martes, 29 de noviembre de 2011

Galaxias a escala cósmica (haiku)


Las galaxias, de la misma manera que las estrellas, no están distribuidas de manera más o menos regular. Hay regiones totalmente vacías y regiones donde las galaxias se agrupan gravitatoriamente. A estas agrupaciones se las conoce como cúmulos. La Vía Láctea, Andrómeda y otras treinta galaxias mas pequeñas conforman lo que se conoce como el Cúmulo Local, el nuestro. La Vía láctea, Andrómeda y otras treinta galaxias… decir se dice fácil… uno dice galaxias como si dijera piedras, cajas de juguetes, pero cada una de ellas encierra miles de millones de estrellas, probablemente planetas, probablemente civilizaciones… y así y todo no son mas que una parte infinitesimal del universo.







No te pregunto
de qué galaxia vienes;
ese dato nada significa
para mí.
Sólo te pregunto
tu nombre.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Un clima de cambio

 DIALOGO CON INES CAMILLONI, DOCTORA EN CIENCIAS DE LA ATMOSFERA



El 10 y 11 de noviembre se llevaron a cabo las III Jornadas del Programa Interdisciplinario de la UBA sobre Cambio Climático. El jinete hipotético conversó con una de las científicas presentes.

–¿Hay cambio climático o es un mito?
–No hay dudas de que el clima está cambiando. Por lo menos en los últimos cien, 150 años existe una variedad de indicadores consistentes con un aumento de la temperatura global. En todo caso, las preguntas o las incertidumbres pueden estar asociadas con cuáles son las causas de ese cambio climático.
–Porque no es la primera vez que hay un cambio climático... Estuvo la “pequeña edad de hielo”, por ejemplo. –Lo que pasa es que ninguno de esos cambios tuvo la dimensión global que tiene el cambio climático observado en las últimas décadas. Esa es una diferencias central. Pero el clima está cambiando, eso es indiscutible, y hay un fuerte consenso científico internacional al respecto. Respecto del problema de la “atribución de culpas”, hay una gran cantidad de científicos que consideran que el cambio climático de los últimos cincuenta años no puede explicarse si no se tienen en cuenta las acciones humanas.
–Hay un ciclo climático de cien mil años, que tiene setenta mil años de enfriamiento y treinta mil de calentamiento. Ahora estaríamos al principio de ese ciclo, ¿no? –Existen muchos factores naturales, astronómicos, geológicos, pero ninguno explica la velocidad del cambio observado. Todos esos factores son extraordinariamente lentos comparados con la velocidad a la que se vienen dando los cambios en las últimas décadas.
–¿De qué velocidad estamos hablando? –Ascensos de temperatura a una tasa jamás observada antes. El valor de calentamiento de los últimos cien años es de 0,74º C. Si uno analiza la velocidad con que se fue acelerando el calentamiento, y en lugar de tomar los últimos cien años tomamos los últimos 50 o 25, esa tasa de calentamiento es todavía mayor.
–También está el hecho de que los datos meteorológicos de hace cien años no son los más confiables del mundo. –Eso es verdad, aunque en realidad en algunos lugares del mundo, como en Argentina, había más estaciones meteorológicas de las que hay ahora. La verdad es que hace varias décadas la red de observación era más densa de la que tenemos en la actualidad. Pero si miramos a nivel global, es cierto que había menos estaciones. Pero hay otro conjunto de evidencias que se sustenta también con el aumento de la temperatura y que tiene que ver con la cantidad de calor acumulada en los océanos, con la humedad de la atmósfera. Hay un conjunto de indicadores que señalan el cambio climático: retroceso de glaciares, ascenso del nivel del mar...
–¿Y qué cambios concretos se observan en el clima? ¿Lluvias? ¿Temperatura? –Con respecto a las lluvias, no es lo mismo que la temperatura, en la cual se observa un aumento generalizado a nivel mundial. Las precipitaciones tienen una tendencia de aumento en algunos lugares y de disminución en otros, pero en realidad lo que se está observando es que hay una tendencia a que llueva más en los lugares que ya son húmedos y una tendencia a que llueva menos en los lugares que ya son secos. Y esto es también lo que se ve en las proyecciones del clima para el próximo siglo, lo cual agravaría la situación de los lugares semiáridos y áridos y habría buena disponibilidad de agua, e incluso tal vez exceso, en los lugares húmedos. Pero también lo que se ve es que cambia la forma en que llueve. En determinado lugar, por ejemplo, puede mantenerse constante el volumen de precipitaciones anuales, pero cambia la forma: en un contexto en que el clima es cada vez más cálido, la lluvia tiende a darse en episodios más intensos y más espaciados en el tiempo y los impactos que se producen son muy grandes.
–¿Lo que está pasando ahora es comparable a la “pequeña edad de hielo” en tasas de crecimiento o decrecimiento? –No recuerdo exactamente cuánto fue el enfriamiento en esa época, pero fue un proceso más localizado en Europa. Lo que tiene que quedar claro es que el clima siempre tuvo variaciones; eso nadie lo niega. Lo que tenemos ahora es una herramienta poderosa, los modelos climáticos globales, que nos permite experimentar con el clima, hacer simulación de cómo se va a comportar el clima bajo diversas situaciones. Y lo que muestran esos modelos es que el clima que estamos observando ahora sólo puede ser explicado por causas que se suman a los procesos naturales. Tenemos que incorporar las emisiones de gases de efecto invernadero para que los modelos expliquen los cambios producidos en el clima en los últimos cincuenta años.
