miércoles, 28 de diciembre de 2011

Sobre el pensamiento latinoamericano

 DIALOGO CON ANDRES KOZEL, DIRECTOR DE LA MAESTRIA DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DE LA UNSAM


 La historia del pensamiento latinoamericano tiene, como toda historia de las ideas, sus bemoles y tensiones fuertemente relacionados con los intelectuales, sus vidas, sus posturas políticas y cambios teóricos.

–¿Quiere presentarse?
–Soy sociólogo por la Universidad de Buenos Aires, doctorado en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, luego hice un posdoctorado en el Colegio de México de dos años en el área de Historia de las Ideas, regresé a la Argentina hace un año con el Programa Raíces, del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Recientemente ingresé al Conicet y dirijo la Maestría de Estudios Latinoamericanos de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín.
–Bueno... y cuénteme sobre su programa de investigación. –Mis intereses básicos son tres. En primer lugar, el tema del ethos latinoamericano, todo el debate generado alrededor de esa cuestión; en segundo lugar, y vinculado a lo anterior, la problemática del desarrollo; tercero, el antiimperialismo latinoamericano, sus distintas formulaciones. Se trata de temas muy ligados entre sí; de hecho, los tres remiten a la relación entre América latina y la experiencia de la modernidad, una relación que ha sido y es muy complicada. En particular, trabajo estas cuestiones desde una perspectiva que intenta combinar la sociología de los intelectuales; la historia intelectual y también la historia del pensamiento latinoamericano, entendido como tradición ideológico-cultural genuina.
–¿Y qué resulta de ese enfoque? –Varias cosas. Por ejemplo, llamar la atención sobre figuras poco conocidas que son interesantes porque en general han vivido exiliados, han construido redes intelectuales a partir de sus exilios, y pueden volverse centrales por razones no convencionales, heterodoxas, y por eso no han sido necesariamente recuperados en los cánones habituales. Por ejemplo, un intelectual con el que trabajé mucho, Carlos Pereyra, fue un mexicano educado en el porfiriato, muy cercano a don Justo Sierra, luego estuvo en contra de la Revolución Mexicana y se exilió en España y allí elaboró una obra de signo antiimperialista muy rara. En un momento fue filomarxista y terminó su vida apoyando al franquismo. Pero siempre siendo muy antinorteamericano y muy crítico de la política exterior estadounidense. Es una figura rara que no ha sido recuperado en México por estar en contra de la Revolución Mexicana, no ha sido recuperado tampoco en España, y sin embargo fue un autor muy relevante y muy recuperado en contextos inesperados.
–¿En la Argentina lo recuperó alguien? –Sí. Es una pregunta interesante, y muy pertinente en relación con lo que venimos conversando. Julio Irazusta leyó con enorme entusiasmo a Pereyra. Es algo previsible tratándose de un nacionalista de derecha, pero a Pereyra también lo leyó mucho la izquierda nacional. Una editorial donde publicaba Jorge Abelardo Ramos también publicaba a Pereyra. Ramos lo citaba mucho porque Pereyra fue muy crítico, un crítico muy informado, y finísimo, de la política exterior estadounidense del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. Pereyra es uno de los autores fundamentales para estudiar la política estadounidense hacia América latina como también el modo, uno de los modos, por el cual la cultura intelectual latinoamericana fue procesando esa situación. Gregorio Selser también acudió a Pereyra en distintos momentos.
–Ahora bien, ciertamente el pensamiento latinoamericano tiene sus autores canónicos, Rodó, José Vasconcelos, Mariátegui, que son autores importantes que figuran en cualquier curso sobre pensamiento latinoamericano; un caso como Pereyra es atípico, es una novedad. –Otro caso atípico es el de Vicente Sáenz, un costarricense que vivió mucho tiempo en México, que también escribió mucho contra la política exterior norteamericana. También es interesante revistar figuras canónicas para iluminar nuevos aspectos: Rodó, Darío, el mismísimo Martí.
–¿Cuáles son las nuevas preguntas? ¿Y cuál es el nuevo lugar desde donde se hacen las preguntas? –En los últimos lustros hubo un centramiento muy fuerte en relación con la problemática de las redes intelectuales, los exilios, y también desde el punto de vista de la historia intelectual con el problema de los lenguajes que se hablan en determinados contextos. Esas son las novedades fuertes. También es importante destacar que disponemos de abordajes más complejos, que procuran mostrar que la obra de un determinado autor no es una repetición constante de lo mismo, sino que es algo atravesado por tensiones, a veces desgarradoras, algo proteico, que se va moviendo a lo largo de la vida del autor. Esto tiene que ver también con las dimensiones intertextual y contextual. La vida productiva de un intelectual dura 20, 30, 40, a veces 50 años, nunca un autor dice siempre lo mismo, nunca es leído siempre del mismo modo.
–Bueno, muchas veces se tiende a asociar a un autor con una determinada posición... –Se etiqueta a los autores, los autores se convierten en una etiqueta. Los nuevos enfoques van mostrando que ciertos autores canónicos y no canónicos son más complejos que las etiquetas, y que la consideración adecuada de los cambios en el tiempo, de las discusiones, de las dimensiones intertextual y contextual, merecen trabajos más pacientes. Ningún autor, esto es casi una regla, dijo siempre lo mismo, ningún autor está exento de haber sido atravesado por tensiones y desgarramientos en relación con sus propias ideas; ningún autor fue leído –usado– siempre de la misma manera.
–Hay casos notables. Los virajes de Lugones, por ejemplo... –Sin dudas, pero también hay casos donde los virajes son más imperceptibles. Y ahí está el trabajo fino del que hace historia de las ideas, mostrar que hay deslizamientos, polémicas, sensibilizar sobre el hecho de que los autores, de alguna manera, van tomando decisiones a través de procesos complicados, a veces dolorosos. Con respecto a la recepción, hasta se podría decir que un autor que dice lo mismo en un contexto determinado y también lo dice en otro, en realidad, no está diciendo exactamente lo mismo, en la medida en que difícilmente eso “mismo” sea recibido de la misma manera a lo largo del tiempo.
–Déme un ejemplo... –Un ejemplo clásico de recreación puede ser lo que sucedió con La tempestad, de Shakespeare, en la cultura latinoamericana. La obra de Shakespeare fue evocada y recreada en contextos muy distintos, por distintos intelectuales, para decir cosas distintas, primero por Rubén Darío, por Groussac, por Rodó y luego por distintos autores, hasta llegar al planteamiento de Retamar que, apropiándose a su vez de otras lecturas, invierte completamente el mensaje de Rodó en relación con la interpretación de la obra de Shakespeare. Esto permite estudiar en perspectiva ya no sólo los cambios del propio autor –por ejemplo, Darío o Rodó–, sino visualizar que a lo largo del tiempo se fue configurando una especie de saga de Shakespeare en América latina, de una enorme riqueza simbólica. La recepción de una obra importante presenta casi invariablemente aspectos sinuosos, difíciles de encasillar en una fórmula simple. En eso consiste nuestro trabajo. Otro ejemplo es el de Rubén Darío. Al respecto hay una polémica abierta sobre si fue o no fue antinorteamericano y antiimperialista. De hecho, tiene poemas en los que revela una disposición y otros donde habla admirativamente sobre Teodoro Roosevelt. En resumen, a veces las trayectorias son más sinuosas que lo que permiten ver las etiquetas; de manera que debemos revisar y en ocasiones desechar esas etiquetas; a veces tenemos que revisar los propios conceptos con los que buscamos apresar las realidades de nuestra historia política.
–... –También mostrar que los intelectuales a veces resultan devorados por las tensiones que los desgarran. Para algunos, el caso de Lugones es paradigmático en este sentido: hay quienes dicen que se suicidó por su amor imposible, pero hay también quienes dicen que se suicidó por la imposibilidad de darle consistencia a la nueva versión de la historia argentina que su postrer viraje ideológico requería: en aquel momento deja inacabada su biografía de Roca, deja una carta que dice “no puedo más”. Roca era un referente para él en su juventud, en su etapa liberal, pero después del viraje ya nada encaja...
–¿Cuál es el objetivo tanto de la Maestría como del Centro de Estudios Latinoamericanos? –Constituirnos como un foro capaz de condensar, producir y promover saberes sobre América latina, desde la perspectiva de las ciencias sociales y de las humanidades, colocando un énfasis en el estudio y el cultivo de la tradición cultural latinoamericana. La tradición cultural latinoamericana es un legado denso, complejo, por momentos problemático, que debemos estudiar y conocer del modo más comprensivo y riguroso posible. Buscamos alentar el estudio sistemático de temas latinoamericanos en el medio académico, contribuir de alguna manera a los procesos de integración continental; de hecho un cuarto de nuestros alumnos es de origen extranjero.

