Los suelos salinos, históricamente dejados de lado
para la producción agropecuaria, tienen hoy una importancia estratégica
en el plan agropecuario nacional. Hay trece millones de hectáreas que
pueden recuperarse para la ganadería.
–Usted ahora tiene un cargo de gestión. ¿Eso impide investigar?
–En absoluto. En los últimos años me he dedicado con fuerza a
investigar sobre los suelos alomórficos, o sea, aquellos suelos que
están afectados por sales y por sodio. Es una problemática muy
difundida, que afecta en la Argentina alrededor de trece millones de
hectáreas. En este momento, ante el avance de la agricultura en muchos
de los mejores suelos, mucha gente está pensando en los suelos
alomórficos (de menor aptitud) que pueden ser recuperados y destinados a
la ganadería y en algunos casos también a la agricultura.–¿Es muy difícil recuperarlos?
–Depende del grado de afectación que tengan. El problema de la salinidad es bastante importante, porque el sodio es un elemento que se introduce en las arcillas y la materia orgánica y luego es muy difícil eliminarlo. La arcilla y la materia orgánica son lo que le da la fertilidad y la estructura al suelo, por eso el sodio, cuando se introduce allí, dispersa a los materiales. La dispersión es lo contrario a la estructuración; por eso es muy importante eliminar el sodio del suelo, a los efectos de que estos suelos mantengan su fertilidad y su estructuración. Justamente quienes estamos trabajando en el manejo de suelos alomórficos lo que buscamos es reemplazar el sodio que está metido en el suelo por otros cationes (como el calcio y el magnesio), que son útiles para el suelo.
–¿El sodio, el magnesio y el calcio no son del mismo grupo?
–No, el sodio es dispersante, mientras que los otros dos son estructurantes. El sodio es monovalente, mientras que el calcio es un alcalino térreo bivalente.
–¿Y qué es lo que hace con eso?
–Lo que buscamos es recuperar estos suelos para la producción. Son suelos que están improductivos, entonces por medio de técnicas de fitorremediación (manejo de plantas de cultivos) intentamos ir mejorando la actividad productiva de los suelos. En una primera etapa, lo que estamos buscando es que el suelo se cubra con pasturas naturales, porque estos suelos habitualmente presentan peladares (se encuentran sin vegetación). Lo que se busca en una primera etapa es clausurar estos lotes y que venga cualquier tipo de vegetación natural. Una vez que tenemos cierto grado de cobertura del suelo, lo que hacemos es secar esa vegetación con algún tipo de herbicida y a continuación sembramos algún tipo de pastura adaptada a las condiciones de salinidad. Básicamente, estamos trabajando con agropiro, con lotus y con grama rodhes, que es una pastura de mucho crecimiento tolerante a la salinidad. Una vez que logramos implantar estas praderas, hay que hacer un manejo adecuado (no sobrepastorear), sobre todo durante el primer año. Una vez que logramos cobertura de suelo, vamos generando un proceso de mejora continua de las condiciones de salinidad del suelo.
–¿Cómo se logra esto?
–Las raíces, a través del proceso de respiración celular, generan dióxido de carbono, que combinado con el agua se transforma en ácido carbónico. Este ácido genera condiciones ácidas en el suelo y justamente este ácido contrarresta la acción del álcali que origina el sodio (el hidróxido de sodio). Creando condiciones ácidas, estamos contrarrestando la alcalinidad del sodio.
–¿Y tarde o temprano el sodio desaparece?
–Se va desplazando de a poco. No es que lo desplacemos completamente, porque se trata de ambientes vastos en los que el sodio siempre está dando vueltas. Pero logramos que haya un equilibrio lo suficientemente grande como para producir pasturas y transformar suelos que prácticamente no producen carne (o producen unos pocos kilos) en pasturas con una producción más que razonable.
–¿Cuánto tiempo lleva ese proceso?
–Si se hace de manera ajustada, en aproximadamente un año ya tenemos instalada una pastura en condiciones de producir. De todos modos, el primer año hay que hacer un pastoreo liviano, acotado, con alambrado eléctrico, un pastoreo rotativo. Ya a partir del segundo año, ese lote está en condiciones de producir en condiciones de total productividad.
–¿Qué cantidad de hectáreas están en estas condiciones?
–Trece millones de hectáreas son alomorfas.
–¿Y dónde están?
