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viernes, 6 de mayo de 2011

La Dama de la Torre: Capítulo Final

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Para todos aquellos entusiastas y temerarios que hayan llegado hasta este punto de no retorno va dedicado el último capítulo de La Dama de la Torre y su Epílogo.


CAPITULO 47

-Debí darme cuenta desde un principio-, dijo el Comisario Inspector.-Cuando encontré los best-sellers mezclados con los libros de filosofía. Pero desgraciadamente, la lógica de los hechos difiere del funcionamiento de la imaginación y se concatena de manera distinta. Que los lógicos de SOLOG leyeran La Dama de la Torre podía parecer una curiosidad, que usted lo estuviera traduciendo podía ser una coincidencia, pero que los copistas del Anticuario Mayor la pasaran a palimsestos adquiría el volumen de lo evidente.

-Lo evidente es siempre fatal, comentó el embajador de Inglaterra, llevándose a la boca un puñado de trufas de una manera muy poco inglesa -la realidad no se cansa de demostrarlo.

-La continuidad de La Dama de la Torre establecía una conexión. Pero las conexiones, como ustedes saben, son formas inertes, vacuas, que se rellenan según las conveniencias del caso. La existencia misma de los géneros literarios descansa sobre este hecho singular, que sostiene, es preciso decirlo, todo el edificio de la literatura.

- ¿Y bien?

- Y bien nada -dijo el comisario inspector, ante el asentimiento de todos y mi completa estupefacción.- Detrás del problema de los ataúdes, como detrás de todo asunto, y según lo describió genialmente Marx, solo hay una vulgar maniobra comercial un puro artificio especulativo, un caso elemental de chantaje a la sociedad: guardar los ataúdes, almacenados para venderlos mas caros. Sir Antony Parsons, que parece dormitar tan asiduamente a lo largo de esta intriga podría decirnos algo más al respecto.

Sir Antony Parsons abrió un ojo lentamente y se paró, luego volvió a sentarse y amodorrarse. En realidad, para los fines de la novela, no había hecho sino cambiar de lugar.

- ¿Eso era todo? ¿Simple especulación? dije Pero y entonces quién asesinaba a los lógicos?

- Ah -dijo el comisario inspector- creo que ahí radica el quid de la cuestión, siempre suponiendo que haya una cuestión, y que sea necesario ponerle un quid.

- Una cuestión sin un quid carece de sentido- apuntó el embajador de Inglaterra Cuando los filósofos se den cuenta de que deben abandonar las cuestiones para concentrarse en los quids, habrán dado un inmenso paso hacia adelante.

- Y sin entrar a discutir el problema de la evolución de las especies, dijo el Director del Departamento de Matemáticas Ahí también hay un quid que nadie ha descubierto. Todo el mundo se maravilla de que las ostras, después de algunos millones de años, terminen convirtiéndose en caléndulas. ¿Pero dónde está el quid?

-En lo microscópico- dijo el embajador inglés-. En lo microscópico está el quid de todo.

-Tal vez tenga razón dijo tristemente el Director del Departamento de Matemáticas pero la desgraciada verdad es que hoy la filosofía lo ha invadido todo. Uno ya no puede desarrollar sus investigaciones en paz, sin tener a su lado un comisario filosófico que trata de someter a una ciencia pacifica como la biología, a las necesidades de la lógica formal. Han llegado a objetar la noción de ciervo, con el argumento de que pertenece a un paradigma del pasado. Han negado la noción de pez, basándose en odiosas teorías antiplatónicas. Han ridiculizado la noción de planta, acusándola de ser una definición difusa. Han rechazado a Darwin diciendo que era solo una expresión de la chochera decimonónica. Me han acorralado: sin ciervos, ni peces, ni plantas, ni Darwin,  qué queda de la biología?

-Las células y los movimientos -contesto sin inmutarse el embajador inglés-. Si hay algo que la filosofía y la lógica no se atreverán jamás a atacar, son las células y los movimientos, ese desarrollo ondulatorio –“¿Por que ondulatorio?”, pregunto Avelino Andrade, sin que el embajador inglés se molestara en contestarle- que lleva a los ácidos nucleicos, como usted decía, después de unos pocos millones de años, a transformarse en ostras, en fucsias, o en ciervos.

- ¡Pero si los ciervos han sido desterrados! se lamento el anciano biólogo  La anarquía filosófica ha llegado hasta tal punto, que ya no se permiten los ciervos.

-Porque usted los muestra como sistemas -contestó con perfecta tranquilidad el embajador de Inglaterra, mientras saboreaba un nuevo puñado de trufas-. Describa usted sus ciervos y sus especies como simples conglomerados de moléculas, y ya verá como los comisarios filosóficos dejan de molestarlo.

El giro de la discusión empezaba a fastidiarme. ¿Y el quid de esto? pregunté ¿Y los lógicos? ¿Quién asesinaba a los lógicos?

-Ah -dijo el comisario inspector- ¿Quién asesinaba a los lógicos? El Jefe de Policía, por supuesto. Y a la vista de todos.

Nos dimos vuelta hacia él. Se había puesto colorado como una amapola y se había arrimado a una pared. Viéndolo así, parecía insignificante, indefenso. Nadie lo hubiera creído capaz de asesinar a tantos lógicos.

-Y mucho más -dijo el comisario inspector-. El Jefe de Policía y Sir Antony Parsons trabajaron en equipo desde el momento en que se encontraron y comprendieron que tenían un único y mismo enemigo: el terrible Bairoletto. Pero mientras Sir Antony Parsons quería recuperar a la Dama de la Torre, y con ese objetivo fraguó toda esta historia de los ataúdes para desorganizar la memoria y obligarla a emerger, apoderarse de ella y detener para siempre esa sucesión infinita de huidas y encuentros, el Jefe de Policía tenia miras mas altas. El aspiraba a operar una revolución completa en la metafísica, alterando el statu quo de las cosas en si. Quiso destruir todo aquello que fuera continuo, en beneficio de lo puntual, de lo no relacionado, que nutre el universo policial e infantil. La falta de ataúdes, más allá de los beneficios monetarios que reportara y que sin duda compartió con Sir Antony Parsons, le era útil para romper la unidad de la memoria. La desaparición de los lógicos le era esencial para romper las cadenas de la causalidad que unifican y dan sentido a lo cotidiano, y que, retrospectivamente, conforman la historia. De esta manera, lograría imponer la anécdota, y con ello, podría hacer lo que nadie ha logrado aun, interrumpir...

Entonces se levantó el Anticuario Mayor. Erguido, encaramado sobre si mismo, su figura encarnaba lo real. Con la punta de su bastón de plata señaló acusatoriamente al Jefe de Policía, y por las hebras de la madera corrió el imperceptible estremecimiento del delito. La voz del Comisario Inspector se extinguió lentamente, como una sonata que retrocede ante la prepotencia de la opera. La cadencia de su voz recomponía los nexos entre cosas incausadas, restableciendo el fluir del mundo de las antigüedades, el invisible hilo que genera el azar y por donde se cuela, para luego instaurarse y abarcarlo todo, la novela.


"Usted quiso interrumpir el proceso de reconstrucción de la memoria.
"Usted quiso instaurar el reino de lo fugaz.
"Usted logró desorganizar el mercado de antigüedades, que es la garantía de la "historia”.
"Usted quiso destruir la historia, sumir al delito en la inoperancia.
“Usted quiso terminar con la saga, que no es sino el permanente suceder, estableciendo redes, fragmentos, experimentos, "cuadriculados, excluyendo sucesos por obra y gracia de su divina voluntad.
"Usted quiso reducir la realidad a fragmentos dispersos, para después ordenarlos según su capricho, y dar un fundamento metafísico a su arbitrariedad.
"Usted interrumpió el desarrollo de los géneros literarios y los obligó a luchar entre sí.
"En suma: USTED QUISO DETENER EL FLUIR DE LA NOVELA. "


El Jefe de Policía se había acurrucado en una de las blandas esquinas del refugio, hecho un ovillo. Maternalmente,el comisario inspector lo esposo.

- ¿Y entonces? –pregunté-. ¿Nos vamos a quedar sin saber el final de La Dama de la Torre?

-No sea ingenuo. Lo sabremos, aunque solo en parte, ya que La Dama de la Torre, como usted habrá comprendido, no puede tener un final -dijo el comisario inspector volviéndose hacia la lógica joven Milady-. ¿Puede usted decirnos lo que va a ocurrir a continuación?

La lógica joven vaciló. En realidad, vibraba. Eran dos tramas superpuestas, dos géneros literarios, que luchaban por apoderarse de lo real. ¿Cuál de las dos sucedería? Finalmente, Lady Chevesley retrocedió hasta el subterráneo y empezó a internarse lentamente por él.

- Me lo temía -dijo el comisario inspector-. Verdaderamente me lo temía.

Como un rayo, Sir Antony Parsons despertó y se lanzó tras ella.

Me di vuelta hacia el Anticuario Mayor. -Hay una cosa que querría preguntarle -dije.

Pero el Anticuario Mayor permaneció inmóvil, secreto, impenetrable. Apenas se bamboleo un poco, como un péndulo. Miré hacia el túnel, y alcance a ver la amada silueta de la lógica joven,que desaparecía para siempre en un recodo, y tras ella, a Sir Antony Parsons, que se perdió en la oscuridad. No había una razón concreta que justificara esa persecución.

Simplemente, sucedía.









EPILOGO

Estábamos de nuevo en la calle Bulnes. El comisario inspector subió al Jefe de Policía al patrullero, y lo despachó hacia su destino. Yo todavía refunfuñaba.

- ¿Por qué se enoja?- me preguntó.

- Porque hay cosas que me quedé sin saber.

- En efecto, hay cosas que no sabremos nunca. Una de ellas es cómo hicieron para meter el helicóptero adentro de ese túnel.

- Sí, pero además, el Anticuario Mayor no se dignó contestarme, y por lo tanto no me quiso revelar un misterio que, para mí, quedó en misterio.

- ¿Cuál?

- Hay un personaje cuyo destino final no conocemos, y yo, justamente...

El comisario inspector empezó a reírse.-Si es por eso, no se preocupe. Aunque, como usted dice, no haya obtenido respuesta. ¡El Anticuario Mayor! ¿No se dio cuenta de que ha tenido el raro privilegio de estar en presencia del mismísimo y terrible Bairoletto?

             FIN

lunes, 18 de abril de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 46

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CAPITULO 46

La guarida, vastísima y enjoyada con aires de palacio ducal, era un lugar hermoso y complicado: cortinajes gruesos y abundantes almohadones le conferían una punzante blandura, mientras que el aire algo rarificado del subterráneo introducía en lentas ráfagas cierta sensación de fábula. Objetos de todo tipo esparcidos por el suelo, y colocados sobre tarimas, completaban la decoración. Pero el desorden de las formas encubría el orden profundo de los objetos. En el centro, alrededor de una mesa circular, estaban sentados el embajador inglés, el Director del Departamento de Matemáticas, y un anciano terrible que enseguida reconocimos: era el Anticuario Mayor.

Formaban un curioso trío. El Director del Departamento de Matemáticas estaba disperso en una ensoñación biológica y el embajador comía trufas, saltadas en una sartencita minúscula y portátil, que se llevaba parsimoniosamente a la boca, como si fueran, en verdad, átomos.


El Anticuario Mayor era un anciano robusto, ampuloso, esquelético. Se movía lentamente, como un símbolo. Estaba envuelto en una túnica negra y todo en el era extraordinario. De su cuerpo fluía alguna otra realidad que se depositaba sobre los objetos circundantes como un segundo armazón. Estaba construido y pensado para evitar la solemnidad, para oscilar fuera de lo perecedero, para emitir partículas inmortales. A primera vista, era imposible decidir si pertenecía verdaderamente al orden natural. El torso se erguía como un grupo de columnas, y los ojos giraban continuamente en un rostro por completo inexpresivo que, sin embargo, sugería lo vivaz. Era un misterio, porque las miradas eran huidizas y se escurrían circularmente entre los objetos, como lagartijas. La túnica, plegada como en una estructura bidimensional, sintetizaba por completo los torrentes del perdón y del delito.


Atrás, en un segundo plano, sobre un costado, recostado en la alfombra, dormitaba Sir Antony Parsons, el traficante de ataúdes. No parecía tener mas importancia que un mueble, pero apenas la lógica joven lo vio, la recorrió un extraño escalofrío y empezó a mover los brazos, terriblemente agitada. Simétricamente, sobre un banquito tosco, poco trabajado, se mantenía en tieso equilibrio Avelino Andrade, presidente del sindicato combativo de obreros funerarios. Todavía enfundado en su mono de albañil. Movía las manos nerviosamente, como si no supiera que hacer con ellas, buscando un asta que empuñar,el extremo de un cartelón que expresara sus ansias de protesta social. Sin embargo, la Revolución parecía haberse apagado en el. Hacia un costado, una tarima colocada en posición inútil subrayaba la futilidad de todo. En el extremo opuesto al nuestro, se abría una puerta de metal, y apoyado en ella, un objeto extrañísimo, que al principio nos fue imposible reconocer.