martes, 20 de diciembre de 2011

Rock del centro de la Tierra


Dijo el hombre correcto al otro,
que venía de abajo.

¿Dónde has estado,
que sales de las profundidades?.
¿Que hay allí?
Yo veo mucha confusión.

Y el otro tenía una vestidura extraordinaria
y cabalgaba sobre seres que no son de este mundo.

"¿Qué has visto
en el fondo de la tierra?."
preguntó el hombre correcto.
"¿Es verdad
Qué arde allí el fuego eterno?."

"Crucé sin vacilar la roca fundida,
sin temor de mancharme las manos
Cuántos kilómetros de magma
y yo hundiéndome en lo oscuro!
Cuánto descendiamos sin pausa
hacia el abismo!

"¿Y llegaste a las regiones del hierro?"
preguntó el hombre correcto.

Llegué, sí, hasta donde el hierro
arde y burbujea como el agua hirviendo
que quema tu mano correcta
capas sobre capas que fluyen
arrastrando a las otras: sube el magma
por el manto ardiendo y arriba
la geografía se deshace

"¿Qué más viste, tú que cabalgas
sobre animales de otro mundo?
¿Es otro mundo?
¿Hay allí algun ser infernal que no conozca?."

Allí no hay nada, contestó al hombre correcto
el que venía de las profundidades.
Allí no hay nada que te pueda interesar
pero allí arde todo y se cuece
el suelo que te sustenta.

Y volvió a hundirse en lo profundo.

jueves, 15 de diciembre de 2011

4 + 4

 A cuatro años de la creación del Ministerio de Ciencia, tecnología e innovación productiva

La creación de un ministerio de ciencia instaló, al parecer definitivamente, la ciencia como política de estado. Aquí, celebrando esa creación, se conversa con el ministro Lino Barañao, para hablar de estos cuatro años que pasaron y los cuatro por seguir.

Bueno, ésta es una entrevista de cumpleaños.

–¿Usted cumple?

–No, es usted el que cumple cuatro años de ministro, y como primer ministro de la historia de Ciencia y Técnica en el país. Y a mí me gustaría que hiciera un balance.

–Balance, bueno. Digamos que hoy por hoy me siento bastante satisfecho de lo que pudimos hacer, siendo que nos tocaba en cierta forma ser pioneros, avanzar en un territorio que si bien estaba más o menos mapeado no había sido transitado. También es cierto que yo tenía una cierta experiencia por cuatro años previos en la presidencia de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica en el 2003.

–Y la secretaría había sido muy activa además...

–Sí, claro. Pero yo estaba adentro de la casa y había una estructura ya dentro de la secretaría, dentro de la cual yo había tenido una función de gestión. Conocía la institución y la gente. Con lo cual cuando nos tocó hacer este upgrade teníamos un staff importante como para poder cubrir los cargos y además varios planes en marcha. No es que tuvimos que empezar a pensar qué hacer. Veníamos con toda una gestión, con planes, en particular proyectos financiados por el BID, otros con el Tesoro Nacional. Y así establecimos las bases de esta nueva estructura y al mismo tiempo hubo que gestionar programas que ya estaban en marcha, que tenían varios objetivos.

–A ver...

