viernes, 29 de octubre de 2010

Sobre la filosofía de las matemáticas

ENTREVISTA AL MATEMATICO GREGORY CHAITIN
Gregory Chaitin nació en los EE.UU., pero estudió en la Argentina. El jinete hipotético tuvo una charla con él sobre la filosofía de las matemáticas. Sepa el lector que deberá forzar su atención para comprender cosas que parecen abstrusas pero que en realidad no lo son.

–No hablemos tanto del número omega, que ya está en todos lados, sino de sus posturas filosóficas sobre la matemática. Usted tiene una postura...
–Cuasi empírica, diría.

–¿Y en qué consiste una postura cuasi empírica en matemática?
–Mi enfoque es desde el punto de vista de la teoría de la información. Para mí una teoría (tanto física como matemática) lo que hace es comprimir. Comprender es comprimir. Lo que hace es comprimir hechos experimentales en una estructura más simple que los explica a todos. En el caso de la matemática es parecido: en este caso no son hechos experimentales lo que explicamos, sino hechos numéricos, y no son ecuaciones matemáticas, sino que son los axiomas de la matemática. Me parece que en ambos casos lo que hace una teoría es organizar lo que vemos en una estructura que lo hace más comprensible y nos ayuda a predecir lo que va a pasar si hacemos otros cálculos u otros experimentos. En ambos casos estoy pensando en la teoría como software, como algoritmo: en el caso de la física es un algoritmo para calcular hechos experimentales; en el caso de la matemática es más bien deducir mecánicamente consecuencias que son las consecuencias lógicas de los primeros principios. Desde este punto de vista, las dos cosas no son demasiado diferentes. Yo no veo una ruptura tan enorme entre la física y la matemática. De un lado se insiste en que las demostraciones rigurosas son una necesidad imperiosa y del otro lado el físico se contenta a veces con argumentaciones heurísticas: el físico no dice que la ecuación de Schröedinger es evidente de por sí, pero desde la matemática se insiste en que un axioma debe ser evidente de por sí. En fin: no digo que la matemática y la física son idénticas, porque eso es falso, pero creo que habría que conceder que tienen un grado de parentesco más grande que lo que se admite habitualmente.

martes, 26 de octubre de 2010

Derechos y humanos


Esto ocurrió hace un tiempo atrás. –Apareció una encuesta interesante –me dice por teléfono el director del diario–, parece que los argentinos tenemos una pésima opinión de nosotros mismos... es una encuesta de la AFIP donde dice que contratamos empleados en negro, violamos normas de tránsito, simulamos enfermedades para no ir a trabajar, no pagamos los impuestos.

–Qué infamia monstruosa –le contesté–. ¿Quién sostiene semejantes barbaridades? ¿Quién derrama esas calumnias sobre los argentinos, el mejor pueblo del mundo, el más perfecto, el único que no es pagado de sí mismo?

–Bueno... los mismos argentinos –me contesta el director– y la encuesta es de la AFIP.

–¿La AFIP? ¿Qué es la AFIP?

–La Administración Federal de Ingresos Públicos, la organización que se ocupa de los impuestos...

–¿Impuestos? –pregunté–, no entiendo... ¿qué tienen que ver los impuestos con los argentinos?

–No importa –me dijo el director del diario–, pero ¿por qué no te venís y escribís algo sobre el tema?

–Iría con gusto –le contesté– para repudiar, desmentir y destruir esas mentiras siniestras, pero ocurre que estoy un poco enfermo...

–¿Enfermo? ¿Qué tenés?

–Un virus que me tiene postrado en cama. ¿No me oís la voz?

–¡Pero si se escuchan los sonidos de una fiesta!

–Justamente –contesté–, el médico recomendó diversión, es de la corriente que sostiene que la alegría es un buen remedio, porque estimula el hipotálamo y aumenta las defensas... –pero no me gustaban los sonidos que escuchaba del otro lado del teléfono.

“Hoy en día un virus no convence a nadie...”, pensé mientras subía al coche. “Tendría que haber expuesto una enfermedad más seria, como eripsipela, que además da un aspecto asqueroso.”