Era un ataúd. Nuestra irrupción lo había hecho oscilar, y las manijas de bronce reflejaban la luz de las bombitas, encandilando por momentos. Era el objeto anhelado, la forma purísima, y como tal, era absoluto. Era la perfecta transición entre el cuerpo humano y la materia inanimada. Un logro que iba mucho mas allá de la vasija y que reducía a la pirámide a un ensayo totalmente primitivo, a un tosco intento de pueblos salvajes. La madera, curvada, parecía sonreírnos, bella en su pureza ontológica, conectada divinamente con lo inorgánico, ensamblando sin ruido el Ser inmóvil e idéntico a sí mismo, y el Devenir, dando continuidad a la permanencia temporal, y siendo, a la vez, el río de Heráclito, en el que nadie se baña dos veces, pero que garantiza la transparencia de la naturaleza y la cultura: la madera nace de la tierra, se transforma en ataúd y vuelve a ella, devolviendo también parte de la civilización. Asegura, en fin, la reinstauración de la novela. Y el bronce? El bronce también, aunque corresponde a un momento mas lento, mas extático, de mas piadosa extinción. Los manillares de metal son los huesos del cajón, su materia mas permanente, que va a parar a sus osarios naturales. Estos son, naturalmente, las torres, donde las manijas, ya en forma de campanas anunciaran con la misma solidez el toque de difuntos y el ángelus.

-Y bien dijo el embajador de Inglaterra me veo obligado a confesar que los estábamos esperando.


-Con la profunda convicción de que esperar es un acto inútil completo el Director del Departamento de Matemáticas Esperar implica una tautología, y por lo tanto se opone al orden permanente de la historia natural, que es, por naturaleza, diversidad, renovación de las condiciones iniciales

-No del todo contesto el Comisario Inspector, tratando de disolver esa arbitraria separación entre "ellos" y "nosotros",producto tan sólo de la situación ya que las condiciones iniciales, aún en la biología, permanecen. En realidad, todo el desarrollo ulterior esta contenido en ellas.

-Desarrollo ulterior que, por otra parte, para un observador microscópico no representa ninguna sorpresa- dijo el embajador de Inglaterra Los ácidos nucleicos evolucionan hasta dar ballenas y cucarachas. Y un observador honesto, que ve? Solo átomos, moviéndose en el vacío, y obedeciendo a las leyes siempre vigentes de la dinámica.

-Sin embargo, hasta los átomos se organizan, formando cristales, relojes químicos y ecosistemas contesto el anciano naturalista Las moléculas se tornan complejas, y la complejidad esta en la base misma de la biología y es el sustento de la novela. La tensión entre lo reversible y lo irreversible, representado básicamente por los flujos de calor, que se deslizan de lo caliente a lo frío y nunca al revés, garantiza la evolución térmica de la realidad, que, aunque sea desagradable, es al fin y al cabo una evolución.

Imprevistamente, Avelino Andrade intervino en la discusión La realidad fluye,- dijo con voz profunda, de barricada la historia transcurre, siempre en un solo sentido.

-La realidad no fluye, contesto el embajador inglés, sin siquiera darse vuelta apenas se dilata.

El Anticuario Mayor, lentamente, movía la cabeza de un lado a otro. No parecía interesarle el diálogo, y sin embargo, contenía todo el misterio.

 Y cuál era el misterio que enturbiaba la cristalina limpidez de la escena? Cuál era la realidad de la escena? Qué se representaba? Dónde estaba la verdad? El Jefe de Policía se mantenía apartado, como si todas nuestras presencias, por el solo hecho de estar reunidas en un haz, fueran una acusación. La agujita del fotómetro seguía vibrando.

- Y bien dijo el Comisario Inspector me parece que ahora esta todo claro.

El embajador de Inglaterra asintió. El Director del Departamento de Matemáticas inclinó la cabeza, rindiéndose ante la evidencia.Ser Antony Parsons cabeceó, dormido. Hasta la lógica joven movió los brazos en el aire, afirmativamente. Del mismo Anticuario Mayor, que permaneció recto e inmóvil, partieron las ondas de lo positivo.

El Comisario Inspector abrió la puerta de metal: daba paso a un galpón, un gigantesco depósito de ataúdes, apilados como cadáveres, y madera, y grandes cantidades de maquinaria fúnebre, trabajando a todo vapor. La madera era cortada de los árboles por grandes sierras, y tensas líneas transportadoras entregaban los rollizos inmunes, no violados, en las bocas de las lustradoras, las pinceladoras, de donde, por un enorme embudo, las tablas brillosas emprendían el camino final. Detrás de una cortina impenetrable, como en una bruma imposible e irreal, las electrodisipadoras recibían el material rutilante, fresco, y lo transformaban en ataúdes maravillosos. Y de la madera negra, enredada en las manijas de bronce, siguiendo las finas curvas de las tapas, las capas superpuestas que les conferían lucidez, nacía, como si viniera de un espacio meramente ficticio, el tallo curvo, orgánica, artificial y verdadero de la flor gitana.
Quise adelantarme, quise ver lo que adivinaba más allá: envueltas en el denso vapor de las tecnologías, rugían las máquinas que eran el objeto de mi anhelo, las verdaderas máquinas que yo quería ver, y que no pueden contemplarse sin temor: las electrodisipadoras. Pero el ligero toque de un bastón me impidió avanzar. Quise moverme y no podía, mi cerebro dio las órdenes, pero los músculos no obedecieron, los ojos miraron y no vieron, los oídos escucharon y no oyeron. La vara que el Anticuario Mayor sostenía impidiéndome el paso era una barrera profunda, un pozo negro, una corriente helada de fuego frente a la cual se detenían la observación y la memoria, un límite muy preciso entre Lo que Se Puede Ver y Lo que No debe Observarse Nunca. El Comisario inspector me puso una mano en el hombro.- No trate de verlas dijo Deje que las cosas se detengan aquí. Especialmente ahora, que todo está perfectamente claro.

Pero yo permanecía en la duda, entre tanta certeza.

- Está todo perfectamente claro repitió el Comisario Inspector, cerrando la puerta.- Lo extraño es que haya tardado tanto tiempo en estarlo.

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martes, 5 de abril de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 45

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CAPITULO 45

Guiados por el resplandor, nos internamos en el túnel, avanzando despacio, ya que la realidad debe resolverse lentamente, los objetos deben acomodarse de a poco al papel que les toca cumplir, ya que, de lo contrario, corren el riesgo de transformarse en símbolos que no significan nada. Esto alegra a la lógica joven, ya que la detención nos aproxima a las esencias del discurso, desplazándose por esta mezcla de oscuridad y resplandor, que le confiere volumen y vacío como si una sucesión de ecos y silencios se encadenaran persiguiéndose, y formando un silencio repetitivo y estéril que no es capaz de quebrarse por sí mismo. Nuestros pasos suenan siempre al unísono, como si obedecieran a una rutina militar. ¿Subimos o bajamos? ¿Qué vericuetos de SOLOG exploramos con nuestros pies ávidos y temblequeantes? Cada tanto, chocamos, como una larga fila de soldados que se detiene de pronto y en la que el choque entre soldado y soldado va expandiéndose hacia atrás como una onda de sonido. El fotómetro, que en este caso nos sirve de brújula infalible, a donde nos conduce? Parecemos una alegoría de la humanidad andando a tientas de la mano de la tecnología. ¿Hacia dónde iremos?

Al misterio de las cosas, alimentado por el halo de luz casi invisible de la flor gitana.

 ¿Cómo puedo decir cuanto anduvimos por aquella galería subterránea, si los números son siempre inexactos, establecen sólo una leve tensión entre lo que mide y lo que es medido, entre la extensión cartesiana y geométrica y la dureza de la realidad? A los cincuenta o cien pasos, súbitamente la pared del túnel dejo al descubierto un nicho. Prendimos un fósforo. El fotómetro, irresuelto, oportunista como todos los aparatos, vaciló.

En el centro del nicho hermético, de paredes de piedra, a duras penas conteniéndolo, estaba estacionado el  helicóptero. Las aspas, levemente, todavía giraban. A su lado, estaba estacionado un peugeot azul.


 ¿Qué hacia el helicóptero allí, en ese hueco subterráneo? No era posible, y sin embargo, era verdadero. Temblando al compás de la llama incierta del fósforo, la imagen venia del aparato hacia nosotros. Y esa era sustancia real, que pasaba directamente de la imposibilidad a la memoria.

Diez metros más adelante, el túnel desembocaba en una puerta acolchada que se abrió apenas la empujamos. Un cintillo trinó en la oscuridad y escuchamos un eco lejanísimo y vasto. Nos dijimos: estamos llegando a un lugar inmenso y a oscuras, salvo el lechoso resplandor, que no era sino eso, resplandor puro, que no iluminaba nada. El Comisario Inspector palpó la pared, encontró una llave, y encendió la luz.

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viernes, 18 de marzo de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 44

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CAPITULO 44

De un disparo, el Jefe de Policía hizo saltar la cerradura que clausuraba el portón: las puertas se abrieron a causa del impacto, y las astillas volaron por todas partes. Nos envolvió un súbito chaparrón de madera. Volvimos a entrar a la Sociedad de los Lógicos que, no obstante el tiempo transcurrido, nos pareció más sombría.

Caminábamos como penitentes que llegan al fin al último reducto, donde ha de celebrarse la ceremonia final: abría la marcha el Comisario Inspector,después el Jefe de Policía, revólver en mano y luego yo. La lógica joven guardaba una prudente distancia con el Jefe de Policía.

Encendimos la luz, pero los objetos apenas se iluminaron. Sobre el escritorio de madera, el teléfono negro, opacamente brillaba, solitario, como un monumento a la comunicación en un mundo muerto. La cartelera que fijada a la pared auguraba seminarios, cursos y conferencias sin fin, se había desprendido de su soporte de corcho. Dos de las chinches que la sostenían, brillaron fugazmente en el suelo. Reinaba el silencio deliberado de las fosas marítimas, de los abismos oceánicos, que peces luminosos recorren en medio de la oscuridad más completa. Nuestros pasos y la luz de las lámparas transformaban la fresca y difusa negrura en una penumbra compacta, oleosa. Los angelitos del vitral, agitaban sus manitas minúsculas y movían los flecos dorados de sus túnicas, deslizando duras e imaginarias advertencias:" Qué buscan aquí?" , parecían preguntar. De una de las aulas, cubiertas ya por una fina capa de polvo, voló un murciélago hacia las profundidades del caserón. Las sillas, donde se habían sentado los lógicos, se arracimaban en desorden, en cualquier parte. No se había conservado ni la sombra de la docencia, que parecía haberse escurrido para siempre a través del filtro experimental del Jefe de Policía.

Recorrimos el patio: el tragaluz seguía abriéndose, inútil, hacia la noche de extramuros. El fresco que tanto nos llamara la atención en nuestra primera visita, exhalaba quietud y alarma, parecía sostenido por la silueta lineal de la Torre, que con sus doce pisos de altura, se elevaba en medio del páramo, casi como una amenaza. Las aulas, que antes comunicaban todas entre si, se habían desorganizado y tendían firmemente hacia el laberinto y el círculo. Todas las cosas habían sido de alguna manera abiertas y cada objeto establecía canales de comunicación con el mundo externo. SOLOG se había vuelto exterior, como si el espacio interno se hubiera evaporado de repente y por completo del edificio.

Revisamos el lugar cuidadosamente. Desenterramos antiguos papeles de pasadas filologías, vaciamos la biblioteca, practicando un segundo escrutinio que nada* dejaba que envidiar a aquel famoso del cura y el barbero, sin que nada* importante saliera a la luz, salvo un ejemplar de los escritos de Wittgenstein, fechado diez años antes de su publicación.

- Vieron? dijo el Jefe de Policía Hemos registrado la casa cien veces con el mismo resultado. Lo cual me trae a la memoria algo que quisiera contarles, si me permiten, cosa que no pueden sino hacer, ya que la menor jerarquía policial que tienen les obliga.

