–Usted estudia la ecología de los roedores en ambientes urbanos.
–Sí.–Bueno, cuénteme, ¿cómo es eso? –Es muy interesante, porque los sistemas urbanos como ecosistemas tienen características muy particulares, que les vienen dadas por su carácter de ecosistemas totalmente artificiales.
–¿Cuáles son esas características? –Una de las particularidades que tiene la ciudad es una bajísima biodiversidad. Durante todo el proceso de urbanización se transformó tanto el ambiente natural, que los predadores naturales de las especies nativas desaparecieron. Las especies que pueden colonizar esos espacios libres son, entonces, las más oportunistas, las invasoras, que son de hecho las que abundan en los espacios urbanos: cucaracha, mosquito, rata. En general, como todos los mecanismos de regulación poblacional están alterados, porque son ecosistemas artificiales, no hay un mecanismo de regulación como ocurre en un ambiente natural, donde el tamaño de las poblaciones está controlado (tanto por predadores como por mecanismos internos que regulan). En la ciudad, lo que se ve son muy pocas especies con poblaciones muy grandes, que terminan siendo especies plaga: cucarachas, ratas, gorriones.
–¿Todas son plagas? –La definición de plaga no tiene que ver con la cantidad sino con su capacidad de perjudicar al hombre, ya sea en su salud o en su economía.
–¿Y por qué los gorriones son plagas? –Porque justamente la defecación de los gorriones, como las palomas, tiene una concentración muy alta de amoníaco, por lo cual erosiona, por ejemplo, muchos monumentos. Además, generalmente las fecas de estas especies permiten el desarrollo de unos hongos que producen alteraciones bastante serias del sistema respiratorio (histoplasmosis). Este hongo se desarrolla en estratos con alto contenido de nitrógeno (típico de los murciélagos). Y hay un porcentaje alto de la población que sufre histoplasmosis.
–Hablando de los murciélagos. Uno no los tiene presentes, pero están. ¿Son muchos? –Hasta hace dos años me dediqué exclusivamente a los roedores en ambientes urbanos. Hace dos años que me estoy dedicando a los murciélagos, que me resultan especialmente atractivos. Tienen un comportamiento extraño los murciélagos... Además, a mí me interesan las enfermedades transmitidas por animales, porque me interesa diseñar estrategias de ordenamiento ambiental que traten de disminuir la proliferación de enfermedades. Y de los murciélagos en ambiente urbano se sabe poco.
–¿Por qué tienen un comportamiento extraño? –Es difícil localizarlos, porque tienen ritmos muy particulares. Hay algunas especies que son migratorias, otras que encontraron un ambiente propicio y son residentes. Nosotros estamos tratando de encontrarlas, de monitorear el estado sanitario de estos murciélagos. Es una etapa exploratoria, porque se sabe verdaderamente muy poco de los murciélagos en la Ciudad de Buenos Aires.
–¿Y las ratas? –De eso se sabe más. Las ratas son una especie invasora, colonizadora, sumamente oportunista. Viven a expensas de los productos de la actividad del hombre. La Ciudad de Buenos Aires, al estar rodeada de agua, permite el ingreso de roedores nativos (el agua funciona como un corredor faunístico). O sea que hay especies invasoras, como son las ratas, y especies nativas como el colilargo, que es reservorio de hantavirus.
–Nunca vi un colilargo... –Los roedores nativos son mucho más chiquitos. Las ratas, en cambio, pueden llegar a pesar más de medio kilo. A mí lo que me interesa es ver cuáles son las características ambientales que favorecen el desarrollo de una especie o de otra, porque en función de eso podemos entender cómo se estructura la comunidad de roedores y cómo uno puede manejar el ambiente para prevenir los agentes causales de una enfermedad.
–Bueno, ¿y cómo se estructura la comunidad de roedores? –En la Ciudad de Buenos Aires nosotros hemos identificado distintos ambientes, que son los ambientes que estamos monitoreando sistemáticamente. Podemos ver ambientes altamente urbanizados (con edificios, pavimento, etc.) y también, en oposición, barrios carenciados (donde uno ve menor cantidad de pavimento, mayor disponibilidad de suelo desnudo, de tierra, de agua estanca, etc., es decir, con una gran cantidad de recursos disponibles para las ratas). El otro ambiente interesante son los espacios verdes: parques, reservas. Esos tres ambientes distintivos tienen estructuras de comunidad diferentes. En los ambientes muy construidos, con poca disponibilidad de espacios verdes, la especie predominante es la rata negra. Es la especie que anida en los árboles o en los techos, que pasa por los cables de luz a alta velocidad. Cuando vamos a los barrios carenciados, lo que uno encuentra mayormente es la rata parda, que aprovecha el suelo desnudo porque es muy buena cavadora. Esa especie es dominante en esos ambientes, mientras que en lo que es intra-domicilio se encuentra el ratón doméstico, que es mucho más chiquitito.