–Yo veo siempre una cierta tendencia al Apocalipsis, y hubo en los últimos tiempos un montón de cosas que se plantearon como apocalípticas y no lo fueron (como, por ejemplo, Y2K, la gripe aviar, la gripe A). Y al final no fue el Apocalipsis. –Lo que pasa es que el cambio climático, a diferencia de esos otros eventos, es un proceso, no es un hecho que va a ocurrir en el 2038. Es un proceso lento y progresivo. Cuando algunos sectores dan una visión apocalíptica, están pensando en que el clima de la Tierra va a pasar de una situación de equilibrio (en la que estaba hace algunas décadas) a una nueva situación de equilibrio diferente de la que hay en la actualidad.
–¿A qué llama “equilibrio”? –Veamos qué pasa cuando aumenta la emisión de gases de efecto invernadero. Estos gases absorben la radiación que emite la Tierra, que en general escapa a través de una “ventana de radiación”: hay una cierta banda de longitudes de onda que los gases atmosféricos no pueden absorber, esa radiación escapa y se mantiene la temperatura en un equilibrio determinado. Al aumentar la concentración de gases de efecto invernadero, esa ventana de radiación tiende a cerrarse y si sigue aumentando la concentración de gases se va a cerrar y la temperatura va a alcanzar un nuevo grado de equilibrio a una temperatura mayor que la que tenemos en la actualidad.
–¿Y qué se puede hacer? –Hay diversos sectores. El sector científico es el encargado de proveer la información, y después hay otros sectores que tienen que intervenir para tomar las medidas necesarias para mitigar el cambio climático. Se considera que si el aumento de la temperatura supera los dos grados, va a haber algunos sistemas que no van a poder superar el calentamiento. Hay que actuar para que no se supere ese umbral.
–Lo interesante es que pareciera ser que se sabe qué es lo que hay que hacer. –Lo que pasa es que hay que poner todo en el contexto de las incertidumbres en que se mueve el mundo científico también. Porque todas las proyecciones climáticas, tienen también un conjunto de incertidumbres, entre las cuales se cuenta la variabilidad natural que tiene el clima. Otras dependen de cómo va a actuar la humanidad en las próximas décadas o si va a haber una gran erupción volcánica. Y también es cierto que si bien todos los modelos son parecidos, difieren en algunas cosas.
–¿Cuáles son los desacuerdos que hay en este momento? –Algunos científicos consideran que las evidencias del factor humano no son concluyentes. Otro desacuerdo es cómo actuar frente al cambio climático, si hay que invertir fondos y recursos en la adaptación al cambio climático o actuar directamente sobre las causas. La realidad es que donde más se percibe el cambio climático es en la banda de la Tierra que está entre los trópicos, que coincide con muchos países pobres. No actuar en la adaptación significa hacer a toda esta población, que es la que menos responsabilidad tiene, más vulnerable.
–A esos dos grados a los que no hay que llegar se va a llegar igual... –Parecería que sí, pero todavía estamos a tiempo de hacer algunas cosas.
–¿Y qué habría que hacer, además de disminuir las emisiones? –El tema de las emisiones es imprescindible y tiene que venir acompañado por un proceso de adaptación al cambio.
–¿Por qué los países poderosos, que pueden beneficiarse con el cambio climático, se van a ocupar de proteger a los países pobres? –Tienen que hacer algo porque muchos de estos países no tienen la capacidad ni siquiera de generar los alimentos que necesitan. Si el clima en estos países se encamina a una situación que hace bajar el nivel de productividad, baja la producción mundial de alimentos. Y eso golpea a los países ricos.
–¿Cuáles son los efectos que se prevén a en Argentina? –Una tendencia al aumento de temperaturas en el norte del país; una tendencia no tan marcada a que se alteren las precipitaciones, con un aumento en la región de la Pampa húmeda y una disminución hacia la zona de la Patagonia. Hay que pensar es que dos tercios del país son una región árida o semiárida, muchas zonas que dependen de los recursos hídricos para la generación de energía, para el agua para riego, y en general tener un aumento de temperaturas viene acompañado de menor acumulación de nieve en las cordilleras, se modifica el ciclo de los ríos, se adelanta el momento del deshielo. Es una cascada de consecuencias que produce impactos económico-sociales.
–Las presiones morales para que se haga algo no han sido muy efectivas... ¿Qué piensa que va a pasar? –Yo estuve en la última reunión de la Convención de Cambio Climático, que se hizo en Cancún, y todos los representantes llegaron con tal postura que parecía que no iba a haber ningún tipo de acuerdo y que la cosa iba a naufragar. Y la realidad fue que el hecho de que la reunión se hiciera en México y que el gobierno mexicano se involucrara tanto, permitió que se llegara a algún tipo de acuerdo que tiene que ver con los fondos para la adaptación y con la transferencia de tecnología de países desarrollados a países en desarrollo...
–O sea que usted es moderadamente optimista. –Creo que existen posibilidades de encontrar algún tipo de solución.

martes, 22 de noviembre de 2011

El Concorde y la imposibilidad de volar



“La demostración de que no existe combinación de materiales conocidos, máquinas o fuerzas que puedan dar como resultado un aparato en el cual el hombre pueda volar distancias apreciables me parece tan completa y acabada como puede serlo cualquier demostración física.”
Simon Newcomb (1835-1909)

