miércoles, 30 de septiembre de 2009

La otra partícula (tango)

En el fondo de la noche
todo el barrio se estremece
cuando en la sombra se mece
la sombra de algún neutrón

Paisaje de uranio turbio
chapaleado por las chatas
que al son de cien serenatas
perfumó mi corazón.

Partículas alfa y beta
volando en el callejón
al rumorear la bordona
cuando la alcanza un neutrón

Y al recordar en la noche
núcleos que el tiempo llevó
van surgiendo del olvido
torrentes de radiación.

Bettinotti y los neutrones, de Homero Manzi, en la Antología de la Literatura Radiactiva, tomo XII, tangos y milongas radiactivas.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El hombre que movió el mundo

La teoría de que la Tierra se mueve alrededor del Sol, formulada por un sacerdote polaco, de nombre Copérnico o Koppernig, carece por completo de sentido, y sólo puede ser el producto de una mente extraviada e inverosímil, movida por la mala fe que caracteriza a los espíritus malvados. Si la Tierra se moviera, todas nuestras ideas se vendrían abajo. Por lo tanto, no se mueve.
Encyclopedia of Spurious Science, Vol. XXIII, 1599.


El sistema de Copérnico es un tesoro inagotable de comprensión del maravilloso orden del mundo.
Johannes Kepler (1571-1630)



Hubo una vez un hombre que movió al mundo: tomó a la Tierra, que estaba inmóvil, clavada en el centro del universo desde hacía mil quinientos años y con la sola fuerza de sus brazos le dio un empujón y la hizo rodar por el espacio. Nunca nadie antes había hecho algo así. Arquímedes, en el siglo III a. de C., tras descubrir las leyes de la palanca, había dicho que sólo necesitaba un punto de apoyo para mover el mundo. Pero veinte siglos después, un astrónomo polaco agarró a la Tierra, al planeta entero con sus montañas, con sus mares y sus continentes, y lo movió.
Se llamaba Nicolás Copérnico y nació el 19 de febrero de 1473 en Thorn, que entonces era Prusia y hoy Polonia. Es difícil medir el calibre de esta hazaña. La verdad es que en el siglo XVI la necesidad de una reforma radical de la astronomía flotaba en el ambiente. El mundo funcionaba según el viejo modelo de Tolomeo, que databa del siglo II, centrado en una Tierra inmóvil y con los planetas el Sol y la Luna girando adosados a ruedas dentro de ruedas (epiciclos) y esferas sólidas de cristal; era un insoportable sistema de engranajes que habían hecho decir al rey de Castilla Alfonso X el Sabio "que si Dios lo hubiera consultado, le habría aconsejado algo más simple".
Y la verdad es que era así: aunque el sistema geocéntrico de Tolomeo permitía predecir eclipses y movimientos, aunque era una verdadera maravilla del ingenio, sacando el detalle de que era falso, tenía dos defectos cruciales: su horrible complicación y su total inverosimilitud. En realidad, ya no daba para más. Pero durante mil quinientos años, nadie había hecho nada.
Copérnico estudió astronomía en la Universidad de Cracovia, Medicina y Leyes en Italia, donde se empapó de la nueva cultura humanista y a su regreso fue canónigo de la diócesis de Frauenburg hasta el final de su vida. Alrededor de 1510 escribió un pequeño tratado donde exponía por primera vez la teoría heliocéntrica, que hizo circular entre los astrónomos y que despertó considerable interés, aunque no lo dio a la imprenta. Hacia 1520 comenzó a escribir su gran obra: Sobre las revoluciones de las esferas celestes, una amplia y completa exposición de su teoría, que finalizó diez años más tarde, aunque tampoco la quiso publicar.
Sin embargo, las noticias sobre su teoría y la obra en preparación se difundían fuera de las fronteras de Polonia. En 1539, atraído por las noticias, llegó a Frauemburg Rheticus, un joven profesor de Wittenberg que escribió un resumen del libro (Narratio Prima), editado en 1540, donde se difundían los principios de la nueva astronomía. Finalmente, Las revoluciones... se publicó en 1543, el mismo año de la muerte de Copérnico.
En realidad, el modelo de universo que Copérnico presentó en su libro distaba de ser prolijo; basado en datos poco precisos, aferrado al dogma de la circularidad, Copérnico había usado en parte la misma y mala medicina que se proponía combatir, y como resultado el sistema era tanto o más complicado que el de Tolomeo, estaba repleto de ruedas, y sobre todo no tenía una física que lo sustentara (y que explicara, por ejemplo, por qué si la Tierra se movía los objetos sobre ella no salían disparados por el aire). En más de un sentido, no funcionaba.
Y sin embargo, fue Copérnico quien lo hizo. El nuevo sistema estaba mal hecho, era defectuoso y complicado, pero allí estaba. Las revoluciones... fue el puntapié inicial de la gran revolución científica que cambiaría para siempre la visión del mundo y del hombre, hasta el punto de que en adelante se llamaría "revolución copernicana" a cualquier modificación radical en el mundo de las ideas: si se podía cambiar una concepción que había durado mil quinientos años y que parecía eterna e inmutable, ¿por qué no podrían ponerse en cuestión todas las ideas?
La audacia de Copérnico, cuyas consecuencias no se comprendieron de inmediato, puso en jaque el orden completo de las ideas, incluyendo la inmodificabilidad de las jerarquías sociales. El trabajo de Copérnico fue inmenso, y es muy difícil hacerle completa justicia. Quizá la hizo Newton, cuando dijo que si él veía más lejos, era porque estaba subido a hombros de gigantes.
Empezando por el gran científico polaco.

viernes, 25 de septiembre de 2009

bitácora

Agrego un chiste que recordé mientras daba clase.

Los neuróticos construyen castillos en el aire.

Los psicóticos viven en ellos.

Los psicoanalistas cobran el alquiler.