"Cuando yo era Comisario General, poco antes de ser ascendido a Jefe de Policía, se nos presento un caso de muy difícil resolución. Era aquella una época en la que los delitos se organizaban de manera límpida y se resolvían deliciosamente, de la misma manera que el azul diurno debe resolverse primero en el magenta, para ceder paso a la brutalidad de la noche. Estábamos investigando un robo, ocurrido, semanas atrás, en la colección de arte de un fantástico millonario, de donde había sido sustraído un valiosísimo cuadro, digno, según dicen de Rembrandt, sobre un fondo trabajado con las pinceladas perfectas del Pollaiuolo, y un afán expresionista y simbólico que dejaba muy atrás a la escuela alemana. La firma era indescifrable, pero el cuadro estaba valuado tan alto, que ninguna compañía aceptó asegurarlo. Esto puede darles una idea de la ansiedad que hervía en mí y en mis circunspectos subordinados, empeñados en la recuperación de una tela que nunca habíamos visto y cuya posible visión nos infundía un temor indecible. Era el pánico de lo estético, la belleza pictórica presagiando un placer que, por invasor, podía resultarnos molesto. Habíamos examinado todas las pistas y mis circunspectos subordinados habían, también, examinado cada uno de los eslabones de las mismas. Eran, debo confesarlo, muchísimas. El o los ladrones habían dejado tras si infinidad de huellas, que se ramificaban luego en nuevos y perturbadores indicios. Con la curiosa particularidad de que todos ellos conducían al mismo lugar: un cuarto mal amueblado, en una pensión del Abasto.

Como es de suponer, el cuarto y la pensión toda fueron revisados de arriba abajo por mis obedientes subordinados. El conserje, un hombre casi inasible, como es inasible el agua que corre en un arroyo y allí parece concreta, pero se escurre apenas tomamos un poco en el hueco de la mano, fue exhaustivamente interrogado sobre las entradas y salidas de los diferentes ocupantes del cuarto. Para nuestra sorpresa, y según nos dijo el conserje, el cuarto había estado vacío desde hacia semanas, como lo confirmaba, por otra parte, la tenue capa de polvo que cubría el escaso moblaje. Durante días y días repetimos el rito: revisar el cuarto, e interrogar al conserje, con la esperanza de que la valiosa tela apareciera, aunque solo fuera por la fuerza de la repetición. Demás está decir que el cuadro nunca fue encontrado. Pero un día, cuando me encaminaba al diario y ritual registro, encontramos el hall de entrada vacío. En vano fue que hiciéramos sonar la campanilla que, vieja y desvencijada, sobrevivía sobre el mostrador. Allí no había nadie. Un antiguo pensionista se nos acerco entonces y nos dijo que el conserje había desaparecido, y ante nuestra sorpresa, agregó: No lo conocían? Era el terrible Bairoletto.

Recién entonces descubrimos, detrás del mostrador, una mesa de billar."


El Jefe de Policía nos miró satisfecho. - He contado esta anécdota para mostrar la inutilidad del registro, ya que, si en aquel caso no pudo encontrarse la tela a pesar de la repetición. Qué puede esperarse ahora de esto, que no es sino una repetición de la repetición? y encaró al Comisario Inspector ,tras dirigir una mirada hambrienta y fatal a la lógica joven me parece que esta vez se equivoco.

-No lo creo -dijo el Comisario Inspector que aparentemente no se había dejado impresionar por la anécdota.- Llegué a estas conclusiones por medio de un razonamiento impecable. Sólo ocurre que ha sonado el momento de lo empírico y sacó el pequeño fotómetro de bolsillo.

Llevándolo en la mano como si se tratara de una joya, empezó a deslizarlo a lo largo de las paredes de SOLOG, de esas paredes metafísicas, ya que eran incapaces de dividir el espacio. Recorrió casi amorosamente los muros de las aulas y luego los límites, puramente ornamentales del patio cubierto. La lógica joven movía los brazos romboidalmente, tratando de huir de la mirada ambiciosa y algo perdida del Jefe de Policía. La atraje hacia mí, manteniéndome cerca del Comisario Inspector. Qué buscaba? Qué misterioso resplandor lo atraía? Qué foco de luz, que iluminara nuestras dudas?

- Aquí! dijo de pronto el Comisario Inspector

- Aquí qué?

El Comisario Inspector me señaló la aguja del fotómetro, que se había desplazado suavemente, imperceptiblemente hacia el panel. -Aquí se observa una débil luminosidad.

- De dónde viene?

-Obviamente, la luz viene de atrás del panel dijo.- Lo esperaba. Francamente, le confieso que lo esperaba. Ese panel desde el principio estuvo muy remarcado, con esas franjas. Encarnaba demasiado deliberadamente lo obvio. Eso pasa por olvidarse de las exigencias del género. Por alguna parte debe haber una entrada.


Golpeé suavemente la pared. Sonaba a hueco o me parecía que sonaba a hueco. Palpe los bordes lisos del fresco La cosa va a ser encontrar el mecanismo, dije la pared es completamente lisa.

-No creo que sea muy difícil encontrar el mecanismo dijo el Comisario Inspector y en todo caso, pienso que el Jefe de Policía va a prestarnos una ayuda valiosísima.

Nos dimos vuelta hacia él. Blanco como un papel, parecía haberse empequeñecido aún más, transformándose por completo en un niño. Era una metamorfosis apropiada para la ley, ya que la ley es infantil, ridícula.

-No quiero revelar secretos innecesarios -balbuceó, acercándose a la pared así que permítanme que les dé la espalda -Y se dio vuelta, ocultando por completo sus manipulaciones. Las manos actuaron fuera de nuestra vista, es decir, casi en un espacio ideal, inexistente, o en todo caso, no físico.

Lentamente, el panel empezó a correrse, introduciéndose en el muro y dejando al descubierto un hueco cuadrangular que conservaba la forma del cuadro, delatando su pura ausencia. La aguja del fotómetro salto con un chirrido: del hueco abierto en la pared empezó a brotar, en forma discontinua, la luz vacilante de la flor gitana.

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viernes, 25 de febrero de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 43

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CAPITULO 43

- Un momento -.El Comisario Inspector se interpuso resueltamente entre el Jefe de Policía y la lógica joven.- No necesita desplegar todo este escenario de película. Tampoco necesita más experimentos. Me temo que tengo la solución del misterio.

Los ojitos del Jefe de Policía parpadearon.- Encontró al Anticuario Mayor?

- No- dijo el Comisario Inspector-. Pero se donde ir a buscarlo. Que lo encontremos ahí ya es otra historia. Si el Anticuario Mayor no está donde debe estar, es un asunto por completo distinto y que no nos compete para nada. El misterio está igualmente resuelto.- lo dijo con tanta firmeza que los cuatro esbirros que habían atrapado a la lógica joven aflojaron un poco las tenazas que sujetaban sus brazos.

- El misterio esta igualmente resuelto? -cuestionó el Jefe de Policía.-Sin resultados experimentales que avalen la solución?

- Efectivamente. Sin resultados experimentales. Pero mucho me temo que los tendremos y a montones el Jefe de Policía vacilaba entre dar la orden de que liberaran a la lógica joven o de que se la llevaran para siempre y trató de ganar unos momentos.

- Y cuál es ese lugar donde todo se resuelve? *

- SOLOG, por supuesto -, dijo tranquilamente el Comisario Inspector.- El mismo sitio donde empezó todo.

- SOLOG! Pero si ya revisamos SOLOG palmo a palmo!- dijimos al unísono el Jefe de Policía y yo.

No podía contener mi sorpresa.- Pero si usted mismo dijo que era un lugar vacío de ideas y de sentido, sin significado alguno!

- Me equivoqué dijo el Comisario Inspector Seguramente me equivoqué. Recuerden en mi descargo que no había leído aun La Dama de la Torre. Pero ahora puedo decirles que allí y no en otro lado esta la solución.

- Es apenas una casa vieja parcialmente ocupada por libros y papeles dijo el Jefe de Policía.- Consta en su informe: artículos de filosofía, lógica y revistas especializadas.

- Y también best-sellers completó el Comisario Inspector.- También best-sellers, no lo olvide. En su momento no les di importancia pero ahora puedo asegurarles que la tenían.

- No veo la conexión- el Jefe de Policía empezó a aflojar. Por de pronto hizo una seña y liberaron a la lógica joven, que se derrumbo en el piso, donde empezó a reponerse moviendo débilmente los brazos.- No veo la conexión.

- Nadie dijo que haya una conexión dijo el Comisario Inspector.- Incluso le diría que se trata de una casualidad. Pero de una de esas casualidades que conducen a la perfecta y absoluta verdad científica.

- Sea -, cedió finalmente el Jefe de Policía.- Si usted lo quiere vamos a hacer una nueva recorrida por SOLOG. Postergamos por un rato el experimento, pero nada más.

Cuando salimos del café, había oscurecido por completo. El Abasto se levantaba en silencio como una enorme y sombría mole. Ese amontonamiento de cemento y hormigón se alzaba muchos metros por encima de la edificación chata y los edificios viejos y en ruinas. Había sido construido en una época en la que el volumen era considerado el valor supremo de la arquitectura: no importaba la forma sino la masa total. Recordaba, en líneas generales, el pavor casi sobrenatural de la Plataforma de Elsinore. La lógica joven se estremeció ante ese nudo de la memoria.

Subimos a un patrullero que en contados minutos nos llevó hasta la puerta del viejo caserón.

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viernes, 18 de febrero de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 42

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CAPITULO 42

Salimos, obviamente, a un baldío. Esa repetición, que es la clave de la memoria, ya ni siquiera nos sorprendió. En el cielo , por sectores , oscurecía, cuando derrotados regresamos al Abasto , que había adquirido una dimensión espectral. Por que nos reuníamos aquí? Por qué justo en la zona de la ciudad que no pertenece todavía ni a la memoria ni a la literatura, sorprendida en el momento mas preciso de su puro devenir? Elegimos el mismo bar de la vez pasada estableciendo las bases de una continuidad circular que aunque es estable y coherente, es inmanentemente peligrosa. En cualquier momento podíamos enredarnos en ella.

La lógica joven movió los brazos complicadamente, indicando que quería una gin tonic. Esas manos adoradas moviéndose en el aire fétido del bar, trazaban, sin embargo el preciso dibujo del deseo. Yo pedí un Fernet, que fue extraído de una botella. Las botellas se mantenían erectas, retráctiles, en los estantes. Pero ya empezaban a ser cubiertas por el olvido, que en su primera etapa se manifiesta como una capa de polvo. Luego la capa de polvo desaparece y las botellas y las cosas emergen con diafanidad absoluta. Si ese mismo bar fuera olvidado, seria alguna vez un lugar brillante y lustroso, flotando de manera imprecisa en alguna región de la memoria. La bebida era agria, como la compleja red que nos amenazaba y que pendía literalmente -sobre la cabeza de mi amada. El Comisario Inspector entro unos minutos después que nosotros, mirando a derecha e izquierda con gesto satisfecho.

- ¿Y?- le pregunté Descubrió- ¿algo?

El Comisario Inspector sacudió la cabeza con cierta alegría Nada. Quién va a creerlo? El sindicato combativo no existe más. Los obreros de la fabrica de ataúdes se enganchan como albañiles.

- Lo sabía. Nos cruzamos con uno de ellos. Más precisamente, con Avelino Andrade, el mismísimo presidente. 

- Y el traficante de ataúdes cayó en un estado de ensoñación profunda, muy parecido a la idiotez. Ve derrumbarse su imperio y no comprende las razones

- El tercer secretario de la embajada también teme el derrumbe de la diplomacia imperial.

- Pobres -dijo el Comisario Inspector- La verdad es que no entienden nada. Todos los imperios terminan por derrumbarse. Es una costumbre muy difundida, aunque, es preciso reconocerlo, terriblemente lenta. 

- ¿Y qué más?

- Nada más. Total, que fue una excursión muy interesante, nada muy complicado que hacer y tiempo de sobra para dedicar a La Dama de la Torre .

- Nosotros tampoco encontramos nada dije compungido, mientras le hacia una síntesis de las visitas a los anticuarios y a la embajada Nada de nada.

- No me sorprende, dijo el Comisario Inspector si no encontramos las pistas adecuadas es solamente porque no nos dirigimos a los lugares adecuados, y porque no buscamos con los instrumentos adecuados.

- Los instrumentos adecuados?

- Así es. Le diré, de paso, que mientras hacia averiguaciones, vi pasar el helicóptero, aunque ese detalle, en este momento, sea contingente. También vi un par de patrulleros estacionados en la puerta de su casa.

- Nosotros también los vimos.-dije.- Y cuáles son los instrumentos adecuados?

El comisario inspector metió la mano en el bolsillo y sacó un objeto oscuro, cuadrangular y en apariencia delicadísimo. En la base había dos botones negros, casi indistinguibles. En la parte superior, un dial donde temblaba, indefensa, una agujita.

- Y eso qué es?

- Un fotómetro de precisión -dijo el Comisario Inspector- El último milagro de la tecnología japonesa. Lo usan los fotógrafos mas sofisticados para medir la luz en ambientes donde hay poquísima iluminación, y hasta lo meten en los satélites artificiales. Mediría una milésima de milésima de miligramo de luz si la luz, claro esta, pudiera medirse en miligramos.