En 1956, cuando nació el proyecto del Concorde, la Encyclopedia of Spurious Science fue tajante: “Pretender alcanzar la velocidad del sonido es una quimera más allá de toda posibilidad”, y cuando en 1970 duplicó esa velocidad, habló de “manipulación de datos”.
Pero haya dicho lo que haya dicho la tenaz Encyclopedia, lo cierto es que el Concorde fue la culminación algo barroca de una saga bastante antigua: hay historias sobre vuelos con alas en la mitología de la antigua Grecia y Roma, de Escandinavia y del Oriente. Hacia el año 1020, Oliver de Malmesbury se ató alas en las manos y los pies y, saltando desde una torre, se mantuvo en el aire lo suficiente para planear unos 500 metros, después de lo cual cayó al suelo y se rompió las piernas. Más tarde John Damain, favorito del rey Jacobo IV de Escocia, saltó desde lo alto del castillo de Stirling y justificó el no poder elevarse por el hecho de que las alas tenían plumas de paloma y no de águila. En el siglo XVI, Leonardo Da Vinci observaba el vuelo de las aves, con el confeso y nada humilde propósito de imitarlas. En 1660, un acróbata francés llamado Allard intentó volar sobre París por medio de alas artificiales, y cayó a tierra sufriendo grandes heridas. En 1742, el marqués de Baqueville hizo varios ensayos de vuelo con un par de alas artificiales adaptadas a sus manos y pies, pero cuando intentaba cruzar el río Sena cayó encima de una barcaza y se quebró una pierna.
Todos estos intentos de volar terminaron en estrepitosos fracasos precisamente porque se tomaba como modelo el vuelo de las aves. La cosa cambió cuando los ojos se centraron en otro objeto volador, mucho más prosaico, y conocido desde la Antigüedad: el barrilete, que no vuela sino planea.
Según parece, el primero que se apartó de la obsesión de las alas artificiales fue George Cayley, científico inglés a quien sus contemporáneos –con el apoyo entusiasta de la Encyclopedia– calificaron como “loco de remate” y que, sin embargo, diseñó y fabricó primitivos planeadores, describió correctamente las fuerzas que intervienen en la aerodinámica del vuelo y nada menos que en el año 1809, escribió las siguientes y proféticas palabras: “Cuando se logre el vuelo mecánico, comenzará una nueva era para la humanidad. Estoy absolutamente seguro de que será posible transportar personas y bienes de manera más segura por aire que por agua, con una velocidad de cuarenta a doscientos kilómetros por hora. Sólo hace falta un motor de propulsión adecuado. La máquina de vapor de Watt podría ser una posible fuente de energía, pero dado que el peso juega un papel tan importante, existe la probabilidad de obtener la propulsión mediante la combustión de materias o fluidos inflamables”.
A lo largo del siglo XIX se construyeron en Europa varias “máquinas de volar”, pero la ausencia de una fuente de energía de mayor potencia que la máquina de vapor condenaba casi todos esos intentos al fracaso, como constataba con regocijo, edición tras edición, la Encyclopedia of Spurious Science: “El intento de volar con aparatos más pesados que el aire sólo puede ser fruto de la debilidad mental, o de una fuerte alteración de los humores y obnubilación de la mente” (1851, 1872, 1893).
Clément Ader, un ingeniero francés, diseñó un aparato muy liviano propulsado a vapor con el cual logró volar unos 300 metros, antes de que una ráfaga de viento lo estrellara contra el suelo y las autoridades se rehusaran a gastar más plata en su invento. En la década de los ‘90, los hermanos Lilienthal lograron volar alrededor de cien metros en planeadores, que terminaron con un accidente fatal en 1896.
En los Estados Unidos, el distinguido ingeniero y arquitecto Samuel Pierpont Langley hizo un intento a fondo para conseguir una máquina que volara y entre 1897 y 1903 gastó alrededor de cincuenta mil dólares, que entonces era una suma fabulosa, en ensayos infructuosos. Después del tercero de ellos, nada menos que el New York Times, adelantándose a la mismísima Encyclopedia, comentó en su editorial (10 de diciembre de 1903): “Esperamos que el profesor Langley deje de arriesgar su reputación científica, de perder el tiempo y de derrochar dinero en experimentos con máquinas para volar. La vida es muy corta, y seguramente el profesor Langley es capaz de prestar a la humanidad servicios mucho más importantes que el intento de volar... Para estudiosos e investigadores ‘del tipo Langley’ hay empleos mucho más útiles”. Y, a continuación, se pronosticaba que el hombre no podría volar “hasta pasados mil años”.
Exactamente siete días después de publicada esta visionaria profecía, en la mañana del 17 de diciembre de 1903, dos inventores ‘del tipo Langley’, los hermanos Orville y Wilbur Wright, con un biplano casero efectuaban el primer vuelo completo de la historia. Duró doce segundos y se extendió por apenas cuarenta metros. Pero era la primera vez que una máquina se levantaba en el aire y aterrizaba luego. Cinco personas se habían reunido con desgano para presenciar el experimento. De ahí al Concorde había sólo un paso.
Como todos sabemos, el New York Times aceptó de buen grado los hechos consumados. No así la tenaz Encyclopedia, que en la edición de 2002 proclamaba incoherentemente: “El fatal accidente de julio de 2001 señala la peligrosidad intrínseca de los aviones. Es obvio que el Concorde debe ser discontinuado, y el día en que aterrice por última vez quedará demostrado de una vez por todas la absoluta imposibilidad de volar con máquinas más pesadas que el aire”.

jueves, 17 de noviembre de 2011

"La epilepsia afecta al 0,5 por ciento de la población"