Bitácora

Estoy otra vez en Córdoba, dando el curso de periodismo científico. Estoy viniendo tan seguido que ya entiendo bastante bien el cordobés.... y hasta lo hablo....

Y aprovecho para compartir con todos ustedes estos chistes que me enviaron mi gran amigo Arturo Borra y María Paulos
No tengo chistes de científicos por ahora... pero tengo uno que es real: una presentadora de TV está con un invitado que es poeta y luego de hablar hasta por los codos, el poeta le pregunta: -¿Quiere que lea un soneto? La presentadora lo mira con cara extrañada y contesta: -Bueno, si es corto... Un abrazo fuerte, Arturo
25 de septiembre de 2009 8:28

Blogger María Paulos dijo...
va un chiste con tonos de filosofía.... - Por qué a Menen le dicen "Escuela de Frankfurt"??? - Porque tiene un montón de libros de Adorno... cuac M

jueves, 24 de septiembre de 2009

El chiste

Damos comienzo a una nueva sección en este blog en continua expansión. Iremos recopilando los chistes sobre ciencia y científicos que vayamos encontrando, y les proponemos que nos ayuden: si usted sabe alguno muy bueno (y tampoco tanto) no dude en enviárnoslo a leonardomoledoblog@gmail.com
Intentaremos actualizar seguido esta nueva sección, tal vez logremos que se convierta en un clásico de los viernes.

He aquí algunos para empezar:

Que es un niño complejo? Un niño con la madre real y el padre imaginario.

Dios es real, a menos que sea declarado entero.

Jesus a sus discipulos: “En verdad os digo: y = x ^2+3x+4 !!!!” Los discipulos empiezan a hablar entre si hasta que Pedro se dirige a Jesus y muy apesadumbrado le dice:
- Maestro no entendemos….
- Tranquilos, es una parabola!!!!


martes, 22 de septiembre de 2009

bitácora

Queridos amigos: ahora pueden mirar el blog escuchando al mismo tiempo nocturnos de Chopin, el canon de Pachelbel (maravilloso!) o cualquer cosa de la lista de música que aparece a la derecha. Querría saber si les gusta esta innovación.
Leonardo

lunes, 21 de septiembre de 2009

Extraterrestres al pie del Uritorco

Cuando llegamos a San Marcos Sierra, para nuestras vacaciones, y nos dijeron que a diez minutos de combi, al pie del Uritorco, había un pueblito enteramente ocupado por extraterrestres venidos directamente desde Betelgeuse, manifesté mi inconmovible decisión científica de visitarlo. Mi mujer, que es indiferente a ese tipo de encantos de la astronomía, prefirió quedarse en el hotel, así que tomé la combi, con la sola compañía de seis peregrinos de túnica que farfullaban todo el tiempo en urdu, y una chica que sostenía en una mano la piedra zulú contra el mal de ojo y un libro de Krishnamurti en la otra; según me dijo, se llamaba Livia, y desde su iniciación en la Comunidad de la Galaxia vivía esperando este día en que tendría un contacto de grado diez (así dijo) con los visitantes de Betelgeuse. Betelgeuse, me explicó, es una enorme estrella a punto de convertirse en supernova y estallar, desde donde ellos traen su mensaje de amor y de paz, y se encargan del mantenimiento de una especie de conmutador instalado en la cumbre del Uritorco, y que se conecta con toda la Galaxia.
"Efectivamente -le contesté-, Betelgeuse puede estallar, en cualquier momento, pero resulta que en cualquier momento de los próximos quinientos millones de años. Y además, está a 425 años luz, lo cual significa cuatro mil millones de millones de kilómetros. ¿Tiene sentido hacer semejante viaje para instalarse en un pueblito al pie del Uritorco?" Me dijo que yo estaba, evidentemente, influido por la ciencia oficial, que era incapaz de comprender nada diferente, y se calló, ofendida.
Apenas nos acercamos al pueblo, nos dimos cuenta de que algo extraño ocurría: en la propia entrada había un extraterrestre de cuatro brazos, vestido con un traje espacial, hablando una jerga incomprensible, que Livia, conmovida hasta las lágrimas, enseguida identificó como el idioma galáctico universal. Debo confesar que hasta yo estaba impresionado, aunque había detalles que me llamaron la atención: por empezar, me intrigó que el extraterrestre hablara el galáctico con tonada cordobesa. Por otro lado, los brazos extra eran completamente rígidos, como si estuvieran hechos con un material muy parecido al telgopor, y debajo del traje espacial asomaba un par de pies en ojotas. También era extraño que el extraterrestre repartiera volantes de propaganda de una parrilla que, según decía el papel, ofrecía achuras de primera calidad. Livia señaló que eso se hacía, justamente, para disimular y evitar las persecuciones y las críticas de la ciencia oficial. Podía ser, pero no me convenció mucho.
El plato volador estaba estacionado en el centro de la plaza, con un enorme cartel, en rarísimos caracteres, y abajo la traducción al castellano:
Plato Volador José de San Martín,
Venido directamente de Betelgeuse.
Entrada: seis universales (6 U).
Cambio de moneda en la casilla adjunta.
Era sorprendente que una nave fabricada a 425 años luz llevara el nombre de nuestro héroe local, pero pensé que quizás era una de las tantas cosas incomprensibles de la Galaxia. Livia dijo que era simple cortesía.
El plato volador era de veras impresionante (aunque se parecía demasiado al descrito en Andrómeda, de Kart Hysej), pero las paredes eran muy frágiles, como de cartón. Parecían poco prácticas para atravesar 425 años luz, en especial si se tiene en cuenta que el espacio es un vacío absoluto, a 270 grados bajo cero. Se lo hice notar a Livia, pero ella no se impresionó y se limitó a contestarme que la tecnología de Betelgeuse era tan avanzada que bien se podía suponer que hicieran ese viaje con paredes de cartón. Entonces le mostré que las junturas entre el piso, las paredes y el techo no estaban bien ensambladas y que a través de las ranuras se veía perfectamente el pasto de la plaza, pero me pidió que por favor no perturbara la gran experiencia de su vida con mi crudo cientificismo.
La guía extraterrestre que nos acompañaba nos explicaba por señas las diversas cosas que se veían dentro de la nave y que, según se podía presumir, eran objetos de uso corriente en la civilización betelgeusina, pero que a mí me resultaban demasiado familiares: una PC de hace diez años, una máquina de escribir, un teclado electrónico. También habían instalado un mostrador donde se vendían artesanías de Betelgeuse por unos pocos universales: collares (5U), cinturones (10U), dulces caseros (sin que faltara el dulce de leche), algunas conservas y botellas del licor típico de Betelgeuse (60U), que la extraterrestre encargada del stand nos invitó a probar; cuando Livia lo bebió, pareció que se iba a desmayar mientras murmuraba "esto no es de este mundo", pero a mí me pareció que tenía el mismo gusto que el Tía María. "¿Qué tiene de raro? -me dijo Livia cuando se lo comenté-, sabemos perfectamente que la Tierra fue visitada muchas veces. Y si no, ¿quiénes construyeron las pirámides
de Egipto? ¿Y Machu Picchu?" ¿Qué tenía de extraño que los creadores del Tía María también formaran parte de una avanzada extraterrestre?
La explicación de Livia tenía sentido, pero igual todo era muy raro. Como el hecho de que, a esta altura, y para mi sorpresa, me diera cuenta de que había empezado a entender el galáctico. Fue de repente:
-Espe tospo -dijo la guía- sonpo lospo upu tenpe si pi liospo depe copo cipo napa quepe sepe upusanpa enpe bepe telpe gepe upu sepe.
Y entonces tuve la revelación: ¡el galáctico era exactamente igual al jeringoso!
-Espe mapa rapa vipi llopo sopo -dije, en galáctico perfecto-. ¿Por qué dos de los brazos están siempre rígidos?
-Nopo sépe. Apa sípi sonpo laspa copo saspa -me contestó la guía.
Livia me miraba arrobada; quizás empezaba a comprender las ventajas de una educación científica oficial.
Cuando abordamos nuevamente la combi, Livia me dijo que se sentía flotar a varios centímetros del suelo y un aura de felicidad la rodeaba. Yo, probablemente influido por la ciencia oficial, no estaba tan convencido.
No volví a mirar el Plato Volador, pero apenas arrancó la combi, me dijeron, se elevó por encima de la plaza, tomó altura adquirió una velocidad fabulosa y desapareció. Y esa misma noche escuchamos los informes del Observatorio de Arecibo, según los cuales Betelgeuse había entrado en la fase de explosión. Pepe ropo nopo prespe tépe apa tenpe ciónpo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