- Para qué lo piensa usar? -pregunté.


Pero antes de que pudiera responderme, una mano se posó brutalmente sobre el hombro de la lógica joven .Cinco policías de civil nos enfrentaron cubriéndonos con ametralladoras.

- Bien dijo el Jefe de Policía, apareciendo de repente en la puerta del bar y apuntando a la lógica joven con una Magnum casi tan grande como él Parece que conseguimos un nuevo sujeto experimental.

La lógica joven, enferma de terror, se deshojó.

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miércoles, 9 de febrero de 2011

La Dama de la Torre: capítulo 41

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CAPITULO 41

Por segunda vez atravesaba los portones imperiales de la embajada de Inglaterra. Curiosamente, recordaba muy poco de mi primera visita : apenas un adormecimiento victoriano, un leve barullo moral, una confusión de manchas de Turner, y el canto de un cintillo a través de las cortinas de un jardín.

El inmenso edificio, ahora, parecía desierto, girando, autónomo y solitario, en un mundo vacío de poder. Solo vagaban por él secretarios de bajo rango, asesores de cetrería de Su majestad Británica, camareros y mucamas. El embajador inglés era un maestro de lo provisorio, se mudaba constantemente, y aun la propia embajada estaba sujeta a continuas modificaciones, y soportaba el flagelo de paredes demolidas, y baños permanentemente reestructurados.

Amante de lo geométrico, el embajador practicaba curiosas inversiones, como trasladar salones y habitáculos de la planta baja o cambiar su dormitorio del ala este hacia el oeste del castillo. Quería someter al edificio a una dinámica tal que ridiculizara -y por ende disminuyera- la importancia de lo macroscópico, para restablecer de una vez por todas el reinado de lo pequeño, de las invisibles palpitaciones de los átomos. La lógica joven se maravillaba ante ese desorden aparente que el embajador imponía a lo británico, trasladando armaduras completas, trofeos de la caza del zorro y valiosas colecciones de cuadros de Reynolds a escondites remotos, de donde serían sacados una y otra vez. Era difícil orientarse en medio de esa baraúnda de muebles y de mapas que cambiaban de lugar, y de grupos de obreros que arreglaban caños, haciéndolos pasar por el salón de recepciones, el ala de geopolítica, o de artesanos de la cerámica que arrancaban los complicados azulejos galeses de los dormitorios monumentales y los llevaban al salón de pasos perdidos. Un grupo de escuderos paso al lado nuestro transportando el busto de Su Majestad Portátil , que recibiría su próxima ubicación en el jardín, donde proliferaban los almendros que habían adornado la mansión de Sir Simon de Canterville, y que florecían cada cinco años y todos a la vez.

Al azar de las cuadrillas, me pareció reconocer a alguien que se ocultaba de mi. Era Avelino Andrade, el presidente del sindicato combativo de obreros funerarios. Lo encaré decididamente y le exigí que me llevara a presencia del embajador de Inglaterra.

- No está en la embajada dijo temeroso. Según me dijeron, no vive aquí.

- ¿Y dónde vive?

 Avelino Andrade hizo un gesto de indiferencia. ¿Como puedo saberlo yo? Según oí decir, cambia continuamente de residencia. Y aunque lo supiera, ¿cree usted que se lo diría? Le estoy muy agradecido por haberme ofrecido este puesto de albañil de la embajada, arrancándome de las garras de la desocupación, que, preciso es que lo diga, esta haciendo estragos en el sindicato combativo. Pero señalo a un hombre ensimismado, que parado rígidamente junto a un retrato de Sir Walter Raleigh, parecía el mismo una estatua pregúntele al tercer secretario de la embajada.

Al darme vuelta, lo reconocí. Era el hombre terriblemente pálido que jugaba con el embajador inglés en la sala de billar del Anticuario Mayor. Inmediatamente nos invito a tomar asiento en unas pesadas sillas de anchos espaldares.

- No sé dónde está- dijo el tercer secretario de la embajada Desde la excursión a la finca del Anticuario Mayor, no he vuelto a verlo. Y lo necesito con urgencia, ya que es imprescindible que ponga su firma al pie de un par de documentos ultrasecretos que acaban de llegar del Foreign Officce- se miró las manos con impotencia, constatando que no eran capaces de estampar ninguna firma válida- Dios mío. Uno de los documentos indica iniciar discretas presiones ante el gobierno argentino para que repinte la Torre de los Ingleses, y el otro es un sencillo memorándum sobre la exportación de tasajo. ¡Y estamos atados de pies y manos por la ausencia del embajador! Esto puede ser el fin de la diplomacia imperial.

- Nosotros también necesitamos encontrarlo con urgencia -dije, como si mi urgencia fuese una herramienta indispensable para encontrarlo.

El tercer secretario se retorció los brazos con desesperación y luego me observo inanemente Lamento no poder ayudarlo, pero me traban la sutilezas diplomáticas. El embajador es completamente imprevisible, y eso ha contribuído no poco a complicar las relaciones entre mi país y el suyo. Hubiera deseado que mi respuesta fuera otra, pero dada la rigidez del lenguaje de la política internacional, solo puedo decirles que, por el momento, no vive aquí un tumulto en los portones de la embajada se sumo en forma natural a su discurso. Avelino Andrade vino corriendo hacia nosotros, el mono de albañil desabrochado y ligeramente pálido.

-La policía, señor secretario. Seis coches y una brigada de investigaciones que quieren entrar. Los ebanistas están tratando de inculcarles los principios de la extraterritorialidad, pero ellos no lo quieren aceptar.

El tercer secretario de la embajada se levantó No les deseo mi puesto nos dijo a nosotros*,que también saltamos como resortes, alarmados, mientras la lógica joven movía los brazos como tablas de surf pero el embajador inglés tiene la costumbre permanente de dejar que la policía argentina entre en la embajada como si se tratara de una plaza. Incluso los invita a entrar cuando ellos no tienen ninguna necesidad ni interés de hacerlo. Por favor indicó a Avelino Andrade que los herreros y los almenistas los contengan por un rato mientras los señores huyen el rostro del tercer secretario denotaba un cansancio profundo, pero no por ello fingido.

-Vengan nos –dijo. Desgraciadamente, un diplomático imperial debe pensar en todo. Exige una universalidad de la que muchas veces no me siento capaz. y nos condujo a través de habitaciones desvencijadas, que la lógica joven cruzó con pánico, hasta un portón vidriera que comunicaba con el jardín .

-En el muro del fondo hay una puerta disimulada nos dijo Enseguida la van a ver. Por allí podrán huir sin problemas, ya que la policía jamás rodearía por completo la embajada. Pese a la esfericidad de su jefe, el círculo les resulta completamente ajeno.

Cruzamos el jardín con sigilo, rozando las ramas de los almendros, dispuestos en filas como en un jardín francés. Las hojas susurraban al viento de nuestros pasos. El busto de la reina había sido colocado sobre una pequeña pirámide de terracota. La puerta secreta estaba en el centro del muro que cerraba el jardín, pintada con los colores de la bandera inglesa. Mientras la abríamos, hacia una dudosa y desordenada libertad, un cintillo canto melancólicamente desde el hombro de Su Majestad Portátil.

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martes, 14 de diciembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 40

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CAPITULO 40

Los tres anticuarios estaban reunidos en el centro de un patio tradicional. Frente a la proliferación de los malvones, parecían minúsculos, adquirían densidad conspirativa, aunque atenuada por cierto aspecto abogadil, de escribanía. Los cabellos negros y el atildado clavel del anticuario joven se confundían casi con el pelo entrecano del vicedecano Jauretche Saint Simón y con los matices cotidianos del decano Simón de Indias. Revisaban, con la lentitud con que sólo pueden hacerlo seis pares de ojos, un papel cubierto de signos, donde constaba el flujo de maquinaria fúnebre que partiendo de las bocas de expendio de antigüedades se difundía por la ciudad. Nadie dudaba de que se trataba del gran negocio del día.

-Al no tener ataúdes- dijo Simón de Indias apenas nos vio la gente compra maquinaria fúnebre.

-Sin embargo, los circuitos están desorganizados, dijo el vicedecano, adicto a la clase media.

- ¿Por que están desorganizados? -pregunté

-Por la falta del Anticuario Mayor -se apresuró Simón de Indias temiendo una indiscreción por parte de alguno de los otros. Pero que indiscreción podía haber? Alguna indiscreción es posible? Como ustedes saben, el mundo nuestro está totalmente jerarquizado, y es difícil decir si va a sobrevivir a una catástrofe como ésta.

-El Anticuario Mayor es la base y la punta de la pirámide -dijo el anticuario joven, obsequioso, con el tonito irritante de San Telmo.

-¿Y donde está el Anticuario Mayor?

Los tres anticuarios se encogieron de hombros al mismo tiempo. Más que admitir que no lo sabían, decían que preferían no saberlo. Era un gesto harto elocuente, pero agregaba muy poca información.

- ¿Y quién lo reemplaza?

-Es imposible reemplazarlo dijo Jauretche Saint Simón cada Anticuario Mayor elige al que ha de sucederle, y la elección es íntima y secreta. A la muerte, desaparición, renuncia o abdicación de un Anticuario Mayor, se revela, de algún modo, el nombre del siguiente.

- ¿La asamblea de anticuarios? probé.

Retrocedieron horrorizados Me extraña lo que usted dice intervino el vicedecano -un nombramiento de ese tipo tiene que provenir de un poder más sólido que el del consenso que, como se sabe, es mudable en forma absoluta. El cargo de Anticuario Mayor participa de la esencia misma del poder, si es que no constituye su fuente.

- ¿Pero no estaban aquí reunidos para tratar de encontrarlo?

-Por supuesto que no -dijo Jauretche Saint Simón esto es simplemente una reunión de negocios, no una asamblea de política de antigüedades.

-Sin embargo, ustedes están tratando de introducir, o de dirigir el fluir de maquinaria fúnebre en el mercado mi voz tenia un deliberado matiz de acusación. Era una acusación abstracta, lanzada al azar, a la búsqueda de un delito o una culpa a la que aferrarse.

-La maquinaria fúnebre se introduce sola se defendió el decano sigue naturalmente los caminos necrofílicos de la sociedad y más los de una sociedad completamente perpleja por la falta de ataúdes.

-Faltan ataúdes -explicó, relamido, como si hiciera falta, el anticuario joven

-Que son un ingrediente esencial para la clase media -arguyó con un toque de temor el vicedecano El ataúd, para los sectores recién llegados, o todavía colgados del consumo masivo, o por lo menos de las franjas más banales del consumo masivo, funciona casi como un aparato electrodoméstico.

-Con los falsos atributos de la inmortalidad -completó Simón de Indias- ya que la clase media considera que el ataúd es eterno, como ella misma, pero al mismo tiempo sabe que es efímero, como ella misma. Improductivo, estéril, burocrático. Como ella misma.

"La clase media ve su propia imagen en el ataúd, que es una especie de fetiche, de totem, al que rechazan, pero sin el cual no pueden vivir. Por eso son las clases medias las que mas se oponen a la cremación, o cuando no se pueden oponer, tratan de retardarla lo más posible. Usted sabrá de las prácticas cementeriles en épocas normales. Se entierra, se esperan cinco años, se desentierra y se crema. Y el ataúd, que es lo más grave, en tanto, se pierde. La clase media no puede construir bóvedas, no tiene acceso a los panteones. A duras penas alcanza los country clubs."

-Los country clubs son más atractivos que las bóvedas comenté.- Especialmente para los fines de semana.

-Los fines de semana son espurios, pasajeros. Duran poco.

-Aunque se repitan -dijo el anticuario joven.

-Exactamente siguió el decano y entonces, a la clase media,¿qué le queda? ¿Qué tiene la clase media? Solo empleos. Empleos públicos, en la docencia, en la medicina, o si no, son profesionales liberales: contadores, psicoanalistas, ingenieros, médicos y alguna otra cosa que me estaré olvidando. También son comerciantes. Como usted ve, es muy poco. No vale nada. Y entonces, cuando no tienen ataúdes, que les queda por hacer? Comprar maquinaria fúnebre.

-Obviamente dijo el anticuario joven, obviamente.

-Así es completó el vicedecano.

-Y ¿dónde está el Anticuario Mayor? insistí. -Ustedes tienen que saberlo.

- ¿Nosotros? se asombro Jauretche Saint-Simón Como podríamos saberlo justamente nosotros, que somos inferiores a el. Nosotros también lo estamos buscando. Sin él, somos como huérfanos.

- Pero por qué no me sugieren aunque sea un lugar donde buscarlo?