El coche no arrancaba; obviamente, era un mal día. Hice señas para que alguien me empujara y también, obviamente, nadie se detuvo. Arrastré como pude el coche hasta la mitad de la calle bloqueándola completamente (ya que había coches estacionados de los dos lados e incluso algunos en doble fila). Comenzó a formarse una larguísima cola de coches que tocaban bocina y conductores que sacaban la cabeza por la ventanilla insultándome, pero yo, impertérrito. Naturalmente, nadie empujaba.

–¡Eh! –me gritó un taxista–, saque este coche de ahí o lo estrello con el mío.

–Pero escúcheme –le contesté–, ¿no ve que tengo que ir al diario para contestar una encuesta infame donde dice que los argentinos somos poco solidarios?

–¡Increíble! –contestó el taxista, atónito–. Verdaderamente increíble. Eso debe ser respondido inmediatamente. Venga, súbase al taxi.

Subí; el taxista prendió la maquinita que de entrada marcó la bajada de bandera y cinco fichas más, mientras aprovechó un hueco para subirse a la vereda y sortear mi auto.

–¿Quién dice que no somos solidarios?

–Parece que es la percepción de los mismos argentinos. Pero no sólo eso, sino que no declaramos en la aduana las cosas que traemos de afuera del país... en fin, que apelamos a todos los trucos, que no cumplimos las normas...

–No hay caso –dijo el taxista–, somos un pueblo al que nadie comprende, y por eso nos insultan, nos dicen que somos violentos... –un Peugeot intentó adelantarse; el taxista sacó un revólver y disparó sobre el conductor, cuya cabeza cayó sobre el volante bañada en sangre, mientras el auto sin dirección arrasaba con cuatro viejitas paradas en la vereda–. Y esparcen calumnias a los cuatro vientos –siguió el taxista–, ¿cómo se pretende que vengan inversiones extranjeras, si dicen todas esas barbaridades de nosotros?

Nos paró un policía.

–Escúcheme –dijo el policía–, ¿no se dio cuenta de que hace tres cuadras que viene cruzando luces rojas y que atropelló a una fila de chicos en silla de ruedas?

El taxista hizo un gesto de fastidio, sacó un billete de diez pesos y se lo entregó.

–No –dijo el policía–, de ninguna manera. Tiene que mejorar ese número.

–¿Sabe qué pasa? –le explicó el taxista–. Estamos apurados porque el señor tiene que llegar al diario para contestar una encuesta, etc. etc.. etcétera...

–¡Qué canallas! –dijo el policía–. ¡Qué criminales! Así es otra cosa. Me conformo con los diez. Lo que pasa es que como estamos en negro, tenemos que redondear... Pero vaya rápido, a desmentir esas cosas vergonzosas. ¡Reviéntelos! ¡Muéstreles que los argentinos somos derechos y humanos!

Llegamos, al fin, y me dispuse a escribir

–¿Cuántas líneas necesitás? –pregunté al director.

–Sesenta.

–¿Sesenta? ¡Pero si ya las tengo! Aquí están, y me vuelvo a la cama a disfrutar de mi enfermedad, lejos de esas atrocidades que se dicen de nosotros.

domingo, 24 de octubre de 2010

Masa Crítica

MASA CRITICA
Cambio, caos y complejidad

Philip Ball

Fondo de Cultura Económica,
557 páginas.
Personalmente, no me gustan ni la complejidad, ni los fractales, ni la teoría del caos; sería muy largo explicarlo, y este libro, escrito por el mismo autor que comenté la semana pasada, trata sobre eso. Pero lo trata de una manera muy pero muy particular: cuenta cómo históricamente se formaron los conceptos, y de qué manera esos conceptos, emanados de la física, pueden servir para comprender la sociedad (en realidad, la complejidad, ya que rechaza el caos y ¡por suerte! la teoría de catástrofes). Ahora bien: no cabe ninguna duda de que Philip Ball es un gran pero gran divulgador de la ciencia. Sus libros (tanto este como la Biografía del agua) se leen como si fueran novelas de suspenso. Puede uno estar de acuerdo o no con las cosas que plantea, pero siempre, siempre, son interesantes. Además, no son teorías de él, sino que él expone y recoge hipótesis que andan flotando en la cultura y la ciencia de nuestro tiempo con maestría, sin olvidar la historia ni la filosofía. Como dije de la Biografía del agua, altamente recomendable, en verdad.

jueves, 21 de octubre de 2010

La ciencia y la tecnología del censo

ENTREVISTA CON AUGUSTO HOSZOWSKI, MATEMATICOLos censos son herramientas clave de la sociedad que muestran la realidad de un país. Cuántos somos y quiénes somos. El Jinete Hipotético se aventura aquí en los complejos caminos del Indec.