–El primero era continuar con la reconstrucción del sistema científico nacional a través de un incremento del presupuesto. Esto permitió aumentos salariales, incremento en el monto de becas. Formulamos también un plan federal de infraestructura. A los pocos meses de designado presenté un plan federal de infraestructura que mostraba un relevamiento hecho por el Conicet que indicaba que en treinta años de desinversión absoluta se habían acumulado unos 130 mil metros cuadrados de déficit de laboratorios. En esta gestión ya llevamos construidos 60 mil metros cuadrados, o sea que en poco más de tres años logramos saldar el cincuenta por ciento de ese déficit y el resto está en proceso de presentación de proyectos. Es decir que eso es algo que va a continuar. Se encargaron algunas obras que creemos que tienen un valor emblemático, como es el Polo Científico y Tecnológico, que no sólo es la sede del ministerio sino que presenta toda una nueva concepción respecto del papel de la ciencia en Argentina. En primer lugar se crea un ambiente de investigación internacional e interdisciplinario, que no existía en el país. Esto que llamamos institutos internacionales de innovación interdisciplinaria, o I4, que tienen como requisito tener un socio internacional. El más conocido es la Sociedad Max Planck, después está el ICGEB, también el Centro Bilateral de Diseño Industrial con cuatro universidades italianas, centro de modelado y supercómputo con Francia, que está en proceso de gestión, un proyecto que tiene que ver con aplicación también de modelado por computadora a problemas derivados de la construcción de radares por parte de IMVAP y con prospección petrolera por parte de YPF. Es decir, proyectos con un importante componente de aplicación a sectores claves del país. Y también va a haber en el área de sociales un centro de economía de la innovación.

–Es bastante, me parece.

–Bueno, ésta es una de las experiencias novedosas. La otra ya es la segunda parte donde está la construcción de un museo de ciencia y tecnología que va a ser la sede de un programa de popularización de la ciencia, en el que queremos que haya un trabajo de elaboración de contenidos tanto para museos de ciencia, ferias y también contenidos para televisión, ya sea televisión digital o web-tv. Digamos, la idea sería aprovechar distintos medios para transmitir el conocimiento científico y popularizar la ciencia. Y esto se completa con un auditorio donde va a haber ciclos de conferencias para la gente. Para mostrar los aspectos estéticos de la ciencia. De hecho la semana pasada tuve una entrevista con Horacio Lavandera, el pianista, y estamos programando un ciclo de música y matemática que probablemente tenga como sede ese nuevo auditorio. Así que ya estamos con la programación artística del futuro auditorio.

–Además la música y la matemática se enseñaban juntas en la Edad Media.

–Tanto la ciencia en todas sus formas como el arte es información, información transmisible. Ni materia ni energía, ese elemento del Universo tan poco conocido e ignorado generalmente que es la información. Y que en realidad nosotros nos dedicamos a eso, a la aplicación de la información en distintos aspectos. Todo esto tiene que ver mucho con las ciencias tradicionales. Pero también ocurre un hecho importante que a raíz de cierta apreciación mía sobre el rol de las ciencias sociales, al poco tiempo convergieron aquí en mi oficina el consejo y el decano de Ciencias Sociales, y de ahí surgió una iniciativa que me parece de las más importantes que han surgido de ese sector, que es el Programa de Investigaciones sobre la sociedad argentina contemporánea, el Pisac, que tiene como objetivo hacer justamente un diagnóstico sobre la realidad actual. Y es un insumo necesario para todas las áreas de gobierno e incluso para el ciudadano común saber el país en el que vive que ha cambiado mucho, y está cambiando. Y me parece que el Bicentenario marca precisamente un hecho importante para reflexionar sobre eso. Y lo interesante es que hay cerca de mil investigadores de Ciencias Sociales trabajando conjuntamente en este proyecto, lo cual ya es objeto de estudio de investigadores de otros países del mundo.

–¿Que estudia esto?

– Claro, que estudia cómo mil argentinos logran hacer una sola cosa, digamos. Este hecho inédito y que convergen distintas escuelas.

–Bueno, volvamos a su balance.

–Ha sido un período muy importante para mí, además de un aprendizaje de la gestión pública, que creo que ha sido la puerta que se abrió con la creación del ministerio: poder establecer vinculaciones directas con otros ministerios. Con Educación ya teníamos por una cuestión de origen. Pero con el Ministerio de Salud tuvimos un trabajo muy efectivo con el tema de la gripe A en su momento. Con Desarrollo social participamos del consejo y hemos establecido algunas iniciativas como el yogur probiótico, que se está produciendo por cooperativas de distintas provincias. Con Industria tenemos varios convenios tendientes a desarrollar algunas cadenas productivas. Prácticamente con todos los ministerios tenemos alguna relación y esto es imprescindible porque, en realidad, nuestro ministerio es un ministerio de servicios. Es decir, lo que nosotros hacemos llega a la sociedad a través de otro ministerio indefectiblemente. La mejora de la educación universitaria a través de educación, la mejora de la salud a través del Ministerio de Salud, la mejora de la competitividad industrial, la mejora de la inclusión social. Lo que llega directamente de nuestro ministerio a la gente, y es algo que no siempre tiene valoración –y supongo que usted no va a disentir– es la divulgación científica. Lo primero que recibe la gente como retribución a la inversión que ha hecho al sistema científico es tener información por parte de los científicos. Y ahí el intermediario no es el ministerio, es todo el cuerpo de periodismo científico que de alguna forma traduce y transmite adecuadamente esta información a través de los distintos medios. Por eso es que el tema de la divulgación científica para nosotros es tan importante, porque es el primer servicio que nosotros podemos dar directamente a la comunidad.

LAS BASES PARA EL DESARROLLO

“El otro tema que consideramos importante es empezar a bajar esta línea política que en realidad nos marcó la Presidenta respecto del rol que pretendía de la ciencia y tecnología, no como un hecho meramente cultural y meramente motivado por la curiosidad y el avance del conocimiento sino imponerle una condición de contorno de que ese conocimiento generado tendría que de alguna forma canalizarse hacia la mejora de la calidad de vida de la gente o de la actividad económica, con la consiguiente mejora en cuanto a creación de trabajo e inclusión. Ese es el cambio tal vez más importante que nosotros pretendimos darle a nuestra gestión, instalar esto de que la ciencia es un motor de desarrollo económico también en Argentina. Es algo que es muy evidente en cualquier país desarrollado pero en casi toda Latinoamérica la ciencia estuvo muy relegada a un papel colateral, más bien decorativo.”

–Decorativo sobre todo. O bien dependiente de intereses que venían de algún otro lado.