DIALOGO CON SILVIA KOCHEN, DIRECTORA DEL CENTRO DE EPILEPSIA DEL HOSPITAL RAMOS MEJIA

–Bueno, usted es jefa del laboratorio de epilepsia en la Facultad de Medicina de la UBA e investigadora del Conicet. Una vez que conversamos hace mucho tiempo, usted me dijo que había un porcentaje bastante alto de gente que tenía algún principio epiléptico. ¿Es así esto?
–Más o menos uno de cada 200 habitantes tiene epilepsia.
–¿Pero hay grados de la epilepsia? ¿Cómo es la historia? –La epilepsia es una enfermedad que presenta distintas formas. Pero se definen, en general, porque hay una descarga en las neuronas (que son las células que están en la corteza cerebral) que hace que predomine la excitabilidad por sobre la inhibición. Tienen entonces una capacidad de descargar en forma sincronizada entre sí y dependiendo del lugar de la corteza cerebral en que se ubiquen, eso se va a expresar en una crisis de epilepsia. La crisis de epilepsia, que se puede ver en animales o en el ser humano, empieza de forma súbita, termina de forma súbita, dura de uno a tres minutos y, dependiendo del lugar de la corteza en que se produzca, va a tener distintos síntomas. Por ejemplo, una de las formas más frecuentes se produce en el lóbulo temporal. El paciente cuenta que empieza con el aura, sin ruptura de contacto ni alteración de la conciencia, y puede tener una sensación de miedo o una alteración de la memoria o manifestaciones vegetativas (calor, frío). Luego de eso puede tener ruptura de contacto, puede tener automatismos orales o manuales si toma la zona del hipocampo o de la amígdala; puede tener alteraciones visuales o del lenguaje, y todo termina allí. Si esa crisis se generaliza, si esa actividad eléctrica se propaga a otras zonas de la corteza, el paciente tiene la crisis que aparece en la Biblia y en las novelas.
–La enfermedad sagrada. –Claro.
–Dostoievski. –Que lo describe genial. El paciente tiene una crisis tónico-clónica generalizada. Hay una extensión tónica de los músculos, se sacuden y el paciente tiene por supuesto pérdida de conciencia. Tissot, en el siglo XVIII, se refería a esto como el proceso por el cual una persona, súbitamente, devenía en otra. Y esto es en parte cierto. Por otra parte, hay que decir que la epilepsia es una enfermedad con muy buen pronóstico para el 70 por ciento de los casos. A diferencia de lo que se cree, y de la mala prensa que tiene, la epilepsia anda muy bien para la mayoría de los pacientes.
–¿Por qué este grupo de neuronas comienza a descargarse de repente? –En realidad, ésa es la gran pregunta. Y todavía no lo sabemos. Hay algunas situaciones que, podemos suponer, son más epileptogénicas, sumadas por supuesto a factores predisponentes que el mismo individuo trae. Por ejemplo: un tumor en algunos sujetos provoca epilepsia y en otros no. Lo mismo sucede con un traumatismo de cráneo o una anoxia perinatal o una alteración del desarrollo cortical.
–¿Cómo se trata? –Cuando uno hace el diagnóstico, le administra al paciente drogas específicas que lo que hacen es evitar la crisis. Y esto funciona muy bien. Las drogas son carbamazepina, el ácido valproico y después algunas drogas nuevas, como la lamotrigina, el levetirazetan, hetopiramato. Y si no, se hace tratamiento quirúrgico.
–Dentro de todo, si es una cosa de tres minutos cada tanto, uno podría convivir con eso. –Depende de la crisis. Si el paciente tiene ruptura del contacto y alteración de la conciencia, por ejemplo, no podría manejar ni dar una clase. Es algo que evidentemente afecta su calidad de vida. Aunque hay crisis que no son tan graves: si no tiene ruptura de contacto y dura dos minutos, al paciente no le afecta la calidad de vida y puede seguir normalmente.
–A veces, cuando hablo de estas enfermedades, me da la sensación de que vivimos en un mundo no adecuado. –Pero justamente en el caso de la epilepsia no hay aspectos medioambientales que perjudiquen nada. No hay diferencia de prevalencias entre un país africano muy pobre y algún país de los llamados del primer mundo. Es una enfermedad que tiene un curso muy benigno para la enorme mayoría de los pacientes. Para algunos, anda muy mal. No tenemos idea del porqué, pero esto es así.