–Le pido que se presente...

–Soy matemático, especialista en muestreo. Soy profesor de Muestreo en la Universidad Nacional de Tres de Febrero y en la sede Buenos Aires de la Universidad de Bolonia. Hace 25 años que trabajo en el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), actualmente trabajo en la Dirección de Metodología.

–¿Y a qué se dedica específicamente en el Indec?

–Actualmente la tarea que tengo es, junto con un equipo de trabajo, el desarrollo de la muestra del Censo de Población, Hogares y Viviendas 2010, que será un censo con muestra. Nuestro trabajo es el diseño de esta muestra.

–¿Cuándo será el censo?

–El próximo miércoles 27 de octubre.

martes, 19 de octubre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 36

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CAPITULO 36

La lógica joven se ha deslizado fuera de la ducha, rompiendo el ensueño gótico. Envuelta en una toalla, como si tuviera que ocultarse a los ojos de algún publico ávido y comprometedor, con una tela arrollada alrededor de sus cabellos, adopta diferentes poses: de pronto se yergue como una estatua, poniendo todos los músculos en tensión, y un instante después adopta el estilo de una gimnasta nórdica. Si el lenguaje del cuerpo lo dice todo! Quién habla por esos ojos profundos que mas que moverse parecen salir y atrapar los objetos en la jaula de la visión? Su oído finísimo percibe el lejano tintinear de una campanilla silvestre y sus brazos que parecen permanentemente surgir de los desiertos nevados de España apartan sábanas, almohadas y telas nordestinas abriéndose camino hacia el teléfono que balbucea su llamado.

-Malas noticias -dice el Comisario Inspector - Después de setenta y tres víctimas, el Jefe de Policía se ha quedado sin lógicos para ofrecer como cebo. No me extrañaría que tomara una determinación extrema, como por ejemplo arrastrar a la fuerza a un médico al sacrificio, haciéndolo pasar por lógico.- La lógica joven se pone a temblar. Aterrada, opta por el melodrama y gruesas y saladas lágrimas recorren sus mejillas cansinas y sin embargo frescas. El aletear de la muerte se cierne sobre ella, ve sobrevenir indefensa la desgracia que limpiamente amenaza apartarla de cuanto quiere en este mundo. Y, en especial, de mí.

- Y no hay ningún indicio?-pregunto- No se sabe nada del Anticuario Mayor?

-Ni el mas mínimo indicio. Me temo que tal como están las cosas, si queremos alguna pista, tendremos que fabricarla nosotros mismos.

- Y el embajador de Inglaterra ?

- Sumido en su spleen. Estamos absolutamente solos.

Me desconcerté- Y qué vamos a hacer?

-Lo ignoro.Usted sabe que mi teoría general me aconseja no hacer absolutamente nada y esperar que las cosas se resuelvan por si mismas, pero tal como esta la situación sugiero hacer nuevamente la recorrida: el barrio de los ataúdes, los diversos anticuarios, el Director del Departamento de Matemáticas.

-La repetición nunca es buena consejera.

-Ya lo sé. Pero guarda cierta coherencia. Uno siempre sabe cuál es el paso siguiente.

-Lo urgente es encontrar al Anticuario Mayor -sugerí - Por qué no empezamos por Simón de Indias o Jauretche Saint-Simon ?

- Porque violaría el orden prescripto -dijo el Comisario Inspector - y por lo tanto violaría todo. Pero si le gusta, de acuerdo, adelante.Es solo sustituir un orden por otro orden arbitrario. Podemos encontrarnos dentro de media hora en el Abasto. Qué le parece? Ahora que ya no es más un mercado y que todavía no es un centro cultural me parece propicio para los encuentros furtivos.

- Furtivos?