–Claro, y sin ningún impacto económico esperable. Cuando cualquier actividad cultural hoy por hoy tiene un impacto económico importante. Yo creo, por ejemplo, que si se hace un análisis económico de cuántas divisas ingresan al país a raíz del tango, bueno, yo creo que pocas tecnologías pueden competir con eso. Pero hoy por hoy el mercado del arte mueve capitales impresionantes. La exportación de contenidos televisivos es uno de los rubros más importantes que tiene Argentina. Entonces me parece que si el arte está movilizando la economía, con más razón la ciencia y la tecnología deben tener ese componente de aplicación.

–Porque además se meten dentro del proceso productivo...

–Exactamente. Y para lograr eso lo que hay que hacer es un trabajo con la cultura y con la concepción y con los preconceptos que venían tanto de la parte académica como del sector productivo, ambos tenían una visión del otro sector que dificultaba ese diálogo. El empresario piensa que el investigador hace cosas que no sirven para nada o si hace cosas que sirven tiene la obligación de dárselo porque él pagó sus impuestos y por lo tanto no tiene por qué rendir cuentas, porque es un servicio público. El investigador piensa que el empresario es alguien que quiere amasar una fortuna haciendo harina de los demás, como decía Mafalda. Y ninguna de las dos cosas es cierta. Lo que es cierto es que el empresario busca optimizar rentabilidad porque de eso depende su supervivencia, la esencia de las cosas es perseverar en su ser, como decía Spinoza. El empresario tiene que perseverar en tener una empresa rentable porque de eso depende el salario de la gente que trabaja en su empresa. Y el investigador, si uno le pregunta por qué hace lo que hace, la gran mayoría dice “por buscar el reconocimiento de mis pares”. Ninguna de las dos cosas garantiza responsabilidad social. Uno puede tener empresarios inescrupulosos que optimizan su renta encontrando alternativas, por ejemplo al pago de impuestos. Y puede haber un investigador que con tal de obtener el reconocimiento público experimenta con sus conciudadanos evadiendo las normas éticas elementales. Bueno, digamos, entonces, ninguno de los dos grupos es a priori éticamente superior. La universidad, el sistema científico, toman fondos públicos y generan conocimiento. Y ésa es su función, generar información aplicable. Y es el sector productivo el que toma conocimiento y lo convierte en producto o servicios que llegan a la comunidad.

–¿Y se estableció ese circuito virtuoso? ¿O se está estableciendo? ¿O se está empezando?

–Bueno, nosotros tenemos un abordaje experimental de esto: es ensayo y error. La gestión ésta viene de la ciencia, tenemos esa impronta. Entonces, primero se adopta lo que era el modelo imperante, cierto modelo lineal de que el sistema académico produce conocimiento, y esto se derrama y alguna empresa va a venir a buscarlo. Eso en la práctica no ocurre. El conocimiento no se derrama, se destila y condensa en el hemisferio norte, como tampoco se derrama la riqueza. Si el Estado no interviene, la riqueza se concentra. El Estado tiene que intervenir para garantizar que el beneficio sea local. Lo que hicimos desde esta gestión fueron dos cambios sustantivos. Primero, definir fondos sectoriales, es decir, a ver qué sectores vamos a financiar prioritariamente (más allá de financiamiento ecléctico a toda la investigación científica que seguimos haciendo). Y no son 128 prioridades como hubo alguna vez en la secretaría. Hicimos un ejercicio muy sencillo, a ver cuáles son las tecnologías que están revolucionando la producción mundial. Y son tres: biotecnología, nanotecnología y tecnología de información y comunicación.

–La pregunta es obvia: ¿las tres tienen sentido en Argentina? ¿Hay sector académico y sector productivo capaces de aportar dentro de esas plataformas?

–Efectivamente tanto en biotecnología como en nanotecnología como en tics tenemos ambos componentes. Luego, otra pregunta sería: ¿a qué se aplican esas plataformas? Tenemos problemas y oportunidades en algunas áreas en particular. Y sí, existe salud, agroindustria, energía renovable, desarrollo social y medioambiente. Si uno cruza esas tres plataformas con las cinco áreas problema encuentra nichos de intervención bastante definidos para los cuales nos planteamos, por ejemplo, hacer un fondo para biotecnología aplicada a salud, y nos preguntamos qué vale la pena hacer acá en Argentina. Para que surjan esas asociaciones, en ciertos casos pusimos una zanahoria más grande que lo común. Establecimos que teníamos un monto para estos proyectos de siete millones como máximo de subsidio. Eso es sin retorno para hacer la etapa de mayor riesgo. Ahora, si sale bien, hay que construir la planta, hacer los ensayos clínicos, y el producto tiene que fabricarse y producirse acá. Esas son inversiones que son de un orden de magnitud mayor, son setenta millones de dólares que van a tener que poner las empresas que estén a cargo de ese desarrollo. Y no vamos a desembolsar un peso más si hay algo que falta. Minimizamos el riesgo del Estado en esa etapa de inversión. Pero el rédito potencial creemos que tiene mayores chances de ser obtenido con este esquema. Y este esquema de consorcio público-privado financiado por fondos sectoriales lo estamos aplicando a la nanotecnología, a la agroindustria, tenemos proyectos interesantes sobre el aprovechamiento del lactosuero, de pasturas resistentes a sequías, de nuevas generaciones de aluminio aplicables desde las ollas de cocina hasta los motores de auto, microcircuitos para televisión digital. Con este esquema han aparecido iniciativas que tienden a proponer cosas muy concretas, muy aplicadas, donde además podemos valorar tanto la seriedad académica del grupo público como la seriedad de la empresa que está del otro lado. Entonces tenemos un grado de eficiencia en la generación de fondos que no tienen los bancos.

–Bueno, eso es sorprendente, aunque los bancos no se están luciendo mucho en el mundo.

–Y aquí. De hecho, en el período de crisis, cuando el país se quemaba, acá se dieron créditos, que tuvieron una tasa de recupero de casi el noventa y cinco por ciento. Es decir, no solo recuperamos el capital, sino que hubo empresas que se crearon en el 2002 que ahora están exportando y están abriendo filiales en España. Porque cuando uno piensa el Estado como administrador de recursos, parecería que fuera más laxo, que estamos regalando la plata. Y somos mucho más estrictos que el sistema financiero. Pero porque en realidad lo que estamos adquiriendo no son activos vacíos.