La comida no es todo

En el café Roses se ve a toda clase de personajes extraordinarios. El otro día, mientras Leandro me traía un café y yo estaba entregado a la angustiante y conflictiva situación de no hacer nada, oí que alguien hablaba en voz alta y solo. No lo veía, pero lo escuchaba perfectamente. La voz aparecía preocupada, con sensación de derrota. Prendí mi grabador.
"El otro día fui a protestar pero mi jefe es inflexible. Lo que pasa que eso de comerse a los cadáveres la verdad es que no me gusta, aunque debo reconocer que la semana pasada probé unos riñoncitos que valían la pena. Y es que ser asesino serial tiene sus bemoles, si uno se propone hacer las cosas como se debe. Pero no sé, a mí me impresiona, en cambio a Jorge y a Manuel no les va ni les viene. Son verdaderos gourmets y cuando nos reunimos a tomar una cerveza comentan lo que comieron, y tienen gustos sofisticados, que saltan las orejas con aceite de oliva, y que le ponen arvejas al hígado, que si no lo das vuelta a cada momento en la plancha se seca mucho y así. Por eso fui a protestar."
Miré el grabador para chequear que estuviera grabando todo.
"Pero mi jefe es inflexible, quiere hacer todo según las reglas y la tradición, y sostiene que comerse el cadáver, o parte de él, forma parte del trabajo del asesino serial especializado y que la nuestra es una empresa seria, que cumple con todos los requisitos. La verdad es que no le importan para nada los sentimientos de uno, y si a uno no le gusta todo ese trabajo de serruchar el cadáver, disolver en ácido las partes no comestibles, meter el resto en la heladera, después freírlas, él se burla diciendo que 'sólo me gusta el trabajo intelectual', y que cuando hay que ensuciarse las manos, enseguida me pongo en guardia, y que así somos los pitucos de la universidad. No sé por qué me dice eso; yo nunca fui de veras a la universidad, aunque hice unas materias de odontología antes de que me saliera este trabajito de asesino serial. Y será por eso que siempre miro los dientes de la gente, los molares y los incisivos, los incisivos me encantan, y los dientes tienen la ventaja de q
ue resisten más al ácido, y pude armarme una colección preciosa, con la cual pienso hacer un collar y regalárselo a mi sobrinita cuando tome la primera comunión."
Nelson, que siempre se va a las seis, se quedó escuchando. A Leandro se le cayó una bandeja con diecisiete pocillos de café.
"Algo que le reconozco a mi jefe es que tiene buen gusto, un gusto fino, que le gusta mantener la especificidad, y que no nos confundamos con cualquiera. Ser fino es hacer bien el trabajo, dice, y hasta cierto punto tiene razón: Hannibal Lecter se hace el culto, con madrigales y tocando el clavecín, y distingue a Gesualdo de Monteverdi, pero es de lo más vulgar. Lo mismo los asesinos de masas, que meten gas sarín en un subterráneo o se ponen a disparar con un rifle a los chicos de una escuela, me parece de muy mal gusto. Es una verdadera barbaridad, porque a la escuela se va para aprender, no para que te maten, la escuela tiene que ser algo de alegría, de pureza, como todo lo que tiene que ver con los niños, aunque a Jorge no le guste y Manuel se refiera siempre a ellos como 'víctimas potenciales de un trabajo riesgoso'. Es muy técnico Manuel, y siempre opina así. Por ejemplo, al hecho de comerse a las víctimas lo denomina 'ingerir el producto del trabajo para reciclarlo'."
A esta altura, todo el café escuchaba. Una señora se desmayó. Un muchacho enfiló para el baño tapándose la boca. Un hombre gordo se llevó las manos al corazón y se oyó la sirena de una ambulancia.
"Mi jefe me miró con desconfianza, como evaluándome, como preguntándose si sirvo para este trabajo. Servir sirvo (salvo para la parte gastronómica), pero a veces no estoy seguro de que ésta sea mi vocación. Me gusta, es interesante, incluso tengo talento, pero no sé si es mi verdadera vocación, si me entienden. Y además yo no tuve una infancia difícil ni nada de eso para conmover a los jueces, si en algún momento hace falta. Desgraciadamente, mis padres no me violaban ni nada de eso. Por eso a veces me dan ganas de largar todo y poner de nuevo una carnicería; yo tenía una carnicería y quebré, así que no puede decirse exactamente que cambié de rubro. Además, el trabajo es agotador, y no hay vacaciones ni nada, es que ahora con la globalización, apenas te descuidás te despiden. Por eso Manuel, que es muy luchador y está muy 'concientizado', como dice él, sostiene que tendríamos que sindicalizarnos y luchar por nuestros derechos, que no nos exploten, y algo de la 'valía', que no
sé qué es. Pero la verdad es que no es eso, la verdad es que me gustaría comerme un asadito y saber que todo es de vaca y no de una vieja que trajo Jorge y que hubo que hervirla durante seis horas."
Y acto seguido paseó la mirada por todos los parroquianos, que lo miraban con estupor.
"Mi jefe me miró un rato en silencio, y yo me puse a temblar, pensando que ya, que ya me echaba. Pero no. Y ahí mismo llegué a la conclusión de que la comida no es todo."
Dimos un suspiro de alivio.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El circo más grande del mundo