–¿Y qué es lo que usted investiga acá puntualmente? –Distintas líneas. Hay quienes se ocupan de aspectos genéticos y hay otra línea muy importante que utiliza la epilepsia como modelo para estudiar el cerebro humano. Esto a lo largo de la historia de las neurociencias siempre fue así; de hecho yo empecé a estudiar la epilepsia por eso. En el momento en que el grupo de neuronas descarga, uno se entera de qué se ocupa esa zona. Si yo quiero estudiar cómo funciona la conciencia, la memoria o el lenguaje, tengo un “modelo” de ser humano en el que puedo estudiar qué está pasando. Como a los pacientes destinados a cirugía se les colocan electrodos intracerebrales, podemos investigar neurofisiológicamente cómo se organiza la red neuronal. También hacemos estudios de imágenes, como resonancias magnéticas, para ver a nivel estructural lo que ocurre. Y eso se puede estudiar tanto en el momento de la crisis como fuera de la crisis. En este momento, por ejemplo, hay un aporte interesante de los estudios de epilepsia sobre lo que es la conectividad del cerebro. Al mismo tiempo, estas investigaciones contribuyen a mejorar el tratamiento de los pacientes con epilepsia.
–¿Cómo está conectado el cerebro? ¿Y cómo es el lenguaje? –Nosotros adherimos al modelo “Big World, Small World”.
–A ver... –Es más o menos lo que pasa cuando usted quiere mandar un mail desde su casilla y le preguntan si no le interesa mandárselo también a otros contactos de su lista. Lo que hace es ver cuál es la red con la que usted trabaja. Cuando yo le hablo de redes neuronales, es porque en la epilepsia en la zona epileptógena y el área en que se propaga está interviniendo una determinada red neuronal. Generalmente, siempre es la misma para el mismo sujeto. En general, en la epilepsia usted tiene una zona epileptógena, pero para que aparezca la crisis no alcanza con esa zona: tiene que reclutar neuronas sanas que están a su alrededor y propagar esa actividad. Muchas veces nosotros vemos que el grupo de neuronas descarga, pero no se propaga y no recluta más neuronas, de modo que no aparece ninguna manifestación clínica. Para tenerla es necesaria la propagación. Por eso muchas veces un paciente con tratamiento farmacológico deja de tener crisis, pero cuando se hace el electro sigue presentando descargas. Lo que uno asume como hipótesis es que la zona epileptógena no fue eliminada, pero en todo caso perdió la capacidad de reclutar otras neuronas y de propagarse.
–Es interesante el hecho de que la epilepsia haya sido una enfermedad ya identificada por Hipócrates... –Sí, la historia es interesante. Los romanos decían que si en un comicio se producía en alguien una crisis epiléptica, había que suspender todo porque era de mal augurio. La verdad es que la epilepsia tiene muy mala prensa y es un hecho que nuestros pacientes viven peor por los prejuicios que existen sobre la enfermedad que por la propia enfermedad. Y tanta mala prensa tiene que ver con dos cosas. Una, con que las crisis, a diferencia de muchas otras dolencias, no pueden ocultarse. Y dos, porque el que observa una crisis realmente tiene la sensación de que el paciente se puede morir ahí mismo, aunque eso no es así. Eso genera angustia; la angustia da miedo y el miedo lleva a la discriminación.
–¿Qué está tratando de averiguar usted? –Estoy, ahora, metiéndome fuertemente con el tema de la memoria. En los pacientes que son candidatos a cirugía y que tienen una epilepsia del lóbulo temporal, el tratamiento consiste en que uno les quita el hipocampo, una zona altamente epileptogénica. En esos pacientes, en líneas generales, podría decirse que en las evaluaciones pre y posquirúrgicas no aparece ningún tipo de alteración significativa de la memoria ni de otras funciones cognitivas. Eso es si se le quita solamente uno de los hipocampos. Pero hilando más fino, empezamos a hacer un trabajo para ver algunas cuestiones más particulares. Les damos una información unas horas antes de la cirugía y luego tratamos de ver qué aspectos quedan y cuáles no después de la cirugía. Esto nos permite estudiar algunos aspectos muy especiales de la memoria inmediata y de la memoria mediata.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las cuatro fuerzas (copla)