PEQUEÑOS GRANDES PASOS PARA EL FUTURO

–¿Y qué cosas no consiguió hacer y sí va a hacer en este segundo período que empieza?

–Una de las cosas que tenemos que hacer es lograr cierta coherencia entre los parámetros de evaluación académica y las políticas que llevamos adelante. Y ahí está el problema de que básicamente los comités de evaluación tienen la inercia propia de todo sistema. Yo he participado en muchas comisiones de evaluación y he llegado a acuñar un principio básico que dice que ningún evaluador usa criterios según los cuales él mismo quedaría mal parado. Y eso es lo que crea esa inercia. En segundo lugar hay un criterio que es muy válido para evaluar la contribución original del conocimiento, que es la publicación en revistas internacionales con referato, cosa que me parece lógico. Si uno quiere avanzar en oncología molecular y dice que está haciendo investigación de punta, tiene que publicar de vez en cuando en una muy buena revista y decir “yo estoy avanzando en el conocimiento de las bases moleculares del cáncer”. Ahora, si yo quiero establecer el mejor tratamiento, o la eficacia de determinada droga en una población local con determinadas condiciones socioeconómicas y ver el costo beneficio, puede que eso sea publicable en una revista internacional, que eso sea de interés general. Pero lo importante es que el médico de la zona lea ese artículo y pueda aplicarlo, porque si no tenemos una disociación. Y nos pasa con muchas publicaciones, sobre todo con investigación clínica, que no son valoradas por las comisiones de ciencias médicas porque el criterio es que si no se publicó en una revista internacional con puntaje, no se sabe si es bueno o es malo. Ese es el tema, no es que diga que es malo porque es una revista nacional. Es que no tengo un parámetro objetivo para evaluar esto. Y una cosa que se me ocurrió en realidad la semana pasada dando una charla en el instituto Lanari, por qué además del factor de impacto de publicación en una revista científica, que haya un factor de impacto social. Ver que esa publicación fue citada treinta veces por la literatura internacional está muy bien. Ahora bien, que este trabajo en la revista Medicina, por ser específico, fue leído por cien residentes que enviaron un comentario y consideraron que pudieron incorporar este conocimiento a su práctica diaria también importa. Porque el tema de la transferencia tecnológica no sólo está en la ciencia, en la física, en la ingeniería, en la tecnología. Está en la medicina que es la que nos lleva la mayor parte del presupuesto. Entonces, esta misma preocupación que tenemos de cómo acoplar el conocimiento a una actividad concreta la tenemos con las ciencias médicas. Tenemos mucha investigación biomédica y yo quiero ver que los pacientes de acá tengan una mejor atención gracias a lo que se invirtió en el país.

–Además hay una cosa sintomática: siempre, al entrevistar a un científico, sobre el tema que fuera, al final decían “pero yo nada más quiero decir que no tenemos presupuesto” venía el llanto y el reproche. Y eso desapareció. Ahora todo el mundo dice “estamos pasando un buen momento, etc.”. Y es asombroso.

–Sí, y no es una comunidad propensa al elogio. Así que sí, algo habremos hecho bien. Y queda mucho por hacer. Es cierto que la gente mide respecto a lo anterior. En algún momento va a empezar a decir “nos falta algo”. Pero bueno, también puede pasar otra cosa. Puede pasar que la sociedad diga “bueno, ahora que están tan bien, a ver, piensen algo”. Y hay que estar preparado para eso. Eso quiere decir no apoyar a los científicos sino apoyarse en los científicos, que es muy distinto. Y eso es un poco el desafío. Hablando de los desafíos, uno era esto de lograr coherencia, que no haya esquizofrenia entre lo que decimos que la política y lo prioritario para el sistema científico y lo que se evalúa. Hay que hacer un incentivo para aquellas cosas que no están premiadas tradicionalmente, que es la transferencia. Porque cuando uno hace una transferencia, la prioridad de tener un resultado es extremadamente baja. Yo volví al país en el ’84 y quería hacer algo de tecnología animal, ahora el primer ternero in vitro lo pusimos en el ’94 y no lo pude publicar porque era una cosa muy tecnológica y la primera vaca clonada transgénica en el 2002, y recién la publicación estuvo dos años más tarde. Si me hubiera dedicado solamente a la tecnología animal me hubiera caído de la carrera del Conicet a los tres años. Entonces gracias a que usé sistemas de bovinos para hacer investigación básica pude mantener ambas cosas por separado. Una vez mostré el curriculum no autorizado, eran todas las cosas que me salieron mal durante veinte años casi, y que finalmente dieron un resultado.

–Lo que veo, Lino, es que está muy conforme con estos cuatro años.

–Sí, estoy bastante satisfecho. No sé si...

–Me agrada que diga que está bastante satisfecho, y no satisfecho del todo, porque si llega al equilibrio termodinámico, después no hay más nada.

–No, claro, eso no. Y lo que es bueno también es que uno va cambiando de idea, uno aprende, es el learning by doing, como dicen los sajones. Es importante porque descartar una teoría favorita todas las mañanas es la mejor manera de sentirse joven. Y en el momento en que uno no sea capaz de cambiar de ideas es que empezó el período de declinación y uno debería dar un paso al costado.

–Me gusta eso. Quiere decir que va a buscar más satisfacción.

–Bueno, y la otra cosa que un poco que falta, que se lo comentaba hoy a la Presidenta, es que estamos bien con la innovación productiva, hemos hecho todas estas inversiones que contaba antes, con socios privados, tecnología de punta, esto se va a traducir en cosas muy concretas en los próximos dos o tres años. Ahora hay otro componente que es una asignatura pendiente que es la innovación inclusiva. Es decir, que la tecnología le llegue al señor que vive en la Puna, que pagó sus impuestos y que nunca vio nada.

–Aunque no los haya pagado.

–Bueno, que contribuyó. Esta es la lógica norteamericana, pero es cierto lo que usted dice, que por el solo hecho de ser conciudadano tiene derecho a todo. Pero el tema es que no puede ser que haya gente en la Argentina que vive en el siglo XXI y gente que vivía como en la época de los incas. O peor que los incas.

–Mire, ministro, yo querría seguir, pero se me está acabando el espacio, y quiero hacerle escuchar una milonga...

–¿Una milonga?