- Sí, porque corremos peligro. O por lo menos lo corre su amiguita. Al Jefe de Policía se le acabaron finalmente los lógicos, y ya le dije que está decidido a repetir su experimento hasta que la realidad se convenza de que debe entregarle algún resultado.

- Y entonces?                      


- Y entonces necesita mas lógicos. En SOLOG ya no queda ninguno. Y por otra parte, tomo buena nota, en su momento, de la existencia de su amiga. Deduzca usted mismo.


- En media hora.

- Antes, dijo el comisario inspector gravemente lo más rápido posible. No me parece saludable que permanezcan en su casa. Sospecho que pueden recibir en cualquier momento una visita indeseable.

-Tenemos que apurarnos -dije a mi amada, que alarmada por lo que había escuchado, estaba acurrucada en una esquina del dormitorio protegida a medias por la toalla que actuaba para la ocasión como una barrera entre su desnudez y el mundo. Se acariciaba el cuerpo, dulcemente. Y si el Jefe de Policía te atrapa?,pensé. Tendrás que ser enterrada así? Si todos mis muebles no contienen suficiente madera para fabricar un ataúd! Si tras la apariencia de la madera solo se esconden el aglomerado y el plástico! La lógica joven  urgida por mí, se viste apresuradamente, pero no deja de sollozar, de puro temor.

Es un pajarito acorralado, sujeto entre mi mano protectora y las huestes asesinas, ávidas de sacrificio del Jefe de Policía .Se imagina recorriendo su último camino junto al cartón pintado de la Recoleta y su falsa perspectiva,sus atribulados puntos de fuga,sus colores despampanantes que proclaman a cielo abierto las múltiples facetas de lo real. Nubes pesadísimas y hondas cuelgan del cielo como ropa tendida y aun húmeda.La atmósfera parece viciada por el calor y la proximidad de la tormenta.En las caras se cocina la sonrisa estereotipada del verano que envuelve con su somnolencia y su locura los actos de las gentes.Y en los cementerios los cadáveres se descomponen en sus nichos protegidos por el olor áspero del formol.Olores seniles, olores mortuorios se escapan de bóvedas y contenedores colectivos.Y sin embargo,de alguna manera,todo sigue.Las piletas municipales se pueblan de bañistas,los acondicionadores de aire crean una atmósfera artificial y agradable en bancos y oficinas.Al romper el día,trenes atestados vuelcan sobre la ciudad cargamentos de gente de los suburbios,apilada en vagones hediondos y protegidas unas de otras por el tenue limite de la ropa que funciona para estos casos como una elegante mortaja. Algunos espejismos flotan sobre el asfalto ablandado por el calor y que también ansia la tormenta repentina,ya que en el verano todo es súbito, impredictible.La cadena de los acontecimientos parece obedecer al mero capricho,a la inspiración del momento.El tejido mismo de lo cotidiano parece afectado de cierta neurastenia.La ciudad? Qué es la ciudad? Un gran masacote caliente donde los lógicos mueren sin interrupción ni defensa alguna y donde los cadáveres desnudos se pasean buscando grotescamente su última morada.

Cuando salíamos, dos patrulleros estacionaban en la puerta de mi casa. Las sirenas esparcían, por toda la ciudad, el terror.

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viernes, 15 de octubre de 2010

Ciencia y sociedad: un desencuentro

DIALOGO CON JUAN JOSE CANTERO, SECRETARIO DE PROMOCION DE LA CIENCIA DE CORDOBA

Pobre jinete, él, que debe saltar de provincia en provincia, de disciplina en disciplina, de las tortugas a las estrellas buscando la verdad científica, si es que tal cosa existe. Pero si la verdad no llegara a existir, igualmente se puede administrar en beneficio de todos.
Desde Córdoba

–Bueno, a ver. Dígame ¿cuáles son los desafíos del sistema de ciencia argentino y de la provincia de Córdoba?

–Todo lo que tiene que ver con la difusión y divulgación de la ciencia.

–Bueno, pero por qué...