- Porque es imposible dijo el Decano. En el mundo de las antigüedades, todo es aleatorio. En la calle se escuchó el sigiloso cerrarse de la puerta de un automóvil. A través de la reja vi la silueta inequívoca y azulada de un coche policial. La lógica joven comenzó a mover los brazos como aspas de molino. El peligro era inmediato.

- ¿Hay alguna puerta falsa? pregunté.

- Salgan por aquí dijo Jauretche Saint Simón, señalándonos un mueble estrafalario y complicado que se apoyaba sobre una de las paredes del patio. Era un armonio vaticano del siglo XIII, lleno de divisiones y tablillas. Sacando uno de los cajones se accedía a un túnel de mampostería que atravesamos como un rayo, para aparecer en un baldío, donde se acumulaban, como al descuido, las basuras, las personas y los perros.

Apreté la mano de la lógica joven. -Vamos dije. Nuestra próxima parada es la embajada de Inglaterra.

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martes, 30 de noviembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 39

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CAPITULO 39

Desvaída, la Dama de la Torre esta perdiendo sus colores originales. Parece no decidirse entre el desmayo y la exasperación, la neurótica exaltación de lo vital. A su lado, el famoso bandido otea un horizonte sin concesiones, quebrado permanentemente por las altas torres de la ciudad que el soñó llena de cúpulas. Donde estuvo el error? Sucesos catastróficos deberían avecinarse, dada la rigidez del género, y su estricto sometimiento a reglas y convenciones. Sin embargo, solo ven callejuelas donde pensaron avenidas, miserables cuartos de hotel donde adivinaban lujosas y tétricas suites regias. Desembarcaron en una ciudad que imaginaban, y se encontraron en una ciudad cualquiera. No advierten siquiera que el cruel Sir Antony Parsons desembarcó tras ellos. Qué harán ahora?


Automáticamente, la Dama de la Torre piensa en huir. Acaso no ha huído siempre? Acaso no la han oprimido de manera sucesiva y monótona el pomposo caballero Guillaume de la Tour, Leontino Melazzi,el florido corteggiano, el peligroso ermitaño y ahora el terrible Bairoletto? Hacia dónde se inclinará Lady Chevesley? Hacia dónde se inclina Buenos Aires, que oscila peligrosamente entre lo normal y lo sórdido? Multitudes elementales y leves se pasean, distraídas, contemplando vidrieras donde se ofrecen artículos de exportación. Carromatos de cadáveres desnudos giran en torno a las estatuas, en una ronda sin fin. Puede observarse (cualquier observador con un mínimo sentido crítico lo haría) que no tienen a donde dirigirse. De donde pueden deducirse cementerios colmados, nichos que no dan mas, bóvedas abarrotadas, o, mejor, que la misma situación, que la medula misma del problema ha sido vulnerada, y no le queda mas, ahora, que reproducirse, que obedecer a la obsesiva mecánica de la repetición.

Lady Chevesley está desconcertada: no sabe cómo restablecer la acción, que para ella es solo huída, impulsos sucesivos que la arrancaron de la Torre y la arrastraron a la fortaleza de L'Arbre sur l'Oise, a la Ermita, o a las fértiles llanuras italianas que los bandoleros cruzaban utilizando las indudables ventajas de la exhalación. Las calles como fosos y las torres la sumen en una ensoñación extravagante :cree, por un momento, haber regresado a la Plataforma de Elsinore, el rio le parece el mar, las barrancas le parecen escaleras por donde Sir Antony Parsons asciende, al acecho. Ignora que el, efectivamente, esta al acecho, resguardado, oculto, por la estructura casi ósea de la calle que los envuelve. La Dama de la Torre cree estar frente a un castillo, pero se trata tan solo de un antiguo caserón. Lady Chevesley no conoce esta palabra, este aumentativo insólito, despectivo, y a la vez con cierta solemne nostalgia. El terrible Bairoletto, por su parte, nunca le ha dado demasiada importancia a las palabras. Caserón, casita, casa, para el son sinónimos. La calle se desenvuelve sin tráfico, asolada por la quietud. Las casas se alinean como soldados de un ejercito que adivinara de antemano su derrota, y los árboles se ciernen sobre ellas como oficiales de alta graduación. Qué harán, qué harán ahora? Por un instante, se quedan quietos, sin decidirse a entrar.

Y así están: ella acurrucada, como un ser indefenso que se prepara para lo imposible. El, inmune como el delito, y como el delito, esencial, inclinado levemente hacia adelante, en una actitud elíptica, que quiere ser fugaz, y que sin embargo, se sabe decisiva.



Pero aunque no lo saben, es una trampa, o mejor dicho, un nudo de la memoria: cómo reestablecerán la acción? Por qué se han atascado los mecanismos de la novela? A qué se debe esta mudanza del tiempo en un lugar donde el tiempo nunca pasa? O es que como Lady Chevesley oscuramente intuye, el tiempo pasa sin transcurrir?

Y cuando el nudo se deshaga, tendrán que separarse.

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lunes, 15 de noviembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 38

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CAPITULO 38

El Abasto ya no es lo que era. No solo no es lo que era cuando el Jefe de Policía, entonces un ambicioso teniente en ascenso, lo vigilaba y sostenía ocasionales partidas de billar con el temido Bairoletto. En este preciso instante de la historia y la literatura, tampoco es lo que era hace algunos meses, o unos pocos años, con su paisaje tropical de fruta podrida pisoteada en las veredas, y esos sórdidos camiones entrando y saliendo con la basura que mas tarde consumirá la ciudad. El enorme edificio muerto esta en el limite justo, del recuerdo, y corre el riesgo mas grande que les cabe a los objetos : transformarse en literatura. El Comisario Inspector encontró, sin embargo, un bar cuasi deforme, sobre el que no se han precipitado aun los nuevos tiempos en que el Abasto será una parodia de San Telmo, que a su vez es una parodia de quien sabe qué. Aquí hay aun una escarcha de grasa fría que recubre las paredes, como una tela verdosa e inmunda que les sirve de tapizado. Aquí estaremos bien ocultos? Aquí estará segura la lógica joven, en territorios que, con toda probabilidad, el Jefe de Policía no intentará rastrillar en busca de lógicos escondidos ? Hasta las moscas, que antes pululaban sobre mares de verdura, se han ido. Qué hacemos nosotros aquí, entonces: Obedecemos a la fuerza de la costumbre, al fluir del peor de los vicios humanos : la novela.

-Tenemos que trazar un plan de acción digo, después de que el mozo depositó nuestros cafés sobre la mesa.El mozo me parece inhumano y es que,en verdad, lo es.Proviene de una época que acaba de perecer,y con toda probabilidad,pereció con ella,ya que no será capaz de adaptarse a los nuevos tiempos Tenemos que encontrar al autor de todo esto antes de que el Jefe de Policía la encuentre a ella La lógica joven entrelazó los brazos en una trenza perfecta Por empezar,me gustaría investigar la misteriosa conexión telefónica entre la finca del Anticuario Mayor y el barrio de los ataúdes.Estoy convencido de que era Avelino Andrade el que atendió el teléfono.Ese hilo de investigación puede llevarnos hasta donde tienen oculto al Anticuario Mayor .

-O a su cadáver dijo el Comisario Inspector

- Usted piensa que lo asesinaron?

-Podría ser.No descartemos la hipótesis de que,una vez terminados los lógicos, se la agarren con los anticuarios.Por otra parte, de que utilidad puede serle a nadie el Anticuario Mayor? No sirve para nada en los espacios abiertos.

-Justamente por eso sostengo que esta secuestrado.En una celda pequeña.

-Touché admitió el Comisario Inspector ,con bastante indiferencia Además,admito que el asesinato del Anticuario Mayor es una catástrofe demasiado grande como para imaginársela,lo cual es un buen argumento para que no haya ocurrido.Bien. Y entonces? Qué propone usted?

-Primero,ubicar a Avelino Andrade y averiguar qué pasó con el sindicato combativo.En una de esas,el sindicato combativo secuestró al Anticuario Mayor.

-No lo creo -dijo el comisario inspector los sindicalistas combativos no suelen secuestrar anticuarios.

-También sugiero una charla con el presidente de la cámara de fabricantes de ataúdes.Tercero, rastrear los negocios de antigüedades,para ver el impacto que la desaparición del Anticuario Mayor produjo en el mercado.Allí bien puede haber otra pista.Y,last but not least, con el embajador inglés.

-En ese orden?

-No necesariamente- admití.- Incluso podríamos dividirnos la tarea y mantenernos comunicados por teléfono.

-Los teléfonos no son muy de confiar hoy en día,pero igual.Esta bien.yo me encargo de Avelino Andrade y del traficante de ataúdes. Usted de los anticuarios y del embajador de Inglaterra.Y mientras voy de un lado a otro, seguiré leyendo La Dama de la Torre .

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martes, 2 de noviembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 37

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CAPITULO 37

Acodada en la barandilla del barco, que puede ser ya el Queen Mary, ya el Enrico C, la Dama de la Torre piensa que no hay nada mas impresionante que la construcción de la memoria. Porque al fin y al cabo, qué se puede recordar?

Una siesta veraniega, un día junto al mar. O bosques, o aromas. Muchas veces, ciudades, o caminos entre ellas, y en ese caso se recuerda solo el camino, y no lo que se ve a los costados, o el cadáver de un penitente, tendido en la cuneta, en posición fetal, y aherrojado por la pesada carga de sus cilicios. Todo esta, naturalmente, quieto. El aire parece no moverse, como si fuera una piedra traslúcida. Aquí y allá, sonidos dispersos van definiendo los límites del escenario, marcan el volumen de la escena y evitan que se desmorone sobre sí misma. Dos o tres palabras entrecortadas de tal manera que parecen susurros, llegan desde el interior de la casa. Otras, desde más atrás. Es una mansión victoriana,agobiada por el flujo ininterrumpido de una siesta densamente moral.Inevitablemente zumban insectos que han resuelto ignorar esa quietud momentánea pero obligatoria.Pero es el zumbido lo que se recuerda,no los insectos.Apenas un sonido que se desplaza invisible,y luego se disuelve en la luz monótona,inmóvil.Todo parece antiquísimo y envuelto por cierto candor,hasta los objetos mas recientes parecen cosas de la infancia.La escena,sin embargo,es compacta,esta bien armada.Incluye incluso el olor de ciertos scones que pertenecen a otra escena,que solo sucederá unas horas más tarde,y que por alguna razón,no será recordada.

Y entonces aparece el cable de la electricidad.Un cable grueso,que serpentea por el pasto y se interna en un cobertizo (que esta fuera del limite del recuerdo) para alimentar el funcionamiento de las máquinas. Y que puede tener que ver un cable con el recuerdo? Como ubicar la electricidad en la memoria? Si la memoria es solo roce,sensaciones de contacto,el puro mundo de lo mecánico,de lo absolutamente simple! No puede haber electricidad,ni cables! Todo lo moderno debe ser automáticamente excluído. Y entonces? Como deberemos fragmentar la escena , como suprimir al intruso ? Podrá Lady Chevesley borrar ese pedazo como se borra un compás de una cinta grabada? Y de todas maneras, que haremos de ahora en adelante con las máquinas? Como harán las generaciones futuras para recordar la electrónica,las computadoras,los puntos que titilan en las pantallas y que no parecen ser materia prima apropiada para el recuerdo? Se borrarán,simplemente?

 Y las electrodisipadoras? Cómo puede recordarse una electrodisipadora ? El arte de la memoria terminará siendo sólo una rama de la ingeniería ? Como es que no todo puede recordarse,y como es que no se puede dejar de recordar? los ojos de Lady Chevesley se proyectan hacia afuera,como una interrogación.

-Es que solo se recuerda lo discontinuo dice el terrible Bairoletto En el curso de mis andanza he conocido a muchas madres.Madres violadas, viudas, decapitadas, empaladas, ejecutadas de distintas formas.He matado madres con mis propias manos.En realidad,puede decirse que la carrera de un bandido famoso,no es mas que una sucesión de madres que se desvanecen en sus manos.He conocido madres amantísimas,y madres que sólo lo eran en un sentido biológico,inerte.Y todas ellas coincidían en una sola cosa : la imposibilidad de recordar a sus hijos,salvo la última imagen.La continuidad del crecimiento las desorientaba.Hay que reconocer que la fotografía ha cambiado muchas cosas,estableciendo una nueva base metafísica y física para la memoria.

-Todo esto ya lo sabíamos dijo el Comisario Inspector y no era necesario que nadie se embarcara desde Europa para explicárnoslo.El olvido como garantía de la continuidad de las especies,y la fotografía insertándose en la maternidad como el libro del doctor Spock en la puericultura."Los ciervos se olvidan de los ciervos",dice un proverbio oriental.Bueno,vamos a ver como se las arregla la memoria con el cine y las caseteras de televisión.

