–¿Qué áreas reúne? –Esta Escuela reúne actualmente una diversidad de actividades que básicamente se agrupan en Filosofía, Educación, Letras y una carrera de Historia que terminamos de aprobar el año pasado. En el área de Educación, en 2011 hemos suscripto un convenio con las universidades nacionales de Tres de Febrero y de Lanús para llevar adelante un Programa de Doctorado en Educación, donde la Unsam está presente a través de Juan Carlos Tedesco. Además, estamos repensando el rol de las Humanidades. Creamos una comisión, integrada por Horacio Crespo, Gastón Burucúa, Elida Lois y personalidades de las diversas disciplinas concernidas, a efecto de pensar las Humanidades hacia el interior de la Escuela y en el marco de la Universidad.
–¿Qué quieren repensar? –El rol fundamental y regulador de las humanidades. Para nosotros, investigación, estudio y creación son pilares fundamentales de la vida de la Escuela, entendemos que el diálogo entre los saberes y las prácticas debe ser un hábito, la experiencia debe ser fuente de reflexión y la producción ser un objetivo pedagógico central. La Escuela se formó a partir de la concentración de investigadores y docentes, que no necesariamente eran equipo, como Elida Lois, Gastón Burucúa, Hugo Tricárico, Miguel de Azúa, Diego Hurtado de Mendoza, Juan Manuel Palacio, Héctor Palma, Pablo Semán, entre muchos otros. De aquello que en un principio no era un equipo, uno de los objetivos institucionales –y desafío a la vez– fue constituir un conjunto que trabaje compartiendo sus ideas en humanidades, más allá de sus procedencias, y eso ha sido siempre y ahora más que nunca el objetivo de la Escuela. No es casual que esta universidad haya sido regida desde su creación por actores provenientes de las Humanidades, tanto el primer rector, Daniel Malcolm, como el actual, Carlos Ruta. Tiene mucha vigencia el proyecto Humanidades en la Unsam, también por su ubicación, en el conurbano bonaerense.
–¿Por qué lo dice? –Las dos facultades de Filosofía más próximas son Filosofía y Letras, de la UBA, y Humanidades, de la Universidad de La Plata. En el conurbano no hay otra carrera de Filosofía de grado en una universidad pública.
–¿Cuántos alumnos tiene? –La Unsam tiene 15 mil alumnos. No es una universidad masiva, nunca lo fue. De esos alumnos, casi dos mil están matriculados en la Escuela de Humanidades, que tiene un desarrollo importante en el área de educación virtual. En estos momentos, el campus virtual de la Unsam tiene prácticamente la misma cantidad de alumnos que el de la Universidad de Quilmes, que acredita una tradición en esta área. Originalmente se pensó que el hecho de la virtualidad competía con calidad de la educación y realmente no sólo no es así, sino que es bastante más difícil llegar a buen puerto en una carrera a distancia que en una carrera presencial, porque la presencialidad genera una cierta comodidad que la virtualidad no tiene y por lo tanto mantiene la vigilia académica de un modo más intenso.
–¿Usted de qué área proviene? –De la filosofía medieval, soy investigador del Conicet desde 1985 y me dedico a la investigación en hermenéutica textual, especialmente en textos del siglo XI.
–De la filosofía del siglo XI podemos conversar en otra entrevista, ahora cuénteme respecto de los proyectos de investigación de la Escuela. –Actualmente se desarrollan cerca de 15 proyectos que reúnen más de 50 investigadores, auxiliares de investigación, becarios y tesistas de posgrado.
–En distintos centros de estudio, ¿no? Cuénteme a qué se dedican. –El Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica José Babini y el Centro de Investigaciones Jorge Furt desarrollan su actividad en torno de valiosos repositorios documentales: la biblioteca de José Babini y el fondo de la biblioteca de Jorge Furt, uno de cuyos principales tesoros es el archivo documental de Juan Bautista Alberdi. En ambos casos hay un objetivo común: la salvaguarda del patrimonio cultural argentino. En el Centro Babini se investiga el desarrollo institucional de la ciencia en la Argentina y en la historia de la energía nuclear, desde el punto de vista de los estudios comparativos. También hay un proyecto en marcha sobre filosofía de la biología.
–Y el Centro Furt se dedica a... –A relevar los manuscritos del archivo documental de Juan Bautista Alberdi. La figura de Alberdi como estadista, jurisconsulto y escritor es enorme, y la repercusión de su obra escrita en la formación del Estado argentino es crucial, por lo tanto se trabaja para dar a conocer los cuantiosos materiales de su archivo que aún permanecen inéditos, para cuya publicación se han estipulado los recaudos filológicos e históricos de rigor.
–¿Y en Filosofía? –El Centro de Estudios Filosóficos reúne cerca de una decena de investigadores del Conicet que desarrollan sus investigaciones allí. Edgardo Castro, Hugo Bauzá, yo mismo, entre otros. Las áreas con mayor desarrollo son Hermenéutica y Fenomenología, Filosofía Moderna, Filosofía de las Ciencias.
–¿En el área de las ciencias de la educación? –La Escuela alberga una red de cátedras de didáctica a nivel nacional. El Centro de Estudios en Didácticas Específicas estudia desde la pedagogía, la didáctica y la psicología del aprendizaje, la problemática que implica la comunicación de los saberes propios de cada disciplina, en especial, las condiciones que deben crearse en las situaciones de enseñanza y de aprendizaje, los comportamientos de los alumnos ante estímulos específicos, la problemática de la comunicación intrainstitucional y las formas de gestionar la enseñanza.
–Trabajan también en la problemática del analfabetismo. –Sí, justamente mañana en el Ministerio de Educación comienza el Sexto Seminario Internacional sobre Alfabetización y Educación Básica de Jóvenes y Adultos, organizado por nuestra Cátedra Pablo Latapí, que será inaugurado con una conferencia del experto en políticas educativas doctor Juan Eduardo García-Huidobro, de la Universidad Alberto Hurtado de Chile. Impulsamos el debate del problema del analfabetismo y la desigualdad en el acceso al saber como una de las grandes deudas de la modernidad.
–¿Algo más que quiera agregar? –Cuando en el 2006 el poeta español Antonio Gamoneda recibió el Premio Cervantes con un equipo de documentalistas filmamos un documental producido por la Escuela de Humanidades y por el Círculo de Bellas Artes de Madrid y editado en Europa. Fue una entrevista conceptual. En ella, Antonio Gamoneda en un momento dice: “La belleza no es para cobardes”. Yo hoy diría: “Las Humanidades no son para cobardes”. Eso es lo que las hace apasionantes.