El Circo Más Grande del Mundo se instaló en un extremo de la Villa, pegado al puerto, donde nacía también la calle principal plagada de negocios de pulóveres y toda la gama de objetos provisorios (y en general pequeños), que produce el verano.
Un poco porque sí, y un poco porque el verano transforma todo en una curiosidad, Gabriel fue a la primera función del Circo Más Grande del Mundo. Era un verano algo aburrido, como todos, y entonces ¿por qué no?
El circo estaba cubierto con carteles de neón, con esos colores que nunca son luz del todo, poco apropiados para las playas, donde se supone que todo tiene un significado profundo: el mar, la arena, o las rocas desmenuzadas por el viento y el agua a través de las eras geológicas. Es lo que habitualmente se considera efecto sedativo de las vacaciones: la multitud, con sus radios portátiles, apiñada entre las escolleras frente a la unicidad teológica del mar. Gabriel no soportaba las radios portátiles; en general, nadie las soportaba pero en conjunto, todo el mundo las encendía.
La carpa era flamante pero los carros parecían viejos y rotos, aunque había un Gol estacionado junto a la boletería. La cola estaba llena de familias en vacaciones, con chicos zumbando impacientes y delante de Gabriel, un tipo atlético, con pinta de guardavidas, que protestaba, hasta que de repente, abrieron la ventanilla de la boletería y una enana empezó a vender las entradas. Era increíblemente diminuta y fea. El tipo con pinta de guardavidas sacudió la cabeza con furia: “vienen de otro mundo”, dijo. Lo decía por la enana de la boletería, pero era evidente que se refería a los enanos en general. Gabriel pensó que, efectivamente, la enana era horrible, pero no entendía por qué el tipo con pinta de guardavidas se enojaba. A Gabriel más bien le daba lástima. Trató de imaginarse qué se siente al ser un enano.
La función fue bastante convencional: empezó con un par de payasos, enseguida vinieron una écuyère y una mujer que tiraba cuchillos sobre un tablón; y después un grupo de equilibristas que se colgaron de varios trapecios. Lo de siempre. El número final era una prueba de malabarismo, y resultó que la malabarista era la misma enana que vendía las entradas. Apenas apareció, Gabriel buscó entre el público al tipo con pinta de guardavidas y vio que se movía inquieto en su asiento, como si quisiera levantarse y gritar algo. La enana arrojaba al aire unas naranjas. Empezó con dos y llegó hasta diez y las hacía flotar en el aire, formando un arco, al mismo tiempo que daba vueltas carnero, sin que se les cayeran. Si se lo pensaba, era increíble, cómo podía hacer eso. Pero el tipo con pinta de guardavidas estaba cada vez más furioso. El público no prestaba mucha atención. Al fin de cuentas, era el número final y ya todos pensaban en la salida, en la noche, en que el mar es profundo y esas cosas. El tipo con pinta de guardavidas, en cambio, cerraba los puños, impotente. Gabriel pensaba en la enana malabarista. ¿Viviría en uno de esos carromatos rotos? ¿Habría nacido en El Circo Más Grande del Mundo?
Cuando salió, la enana ya estaba en su puesto, vendiendo las entradas: El Circo Más Grande del Mundo ahorraba personal.
Gabriel se fue a un boliche. Se sentó a una mesa donde estaba una chica que se llamaba Alicia y fue una suerte porque Alicia era un nombre que le gustaba y al fin y al cabo, el nombre es lo único que importa. Todo lo demás forma parte del mecanismo del verano. Y para conversar, siempre está el mar, que es grande, infinito, inconmensurable y todo eso.
Al día siguiente, fue con Alicia a la playa. Mientras cruzaban la calle principal, vieron pasar en el Gol a los artistas del Circo Más Grande del Mundo. A Gabriel nunca se le hubiera ocurrido que la gente del circo existiera también de día. La enana iba en el asiento de atrás, mirando por la ventanilla, como un niño, o como si fuera un bulto de los que habitualmente se llevan a la playa, un bulto alicaído, lleno de ropas, de termos o de comida. Así miraba la enana por la ventanilla. A Alicia le quedaba muy poco tiempo en la Villa. Pero no importaba la cantidad de tiempo. Lo único que importaba era la intensidad de las vivencias. Por eso miraba mucho el mar, para marcar esa intensidad salvadora.
Fueron a la playa del casino. El guardavidas era el mismo tipo que había estado delante de Gabriel en la cola del circo y que había dicho lo que había dicho sobre los enanos. Estaba recostado contra su casilla, leyendo una revista. Los artistas del Circo Más Grande del Mundo estaban en un extremo de la playa, del lado del Hotel Viejo. Era muy raro, pero parecían gente exactamente igual a la otra gente, salvo la enana. Aun de día, aun en la playa, seguía perteneciendo al circo. A Gabriel le pareció que trataban a la enana como si fuera una niña entre un grupo de adultos. El guardavidas, cada tanto, miraba a los artistas con furor. Estaba nervioso, agitado. Se notaba que, si hubiera podido, habría echado a la enana de su playa.
Después, fueron al departamento. Gabriel pensó en la gente del Circo Más Grande del Mundo, que en ese momento estarían en plena función, pero los distintos números se le mezclaban. Gabriel entró en el dormitorio y vio que la chica estaba desvistiéndose, sin pensar siquiera en la cena, porque lo importante era la rapidez, la intensidad de las vivencias. Lo abrazó. Gabriel pensó que la malabarista, al fin de cuentas, no había entrado al agua. ¿Sería capaz de nadar? ¿Esas piernas y brazos minúsculos podrían sostener una cabeza tan grande, en el agua? ¿O se bañaría en la orilla, como los niños más pequeños? En algún lugar había leído que los enanos no pueden nadar.
Al día siguiente, a la playa vino la enana con uno de los payasos. Como el mar, ella era también un objeto único. El guardavidas también la miraba. El tenía su teoría según la cual los enanos venían de otro mundo. Pues bien, entonces que se queden en ese otro mundo. Pero la cosa es que no se animaba a echarla. La chica estaba feliz. Nunca había vivido nada tan intensamente.
¿Pero por qué no entraba al agua la malabarista? Mientras la chica lo acariciaba, Gabriel se adormeció, pensando que no había nada da mejor en el mundo que estar así, con Alicia y la enana.
Alguien que corría tropezó con él y lo despertó bruscamente. La gente se amontonaba en el extremo de la playa señalando al mar, los artistas hacían gestos desesperados, y enseguida entendió: la malabarista finalmente había entrado al mar y estaba ahogándose; esas extremidades minúsculas le habían fallado y no podía volver. Corrió hasta la casilla del guardavidas y golpeó la puerta gritando que corriera, pero el guardavidas ni se movió. Si los enanos se meten en el agua, es cosa de ellos. Que los salven otros enanos. Ya bastante con haberlos tolerado en su playa. Gabriel se dio cuenta de que el guardavidas, pasara lo que pasara, iba a dejar que la enana se ahogase. Lo había decidido desde el principio, desde el momento en que la vio asomar en la ventanilla de la boletería. Los enanos no provenían del verano, sino de otro lado. Que se ahoguen, entonces. Nadie va a lamentarlo. La chica estaba excitadísima con lo que estaba ocurriendo: las manecitas de la enana hundiéndose, y la gente contemplando cómo la enana se ahogaba en el mar sin remedio.
Esa noche no habría función en El Circo Más Grande del Mundo. La chica temblaba, temblaba de emoción. No importaba cuánto faltara para que se terminara el verano. Aunque sólo fueran unas horas. Porque lo importante era la intensidad, la intensidad de las vivencias. Y todo era estrictamente maravilloso.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Hablemos de internet: la lucha continúa