Cuatro fuerzas tiene el mundo,

cuatro fuerzas, que no más :

hay una que atrae cuerpos,

hay otra que pega quarks,

y una que obliga a las cargas

a acercarse o a escapar,

y una cuarta fuerza débil

que es difícil de explicar.



Estas dos últimas fuerzas

se acaban de unificar

en la fuerza electrodébil

por obra de Abdus Salam.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Dos leyes para proteger el medio ambiente

  DIALOGO CON EL SENADOR DANIEL FILMUS, MIEMBRO DE LA COMISION DE MEDIO AMBIENTE DEL SENADO



El jinete hipotético es muy sensible a los problemas ambientales y por eso se interesó por la ley de residuos eléctricos y electrónicos aprobada por unanimidad en el Senado y por la próxima ley de envases.

–Uno de los problemas ambientales más serios es el reciclado de ciertos productos como las pilas.
–El desarrollo tecnológico de los últimos años ha traído un problema completamente nuevo para nuestras sociedades, que es la cantidad de residuos eléctricos y electrónicos, fundamentalmente en las sociedades urbanas, donde la reposición, la modernización y la actualización de todos los bienes tecnológicos tienen hoy en día una rapidez sin precedentes en la historia de la humanidad. Para que tengamos alguna dimensión del asunto estamos hablando de un millón de teléfonos celulares por año en Argentina. Cuando uno piensa en la renovación que hay en estos momentos del parque informático, también es enorme. Por supuesto que el tema de las pilas es un tema tradicional e histórico, que aunque data de más tiempo exige una mirada de sustentabilidad ambiental y económica. Por eso la Unión Europea se ocupa de resolver qué tratamiento darle a los residuos electrónicos, porque muchos de ellos necesitan un tratamiento muy especializado.
–¿Qué se hace con esos residuos? –Lo que se calcula es que hay un 30 por ciento que se puede utilizar en el ahorro de materia prima. Entonces para el tratamiento de los residuos hay que tener en cuenta, en primer lugar, el ahorro de materias primas y la sustentabilidad ambiental. En segundo lugar, el tratamiento de los productos tóxicos que tienen. Cuando nosotros tiramos las pilas junto con cualquier otro producto en el tacho de basura de nuestras casas estamos garantizando que eso va a perdurar en la tierra por los siglos de los siglos. Eso no está siendo tratado en Argentina y es una bomba de tiempo. Y hay un tercer aspecto, que tiene que ver con la cantidad de toneladas que tenemos de basura. Como todos sabemos, Argentina no ha desarrollado técnicas de tratamiento de residuos que permitan tener alternativas sustentables. En este aspecto, tenemos para un par de años más del Ceamse. Pero a medida que se van sublevando las poblaciones que no quieren tener basurales a cielo abierto, las únicas alternativas que quedan son las tierras públicas (como por ejemplo Campo de Mayo), donde se puede paliar el problema por un tiempo. Pero ésta no puede ser la solución
–La solución tiene que provenir del lado científico-tecnológico. –Claro. Hay que tener en cuenta que las ideas más modernas, que se están desarrollando en Canadá, EE.UU. y Europa, consideran que el productor es el responsable del producto hasta su deposición final. Esto implica que hay que crear alguna organización a nivel nacional, que nosotros la estamos planteando, que tenga tres o cuatro tareas fundamentales. Una es recaudar los fondos a partir del cobro de una pequeña cuota por cada uno de los productos eléctricos y electrónicos, para conformar un mecanismo de reciclado. Esto al mismo tiempo tiene una parte educativa de difusión frente a la sociedad y una parte de desarrollo científico-tecnológico. Por supuesto que no es menor la incentivación de la creación de cooperativas y pymes para poder realizar el trabajo de reciclado (en los casos en que se pueda). Hay otra cuestión fundamental, que planteaban leyes como la de “Basura cero” de la ciudad de Buenos Aires, que implica que los países se proponen bajar mucho la cantidad de residuos. Eso se hace, por un lado, mediante la clasificación de residuos en las casas. Hoy en día, nosotros tenemos en la ciudad de Buenos Aires containers en la puerta de nuestras casas, pero tiramos cualquier cosa en cualquier container, con lo cual obligamos a que el cartonero haga un trabajo que deberíamos hacer nosotros en nuestra casa: la separación de la basura de acuerdo con su tipo. El cartonero, por supuesto, no debería trabajar como cartonero, sino en una empresa de reciclado: saldría de este modo del trabajo en la calle, en general explotado por un mayorista, y pasaría a conformar cooperativas o pymes.
–¿Tenemos tecnologías para hacer estas cosas? –Argentina es uno de los países más atrasados en este tema. Hay muy poquitas empresas de base tecnológica que se dedican al reciclado. Por supuesto que hay un reciclado “social”, a través de ONG, por ejemplo. Pero eso no alcanza.
–¿Y no hay grupos científicos en el INTI, por ejemplo, que se estén dedicando a este tema? –Sí. El INTI participó y fue uno de los que elaboró esta ley. Es difícil de implementar, pero muy importante. Es interesante, porque el canon que en Europa cada empresa tiene que pagar para asegurar el reciclado final está vinculado con la cantidad de material de deshecho. Cuanto más material pasible de ser reciclado coloque la empresa en el producto, más barato va a ser el canon que tenga que pagar. Eso está incentivando la aparición de productos “amigables con el medio ambiente”, prácticamente 100 por ciento reciclables. Algo parecido estamos haciendo con la ley de envases. Porque el 70 por ciento de la basura son envases. Apostamos, entonces, a que el desarrollo científico tecnológico logre que se hagan productos mejores para el medio ambiente y, al mismo tiempo, que se reduzca la cantidad de materia prima no renovable que termina en la deposición final.
–¿Cómo se llama la ley? –Ley de residuos eléctricos y electrónicos, la primera de la que le hablaba y ley de envases la segunda.
–¿En qué estado están? –La ley de residuos eléctricos y electrónicos está a punto de ser aprobada. Ya fue aprobada en el Senado por unanimidad, incluso con acuerdo de las cámaras. Las empresas tienen dos alternativas. O bien ellas mismas se hacen cargo (por ejemplo, cuando uno pide un nuevo celular tiene que entregar el anterior) o bien se hará cargo este ente del que le estoy hablando, que va a tener a su vez circuitos diferenciales (de acuerdo al producto que haya que reciclar) que van a tener que elaborar su propio programa de reciclado. Es también este ente mixto que se crea el que va a fijar qué parte del costo del producto va a tener que ser aplicado al reciclado.
–Da la sensación de que es mejor que sean las empresas quienes se comprometan, ¿no? –Con las grandes sí, pero con las pequeñas y medianas es más complicado. Si la empresa se hace cargo, no se le cobra ningún canon; en caso contrario, sí. Esto tiene, entonces, un desafío científico-tecnológico para resolver el asunto del reciclado de los desechos, que en Argentina está muy atrasado. Lo bueno es que muchas de las soluciones no son universales sino ad hoc, se crean para resolver el problema puntual de nuestro país. Acuérdese que cuando fue el problema de las pilas, la solución fue exportarlas a Suiza, porque era más barato mandarlas allá (donde ya tenían desarrollada la tecnología para el reciclado) que ponerse a desarrollar tecnología acá.
–¿Eso es lo que se está haciendo ahora con las pilas? –Sí. La conclusión a la que llegó la Ciudad fue que era más barato exportarlas. Pero lo importante es que hay que desarrollar tecnologías muy aplicadas para problemáticas muy específicas. En Argentina tenemos una deuda científica en lo que tiene que ver con lo ambiental. Necesitamos darle más prioridad a estas cuestiones.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Contigo aprendí

Nació en una familia londinense de clase baja y en 1957, invitada por una amiga, se fue a cumplir su sueño de conocer Africa. En Kenia, el paleoantropólogo Louis Leakey la contrató como secretaria y la introdujo en el estudio de los chimpancés salvajes. Poco después, descubrió que el hombre no estaba tan solo como creía en la historia evolutiva y, sin ninguna formación académica, comenzaría a convertirse en una de las científicas más conocidas del mundo. Pionera en el estudio de los simios, resistida al principio, hoy sus investigaciones son utilizadas en todo el mundo y han despertado una conciencia diferente en la relación del hombre con los demás habitantes del planeta. De paso por Buenos Aires invitada para dar una conferencia y recibir un doctorado Honoris Causa, Radar no se perdió la oportunidad de hablar con la mujer que enseñó al hombre una nueva manera de aprender.