lunes, 3 de septiembre de 2012

LOS CANALES MARCIANOS



En el año 1877, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli afirmó haber visto, en la superficie de Marte, delgadas líneas oscuras, que conectaban entre sí regiones también más oscuras que el resto de la superficie, y las llamó "canali" (canales). La palabra prendió inmediatamente y se enganchó con ciertas concepciones vigentes sobre el sistema solar, según las cuales Marte era un planeta mucho más antiguo que la Tierra (así como Venus era un planeta más joven).

Si era más antiguo y aplicando a rajatabla la teoría de la evolución, era natural pensar que estaba habitado por seres con una civilización más adelantada que la nuestra. En su edición de 1879, la Encyclopedia of Spurious Science, empecinada como siempre en el disparate, exponía la teoría completa: "Marte: planeta más antiguo que la tierra, [siguen datos astronómicos, en su mayor parte erróneos], habitado por seres inteligentes. Una progresiva sequía -propia de milenios de erosión ha desertificado su superficie, obligando a los habitantes del planeta a la construcción de canales que transportan el agua acumulada en los casquetes polares con fines de irrigación de las superficies desérticas, a cuyos lados puede observarse una frondosa vegetación que avanza y retrocede siguiendo el curso de la estaciones [marcianas]". Y en la entrada correspondiente a "marcianos", de la edición de 1890, se leía (aun se puede leer, en realidad): "habitantes del planeta Marte. Portadores de una civilización más avanzada que la terrestre, los marcianos deben afrontar problemas de sequía relativa debido a la avanzada edad de su planeta. Expertos ingenieros, solucionan (o mitigan) el problema mediante la construcción de canales que transportan agua hacia las zonas de cultivo. Estos canales deben ser considerados como una obra maestra de la ingeniería contemporánea [sic], que seria imposible de realizar con los recursos terrestres. Los canales marcianos se cruzan en diferentes puntos, formando oasis [sic], que pueden imaginarse como lugares paradisíacos de insólita vegetación, de belleza perfectamente integrada a las líneas arquitectónicas de los conductos de agua". Y tras cinco páginas de descripción de la civilización marciana, terminaba con una insólita predicción "Es de esperar que el contacto -que se producirá algún día - entre marcianos y terrestres modificará de cuajo los programas universitarios de ingeniería".

Las afirmaciones de la Encyclopedia tuvieron un éxito inesperado, y los "canales marcianos" se transformaron en una creencia popular (de la misma manera que los OVNIS hoy en día). En 1897, el escritor inglés H. G. Wells publicó "La Guerra de los Mundos" novela de ciencia ficción en la que se describía una invasión marciana, y casi inmediatamente un astrónomo aficionado, Percival Lowell (1855-1916), se dedicó a la afanosa busqueda de más y más canales, y encontró prácticamente todos los que quiso.

Lowell escribió varios libros sobre el tema (Marte y sus canales, 1906, Marte como morada de vida, 1908), que fueron saludados calurosamente por la Encyclopedia, en la que se lo calificaba como "el astrónomo y escritor más grande de todos los tiempos".

Lo cierto es que, aparte de Lowell, ningún otro astrónomo veía rastros de ningún canal en Marte, a la par que se demostraba que, con los instrumentos de la época, cualquier accidente más o menos difuso se vería como una línea recta. Lo cual, por supuesto no desalentaba a Lowell (de la misma manera que nada desalienta a los cazadores de OVNIS). Ni siquiera le hizo mella el hecho de que en 1907 Edgar Wallace (el mismo que había co-descubierto con Darwin la teoría de la selección natural), a la sazón de 84 años publicara un detallado análisis químico de los datos que se tenían sobre la superficie y la atmósfera marciana, demostrando que reinaban allí temperaturas bajísimas, y que, se trataba de un mundo completamente inhabitable.

Con el perfeccionamiento de los instrumentos, los canales (y los marcianos) fueron siendo paulatinamente relegados al olvido, y hoy sabemos que Marte es un planeta desierto tal como lo mostraron las sondas que aterrizaron en él. De todos modos, los "marcianos" quedaron en la imaginería como prototipo de la vida extraterrestre. En 1938, cuando el entonces jovencísimo Orson Welles simuló por radio una invasión marciana, cientos de personas, aterrorizadas se lanzaron a la calle. Quienes hayan visto Días de Radio, de Woody Allen, recordarán, sin duda, el episodio.