Acodado también en la barandilla del barco,el terrible Bairoletto se ofrece paralelo al horizonte y,en cierto sentido,a la línea del mar que el barco va dejando detrás de si.El temible bandido guarda una relación particular con el mar. Por eso lo enfrenta como un interlocutor valido,no como un hombre que de pronto se empequeñece ante el prodigio.El mar es lo indeterminado,y el celebre Bairoletto encarna lo específico : el delito,el extremo de la abstracción.Los peces,piensa,no pueden delinquir.La culpa no les pertenece,no existe entre ellos,no les es propia.La culpa es nuestra construcción,lleva nuestra marca,nosotros la fabricamos y luego la arrojamos sobre el animal,las especies indefensas,ya sea la vaca que destruye un alambrado,o el asno que de una coz rompe la frente de un idiota.Estas reflexiones lo llevaran muy lejos,de una manera u otra,hasta construir la abstracción simétrica,la ley. Como se la imagina? Encarnada en un cuerpo pequeñito,casi infantil,casi esférico. Es que puede corporizarse la ley? Y que puede hacer la ley,corporizada o no,frente al delito? Revivir el cuerpo muerto,reconstruir el objeto robado y hecho añicos,devolver la vida a la madre degollada,reemplazar el tiempo perdido? No. Y entonces,de nuevo: qué puede hacer la ley frente al delito? Casi nada : apenas cruzarse con el,como dos focos potentísimos que por un instante se enfrentan y se encandilan mutuamente.

Lady Chevesley,perpendicular al mar,se acurruca contra su amante.El barco parece moverse impulsado por el suave arrullo que se prodigan,deslizarse como un patín sobre la línea que desemboca en Buenos Aires. Por que navegan hacia allí? Una noche terriblemente española,el celebre Bairoletto soñó con una ciudad imaginaria,una ciudad desordenada,escúalida,y sin embargo,grande,donde todo era contradictorio y las cosas se sucedían,como en el sueño,sin relaciones de causalidad.Las ideas parecían rocas,inmunes al viento,o a las mareas -casi inexistentes por otra parte- de un río petrificado y sucio.No cambiaban por siglos.Y de repente,se deshacían por completo.Un día cualquiera, la ciudad borraba sus recuerdos,se despojaba de todo lastre de memoria.Y había cúpulas,millares de cúpulas escondidas entre los edificios cuadrangulares,como torres mal formadas,imitación de quién sabe qué.La cruzaban fantasías de grandeza,y había miles de mesas de billar.Era,en suma,un oscuro galimatías de cemento.Y en medio de todo aquello,solitaria y silenciosa,florecía* la flor gitana.Esa misma noche, Lady Chevesley susurró en sueños: iremos a Buenos Aires.

Pero Buenos Aires,por ahora,es solo una fantasía para Lady Chevesley: el cable eléctrico que desmoronó su recuerdo se propaga como un liquido por toda su memoria. Acaso recuerda a Sir Antony Parsons? No. Ni siquiera puede imaginar que en la bodega de ese mismo barco,viaja,subrepticiamente escondido. Cómo podrá recordarlo,entonces? Y al parsimonioso caballero Guillaume de la Tour? Tampoco. Son flashes de luz,y después,nada.Recuerda la ausencia de recuerdo,esta en un punto alejado y extraño,como suspendida sobre el mar,en el vértice de un triángulo cuyos otros dos vértices son la totalidad y la amnesia.

El mar,irisado como un relámpago,no le sirve de ayuda.El sol brilla sobre el con suma placidez,abandonando toda solemnidad astronómica para someterse a los rigores de un paisaje necesariamente estático.Esta quieto y sin embargo la distancia que lo separa del horizonte disminuye.Lady Chevesley trata de evocar la Plataforma de Elsinore donde intentó defenderse de Sir Antony Parsons.Y no puede.Trata de evocar el castillo-chalet de L'Arbre sur L'Oise,donde soportó el asedio de Guillaume de la Tour.Y no puede.Trata de recordar el festín renacentista de Leontino Melazzi,y el vivido terror de la ermita.Y no puede. Por qué no puede recordar ? Y entonces trata,por pasos sucesivos,de aproximarse a la medula de la memoria,a la pregunta que la define,que le permite separarse del pensamiento puro y flotar suspendida en él como los icebergs que cruzaron hace algunos días,la pregunta que le da forma y contenido,o más precisamente, contexto : qué es lo que se puede recordar?

El terrible Bairoletto no tiene una respuesta adecuada :lanza ideas al azar,alocadas,criminales,subliminales : las formas geométricas? Las ideas? Lo rugoso? Lo ágil? Qué colores pueden formarse con los pigmentos de la memoria ? Los recuerdos se colorean con la mezcla de tres tonos fundamentales,como la televisión? A veces piensa que lo que se piensa,es el tiempo,y lo que se recuerda,es lo que se desprende del tiempo ,que lo que se piensa,es lo continuo,y lo que se recuerda,es lo discreto. Las películas se recuerdan? Por que de pronto se recuerda algo,pero de un color diferente,y ese recuerdo no se puede modificar? En cambio,se puede pensar ese recuerdo de la manera que uno quiere.Acostumbrado a las sutiles justificaciones del delito,el terrible Bairoletto desliza al oído de Lady Chevesley estas tremendas conclusiones : lo que se recuerda es lo que se desprendió del tiempo,lo que dejo de fluir,lo que quedo a un lado,lo que permaneció sin integrarse a nada,lo que,viniendo desde el pasado,esta impedido por completo de transformarse en objeto presente. En suma, que los únicos objetos que pueden recordarse son las antigüedades.

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martes, 19 de octubre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 36

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CAPITULO 36

La lógica joven se ha deslizado fuera de la ducha, rompiendo el ensueño gótico. Envuelta en una toalla, como si tuviera que ocultarse a los ojos de algún publico ávido y comprometedor, con una tela arrollada alrededor de sus cabellos, adopta diferentes poses: de pronto se yergue como una estatua, poniendo todos los músculos en tensión, y un instante después adopta el estilo de una gimnasta nórdica. Si el lenguaje del cuerpo lo dice todo! Quién habla por esos ojos profundos que mas que moverse parecen salir y atrapar los objetos en la jaula de la visión? Su oído finísimo percibe el lejano tintinear de una campanilla silvestre y sus brazos que parecen permanentemente surgir de los desiertos nevados de España apartan sábanas, almohadas y telas nordestinas abriéndose camino hacia el teléfono que balbucea su llamado.

-Malas noticias -dice el Comisario Inspector - Después de setenta y tres víctimas, el Jefe de Policía se ha quedado sin lógicos para ofrecer como cebo. No me extrañaría que tomara una determinación extrema, como por ejemplo arrastrar a la fuerza a un médico al sacrificio, haciéndolo pasar por lógico.- La lógica joven se pone a temblar. Aterrada, opta por el melodrama y gruesas y saladas lágrimas recorren sus mejillas cansinas y sin embargo frescas. El aletear de la muerte se cierne sobre ella, ve sobrevenir indefensa la desgracia que limpiamente amenaza apartarla de cuanto quiere en este mundo. Y, en especial, de mí.

- Y no hay ningún indicio?-pregunto- No se sabe nada del Anticuario Mayor?

-Ni el mas mínimo indicio. Me temo que tal como están las cosas, si queremos alguna pista, tendremos que fabricarla nosotros mismos.

- Y el embajador de Inglaterra ?

- Sumido en su spleen. Estamos absolutamente solos.

Me desconcerté- Y qué vamos a hacer?

-Lo ignoro.Usted sabe que mi teoría general me aconseja no hacer absolutamente nada y esperar que las cosas se resuelvan por si mismas, pero tal como esta la situación sugiero hacer nuevamente la recorrida: el barrio de los ataúdes, los diversos anticuarios, el Director del Departamento de Matemáticas.

-La repetición nunca es buena consejera.

-Ya lo sé. Pero guarda cierta coherencia. Uno siempre sabe cuál es el paso siguiente.

-Lo urgente es encontrar al Anticuario Mayor -sugerí - Por qué no empezamos por Simón de Indias o Jauretche Saint-Simon ?

- Porque violaría el orden prescripto -dijo el Comisario Inspector - y por lo tanto violaría todo. Pero si le gusta, de acuerdo, adelante.Es solo sustituir un orden por otro orden arbitrario. Podemos encontrarnos dentro de media hora en el Abasto. Qué le parece? Ahora que ya no es más un mercado y que todavía no es un centro cultural me parece propicio para los encuentros furtivos.

- Furtivos?

- Sí, porque corremos peligro. O por lo menos lo corre su amiguita. Al Jefe de Policía se le acabaron finalmente los lógicos, y ya le dije que está decidido a repetir su experimento hasta que la realidad se convenza de que debe entregarle algún resultado.

- Y entonces?                      


- Y entonces necesita mas lógicos. En SOLOG ya no queda ninguno. Y por otra parte, tomo buena nota, en su momento, de la existencia de su amiga. Deduzca usted mismo.


- En media hora.

- Antes, dijo el comisario inspector gravemente lo más rápido posible. No me parece saludable que permanezcan en su casa. Sospecho que pueden recibir en cualquier momento una visita indeseable.

-Tenemos que apurarnos -dije a mi amada, que alarmada por lo que había escuchado, estaba acurrucada en una esquina del dormitorio protegida a medias por la toalla que actuaba para la ocasión como una barrera entre su desnudez y el mundo. Se acariciaba el cuerpo, dulcemente. Y si el Jefe de Policía te atrapa?,pensé. Tendrás que ser enterrada así? Si todos mis muebles no contienen suficiente madera para fabricar un ataúd! Si tras la apariencia de la madera solo se esconden el aglomerado y el plástico! La lógica joven  urgida por mí, se viste apresuradamente, pero no deja de sollozar, de puro temor.

Es un pajarito acorralado, sujeto entre mi mano protectora y las huestes asesinas, ávidas de sacrificio del Jefe de Policía .Se imagina recorriendo su último camino junto al cartón pintado de la Recoleta y su falsa perspectiva,sus atribulados puntos de fuga,sus colores despampanantes que proclaman a cielo abierto las múltiples facetas de lo real. Nubes pesadísimas y hondas cuelgan del cielo como ropa tendida y aun húmeda.La atmósfera parece viciada por el calor y la proximidad de la tormenta.En las caras se cocina la sonrisa estereotipada del verano que envuelve con su somnolencia y su locura los actos de las gentes.Y en los cementerios los cadáveres se descomponen en sus nichos protegidos por el olor áspero del formol.Olores seniles, olores mortuorios se escapan de bóvedas y contenedores colectivos.Y sin embargo,de alguna manera,todo sigue.Las piletas municipales se pueblan de bañistas,los acondicionadores de aire crean una atmósfera artificial y agradable en bancos y oficinas.Al romper el día,trenes atestados vuelcan sobre la ciudad cargamentos de gente de los suburbios,apilada en vagones hediondos y protegidas unas de otras por el tenue limite de la ropa que funciona para estos casos como una elegante mortaja. Algunos espejismos flotan sobre el asfalto ablandado por el calor y que también ansia la tormenta repentina,ya que en el verano todo es súbito, impredictible.La cadena de los acontecimientos parece obedecer al mero capricho,a la inspiración del momento.El tejido mismo de lo cotidiano parece afectado de cierta neurastenia.La ciudad? Qué es la ciudad? Un gran masacote caliente donde los lógicos mueren sin interrupción ni defensa alguna y donde los cadáveres desnudos se pasean buscando grotescamente su última morada.

Cuando salíamos, dos patrulleros estacionaban en la puerta de mi casa. Las sirenas esparcían, por toda la ciudad, el terror.

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lunes, 4 de octubre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 35

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CAPITULO 35

Yo mismo vivo ajeno a todo aquello. La insoportable simetría del amor me permite flotar por encima de esta marea,del mismo modo que las calles parecen flotar en la luz merced a la especial cualidad del verano, que cubre la ciudad como un manto térmico.

Las patrullas policiales recorren la ciudad buscando lógicos para el sacrificio y las sirenas forman un tejido armonioso, que sostiene la noche demencial, orgánica como un cuerpo vivo, como si hubieran decidido concertar determinada melodía inasible y profunda,impidiendo la consolidación del silencio. Los sonidos vienen en todas direcciones, a veces tenues, apagados, pero relacionados unos con otros en cuartas y en octavas, en tonalidades armónicas que sugieren terror.

No puedo ignorar, a esta altura, la falacia del amor, ya que, de acuerdo a las convenciones del género policial, el amor es siempre una pista, el eslabón que permite remontar las cadenas de la evidencia. A veces corro el riesgo de caer en la esfera de lo sentimental, con lo cual todo cambiaría, pero cómo evitarlo? La lógica joven ha nacido para el goce y junto a ella todo parece simple, su cuerpo tiene agilidad de anguila, que toma por asalto las esquinas del placer. Nos despertamos y vemos que la oscuridad es ilusoria, aún de noche.