DIALOGO CON SILVIA LAGO MARTINEZ, SOCIOLOGA, INVESTIGADORA DEL INSTITUTO GINO GERMANI

Bueno, aquí se devela un secreto: el hipotético jinete, pese a su caballo, su galope por las pampas y sus (diversos) palenques, es un fanático de Internet. Y por eso va a buscar a quienes estudian qué cosas nuevas, qué nuevas formas de lucha permite la red de redes.

–Cuénteme, como si estuviéramos en un café, qué es lo que investiga.

–Estamos en un café, así que va a ser fácil. Ahora estoy en un grupo en el que estudiamos la cultura digital y los procesos políticos de apropiación de las culturas digitales, para la intervención política y activista. Esta actividad tiene sus antecedentes en un estudio que hicimos hace un tiempo sobre la utilización de Internet por parte de movimientos y organizaciones sociales. Empezamos analizando, fundamentalmente, los llamados movimientos antiglobalización. El eje es observar, a partir del debate sobre la sociedad post-industrial, qué tipo de transformaciones se producen en los sujetos políticos y en las estructuras de poder con renovadas estrategias gracias a los nuevos elementos tecnológicos.

–A ver... yo soy un fanático de Internet. ¿Qué estrategias se usan?

–Los autores coinciden en afirmar que en la década de los ’90 se produce un nuevo ciclo de lucha. Pero si lo miramos a nivel local, la lucha por los derechos humanos es un punto también muy importante en el uso de las tecnologías digitales para la difusión, para armar actividades, para diseño gráfico. Hoy casi todas las organizaciones sociales tienen un grupo dedicado a trabajar produciendo documentales, imágenes, creando un sitio web, además de aquellas que se dedican exclusivamente al activismo de Internet (hackeo, etc.). Nosotros nos focalizamos en aquellas organizaciones que tienen un correlato entre la calle y el mundo virtual.

–¿Y qué encuentran?