Bueno, y ahí estaba. Encontrarse con Jane Goodall, tal es la cuestión; con una persona que caminó por la delgada línea roja que nos separa de nuestros parientes, los grandes primates. No es sencillo saber qué le voy a preguntar, porque, en realidad, vive en el límite de lo que se puede enunciar, casi en el borde del misterio del lenguaje y la cultura (y la conciencia). Al fin y al cabo, fue ella quien, un día, descubrió a un chimpancé que llevaba una rama, cortada y deshojada previamente, y la introducía en el agujero de un termitero, la sacaba embebida en termitas y se las comía. Y se destruyó el mito de que la especie humana era la única que fabricaba y usaba herramientas. Y quien destruye un mito, se transforma automáticamente en un mito. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué le voy a preguntar?
Pero junto fuerzas, y allá voy.
Esta es una situación extraña, porque usted es una persona extraña.
–¿Extraña? ¿Por qué?
Porque usted es una persona que piensa que nosotros los humanos no somos las únicas personas en el mundo.
–Yo pienso que... –¡fue usted quien lo planteó en una forma extraña!
–... pienso que el punto es que ha habido un largo proceso de evolución y ese proceso ha sido una proliferación de distintas formas de vida que están todas conectadas, estamos todos interconectados. Somos todos parte de este enorme ecosistema planetario y recién ahora comenzamos a aprender y tener en cuenta el peligro de permitir que algunas especies se extingan, porque eso lleva a un efecto de cascada. Y si más y más especies comienzan a extinguirse va a llevar a que el ecosistema colapse en determinados sitios. Pero lo que está pasando es que la población humana está creciendo de tal manera que dentro de poco el planeta no va a poder proveernos de suficientes recursos para sobrevivir. Y vamos a continuar destruyendo más y más áreas, y a perder más y más de los increíbles animales que comparten el planeta con nosotros.
Eso es verdad, lo sabemos, y también sabemos que muchas veces hubo extinciones. Pero ahora, aquí, estando con usted, me interesa una cosa tal vez más profunda sobre lo que usted trabajó tanto tiempo. Uno de los rasgos que nos tipifican a los humanos es la autoconciencia, la lengua y la cultura. Y usted descubrió que los chimpancés tienen cultura, con esa historia del chimpancé que introducía una ramita en un termitero.
–Usaba una herramienta, sí.
Eso fue un gran punto determinante, ¿no? ¿Puede contarme otros aspectos de la cultura de los chimpancés?
–Bueno, hoy sabemos que todo a lo largo de Africa, en todo lugar donde haya chimpancés, ellos usan herramientas, incluso dan diferentes usos a esas mismas herramientas. Sabemos que se las pasan a sus hijos a través de la imitación y la práctica, sabemos que los grupos están estructurados con ligeras diferencias, lo cual señalaría otro rasgo de cultura. Pero también sabemos que hay otros animales que tienen una cultura, como las ballenas o los delfines que tienen diferentes lenguajes con diferentes patrones. Y aquí también se cree que pasa de una generación a otra.
Bueno, además hay... están los perros salvajes que...
–Sí; los perros de caza, los perros salvajes de Africa. Hay grupos que, por ejemplo, en un lugar sólo cazan cebras y en otros lugares les tienen miedo a las cebras. Lo mismo pasa con los leopardos. Y nos empezamos a dar cuenta hace tiempo de que si se toma a un perro y se lo separa, y desarrolla a su manera el hecho de que no puede matar una cebra y entonces otros lo copian, eso va a ir pasando de generación en generación.
Y eso sería la transmisión de una cultura.
–Tal vez no sea tanto como una cultura pero sí hay una tradición, y es fascinante. Nos muestra que las sociedades de animales son mucho más complejas de lo que creíamos. Y de la misma forma, para volver sobre uno de los puntos que usted mencionaba, los chimpancés capturados pueden aprender, se les puede enseñar lenguaje humano. No pueden hablarlo, pero pueden aprender un lenguaje de señas y pueden hacer cosas sorprendentes con computadoras con pads táctiles. Pueden contar hasta quince, creo. Eso quiere decir que sus cerebros son capaces de hacer mucho más de lo que nosotros solíamos pensar.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Un paseo por la NASA