Llega el día,y nosotros, qué haremos? La lógica joven se ha encerrado en el baño y oigo deslizarse sobre ella el frescor estival del agua fría. La oscuridad ha dejado tras de sí lúnulas calientes, que perfuman este amanecer estruendoso. Lady Chevesley se acurruca en el lecho del terrible Bairoletto. Escucha el canto de los anticuarios de San Telmo? Se dejó invadir alguna vez por el ritmo compadre del dos por cuatro? Vio alguna vez la miseria de los niños que piden limosna en los subterráneos, tornándolos tan sombríos como los túneles de la Plataforma de Elsinore? Percibió acaso los reflejos ominosos de la mesa de billar que brilla dondequiera este el célebre bandido? Nos iremos a España, le dice él. Allí olvidarás tu pasado, cerca de una raza sagaz y conquistadora. Cazaremos molinos si hace falta, o beberemos el agua de las rías gallegas, o nos consumiremos en el fuego de la falla valenciana.

Y cabalgan.Cruzan la Provenza, escuchan los restos de la langue d'oc, y se horrorizan ante los relatos de la cruzada que el Señor de Monfort dirigiera contra los albigenses. Atraviesan los Pirineos como una exhalación, sembrando la destrucción y el terror a su paso, como si montaran el espíritu del delito.


 Podrá Lady Chevesley escapar, en esta loca carrera a la pasión que sintió por Sir Antony Parsons, podrá olvidar la lucha sin cuartel contra el pomposo caballero Guillaume de la Tour? Podrá sustraerse al recuerdo del siniestro festín de Leontino Melazzi? Alcanzará la felicidad de la memoria? Qué sentirá al inhalar los colores grotescos, goyescos, de la tierra española? No extrañará el privilegio de la razón francesa, que aquí se resuelve en un barroco desorbitado? Tomará partido por los ángeles o por los demonios que luchan por la posesión de esta tierra?

 Y los moros? Donde están los moros? Han sido expulsados, dice el terrible Bairoletto, por real cédula, y han partido llevando las llaves de las casas antiguas de la ciudad de Córdoba y Granada. Los encontrarás dentro de unos siglos en Túnez, añorando los alijares prolijamente labrados, y los jardines de cristalinas fuentes, que sustituyen por el placer el goce de lo verdadero.

 Pero que toros son aquellos, que como manadas enloquecidas se precipitan al vado? Son los toros de tu imaginación, concebida para la niebla de Londres y no para los colores festivos y chabacanos de la fiesta taurina. Y aquellas palomas, que descienden como tigres para cebarse en los enemigos vencidos? Y esos mosquetes que se arman para la lucha en Flandes? Y aquellos bajeles de Su Católica Majestad? A dónde parten? Por qué se internan en la Mar Océano? Por qué ese impulso aventurero de la Europa mercantil, que ya arma sus telares mecánicos y sus máquinas de vapor para salir a la conquista del mundo? Es el arrullo de los tiempos, responde el terrible Bairoletto, que en la oscuridad de una tasca ha aceptado una partida de billar contra un desconociodo de aspecto infantil y estatura miserable. La espada de sangre ha descendido sobre esta tierra terrible, cuna de gazpachos, adoradora del olivo, tributaria del color agazapado tras el claroscuro... Y aquella flor que ilumina densamente la humareda de la noche, que parece disolver el sonido de las guitarras andaluzas, y las fallas valencianas, que hace olvidar la sardana, que eclipsa la zarzuela, y hasta oculta las nubes de humo industrial de Barcelona? Aquel resplandor, que parece rimar consigo mismo, esa luz que parece un sonido? Qué es?

Y el terrible Bairoletto le responde: es la flor gitana.

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viernes, 24 de septiembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 34

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CAPITULO 34

Esférico, infantil, el Jefe de Policía sigue sacrificando lógicos en los altares de lo experimental, frente a su cartón pintado, que establece a la vez la solidez y la falsedad del mundo. Buscamos al Anticuario Mayor entre las ruinas, pero lo hacemos como hormigas policiales, insectos de poca ralea y monta, tanteando un camino incierto. Los cadáveres que se caen de los carros y empedran el asfalto componen una tesitura constante, una música de fondo que tiñe toda la escena, que impregna los pensamientos y las cosas. Los colores mismos parecen cadáveres, y a la ciudad sólo le resta elevar en el aire sus pendones de luto, izados en un mástil que a tal fin sostendría el Intendente Municipal. Cadáveres esbeltos, sofisticados, a los que la rigidez repentina de la muerte ha impreso el gesto siempre exhibicionista de las estatuas. Las trayectorias fúnebres tejen un lamento monocorde, una tela de araña finísima y sutil, en la que nos debatimos como una abeja en una jaula de piolines.

Bah. Es apenas una gelatina esponjosa que envuelve a la ciudad y frente a la cual el smog parece el recuerdo de una época superada y feliz. ¿Pero es que acaso la vida cotidiana se conmueve? ¿Acaso el ir y venir de los mortales no es el de siempre, distinto, diferente del de los muertos? Y es que,precisamente , de eso se trata: los muertos recorren la ciudad en igualdad de condiciones con todos los demás. A no ser por las mortajas y por los letreros que los identifican, nadie sabría a ciencia cierta quien es quien,de qué lado está cada uno.

Eso es todo .Eso y nada más. El resto, sigue igual: los joyeros abren sus tiendas ,y ruedan las puertas giratorias de los bancos.Los niños juegan,los hombres y las mujeres vivas caminan por las calles , y las pálidas colas de peticionantes se forman con indiferencia ante la puerta de los ministerios. A veces,la excesiva profundidad de la mirada,delata la existencia de una tragedia familiar , o una mirada de soslayo a los coches negros que pasan lentamente junto a las veredas,exhibiendo miembros musculosos,recostados,decorados ambiguamente con sangre coagulada,prenden y hacen germinar la nostalgia de los ataúdes,el anhelo de la madera,ese resto telúrico que la civilización industrial aún no consiguió reemplazar por el plástico,ni confiar a la dudosa biodegradación de los polímeros. Pero,qué ciudad es ésta? Dónde están ocurriendo estas cosas? Cuál es el campo que se puebla de cadáveres que ya cada vez encuentran menos lugar en panteones y nichos? Podrá la Municipalidad habilitar nuevos cementerios, se podrán fabricar a toda prisa los osarios que  la situación requiere? Y no ha habido,sin embargo,guerra,peste,ni maldición alguna: sólo ocurre que los cadáveres desnudos reclaman a sus hermanos,los cuerpos vivos.Los tientan,los llaman,les ofrecen vaya uno a saber qué cosas.

Y es que, al no interponerse entre ellos el ataúd como un hermético cinturón de castidad, los cadáveres se reproducen como seres vivos, y engendran más cadáveres,fundan estirpes duraderas, definitivas dinastías.Los cuerpos atraen a los cuerpos,como las esferas atraen a las esferas y los astros que gravitan atraen a los astros en los espacios astronómicos,donde sólo existen la fuerza y la organización.

Se cuentan cosas,y uno no sabe si creerlas. Que los ricos entierran a sus hijos pequeños en grandes frascos de cristal.Que en los barrios pudientes,donde pululan las gemas,y donde las pantallas electrónicas centellean sin pausa al mando de niños terribles como sargentos,se cosen mortajas de dorado terciopelo,y se las almidona cuidadosamente para que constituyan esa mínima protección que se les escatima.Y que en las villas miseria,en el otro extremo de la barranca social,se ha optado por enterrar a los muertos entre la basura,ocultándolos a los depredadores de dentaduras,que buscan,inútilmente en estos tiempos,dientes de oro y prótesis reutilizables,y que terminan contentándose con un poco de marfil.

Pero nadie se queja.Del mismo modo que nadie parece sufrir por la falta del Anticuario Mayor, y nadie se desespera por la ausencia y la muerte de los lógicos,que poco a poco,y bajo la batuta ominosa del Jefe de Policía,están alcanzando el status de una especie en extinción. Tal vez la gente ha aceptado el presente,que penetra como una realidad inmóvil,fijada por la desgracia.Los semáforos impasibles siguen latiendo en la noche negra y sin tráfico Pero la luz y la sombra,ahora,son sólo detalles.En las noches calurosas y atroces,ha anidado una negrura especial.Bandadas de grajos sobrevuelan los barrios y una pareja de cintillos anidó en los recovecos de la Catedral. Y la vida cotidiana se conmueve? Alguien deja de correr detrás de una angustia que no es tal,apartando los ojos de los ojos  cadavéricos que lo miran,como si perforaran una bruma permanente y brutal? La atmósfera es propicia para la leyenda,o la desaparición. Pero hay alguien que se conmueva? Alguna voz que llame? Algún llanto que atraviese la noche perforada de cadáveres desnudos?

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martes, 14 de septiembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 33

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CAPITULO 33

El terrible Bairoletto está sentado sobre un trono de jade y jabalí. A su alrededor, se amontonan los danzantes. La oscuridad lo ciñe como un cilicio, incómodo pero inevitable. La fogata que arde en el centro del círculo es un punto de referencia obligado, casi redundante. A la derecha, junto a un grupo de olmos, puede verse una mesa de billar, algo desgastada por la intemperie. Se escucha el murmullo continuo de un curso de agua, el canto sincopado de los grillos, el lamento meticuloso de las cigarras y el elegante menearse de los juncos. Como se ve, es un escenario puramente campesino, sin nada paródico que lo haga parecer inexacto. Es una situación altamente precisa, como cuadra al terrible Bairoletto, que siempre se ha distinguido por la limpieza y la exactitud. La orgía de sangre, la masacre, el saqueo indiscriminado, son cosas que no le cuadran. Más bien el ingenioso robo a las arcas de los banqueros florentinos, el jugoso botín obtenido mediante la adulteración del testamento de un cardenal, o el contrabando a expensas de los ejércitos del rey de Francia, que periódicamente visitan la península. Bairoletto es insensible a la idea de nacionalidad, no comparte la gesta de Mazzini y Garibaldi, ni la ética mercantilista que presupone el control aduanero para el fortalecimiento del Estado. Y es que el delito es abstracto, inmune a la arbitrariedad de las fronteras nacionales.

Lady Chevesley es arrojada a sus pies como un presente griego. ¿Qué le esperará ahora? ¿Revive acaso los difíciles momentos pasados con Sir Antony Parsons, y con el espléndido caballero Guillaume de la Tour? Recuerda las perversas y tortuosas escenas en las que desembocó llevada por el frenesí renacentista de Leontino Melazzi , o los raptos de terror de la ermita, cuando ella sola debió hacer frente a la Ira de Dios? Ya ni siquiera el ángelus acude en su ayuda.Misteriosamente,asombrosamente,ese sonido amigo y repetitivo, se ha apagado. De pie, se enfrenta al terrible Bairoletto con una sonrisa de desafío, asumiendo una pretendida -y quizás perdida- superioridad. Como lo teórico se enfrentaría a lo experimental, como la gema a la piedra del río, de la cual desciende, pero que siente extraña, extranjera, pese al esplendor de que la viste el sol del mediodía (sabiendo que es fatuo,que se apagará en la noche, mientras que ella reflejará los miles de candelas de las fiestas, las luces de neón, los focos de mercurio, y las luciérnagas electrónicas de las embajadas). Lady Chevesley se sabe única entre los bandidos, en su universo sin mujeres. Y además, frente a la totalidad, Lady Chevesley tiene la ventaja del detalle, que se recorta nítido, y resalta. No dejará de aprovecharlo.


Los bandidos,por su parte, la observan con respeto. Cada tanto,algunas chispas que saltan de la fogata hacen retroceder la oscuridad extramuros, que enseguida y nuevamente se contrae como un fuelle que no pierde su forma. Los bandidos parecen personas a medio terminar. Contrahechos, sus andanzas se reflejan en sus rostros como pústulas .La valentía los ha tatuado de tal modo que ellos mismos se han desdibujado, han terminado por ser solo trazos de cuchillo, heridas de bala o arcabuz, no ellos mismos. En realidad,cuentan su vida por los combates librados, o por los asaltos exitosos, o por los raptos, o por los años que han pasado en las mazmorras del Dux de Venecia, o en las cárceles modernas de la república italiana, tratando de llevar al arrepentimiento a los miembros de las Brigadas Rojas. Es el triste destino del bandido: los años de cárcel y de andanzas, terminan convirtiéndolo en una mera abstracción jurídica, reduciéndolo a un esquema que resulta pan comido para los jueces. La lucha del bandido -en especial del bandido tradicional, clásico- está totalmente encaminada a recuperar su dimensión humana, y este afán de transformación, el ansia de dejar de ser categoría y ser sencillamente hombre, produce una tensión que lo vuelve patético. Finalmente, el conflicto, insoluble en apariencia, se resuelve en la literatura y casi nunca en la horca (ya que a último momento el verdadero bandido es perdonado: esa certeza es la base del suspenso). Por eso los bandidos son gentes tristes, apagadas. Fuera del contexto preciso de la acción, casi no interesan.
Así, vistos frente a la hoguera, son apenas decorado, sombra pálida, nocturna, de lo que realmente son. Existen tan solo porque miran a Lady Chevesley, que muda, inerte, rígida como las estatuas que decoran el atrio del Gran Rey, enfrenta al terrible Bairoletto.

