lunes, 17 de septiembre de 2012
RAYMOND CARVER, LEVERRIER Y LOS PLANETAS
-En 1781, - dijo el hombre, tristemente, - William Herschell vio, a través del telescopio, un objeto que se movía sobre el fondo de las estrellas fijas, y anunció el descubrimiento de un cometa. Pero siguió observándolo, y encontró que este "cometa" no tenía bordes irregulares como los que tienen los cometas, sino que aparecía como un disco nítido, como ocurre en el caso de los planetas. Y es que se trataba, verdaderamente de un planeta, el primero en agregarse a la lista de los seis clásicos (Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno), conocidos desde la más remota antigüedad. Se lo llamó Urano, y fue todo un impacto: de pronto, se habían duplicado las dimensiones del sistema solar.
-Y eso que tiene que ver? -contestó la mujer- Qué me importan a mí Hershell y Saturno? Por eso es que volvés borracho a casa a las cuatro de la mañana?
-Urano fue estudiado minuciosamente -siguió el hombre, sentado en el sillón, la cabeza gacha, la voz pastosa, los ojos tumefactos- y apareció algo interesante. Porque las posiciones calculadas teóricamente no coincidían con las observadas. Urano aparecía un poco desplazado: no estaba exactamente donde debía estar, donde lo ordenaba la todopoderosa ley de gravitación universal.
- Y por eso te jugaste a las carreras toda la plata que teníamos guardada para las vacaciones? -dijo la mujer.
-El caballo se llamaba Leverrier - se excusó él.
- Y por eso le jugaste todo, absolutamente todo lo que teníamos? -dijo ella. - El caballo estaba enfermo, era manco, y el jockey pesaba más de cien kilos. Naturalmente, llegó último. Fue sólo por el nombre?
-Sí, - dijo él, con un rescoldo de animación. - Porque en 1846 el astrónomo francés Jean Joseph Leverrier tomó cartas en el asunto y supuso que existía un planeta aún no descubierto, cuya influencia gravitatoria perturbaba la órbita de Urano. Sentado ante su escritorio con lápiz y papel (o eventualmente con pluma) Leverrier calculó qué tamaño debería tener ese hipotético planeta y cual tendría que ser su posición. Después. . . ¿no querés saber lo que hizo después?
- Chocaste el auto y no tenemos seguro. Pusiste toda la vajilla en el lavarropas y lo arruinaste - dijo la mujer, desesperada. Y luego agregó - Qué hizo Leverrier?
-Escribió a Johann Gottfried Galle, del Observatorio de Berlín, y le pidió colaboración. Galle le hizo el favor: el 23 de septiembre de 1846 dirigió el telescopio hacia el lugar que Leverrier había indicado.
-Y? -preguntó la mujer, interesada a su pesar.
-Y ahí estaba. Ahí estaba el nuevo planeta, casi en el punto exacto previsto por Leverrier. Se lo llamó Neptuno. El descubrimiento de un planeta por puro cálculo causó sensación: fue una de las proezas más espectaculares de la historia de la astronomía, y una muestra más de la vastedad y alcances del sistema newtoniano.
-Y por eso. . . por eso te pasás los días ahí tirado, leyendo los cuentos de Raymond Carver? Ese es el motivo?
-Pero lo interesante -dijo el hombre - es que la existencia de Neptuno explicaba casi todas las anomalías de Urano, pero casi todas, no todas, ¿me entendés?
-Todas, todas. Lavaste toda mi ropa con lavandina, y la arruinaste. Usaste mis cremas de belleza para encerar el piso. Sacaste las canillas y el departamento está inundado.
-Quería cambiar un cuerito- dijo él. -Sólo eso. Había un resto anómalo en la órbita de Urano, aún tomando en cuenta a Neptuno. Por otra parte, el ejemplo de Leverrier excitaba la imaginación. Podía, -¿por qué no?- existir otro planeta más, y se empezó a buscarlo activamente. Esta vez llevó más tiempo. Recién el 13 de marzo de 1930, se anunció oficialmente la existencia de Plutón, el noveno planeta (y hasta ahora el último) del sistema solar.
-Y nos cortaron la luz, el gas y el teléfono. No pagaste el alquiler, y mañana nos desalojan. Fue por Plutón, acaso, que te peleaste con tu jefe y conseguiste que te echaran del trabajo?
El hombre cerró el libro de Raymond Carver
-Leverrier descubrió Neptuno a partir de las anomalías de la órbita de Urano. En su época, sin embargo, había otra anomalía en el comportamiento de los planetas. El perihelio de Mercurio (el punto en que está más cerca del Sol) se desplazaba, en contra de las predicciones de la teoría. Leverrier supuso que ese desplazamiento se debía a la existencia de un planeta entre Mercurio y el Sol, al que llamó Vulcano, y durante toda su vida confió en su existencia. Vulcano fue buscado con avidez, pero, demás está decirlo, nunca fue encontrado. Entre 1900 y 1910 se mostró que si realmente existía tal planeta sin que hasta el momento hubiera sido observado, tenía que ser tan chico que no servía para nada. Y en 1915, Einstein dio una explicación completamente diferente sobre las anomalías en la órbita de Mercurio. Vulcano no existe, y Leverrier, se había equivocado. Y decíme - la miró fijamente a los ojos y ella no pudo sostener la mirada - si el mismísimo Leverrier se equivocó: no puedo yo cometer un pequeño error?
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