 DIALOGO CON CHARLES BOLDEN, ADMINISTRADOR DE LA NASA


El Jinete Hipotético quiso dejar de cabalgar por un rato y flotar en el espacio. ¿Lo habrá logrado? No llegó hasta la Estación Espacial Internacional, pero logró dar una vuelta en cohete y conversar con el administrador de la Agencia Espacial Norteamericana.
–Cuénteme cuáles son los siguientes pasos de los programas de la NASA.
–Puedo contarle cuáles son los tres planes primordiales que han sido desarrollados por el presidente en el Congreso. Uno es un programa de exploración con robots, que se sostiene sobre un vehículo pesado de despegue y un vehículo de exploración que tenemos en desarrollo. Lo llamamos SLS (Space Launch System). El segundo es la utilización de la Estación Espacial Internacional con las otras agencias asociadas (la Agencia Espacial Federal Rusa, la Agencia Japonesa de Exploración Espacial, la Agencia Espacial Canadiense, la Agencia Espacial Europea, etc.) hasta, por lo menos, 2020 y tal vez más allá. Para hacer eso necesitamos el apoyo de entidades comerciales vinculadas con lo espacial en los Estados Unidos para proveer transporte para tripulación y cargamento hacia Estación Espacial Internacional. Y la tercera prioridad es el Telescopio Espacial James Webb para expandir nuestra exploración en el Universo. Esas son las tres áreas de prioridad más alta.
–¿Y de prioridad no tan alta? –Pero no menos importante. Bueno, todavía dedicamos tiempo y recursos al estudio de la aeronáutica para mejorar la seguridad y la eficiencia del transporte aéreo no sólo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo. Y además tenemos un programa en el cual es muy evidente nuestra colaboración internacional con la Argentina a través del Programa Global, que involucra a muchos estudiantes y a unas 127 escuelas todo a lo largo de la Argentina.
–Y en el mediano plazo, ¿se supone que va a avanzar la exploración del Universo? –Sin dudas. La prioridad número uno que le mencioné es un programa de exploración. Eso significa que vamos a estar yendo más lejos de lo que vamos ahora. Vamos a llegar a un asteroide alrededor de 2025 y a Marte en 2030. Esperamos que un humano pueda pisar Marte en esa fecha.
–¿Esa es una cifra aproximada? –2030 es una cifra aproximada. Es más bien la década de 2030. Porque hay cosas que todavía no entendemos sobre Marte, y hay muchas cosas que no sabemos sobre el tránsito entre la Tierra y Marte.
–¿Y qué es necesario saber? –Ahora lo que necesitamos es tecnología: necesitamos sistemas de transporte más rápidos, mejores cohetes (no sólo los cohetes químicos que usamos hoy en día), tal vez depósitos de combustible a lo largo del camino, de modo que podamos recargar combustible a lo largo del camino y no necesitar cohetes del tamaño que tenemos que usar hoy. Esas son cosas que tenemos que solucionar con estudios futuros...
–¿La NASA se repuso del golpe que representó el fin de la Guerra Fría? –Si usted se fija, hoy en día uno de nuestros principales asociados es Rusia, lo cual es la razón principal para que hayamos podido desarrollar la Estación Espacial, el tipo de transporte tecnológicamente más avanzado que se haya producido jamás. Ese es un resultado de la asociación que viene desde la Guerra Fría. De hecho tuvimos en conjunto el Apolo en el punto cúlmine de la Guerra Fría. Cuando nuestras dos naciones se amenazaban mutuamente con armas nucleares, la NASA y la Agencia Espacial Soviética pudieron asociarse pacíficamente para explorar el espacio juntas, y eso es lo que continuamos haciendo hoy en día. Estamos dispuestos a tener como asociados a países con los que podemos no llevarnos bien en otras áreas. En materia de exploración, los seres humanos tenemos que mirar por encima de nuestras diferencias y aunar fuerzas.
–¿Qué colaboración tienen con la Argentina? –La colaboración se da mayormente en dos áreas. La primera es en Ciencias de la Tierra, que consiste en el estudio de la atmósfera, los océanos, para entender mejor qué está pasando con nuestro clima. El famoso satélite Aquarius SAC-D, que fue lanzado hace poco, está mandando información increíblemente útil sobre la salinidad de los océanos. Eso nos va a ayudar a comprender mejor el cambio climático, porque si los océanos se vuelven más salados significa que se está evaporando una mayor cantidad de agua, de modo que tal vez la cantidad de agua en el mundo está disminuyendo. No lo sabemos. Todavía no sabemos qué nos dice la información que está recopilando el SAC-D; necesitamos seguir juntando información. Esa es la fuente de una de las colaboraciones continuas que tenemos con la Argentina. El acuerdo que fue firmado entre su canciller y nuestro embajador es importantísimo, porque permite a la NASA y a otras organizaciones científicas estadounidenses contar con la colaboración de científicos e ingenieros argentinos, de modo que avance más rápido la comprensión de lo que le pasa a nuestro planeta.
–Vamos a preguntas un poquito más personales. Usted fue astronauta. Caminó, o flotó, por el espacio exterior. ¿Qué tipo de soledad se siente estando allí? –No soy un caminante espacial, de modo que no puedo siquiera imaginarme cómo es esa sensación. Quienes han verdaderamente caminado en el espacio, o en la superficie de la Luna, sí recuerdan la sensación de estar verdaderamente librados a ellos mismos. Yo sólo estuve en expediciones de cinco a siete personas sin salir al espacio exterior, de modo que no experimenté ese tipo de soledad. La soledad que sí experimenté es la de estar enormemente lejos de la Tierra y mirando atrás hacia mi propio planeta. En mi segundo vuelo, cuando desplegamos el Hubble Space Telescope, estuvimos 600 kilómetros alejados de la Tierra. Y mirábamos abajo hacia este increíble planeta, con toda su belleza, y una de las cosas que resultaba impresionante era que no había ninguna evidencia de que hubiera gente abajo. Y ahí es donde uno siente la insignificancia de nuestra existencia. Mucha gente piensa que cuando uno va al espacio debe sentirse muy importante. Y es todo lo contrario: uno se siente absolutamente insignificante.
–¿Usted nunca salió de la nave? –No, nunca hice una caminata espacial. Yo creo que si usted hablara con alguien que la hizo, le daría una perspectiva completamente diferente de la mía. Mi experiencia es adentro, en un ambiente relativamente seguro.
–Y habiendo estado allí, y ahora estando aquí, ¿cambia la nave espacial por la Tierra? –En realidad, volví al Gran Planeta, a la Gran Nave Espacial. Lo que más destaco de mi experiencia es la capacidad de trabajar junto a gente muy diversa, con creencias y convicciones diferentes, a 600 kilómetros de la Tierra. Lo que pienso es: “Si pudimos hacerlo allí, podemos hacerlo aquí”. En última instancia, lo importante es la perspectiva humana, que es lo que nos permite seguir colaborando con, por ejemplo, la Argentina. La interacción humana es fundamental: al fin y al cabo, se trata de que seamos capaces de comunicarnos los unos con los otros en vistas a un objetivo común. Ese es mi verdadero premio.