–Bueno, nosotros hemos trabajado con grupos populares (algunos de campesinos, por ejemplo) y lo que encontramos es que con el tiempo se han ido incorporando áreas de prensa a los movimientos sociales. En el Foro Social Mundial se ha conversado mucho sobre este tema, sobre la importancia de la contrainformación y de las posibilidades que da Internet para difundir un mensaje alternativo. Ahora estamos más focalizados en lo que son los grupos de sectores medios. No es que los sectores populares se queden fuera de la nueva tecnología: las organizaciones populares, más allá de los individuos particulares, están muchísimo en Internet. El hecho de que el campesino individual no pueda acceder no significa que la organización que lo nuclea esté fuera del ciberespacio. Ahora bien, nosotros, como le decía, nos centramos en las organizaciones compuestas por sectores medios, cuyo acceso a la tecnología es más cómodo.


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viernes, 11 de septiembre de 2009

Progreso

¿Nunca recuperaremos aquel tiempo,
de esplendor en la hierba, de gloria en cada flor?

¿Nunca recuperaremos esos tiempos,
en que el mundo y nosotros,
vivíamos abrazados
y el árbol y el león eran nuestros primos
y hasta la más mínima bacteria
que en muy pocos días te mataba?

¿No volverán aquellas largas noches,
cuando la madre, inclinada,
sobre el lecho de su hijo,
se preguntaba, anhelante : ¿sobrevivirá a esta noche,
de viruela, o difteria?

¿Nunca recuperaremos aquellas dulces horas,
en que la frase restallaba como un látigo?
¡Murió al dar a luz! ¡El hijo vive!,
rubricando la inmensidad del sacrificio,
que hoy el hospital banalizó?
¿Y aquellas operaciones sin anestesia, que templaban el ánimo?
¿Y aquellos treinta años (no más) que se vivían con fuerza, porque la muerte acechaba?

¿Y aquellas intensas despedidas,
que eran para siempre, porque aquel que partía,
no quebraba con cartas, ni llamados telefónicos
el abismo brutal de la distancia?
¿No han de volver?

¿No ha de volver aquella noche oscura, en la que el lobo
entraba a tu caverna, o el pirata raptaba
a tu hijo
o -¡mejor que mejor! - la peste aniquilaba
a tu familia entera, con un solo golpe?

¿Nunca recuperaremos la inocencia
de aquellas largas charlas entre amigos, matizadas,
con el canto feliz de los esclavos,
que brotaba de los campos y las minas?

¿No volverá el temor al rayo,
que te carbonizaba con gloria y artificio?
¿no volverá el papiro,el manuscrito iluminado,
la oscuridad temblorosa de la vela y la lámpara de aceite,
la ropa lavada junto al río,
por criadas hacendosas,que reían y chismeaban,
destrozándose las manos en las piedras?




¿No volverá ese respeto por los padres
que hacían y deshacían nuestra suerte,
en vez de esta camaradería obscena
que campea hoy en día?
¿Y la mano cortada,
y la mujer lapidada,
y los ojos arrancados,
por cazar en los bosques del rey?

¿No recuperaremos la inocencia?
¿No volverán aquellos buenos tiempos?
¿Todo será tecnología?

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La derrota del círculo

Copérnico fue algo así como un dios que fabrica mundos, pero el mundo que salió de sus manos estaba lleno de parches y arreglos apresurados. Para que las cosas encajaran más o menos, Copérnico (que era médico, además) le dio buenas dosis de medicina tolemaica, le agregó epiciclos, ruedas dentro de ruedas, inventó un “sol medio” que era el centro del sistema en vez del Sol; en fin, hizo lo que pudo, y le salió lo que le salió, lo cual explica (entre otras cosas) que tuviera menos aceptación de la que merecía. Entretanto, la astronomía teórica se estancaba, mientras la observacional daba un salto formidable hacia adelante con la obra de Tycho Brahe, aquel hombre de la nariz de oro (prótesis que reemplazaba a la verdadera, perdida en un duelo) y que armó un corpus de datos de un rigor nunca conocido hasta entonces. Lo que pasaba es que en el sistema de Copérnico persistía un virus que venía de lejos y que impedía que el cuerpo funcionara armoniosamente.

Pero el virus tenía los días (o mejor dicho los años) contados. Porque hete aquí que en 1601, al morir (aparentemente tras los excesos de una escabrosa comilona), Tycho Brahe entrega a su ayudante el enorme volumen de sus observaciones de precisión, con el compromiso de que las utilizara para fundamentar su sistema cosmológico (el de Tycho, en el que la Tierra estaba inmóvil en el centro, pero los planetas giraban en torno del sol, que a su vez giraba alrededor de la Tierra) y el de calcular con precisión las órbitas de los planetas, en especial la de Marte, que se le habían escapado.

Y resultó que el discípulo de Tycho se llamaba Johannes Kepler (1571–1630). Tipo raro este Kepler: un místico, profundamente imbuido de neoplatonismo tardío y pitagorismo après la lettre, que consideraba al mundo como producto de un dios geómetra que había construido el universo con los Elementos de Euclides en la mano. Había publicado un tratado bastante oscuro (y bastante disparatado para nuestros ojos modernos): Mysterium Cosmographicum, en el que introducía entre las órbitas de los cinco planetas conocidos los sólidos platónicos, en un lenguaje hermético, con consideraciones dudosas y forzando las cosas para que las cosas “le dieran”. Sin embargo, fue ese tratado el que atrajo la atención de Tycho, a raíz de lo cual lo llamó a Praga (Galileo, a quien también se lo envió, lo ignoró olímpicamente).

Kepler no se ocupó mucho del sistema de Tycho; le resultaba ambiguo, dudoso, intermedio, en un mundo donde las cosas debían ser geométricamente claras de entrada: desde muy temprano había optado por el sistema copernicano; según su platonismo y pitagorismo a ultranza era evidente que el Sol, astro entre los astros, tenía que ocupar el centro del sistema y le parecía más elegante y simétrico. En realidad, el sistema de Tycho no había tenido demasiada suerte en general, salvo para aquellos que no querían optar por ninguno de los dos grandes sistemas en pugna (el tolemaico y el copernicano) y lo enseñaban como un compromiso tranquilizador.