–Las áreas más afectadas cuantitativamente son la depresión del Salado, en la provincia de Buenos Aires, el noroeste de la provincia, los bajos meridionales (en el norte de Santa Fe) y muchas regiones de Chaco. Todas estas áreas están en condiciones de secano, con lluvias naturales. Aparte, tenemos las áreas de riego en la provincia de Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Salta, donde además de estos trece millones de hectáreas hay afectadas áreas de riego que son una menor cantidad de superficie, pero son tierras muy valiosas. Usted sabe que poner en producción un área bajo riego cuesta mucho, por lo cual hay que cuidarlas. Es una problemática distinta de la de las áreas en secano, ya que lo que importa para estas áreas bajo riego es el sistema de drenaje. Para que no se salinicen, estas áreas tienen que tener un buen sistema de drenaje, que tiene que planificarse de antemano. La problemática es diferente: en Mendoza, por ejemplo, para producir es necesario crear oasis de riego, lo cual es muy caro. Para que no se salinicen estas tierras hay que planificar muy bien el sistema de drenaje.
–¿Se pueden extender los oasis?
–Sí, claro, pero son proyectos muy costosos. Yo creo que más que extender hay que defender muy bien las tierras que tenemos bajo riego y en secano. En un momento donde Argentina quiere alcanzar los 160 millones de toneladas de granos y aumentar muchísimo la producción de carne, tenemos que apuntar a que estas tierras salinizadas se recuperen y puedan sumarse a la producción para que pueda cumplirse el plan estratégico nacional.
–¿Ustedes están haciéndolo en forma experimental en las áreas de secano?
–Sí. Y trabajamos en pequeñas superficies. Yo estoy trabajando en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, en un sistema que es representativo de tres millones de hectáreas. Hay otra gente que está trabajando en la depresión del Salado, donde hay casi tres millones de hectáreas afectadas por los mismos problemas. Pero el trabajo experimental concreto obviamente se hace en pequeñas superficies.
–Y luego, ¿cómo se extiende?
–El INTA tiene un sistema de extensión al cual nosotros nutrimos con la información y los resultados que obtenemos. El sistema de extensión es el que se ocupa de trabajar en el territorio con los productores, tratando de extender estos conocimientos.
–¿Y tienen éxito?
–Sí. Hay un sistema de transferencia de esta tecnología que está muy aceitado. Además del trabajo que hace Extensión, nosotros hacemos folletos de divulgación, llevamos información a los portales. Hoy en día el productor agropecuario argentino es un productor muy informado, asiste a congresos, a jornadas, consulta portales de Internet y esta información circula mucho por estas vías.
–¿Cuántas hectáreas se están recuperando?
–Una cantidad muy importante. Hay ya muchos productores que están trabajando en pasturas megatérmicas, trabajando con agropiro. Esto está en pleno proceso de difusión: son varios millones de hectáreas.
–¿Qué son las pasturas megatérmicas?
–La grama rhodes, por ejemplo, que le comenté al principio. Esto se está difundiendo en gran medida. Pero como dijimos al principio, esto es algo que está en permanente avance y siempre hay nuevas cuestiones para experimentar y para probar.
–¿Por ejemplo?
–Estamos trabajando por un lado en fertilización de estas pasturas, para que produzcan más, lo cual implica la aplicación del estudio de cómo debe hacerse la fertilización en estos suelos. Porque los suelos alcalinos tienden a insolubilizar el fósforo, precipitarlo, de modo que no está disponible para el cultivo. Eso ocurre por el ph elevado que tienen estos suelos. Entonces tengo que buscar los métodos de aplicación de los fertilizantes de modo que no me precipiten tan rápidamente y la planta lo pueda tomar. También estamos estudiando la aplicación de silicio líquido, que tiene un efecto sobre las células de la planta que aumenta la tolerancia de las plantas al sodio y las sales. Todo eso lo estamos investigando, faltan muchas cosas por investigar, pero estamos midiéndolo.
–Hay dos caminos entonces. Uno es eliminar el sodio y el otro es buscar plantas que lo toleren.
–Exacto. Son las dos grandes líneas, que obviamente están asociadas.
–¿Y se está notando esto?
–Sin duda. Un suelo en condiciones críticas produce menos de 50 kilos de carne por hectárea. Un suelo en pleno proceso de recuperación produce arriba de 300 kilos. O sea que hay una diferencia abismal.
–¿Y se nota en el producto bruto agropecuario general o todavía no?
–No lo tenemos medido, porque estamos en pleno proceso de recuperación de este proceso. Históricamente, a los suelos salinos se los abandonó, porque la Argentina tenía muchas tierras para utilizar. Pero ahora, con el precio que tienen los granos y el avance de la agricultura sobre los mejores suelos, queda muy poco para la ganadería. Estos suelos, que antes no eran ni siquiera mirados, están adquiriendo una importancia estratégica.
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