Y éste...¿qué ocurre con él? Se lo ve pensativo. Ducho en los vericuetos de la razón, sabe que el crimen (que él nunca denomina así, sino ars iniendi, ajustándose a la tradición latina) devela dimensiones normalmente ocultas de las cosas. El objeto robado, sin ir más lejos. ¿Qué es? No es la cosa en estado puro? Cuando el denunciante desesperado radica su denuncia ante el Jefe de Policía : no entra de verdad y por primera vez en contacto real con su posesión? Pero cómo era la gema?,pregunta el Jefe de Policía . Y al contestar : así y así,con tales repujos labrados, con tales y cuales destellos microscópicos, no está separando el objeto mismo de sus atributos? No está reconociendo por primera vez que su joya es algo diferente de esa materia o sustancia trabajada,que sin duda la conforma,pero que es circunstancial? Denunciaría alguien el robo de una piedrecilla sin valor alguno? Pero a su vez : por qué tiene valor? Por qué quiere recuperarla? Es acaso por lo que la gema es,o por los atributos de lo que es? El mundo del crimen,piensa el terrible Bairoletto ,es el mundo de las verdades absolutas,no deformadas por lo cotidiano. El objeto robado,al ser arrancado de su contexto,accede a su verdadero significado.La misma vida, invaluable,se transforma,ante el puñal homicida,y el brazo que la arrancó,luego,al ser cortado,deviene objeto jurídico,brazo,y no sólo parte del cuerpo,mero apéndice utilitario.

Sin embargo,Lady Chevesley plantea un problema de difícil solución.Ha sido raptada ,y en tanto eso,es botín.Y sin embargo,también ha sido sustraída de una intención impiadosamente criminal y en tanto esto otro,es sobreviviente.Dado que el terrible Bairoletto ha acatado,hasta ahora las convenciones según las cuales nadie puede ser objeto de más de una clasificación,su complejo mundo filosófico -construído a través de una carrera criminal que erizaría la piel del más duro de los juristas- amenaza con tambalearse. Tiene derecho a considerarla botín? O debe homenajearla como a una reina milagrosamente salvada? Qué criterio usará para decidir?


Pero Lady Chevesley ,ducha en las artes argumentativas de los fisiócratas,y como buena súbdita británica,ávida lectora de Keynes y Adam Smith,hija natural del positivismo lógico y una escolástica tenue,debilitada por el paso de las generaciones, educada al fulgor áureo y creciente de la oferta y la demanda,escoge para la discusión la más terrible de las armas del filósofo : el silencio. Si el lenguaje del cuerpo lo dice todo! Ensaya diferentes poses: de pronto se yergue como una estatua,poniendo todos los músculos en tensión,y un instante después adopta el estilo de una gimnasta nórdica,distribuyendo por sus tendones y líneas de fuerza una calma no exenta de poder.O se tuerce en forma oriental,sugiriendo la inmortalidad,la permanencia. Y en todos los casos,agita los brazos como aspas. Se mueve en círculos frente al fuego,se acerca a los grupos de bandidos amontonados entre las aristas cambiantes del refugio de luz para practicar sus costumbres repugnantes.Camina hasta el limite de la oscuridad,y luego oscila al compás de los movimientos de ésta,quedando siempre en el punto exacto donde el círculo de luz termina,convirtiéndose en demarcación,alusión : la Dama de la Torre quiere señalar la consistencia de la luz,que parece tener densidad,cualidad física frente a la oscuridad del contorno.Su movimiento es elástica,danzante,no alude a las interrupciones del continuo espacial,crea la conciencia del transcurrir,porque aunque se mueve,permanece en su sitio.Los espectadores,entonces la verán inmóvil -o en todo caso intrascendente- y cobrarán conciencia de que lo único que transcurre es el tiempo.

El terrible Bairoletto la entiende a la perfección,ya que el lenguaje gestual es patrimonio del mundo del delito,y el crimen es casi un derivado directo de la expresión corporal.Después de contemplarla (o vigilarla,ya que para un bandido la percepción y la vigilancia se identifican),resuelve su problema y toma su decisión : Lado Chevesley será su amante.

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miércoles, 1 de septiembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 32

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CAPITULO 32

No sabíamos qué decir y el embajador inglés aprovechó para seguir hablando.

-Los átomos giran en lo imperfecto dijo.- Lo microscópico se organiza una y  otra vez en forma definitiva. Que importan los sucesos? Se deshacen como un  caramelo al contacto del agua.

- Donde esta el Anticuario Mayor ?

- Ha desaparecido -dijo el embajador de Inglaterra,como si lo dijera por primera vez.

- Lo comprobaron?

- Es necesario comprobar algo para saberlo? contra su costumbre,el embajador inglés había adoptado un lenguaje transparente Esa es la falacia del empirismo: en el terreno de lo macroscópico,siempre ignoramos todo.La finca esta vacía,como ustedes habrán,sin duda,observado.

- Solía salir para diversas reuniones argumenté.

- El helicóptero está estacionado detrás de la residencia -dijo el embajador inglés.-La servidumbre ha huído.Interrogamos a los copistas de best-sellers, pero no sacamos nada en limpio -el tercer secretario de la embajada abrió la boca para decir algo,pero lo pensó mejor y se callo.

- Lo malo es que esta desaparición amenaza por desquiciar por completo el mercado de antigüedades -dijo el Comisario Inspector Un mercado que,llegado el caso,es muy difícil de recomponer.

-Me parece que habría que recorrer el castillo -sugerí.

-Vaya si quiere-dijo el Comisario Inspector -De poco le va a servir.

Subí la escalera, escoltado por la lógica joven. Los pisos sucesivos se fragmentaban, sugiriendo a la perfección un laberinto, y sin embargo sin llegar a serlo.Cruzamos dormitorios y mazmorras como una exhalación, atravesamos los patios múltiples, subimos escaleras ya redondeadas, vimos dibujarse en el aire enrarecido los fantasmas de nosotros mismos, nos internamos por secretos pasadizos. Buscamos una cámara donde pudiera estar oculto, el lugar mas extremo,si fuera posible, del mundo. Pero si aquello era un mundo,era un mundo curiosamente deshabitad: el Anticuario Mayor había alcanzado cierto ascetismo esencial. Ni una cortina,ni un mueble,atenuaban el amontonamiento de piedra.Sólo encontramos en las paredes peladas, un cuadro digno, según nos pareció, de Rembrandt (una repetición del panel de Sadaf), sobre un fondo trabajado con las pinceladas perfectas del Pollaiuolo y un afán expresionista y simbólico que dejaba muy atrás a la escuela alemana. La firma era indescifrable.Volvimos transfigurados, transtornados por la repetición.
El embajador inglés colgó los tacos de billar en sus soportes de madera de chilenel, guardó las tizas, cubrió con un paño las esferas, apagó la computadora, la introdujo en dos módulos transportables y la cargó sobre los hombros del tercer secretario. Recogió el laúd y lo metió en un bolso de mano, parecido a los que se usan para la ropa de tenis.

- No seria útil interrogar a los copistas? pregunté.

- Podemos hacerlo -dijo el Comisario Inspector,mientras la lógica joven empezaba a agitar los brazos en el aire-, pero va a ser solo una perdida de tiempo.Lo mejor es volver directamente a la capital.

- A los brazos del Jefe de Policía !

- No le tenga miedo -dijo el Comisario Inspector .- Mientras le queden lógicos para sus experimentos, y todavía le quedan algunos lo peor que puede pasar es que nos cuente una anécdota.Pero si usted quiere,vamos primero a hablar con los copistas la lógica joven abrió los brazos y los extendió en cruz .

Había seis copistas,de diferentes edades,sin que pudieran discernirse  parentescos entre ellos,ni el aire familiar que uno comúnmente asocia con la artesanía.De una manera confusa me recordaban a los obreros del barrio de los ataúdes.Trabajaban sobre pupitres altos,iluminados por focos de mercurio y titilantes lámparas de neón,incandescentes.Estiletes incisivos para hendir los pergaminos,alates filosos para remover viejos barnices y preparar los palimsestos se alineaban sobre las cánulas de los pupitres. Clavos de acero de triple punta servían para fijar los pergaminos a los tableros donde se limpiaban con alicates y cérulas que los despojaban de toda suciedad.Elegantes frasquitos contenían las tinturas vegetales y las adherencias químicas que se utilizaban para iluminaciones y miniaturas.Al lado de los pergaminos,se apilaban los best-sellers : desde El Pecado sin Final hasta El Collar sin Sentido. Princesas rusas y terroristas palestinos convivían sin temor.Accidentes de aviación eran evitados a último momento por audaces aficionados.Novelones históricos y góticos,se combinaban con pequeños y dosificados breviarios de erotismo elemental.

- Lo ignoramos todo dijo el que se presento como jefe de taller por otra parte,el Anticuario Mayor nunca viene por acá.Algunos de los artesanos mas jóvenes apenas si lo han visto alguna vez.

- Sin embargo,deberían haberse enterado insistí.- La propiedad esta desierta.No hay servidumbre , ni capataces , ni nada.

El jefe de taller señalo tercamente los pupitres.- Mientras tenemos materiales continuamos con nuestro trabajo.A la noche,apenas cae el sol y suena el ángelus,respetamos la tradición y nos recogemos en aquellos jergones,en un rincón,mientras toda la finca se ilumina con el resplandor de la flor gitana.Recién cuando necesitemos más material tomaremos contacto con el Anticuario Mayor por teléfono señalo un aparato casi disimulado por una pila de pergaminos a medio trabajar También por allí recibimos las ordenes.

- Que tipo de ordenes?

- Intensificar o retrasar determinada línea de trabajo.Hace unos días,sin ir más lejos,se nos indicó que nos dedicáramos por entero a La Dama de la Torre. También hablamos para cuando queremos solicitar un plato extra de gachas,que complementan una comida que no por abundante es, ay! ,suficiente.

- Hoy recibimos las vituallas normalmente apunto un aprendiz

- A que hora?

- A la hora tercia,como siempre.Dejaron los víveres cerca de la puerta trasera,cabe el grifo, en un container aislante.- tomé nota mentalmente de la hora.

Mientras se desarrollaba la charla,la lógica joven estaba completamente distraída,absorta en descifrar una miniatura que iniciaba un truculento novelón sobre un par de periodistas norteamericanos que descubrían una falla en una central nuclear.Los ciclotrones estaban cuidadosamente dibujados,abrazándose en torno de una I carnosa.El Comisario Inspector,por su parte,revisaba con sumo interés las pilas de best-sellers,anotaba algunos títulos y se inclinaba fascinado sobre la transcripción de La Dama de la Torre ,que se llevaba a cabo en el pupitre principal.

Casi sin proponérmelo levante el tubo del teléfono.Del otro lado de la línea me llegó un murmullo confuso.Dos voces se entremezclaban discutiendo algo.Me pareció reconocer a Avelino Andrade,el sindicalista funerario.

- Este teléfono comunica con la capital?

- No,señor,es interno dijo el jefe de taller sonrojándose.El teléfono había vuelto a un sonido completamente neutro.

- Está bien dije. Me parece que nada más por hoy. a través de una ventana vimos al helicóptero elevándose detrás de un grupo de árboles.

- El embajador inglés se nos adelanta siempre dijo el Comisario Inspector,abandonando su minuciosa inspección.Salimos.El jardín maravilloso del principio se había transformado en algo muy hostil,después de cumplir una transfiguración completa.Era como si las especies hubieran cambiado de actitud: en lugar de querer enseñarnos algo inefable,nos cerraban el paso.Los bramidos del serpentario nos llegaban como sibilantes amenazas a través del aire denso y vegetal,de donde escapaba la luz y que empezaba a alumbrarse con los tenues resplandores de la flor gitana.El aroma de las especias había virado hacia un tono acre,simbólico.

Cuando encontramos el auto era ya noche cerrada.La flor gitana ,completamente abierta y ya en su plenitud, iluminaba la propiedad con una luz suave, lechosa, indiferente.

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