–Una milonga que cuenta la creación mitológica de este ministerio, hace cuatro años.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Creación mitológica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva

Hubo un taita muy famoso
Allá por Blanco Encalada
Más veloz con el cuchillo
Que tantos con la mirada

Y le hablaba al malevaje
Para darle educación:
Este país sólo arranca
Con mucha envestigación


Yo quiero que ustedes sepan
Los poderes de la cencia
Que esplica los dinosaurios
Y el resto de la esistencia


El asunto del big bang
Y ese lío evolutivo
La célula, el adeeñe
Y el splicing alternativo


La teoría de los cuentos
Los átomos, el bosón
Y por qué esiste Pompeya
Y después la inundación.
En estos tiempos no alcanza
Con una secretaría
Y si no vamos por más
Nos quedamos en la vía


Porque si vamos a ser
De verdad un páis en serio
Hay que agrandar el boliche
Y volverlo un menisterio


Ustedes deben creer
Esta cosa tan sencilla
Y si alguno se retoba
Yo le paso la cuchilla


Si el país quiere avanzar
Y ponerse bien al día
Hace falta mucha cencia
Y también tenología


Y decidido a imponer
Esa idea que tenía
Fue a la casa de gobierno
Y allí espuso su teoría.
Y esplicó a la presidenta:
Aquí yo le digo a usté
Que hay que impulsar la conea
El inti y el conicé
Hace falta un menisterio
Si es que queremos crecer
Usté que es inteligente
Sé que lo va a comprender
Hacerlo es pura ganancia
y no hay nada que perder.


Por eso es que yo le insisto
En lo que ya le decía
Yo quiero mi menisterio
De ciencia y tenología
Donde se estudien los bichos
Las nubes y el eletrón
La cencia del malevaje
y el manejo del facón
para poder defendernos
con mucha envestigación


Por eso es que yo le insisto
Usté tiene que acetar
Que hace falta un menisterio
Si queremos progresar.


A un malevo de verdá
No se le dice que no
Cristina sacó un papel
Y ahí mesmito lo firmó


Cuando el malevo volvió
Derecho a Blanco Encalada
La gente estaba en la calle
Aunque era noche cerrada


Y le dijo al malevaje:
Cuidemén mi menisterio
Porque al que no me lo cuide
Lo mando pal cementerio


Esta milonga sencilla
Se canta como si nada
Por bailongos y boliches
En todo Blanco Encalada.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Sobre la historia de la medicina

DIALOGO CON FEDERICO PERGOLA, PROFESOR DE CLINICA MEDICA Y DE HISTORIA DE LA MEDICINA

El jinete hipotético siente una insoportable pasión por la historia de la ciencia. Porque sabe que es necesaria, se precipita hacia quienes le pueden hablar de ella.