Así, pues, Kepler ignoró el primer mandato de su maestro, pero sí arremetió con las órbitas de los planetas, empezando por Marte, a la que atacó desde un punto de vista copernicano y se encontró con que los datos de Marte moviéndose alrededor del sol (o mejor dicho, del “sol medio”, un invento de Copérnico para ver si arreglaba el sistema) no encajaban; Kepler corre el centro de la órbita y lo ubica a medio camino entre el Sol y el “sol medio” y aun así obtiene una discrepancia de ocho minutos de arco. Era una discrepancia tolerable en los tiempos de Copérnico, pero inaceptable después de la astronomía de precisión de Tycho Brahe; “es imposible, escribe, que Tycho cometiera un error de observación de 8’; debemos agradecer a Dios que nos diera en Tycho a un observador tan excelente y buscar el origen de nuestras discrepancias en las hipótesis iniciales...”. Kepler encuentra acá la piedra angular de la ciencia moderna: rechazar las hipótesis si éstas no coinciden con los resultados empíricos, con una audacia increíble rechaza el dogma milenario que exigía circularidad (“las órbitas de los planetas no son círculos”) y se enfrasca en engorrosos cálculos en busca de la curva que dé cuenta de la órbita de Marte; “una curva simétrica, probablemente un óvalo”, rechazando una doctrina que se remontaba a Platón y su mandato: explicar los movimientos utilizando exclusivamente líneas y círculos.

Una vez roto el hechizo del círculo, Kepler empieza a ensayar diferentes formas de óvalos, hasta que advierte un error de cálculo y al corregirlo descubre que el óvalo más simple de todos, la elipse, satisface las posiciones de Tycho, siempre y cuando el Sol ocupe uno de los focos: había descubierto finalmente la verdadera forma de las órbitas, destruyendo dos mil años de neurosis circular, y formula su primera ley: los planetas describen elipses y el Sol ocupa uno de los focos, y resume sus investigaciones de todos esos años en su libro Astronomia Nova.

Que lo es: al liberarse de los círculos (que era el virus que enfermaba el sistema copernicano), Kepler libera a la vez a la astronomía de porquerías tolemaicas: epiciclos, excéntricas, ecuantes soles medios que se habían usado para forzar al mundo en un molde circular. Las elipses keplerianas dejan un sistema solar vacío de escombros y un misterio a resolver: ¿qué es lo que mueve a los planetas? Kepler especuló con una especie de fuerza magnética que emanaba del sol y los barría a lo largo de sus órbitas. Pero no, no era eso. Para solucionar el problema, tenía que entrar en funciones la tercera generación de la revolución científica. Pero lo cierto es que Kepler destrozó de tal manera el círculo que ya no le quedaron fuerzas para levantarse y seguir molestando a la astronomía.

lunes, 7 de septiembre de 2009

“Hay que escapar de la lógica política fundamentalista"

Entrevista a Alejandro Grimson

Por Leonardo Moledo y Nicolás Olszevicki

En un diálogo vacilante y heteróclito, Alejandro Grimson (doctor en antropología) explica la evolución de los problemas fronterizos argentinos, útil para analizar de qué manera se fue construyendo el imaginario social nacional y para denunciar, al fin y al cabo, una peligrosa proliferación de fundamentalismos culturales a nivel mundial.

–Comencemos hablando sobre las fronteras, que es uno de los tantos temas a los que usted se dedicó. Además sospecho que hablar de ese espacio híbrido con un antropólogo (disciplina híbrida si las hay) va a terminar induciéndonos a tener un diálogo híbrido, que suelen ser de lo más interesantes.

–Efectivamente. Bueno, mi tesis doctoral fue sobre las zonas de frontera entre Brasil y Argentina y las transformaciones que se dieron con los procesos de integración del Mercosur.

–A ver...

–Una de las cosas claras es que siempre hubo relaciones comerciales de todo tipo, sobre todo de carácter informal (porque los Estados solían desalentar el comercio conjunto). Cuando se funda el Mercosur, en el ’95, se da un proceso de formalización de esas relaciones comerciales que, de alguna manera, atenta contra las relaciones informales históricas.

–¿Por ejemplo?

–Por ejemplo: aparecen los Estados diciéndoles a las paseras paraguayas que se conviertan en exportadoras, para traer cosas de un país a otro. Lo que eran relaciones informales de muy larga data se convierten en relaciones formales. De esta manera van cambiando mucho las relaciones internacionales. Hace 50 años, los políticos locales de la zona de frontera entre Argentina y Brasil no hacían ningún convenio, ni ningún evento formal binacional, pero comían muchos asados juntos. En este momento, hacen muchísimas comisiones, instituciones y convenios, pero se conocen poquísimo entre ellos. Hoy hay mucha institucionalidad pero muy poca informalidad en las relaciones fronterizas.

–Hay una película uruguaya muy linda, El baño del Papa, que trata justamente de eso: de la vida de un pueblito fronterizo que se basa en las relaciones comerciales informales. La frontera es un lugar bien curioso, donde incluso se habla un lenguaje particular... ¿no?

–Depende dónde. Entre Argentina y Brasil hay una frontera de 1000 kilómetros, con lo cual se dan varias situaciones diferentes. Si uno va desde el norte de Monte Caseros, hay una frontera que a los militares les encantaba porque estaba llena de regimientos del Ejército (lo cual, para ellos, significaba que habían tenido éxito en la nacionalización de la gente que vivía allí). En lugares más cercanos a Misiones la situación cambia: ya no hay ciudades importantes, e incluso hay frontera seca, sin ríos, en Bernardo de Irigoyen-Dionisio Cerqueira (lo cual volvía loca a la geopolítica militar, preocupada por detener los posibles ataques del país limítrofe). Como la hipótesis de conflicto, en ese entonces, era con Brasil, era un espacio sumamente problemático.