–La Argentina en el caso de investigadores individuales no está mal posicionada según los indicadores de ciencia y tecnología en la escala latinoamericana. Ahora, cuando uno evalúa sistemas, cuando tiene que evaluar el impacto de una investigación no es fácil. Aparecen unos cuantos déficit en lo que yo veo que es la transferencia del conocimiento a los que debieran apropiarse de él. Tanto la sociedad, la gente común, como quienes debieran aplicar conocimientos de punta y sólo lo hacen fragmentariamente y sin la plenitud que se merecen los avances que tienen los mismos conocimientos en su propia región o país. Eso es porque sencillamente hay un abismo entre la sociedad y la producción de conocimiento.

martes, 12 de octubre de 2010

El fin de la ciudad de Omèlas y mi amigo J*



Para J*
Para la divina Ursula K Le Guin

El hombre se sentó en La Orquídea y desparramó una mirada triste sobre todos los presentes. La gorda se puso a llorar, a mí se me saltaron las lágrimas, y Dora ensayó unos pucheros.

“Yo viví en la ciudad de Omèlas –dijo el hombre–. Omèlas, ustedes saben, la ciudad de la perfecta felicidad, felicidad sostenida por la prisión de un niño en condiciones execrables, revolcándose en sus propias heces y sin ver jamás la luz del sol y grita que prometiendo no hacer nada malo. Y la gente lo mira y no hace nada, pero hay quienes, después de presenciar ese espectáculo, abandonan la ciudad para siempre; hay quienes quieren quedarse y salvar al niño de su horrible condición, sacrificando así la felicidad de toda la ciudad, pero se quedan con las manos vacías y los cerebros inútiles, al poco tiempo comprenden que no se puede hacer nada y después se olvidan. Pero hay otros, como dije, que se van y corren el riesgo de internarse en los pantanos que rodean la ciudad.

Anteayer partió mi amigo J*, que antes de irse me cubrió de insultos, tal vez porque yo no me iba, tal vez porque es su forma de expresarse; lo cierto –me lo dijo– es que se alejaba de mí para siempre.

Pero tres días después, me fui yo, decidí abandonar ese sitio de felicidad y horror, siguiendo los pasos de mi amigo J* y esperando encontrarlo en el camino que serpentea en medio de las ciénagas, y ubicarlo en el río de peregrinos que se van. Empecé a liar mis petates, mis botas de goma, mis libros sobre las tortugas y las estrellas, mis poemas sobre la tristeza y la dicha, mis instrumentos musicales, los adornos que tanto amaba, la pequeña escultura en forma de ángel que siempre me calmaba en los momentos de desdicha, cuando pensaba en el niño encerrado.

Y cuando termino y monto mi automóvil, me asalta un pensamiento terrible: ¿para qué querré aquellos objetos que ahora cargo, en un camino que se hunde en la noche estúpida y asquerosa de las ciénagas; por qué no hago como mi amigo J*, que huyó desnudo como el personaje de Teorema en la película de Pasolini. Detengo el coche en el mojón que marca el límite, que separa la felicidad del sufrimiento y la libertad en que estoy, en la oscuridad que no da tregua, la desdicha que acabo de elegir, miro los paquetes, todo me parece superfluo, ¿para qué quiero todas esas porquerías, para qué quiero arrastrarlos por el camino infinito de la desdicha y la desesperación? Así que saco un fósforo e ilumino la noche, que no por ello deja de ser menos espesa.

Y de pronto me doy cuenta de que la felicidad y el horror de Omèlas son tan extremos que no deberían existir, ni aun en la ficción; tomo entonces los bidones de nafta que había llevado para alimentar el camino, los arrojo, y veo cómo la ciudad entera se convierte en cenizas y siento un enorme regocijo, el último que experimentaré en ese mundo en el que me interno, mientras la ciudad ficticia queda borrada de la faz de la Tierra y sus cenizas, arrastradas por un huracán ficticio, se dispersan y se pierden de vista en el horizonte, mientras el niño, casi carbonizado, es depositado sobre un árbol que inmediatamente florece y lo devora.

Miro al costado y me encuentro con mi amigo J*, que ahora me sonríe, y luego me abraza, mientras en el horizonte las cenizas se siguen dispersando en la negra noche de las víctimas.”

viernes, 8 de octubre de 2010

Cabalgando al borde del Alzheimer

ENTREVISTA CON FLAVIA SARAVIA, BIOLOGA, DEL CONICET Y LA UBA
 A veces olvidar es difícil, otras veces somos incapaces de recordar. Como en tantas oportunidades, el Jinete Hipotético cabalga por los caminos de la memoria para preguntarse, en este caso, por la vejez de nuestras queridas neuronas, sus causas y consecuencias.