–¿Y en los lugares verdes? –Se encuentran tanto pardas como domésticas, pero también roedores silvestres, que son los que ingresan por los corredores faunísticos como el Río de la Plata y el Riachuelo.
–¿Quiénes son los predadores de estos roedores? –Las lechuzas, por ejemplo.
–Pero, ¿hay lechuzas en Buenos Aires? –Pocas. Por eso existe el problema de la proliferación de estas especies.
–Pero si no hay predadores, la explosión demográfica debería ser pavorosa. –Sí, pero no se olvide que el hombre actúa como predador. Es bastante discutible también el rol de predador que cumplen los animales domésticos. Hay resultados muy contradictorios en las investigaciones. Lo que hay que tener en cuenta es que en los lugares donde hay una población muy grande de ratas hay mecanismos de regulación interna. Por eso hay que tener cuidado con los programas de control. Porque la población internamente tiene sus propios mecanismos de control. Para nosotros es importantísimo el control ambiental.
–¿Por qué? –Nosotros vemos, en las campañas que se hacen en los barrios carenciados, que se distribuye veneno, por ejemplo. O que la gente compra veneno por sí misma. El tema es que si uno mata ratas hasta que no las ve más, pero no hay detrás un control ambiental y todos los recursos quedan disponibles para una población más grande, lo único que logra es que los individuos que sobrevivieron al veneno sean mucho más exitosos reproductivamente: sus crías también llegarán a adultas y se reproducirán. El efecto que se ve es que se produce una explosión demográfica. El veneno, si no va acompañado de un manejo ambiental (limpieza de basura, que no haya agua estancada, que no haya materia orgánica, que no haya trastos depositados que sirvan de refugio), no es demasiado útil. Si uno realiza el ordenamiento ambiental, entonces sí logra que la población se mantenga en números reducidos durante una mayor cantidad de tiempo. Nosotros hicimos una experiencia muy interesante en la Villa 31 durante un año. Desarrollamos en uno de los barrios un programa de control específico para ese lugar. Una parte del barrio funcionó como experimental (aplicamos todo el programa) y otra parte funcionó como control (es decir, no se aplicó nada). En la parte experimental lo que hicimos, en principio, fue educar. Después hicimos un relevamiento ambiental, y detectamos los factores que podían favorecer la proliferación de roedores, hicimos encuestas a la gente, hicimos control químico. Hicimos un trabajo enorme y, un año después, habíamos disminuido prácticamente en un 50 o 60 por ciento la presencia de roedores en el barrio, tanto al interior de las viviendas como en el exterior. Tres meses después de que nos fuimos, el nivel de roedores había aumentado hasta alcanzar, casi, las cifras anteriores.
–¿Y por qué? –Porque se abandonó la campaña, se relajó el cuidado del ambiente que les habíamos enseñado... Alcanza con que la basura no sea retirada a tiempo para que todo se reactive.
–Y toda esa cantidad enorme de roedores, ¿qué clase de peligro real representan? –Son reservorios y transmisores de una inmensa cantidad de patógenos, virus, hongos, parásitos. Pero el riesgo existe en función de la relación que haya con el roedor. Puede haber virus circulando, puede haber bacterias circulando, puede haber patógenos, pero el tema es la interacción estrecha que se tiene. Eso es lo que hay que modificar.
–Imagínese que de la noche a la mañana desaparecieran todos los roedores. ¿Qué pasaría? –Habría que preguntarse quién sería el hospedador de todos los virus y bacterias que hospedan las ratas.
–¿Podría ser el hombre? –Y, en principio, diría que sí, pero habría que pensarlo más. O sea: creo que estaríamos más expuestos a muchos patógenos.
–O sea que es deseable que haya un cierto nivel de ratas. –Claro. Cumplen un rol en el ecosistema que es clave. Lo que tenemos que hacer es bajar su densidad de población a un nivel que sea compatible con el hombre.
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