–Y eso llevó a que el Estado argentino no desarrollara infraestructura, por el temor a que sirviera de vía de ingreso al ejército brasileño...

–Claro. En algunas áreas, de todos modos, se invertía mucho y en otras no se invertía nada. A partir del retorno de la democracia en los dos países, las cosas cambiaron. Pero el cambio de dirección no deja de ser paradójico, porque si bien ahora uno se para en Paso de los Libres y no para de ver containers que vienen hacia Buenos Aires, ese movimiento comercial sigue sin dejar nada en la zona propiamente fronteriza.

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viernes, 4 de septiembre de 2009

Elogio de internet

En el fondo de la noche
la barriada se estremece
porque en lo oscuro se mece
y está despierta Internet

Hai’ Fu (poeta chino del siglo V)

Un fantasma recorre el mundo, o mejor dicho, ya se ha asentado sobre él, una mancha que se extiende (como aquélla, verde, de Ilya Ehrenburg), un pantano, un lago, un mar, una pradera, donde entran millones de personas tratando de hacer pie y muchos más se precipitan para hacerse un lugar, buscando... ¿la salvación?

Nada de eso.

Sospecho que la invención del telégrafo, o del teléfono, o la radio deben haber producido impactos parecidos al de la red de redes (aunque nunca esa rara sensación de plenitud) que, obviamente, está modificando nuestra cultura y nuestros hábitos, y despertando iras posmodernas (y anche neo - pos pos modernas) que abominan de lo que llaman “espacio virtual”, donde presuntamente la subjetividad se disuelve en una masificación de fantasmas y bits.

El temor a lo virtual, el temor a la disolución del sujeto, desde ya, no ha de detener la marcha ascendente de la red.

Porque la red no sólo no disuelve al sujeto al prestarle un ropaje virtual, sino que lo hipostasía, lo convierte en un sujeto comunicado con su especie y apto para realizar muchos de sus sueños (en simulacro, claro está, pero ¿qué importa?), visitar paisajes y museos, leer millones de libros y enciclopedia, escuchar la música que quiera, ir a la caza de pornografía, chatear con sus iguales, discutir en foros imposibles de reunir en la “realidad” (habría que discutir por qué una reunión virtual no es “realidad”, tomar contacto con personas no soñadas, o excesivamente soñadas.

Y realizar un deseo secreto: el de las identidades múltiples: ser hombres mujer, fantasma, viejo joven a la vez, y recorrer todo el espinel que va del anonimato elegido (o sufrido) a los cinco minutos de fama inalcanzable: Internet (aunque la incluye) es justo lo contrario, absolutamente lo contrario de la televisión unidireccional y propensa a ser dominada por los poderosos de siempre y su chabacanería al servicio del hipnotismo y la estupidez.

No voy a caer en el lugar común de sostener que la red asegura la democracia “virtual” o, como sea, el tiempo dirá cómo se manifestarán ahí también nuevas formas de dominación (el poder es tozudo y no se rinde ante un mero invento) que tienen una inercia digna de mejores causas y que, probablemente, se mantengan a lo largo de los siglos (la experiencia demuestra que aun los inventos más democratizadores generan la posibilidad de que algunos grupos dominen sobre otros).

Pero mientras tanto, disfrutamos (disfrutemos) de este impensado regalo de la tecnología (¿quién se imaginó esto 40 años atrás?).

Construyamos sin miedo al “sujeto enchufado”, que sustituye las armas reales por las simbólicas (virtuales). Inerme frente al poder, el sujeto puede, si quiere, someterse a él, y si se le da la gana, lanzarle dardos tras dardos (virtuales) que desde ya no lo hieren, naturalmente. Aunque... ¿quién sabe? Tal vez alguna flecha lo rasguñe.

Che madam que parlás en francés
Y tirás ventolín a dos manos
Fabrícate algún blog en la red
Y poné el punto com a tu vida

Entrá en youtube y escuchate algunos tangos
O hacete amiga de un cafiolo en facebuk

Ché papusa oí
Las canciones verdaderas que se escuchan
[en youtub
che papusa oí
Los latidos angustiosos de tu pobre corazón
No tengas miedo de meterte en Wikipedia
Que con un click te verás tal como sos.

Sei’ Pen
(poeta chino, S. IV. Trad. L.M.)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Arbeit macht frei

Hace setenta años - 1º de septiembre de 1939 - comenzaba la Segunda Guerra Mundial que duraría hasta mayo de 1945 con la rendición de Alemania. Si bien este poema se refiere a la rendición (fue escrito cuando se cumplieron sesenta años de ella), no está del todo mal publicarlo ahora, cuando se cumplen setenta años de su inicio.

Por Leonardo Moledo

Hace sólo sesenta años
Treblinka
el enorme imperio nazi
Untermenschen
que los dioses paganos bendijeron
Mauthausen
se hundía en el fuego y el espanto

Sobibor

no se ha borrado el último tatuaje

Belzec
no se ha gastado todavía
Auschwitz
la última pastilla de jabón, no ha salido
Kristallnacht
el último vaho del gas xenón, ni se ha cerrado
Ravensbruck
la última ducha, no ha salido
Buchenwald
el último vaho de zyklon
Dieburg
no se ha depositado sobre el suelo
Gross-Rosen
la última partícula negra de ceniza
Lebensraum
que salió de las altas chimeneas

Börgermoor

Los huesos siguen ahí
Esterwegen
los cuerpos siguen ahí, todavía
Flossenburg
los trenes siguen recorriendo
Sachsenburg
la densa noche de las víctimas

Theresienstadt

Nada terminó, y es bueno que sepas
Vivara, Kangasjarvi
que si ves a Goering, a Himmler, a Hitler, a Mengele
Aurigny
que si un día te cruzás con ellos por la calle
Dachau
o los ves en una plaza descansando
Koveri
y viviendo la vejez de los justos

Breendonck

y te miran
Jüdenrät
están calculando cuándo será su nuevo turno

Neuengamme
y que vos podés ser su ansiada presa.