–Usted es...
–Bióloga, doctora por la Universidad de Buenos Aires e investigadora independiente del Conicet.
–Cuénteme qué es lo que hace...
–Nuestra área son las neurociencias y, en particular, trabajamos en el proceso de envejecimiento del cerebro, tanto el normal como el patológico (es decir, en determinadas enfermedades que afectan el cerebro).
–Alzheimer, por ejemplo...
–Exactamente. Trabajamos con un modelo de Alzheimer en ratones. Es un ratón transgénico que con el tiempo desarrolla una enfermedad bastante similar a la que desarolla el hombre. Nosotros trabajamos en áreas particulares del cerebro, áreas que son muy plásticas y que tienen que ver con el sistema límbico (que está relacionado con los procesos de aprendizaje, de memoria, con los sentimientos). En particular, dentro del sistema límbico, trabajamos con una estructura que se llama hipocampo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Segundo Premio Nobel para el carbono

Este año, el Premio Nobel de Física fue para los rusos Andre Geim y Konstantin Novoselov, que trabajan en la Universidad de Manchester, por haber logrado aislar el grafeno, una red cristalina de un átomo de espesor con sorprendentes propiedades.

En todas las esquinas, en las tabernas, en la intimidad de las alcobas, la gente se felicita porque el Premio Nobel de Física correspondió este año al ibuprofeno, que tantos dolores de cabeza solucionó.

Pero se equivocan; si a alguien hay que felicitar es al carbono, sexto elemento de la Tabla Periódica, que ha recibido su segundo Premio Nobel (Kroto, Curl y Smalley, 1996, por su trabajo con los fullerenos) y que ahora ha elevado una nueva forma de existencia, a las ya conocidas del grafito (que compone la mina de un lápiz común), al diamante, que se obtiene sometiendo al grafito a enormes presiones (que acrecientan su valor, claro: imagínense un lápiz de diamante) y a los ya mencionados fullerenos (grandes moléculas de carbono), a las que se agrega ahora el grafeno.

Grafeno: fácil de deletrear, pero increíble por sus propiedades. En efecto, el grafeno constituye láminas (o redes) de carbono de sólo un átomo de espesor. Si uno piensa en el grosor de un átomo, da escalofríos. Y más si uno piensa que muchas veces ha lidiado con el grafeno, desde el jardín de infantes: cada vez que se apoyó el lápiz para dibujar un esquema infantil puede haber depositado una lámina de grafeno sobre el papel, ya que un milímetro del grafito del lápiz consiste en multitud de láminas superpuestas (más o menos tres millones, lo que da una idea de lo complicado que puede ser despegarlas). Pero, así y todo, alguna vez puede haber quedado una sola (lo cual no significa que todos nos merezcamos el Premio Nobel).

Se lo llevaron (con justicia), y se alzaron con 10 millones de coronas suecas (920 mil euros, 1,2 millón de dólares), los científicos rusos Andre Geim y Konstantin Novoselov, que trabajan en la Universidad de Manchester. En 2004 lograron aislar (y ahí está la historia) una lámina de grafeno, una sola de esas capas de carbón, de manera estable. Ayer fueron premiados por la Real Academia de las Ciencias de Suecia.

lunes, 4 de octubre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 35

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CAPITULO 35

Yo mismo vivo ajeno a todo aquello. La insoportable simetría del amor me permite flotar por encima de esta marea,del mismo modo que las calles parecen flotar en la luz merced a la especial cualidad del verano, que cubre la ciudad como un manto térmico.

Las patrullas policiales recorren la ciudad buscando lógicos para el sacrificio y las sirenas forman un tejido armonioso, que sostiene la noche demencial, orgánica como un cuerpo vivo, como si hubieran decidido concertar determinada melodía inasible y profunda,impidiendo la consolidación del silencio. Los sonidos vienen en todas direcciones, a veces tenues, apagados, pero relacionados unos con otros en cuartas y en octavas, en tonalidades armónicas que sugieren terror.