–¿Por qué es importante que los médicos sepan historia de la medicina?
–Voy a empezar con una cita de George Orwell, que más o menos decía que el que no sabe la historia, no sabe su ciencia. Es decir que el conocimiento de la historia siempre tiene un efecto prospectivo. Yo quiero poner esas palabras en el museo que dirijo en la facultad. Quería decir que yo hice la reapertura de los dos museos que funcionan en la Facultad de Medicina: el de Historia de la medicina y de la cirugía, Vicente Risolía; y el de Ciencia y Tecnología, Houssay. Creo que en general se desestima bastante la historia de las ciencias. En particular la de la medicina. Alguien decía que los médicos recién cuando llegan a viejos se ocupan de estudiarla. Y yo creo que ni siquiera de viejos se ocupan de la historia de la medicina, sino que se ocupan de su propia historia. Porque todos los médicos vivimos muchas vidas y tenemos muchas anécdotas, y entonces creemos que vamos a pasar a la posteridad contando lo que ha sucedido en nuestra vida. Pero la historia de la medicina indica otra cosa: indica el gran cambio que hay gracias a la fisiología con Claude Bernard. El comenzó a estudiar sistemáticamente cómo funcionan los órganos, que es obviamente el primer paso fundamental para poder curarlos. Con él empieza la verdadera medicina, que en los últimos 50 años dio un vuelco de 180 grados en el que incluso cambia la forma de atender al enfermo.
–Además se convierte en medicina masiva... –Eso pasa después de la época de Bismarck en Alemania, debido a que se dan cuenta de que, con el taylorismo, el obrero tenía un valor. La hicieron masiva, entonces, para cuidar el capital de trabajo: si el obrero no trabajaba, el capital perdía. Yo escuchaba el otro día en una audición de tango que en el año 1920, en un café de Buenos Aires, se habían peleado un tal Bianchi con un tal Salerno. Este Salerno le había dado unas cuchilladas al otro, quien, lejos de llamar al SAME o ir a un hospital, se fue a curar a su casa. De hecho, cuando empieza el hospital (que viene del latín hospitium) es un lugar de albergue, de depósito, al que iban los pobres y los locos.
–Además no tenía nada de tecnología... –Exacto. Ni la enfermería era demasiado necesaria hasta entrado el siglo XX. Así que realmente la medicina ha cambiado de una forma extraordinaria: ha pasado de ser una medicina de la observación, hipocrática (como dice un autor cubano) a una medicina galénica, de la investigación. De todos modos yo creo que no debería llamarse “galénica”, porque lo que hizo Galeno fue una anatomía comparada que atrasó mil años la medicina. Hay un ejemplo típico: Galeno hablaba de “globo histérico” en la mujer, porque Galeno había visto que el útero de los animales (isterus es útero) andaba por el abdomen y entonces creía que el útero era un órgano móvil...
–En honor de Galeno, debemos decir que su intención no era convertirse en el dogma a seguir sino que se avanzara en la investigación. Que después se lo tomara como un dogma no fue su culpa. –Además está todo el tema de la prohibición de la Iglesia de las autopsias, y todo eso... Es curioso cómo hacían las autopsias los árabes: dejaban macerar un cadáver al costado de un arroyo, y cuando estaba bien podrido lo iban abriendo con un puntero. La prohibición de la autopsia por parte de la Iglesia atrasó muchísimo la investigación sobre la anatomía humana.
–¿Cuál era la justificación de la Iglesia para prohibir eso? ¿La resurrección del cuerpo y del alma? –Mire, yo no quiero decir nada ahora. Roger Bacon vio que cuando él alargaba un spray con agua y le ponía una luz al lado, la luz hacía una refringencia sin arco iris. El arco iris en ese momento significaba que después de una lluvia no iba a venir el Diluvio Universal. Cuando dio a luz esa investigación, por suerte no lo mataron: sólo tuvo que soportar varios años de cárcel.
–Bacon tuvo más problemas que el del arco iris. Y dígame, ¿cuál es la situación de la Historia de la medicina en la Argentina? –Yo estoy dirigiendo la carrera docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Y tenemos un curso de formación docente pedagógico en Ciencias de la Salud. Y además de módulos pedagógicos y de metodología de la investigación, tenemos un módulo humanístico. Ahí tenemos Historia de la medicina y de la ciencia, y una parte que es Antropología médica. Los que van a ser profesores tienen que pasar sí o sí ese curso. Hice ese curso en el año 1962 y tenía como profesores a Babini y Pucciarelli. Imagínese que para mí, que no sabía nada de filosofía, eso me abrió la cabeza completamente. Creo que es necesario para cualquier médico. Aquel que tiene una idea acabada de cómo fue evolucionando la medicina a lo largo de la historia, tiene más recursos para entenderse con el paciente y para comunicarle las cosas.
–¿Por qué? –Porque uno baja y sube las etapas de comunicación. No es lo mismo entenderse con un intelectual que con una persona que no pudo completar la escuela primaria, y el médico tiene que acostumbrarse a eso.
–Pero, ¿cómo se engancha eso con la historia? –Yo creo que la historia enseña en todo sentido. Porque si yo sé historia, conozco más al hombre; lo mismo que si sé de antropología médica. A veces, el enfermo tiene muy incorporado que con ciertas prácticas se va a curar. Por ejemplo, con la culebrilla. Yo en una época atendí a una persona que tenía un herpes espinal. Le expliqué que se trataba de un virus de la varicela que queda en el ganglio nervioso de la médula, y en un buen día, generalmente cuando uno es anciano, vuelve a aparecer. Aunque la gente tiene la idea de que pintando la culebrilla con tinta china, se cura. Pero la lesión que aparece en la piel responde a un nervio que ha perdido trofismo. Si nosotros tenemos la piel bien, es porque el nervio nos está mandando señales de que la piel tiene que estar bien. En el enfermo de culebrilla, que perdió la sensibilidad en la zona, se llena de ampollas. Entonces se pinta con tinta china. La enfermedad se cura sola en una semana, pero lo que a veces puede dejar es una neuralgia post-herpética. El “tratamiento” para el herpes zoster varía de acuerdo con la zona geográfica. En Cuba, por ejemplo, van a orillas del mar, rompen unas botellas y rezan, porque al herpes se le llamaba “Fuego de San Antonio”. Y durante la colonia buscaban polvo de la habitación y telarañas, y lo ponían encima del herpes para que se curara. Y rezaban una serie de oraciones dirigidas a la Virgen María...
–Muy científico todo... –Sí. Con telarañas y oraciones, es infalible.
–¿La telaraña no tiene algunos antibióticos? –No creo.
–En este momento, ¿en qué puede ayudar la formación en historia para los diagnósticos? –Es una pregunta difícil, porque yo creo que, más que ayudar al diagnóstico, ayuda a la formación general. Un español dijo alguna vez que “el médico que solamente medicina sabe, ni medicina sabe”. El médico debe ser una persona instruida y culta, debe poder agarrar libros en su tiempo libre.
–¿Y no hacen eso? –En general, creo que no. La medicina ha pasado por tres etapas. Rivadavia creó la Sociedad de Beneficencia, y la primera etapa de la medicina fue justamente la medicina de la beneficencia. Con la llegada después del Estado benefactor y de Ramón Carrillo, la medicina pasó a ser una medicina benefactora, estatal: de ahí la gran cantidad de fundación de hospitales, la campaña que hace con Alvarado para erradicar el paludismo. Después viene la tercera etapa, que es la medicina ya organizada en forma de “ayuda social”, que deja mucha gente afuera de esa ayuda social. Es una medicina organizada en forma de sociedades a las que uno aporta para, cuando enferma, ser atendido. Pero ahí hay muchos problemas: al clínico, por ejemplo, le exigen que en una hora vea a cuatro enfermos, por ejemplo, de modo que pueda satisfacer toda la demanda. Y la verdad es que en quince minutos uno no llega ni a saludar al enfermo. Entonces el médico se sienta enfrente del enfermo y le dice lo que tiene que hacer, a veces sin siquiera tomarle la presión o auscultarlo. Esos errores se producen porque el médico no tiene tiempo, literalmente, porque está acuciado por esa nueva medicina. Y a la gente eso le gusta. Por eso se dice que la medicina se deshumanizó. Y es cierto.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Robots voladores y enjambres de robots

DIALOGO CON MATIAS NITSCHE, LICENCIADO EN CIENCIAS DE LA COMPUTACION DEL LABORATORIO DE ROBOTICA, FCEN

El jinete hipotético tiene tal obsesión con los robots que a veces cree que él mismo es un robot: a medida que se van complejizando, ¿se aproximan los robots a los seres vivos? ¿Se aproximan a los seres vivos hipotéticos? Aquí se habla de robots voladores.