No puedo ignorar, a esta altura, la falacia del amor, ya que, de acuerdo a las convenciones del género policial, el amor es siempre una pista, el eslabón que permite remontar las cadenas de la evidencia. A veces corro el riesgo de caer en la esfera de lo sentimental, con lo cual todo cambiaría, pero cómo evitarlo? La lógica joven ha nacido para el goce y junto a ella todo parece simple, su cuerpo tiene agilidad de anguila, que toma por asalto las esquinas del placer. Nos despertamos y vemos que la oscuridad es ilusoria, aún de noche.

Llega el día,y nosotros, qué haremos? La lógica joven se ha encerrado en el baño y oigo deslizarse sobre ella el frescor estival del agua fría. La oscuridad ha dejado tras de sí lúnulas calientes, que perfuman este amanecer estruendoso. Lady Chevesley se acurruca en el lecho del terrible Bairoletto. Escucha el canto de los anticuarios de San Telmo? Se dejó invadir alguna vez por el ritmo compadre del dos por cuatro? Vio alguna vez la miseria de los niños que piden limosna en los subterráneos, tornándolos tan sombríos como los túneles de la Plataforma de Elsinore? Percibió acaso los reflejos ominosos de la mesa de billar que brilla dondequiera este el célebre bandido? Nos iremos a España, le dice él. Allí olvidarás tu pasado, cerca de una raza sagaz y conquistadora. Cazaremos molinos si hace falta, o beberemos el agua de las rías gallegas, o nos consumiremos en el fuego de la falla valenciana.

Y cabalgan.Cruzan la Provenza, escuchan los restos de la langue d'oc, y se horrorizan ante los relatos de la cruzada que el Señor de Monfort dirigiera contra los albigenses. Atraviesan los Pirineos como una exhalación, sembrando la destrucción y el terror a su paso, como si montaran el espíritu del delito.


 Podrá Lady Chevesley escapar, en esta loca carrera a la pasión que sintió por Sir Antony Parsons, podrá olvidar la lucha sin cuartel contra el pomposo caballero Guillaume de la Tour? Podrá sustraerse al recuerdo del siniestro festín de Leontino Melazzi? Alcanzará la felicidad de la memoria? Qué sentirá al inhalar los colores grotescos, goyescos, de la tierra española? No extrañará el privilegio de la razón francesa, que aquí se resuelve en un barroco desorbitado? Tomará partido por los ángeles o por los demonios que luchan por la posesión de esta tierra?

 Y los moros? Donde están los moros? Han sido expulsados, dice el terrible Bairoletto, por real cédula, y han partido llevando las llaves de las casas antiguas de la ciudad de Córdoba y Granada. Los encontrarás dentro de unos siglos en Túnez, añorando los alijares prolijamente labrados, y los jardines de cristalinas fuentes, que sustituyen por el placer el goce de lo verdadero.

 Pero que toros son aquellos, que como manadas enloquecidas se precipitan al vado? Son los toros de tu imaginación, concebida para la niebla de Londres y no para los colores festivos y chabacanos de la fiesta taurina. Y aquellas palomas, que descienden como tigres para cebarse en los enemigos vencidos? Y esos mosquetes que se arman para la lucha en Flandes? Y aquellos bajeles de Su Católica Majestad? A dónde parten? Por qué se internan en la Mar Océano? Por qué ese impulso aventurero de la Europa mercantil, que ya arma sus telares mecánicos y sus máquinas de vapor para salir a la conquista del mundo? Es el arrullo de los tiempos, responde el terrible Bairoletto, que en la oscuridad de una tasca ha aceptado una partida de billar contra un desconociodo de aspecto infantil y estatura miserable. La espada de sangre ha descendido sobre esta tierra terrible, cuna de gazpachos, adoradora del olivo, tributaria del color agazapado tras el claroscuro... Y aquella flor que ilumina densamente la humareda de la noche, que parece disolver el sonido de las guitarras andaluzas, y las fallas valencianas, que hace olvidar la sardana, que eclipsa la zarzuela, y hasta oculta las nubes de humo industrial de Barcelona? Aquel resplandor, que parece rimar consigo mismo, esa luz que parece un sonido? Qué es?

Y el terrible Bairoletto le responde: es la flor gitana.

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