“Nosotros venimos colaborando con gente de República Checa, para desarrollar distintos proyectos en paralelo. Mi temática tiene que ver con robots voladores. La idea es desarrollar la navegación, exploración y localización a través de cámaras. El tema de cámaras es un área muy concreta, que podría subsumirse bajo el nombre de visión robótica y que tiene mucha importancia porque, así como hay muchos censores distintos, la cámara es un sensor de muy bajo costo que aporta muchísima información y en algunas aplicaciones muy concretas. En un robot volador se vuelve fundamental.
–¿Por qué? –Porque necesita procesar muchísima información en muy poco tiempo (por ejemplo, para poder ubicarse en el aire y planear su camino sin chocar con ningún otro objeto). Todos esos temas son el eje principal de mi investigación. El segundo tema va a ser llevarlo directamente a varios robots voladores en cooperación. Ahora bien: al tener muchos robots cooperando entre sí, surgen muchos problemas que hay que resolver.”
–¿Por ejemplo? –La asignación de tareas, que no es una cosa trivial porque depende mucho de los recursos con los que cuente cada robot. La distribución de las tareas individuales va a generar una distribución global del problema, que será o no óptima. Lo más básico de todo es obviamente que los robots no se choquen entre sí. Después hay que calibrar la distancia a la que operan: tienen que estar ubicados de manera tal que puedan comunicarse entre sí y cooperar transmitiéndose información. Por otro lado, tienen que llegar en determinados momentos, a determinada velocidad, a determinados objetivos intermedios. Todas esas tomas de decisiones son partes del problema.
–¿Usted cree que un robot es sencillamente un aparato complicado? –La parte de “complicado” está clara: son objetos verdaderamente complejos. Pero creo que la diferencia fundamental entre un aparato y un robot es que el aparato en general tiene asignada una función específica. Por ejemplo: un lavarropas. Uno podría pensar en un robot que funcione de lavarropas pero no en un lavarropas que opera como un robot. Digamos que tiene una función con la que... viene...
–¿Y una computadora? –...
–¿Es un aparato o no es un aparato? –Creo que depende del uso. Además no es lo mismo una computadora de escritorio que las computadoras que tenemos que ponerle adentro a los robots.
–O sea que sí, el robot es un aparato complicado... –Es un ensamble de aparatos complicados. Que, en conjunto, no se puede considerar tanto un aparato porque tiene que enfrentarse a un mundo cambiante que no está definido de antemano. Porque uno no puede modelar la realidad de forma que abarque todo. Uno se tiene que restringir siempre a determinado modelo, pero la realidad en sí, en la práctica, es diferente...
–Pero el robot no conoce nada de la realidad en sí. –Si hablamos de conocimiento, el robot no conoce nada más que el modelo de su realidad. Pero cuando uno lo lleva a la práctica se enfrenta a cosas que no están modeladas o que difieren de su modelo y se tiene que adaptar. Los motores, por ejemplo, le permiten al robot moverse durante cierta distancia a cierta velocidad, pero la realidad es que hay cosas de muy bajo nivel (como el rozamiento, el desgaste, la carga de la batería) que influyen en las decisiones que tiene que tomar el robot. Todas esas cosas no están modeladas...
–Pero el robot lo que hace es procesar cosas que le puso usted... –Sí. Pero tiene que estar preparado para cosas inesperadas.
–¿Hay modelos anatómicos de robots? –Hay toda una parte de la robótica que se denomina “bioinspirada”.
–El problema de esas cosas, creo yo, es que uno sigue asumiendo para los robots un modelo de mundo infinitamente más simple de lo que el mundo es. Nosotros ya no nos podemos manejar con el número infinito de datos a los que nos tenemos que enfrentar. Uno no sabe en realidad cómo funciona el cerebro, si se toma un conjunto completo de datos o si en realidad lo que se toma son los extremos de un conjunto. Porque uno podría pensar que el pensamiento es un sistema electrónico, de modo tal que los robots estarían convergiendo a él a medida que se vayan agregando variables, o se podría pensar que el pensamiento es un problema químico, que no sabemos cómo es, pero que asegura que el robot no está convergiendo a eso sino a otra cosa. –Lo más probable es que sea una combinación de varias cosas.
–Yo creo que ese es el problema filosófico central de la robótica. Porque a muchos les tranquilizaría pensar que el robot no tiende para nada hacia lo humano, sino que son cosas completamente distintas. –Es una suerte de aspiración de la robótica tender hacia lo humano, pero me parece que estamos bastante lejos. Por todos los robots que se ven, la investigación no tiende a funciones generales, sino a resolver problemas particulares.
–Bueno, pero pensemos en la inteligencia de una hormiga... –Eso es diferente, porque una cosa es tender al ser humano y otra tender a cualquier otro ser vivo. Yo creo que puede tender a un ser vivo de relativamente baja complejidad. Por ejemplo, hay otra rama de la robótica que se llama “computación de enjambre”. La idea es tener robots muy simples operando de forma simple, con sensores que se traducen directamente en una acción con un procesamiento muy básico. Se puede ver que si uno le programa reglas muy simples a cada una de las partes y las integra todas a modo de enjambre, pueden surgir comportamientos emergentes muy complejos, como los que uno puede ver en una colonia de hormigas. De todos modos, me parece que cuando un humano se encuentra con un robot, la inteligencia está más bien en el observador que en el robot...
–A ver cómo es eso... –Le pongo un ejemplo simple. Un robot que toca el violín. Uno lo ve y tiende a pensar que el robot es en sí mismo inteligente, pero en realidad está todo programadísimo.
–Bueno, esa es una observación ingenua. Pero me refería a otra cosa. ¿Cómo puede un robot, o un enjambre de robots, resolver un problema no previsto por los parámetros? –No, resolver un problema no previsto no, pero sí que surja un comportamiento no programado específicamente.
–Específicamente. Pero sí en general. Es un comportamiento posible, más o menos previsto dentro del sistema del mundo al que el robot se va a tener que enfrentar. –Sí, bueno.
–O sea: usted programa cada miembro del enjambre para hacer una determinada cosa, pero el conjunto puede resolver problemas para los cuales usted no programó específicamente. –Pero además tiene que tener en cuenta que es el entorno lo que cambia el comportamiento de los robots: no se puede ver solamente, in abstracto, aquello que el programador puso, sino que hay que tener en cuenta el mundo que lo rodea. Cuando cambia el entorno, es un desafío para la programación que uno hizo.
–Entonces: a medida que los modelos de entorno se van complejizando, ¿tienden a una representación biyectiva, punto a punto? –Ahí tendríamos que discutir qué es el mundo. ¿Cómo se representa?
–Le pongo un ejemplo simple. Si usted agrega un conjunto de números racionales y le va agregando números racionales, cada vez es una cosa más rica, pero jamás se acerca a los números reales. –En el caso de los robots, sin embargo, sí podría pensarse que uno se está acercando a otro conjunto. Por ejemplo, si yo tengo un robot que limpia el piso, que tiene sensores infrarrojos para medir la distancia, y de repente le incorporo un nuevo tipo de sensor (por ejemplo una cámara), ahí sí está haciendo que el robot acceda a una información cualitativamente distinta a aquella con la que contaba.