ENTREVISTA CON FLAVIA SARAVIA, BIOLOGA, DEL CONICET Y LA UBA
A veces olvidar es difícil, otras veces somos incapaces de recordar. Como en tantas oportunidades, el Jinete Hipotético cabalga por los caminos de la memoria para preguntarse, en este caso, por la vejez de nuestras queridas neuronas, sus causas y consecuencias.
–Usted es...
–Bióloga, doctora por la Universidad de Buenos Aires e investigadora independiente del Conicet.–Cuénteme qué es lo que hace...
–Nuestra área son las neurociencias y, en particular, trabajamos en el proceso de envejecimiento del cerebro, tanto el normal como el patológico (es decir, en determinadas enfermedades que afectan el cerebro).
–Alzheimer, por ejemplo...
–Exactamente. Trabajamos con un modelo de Alzheimer en ratones. Es un ratón transgénico que con el tiempo desarrolla una enfermedad bastante similar a la que desarolla el hombre. Nosotros trabajamos en áreas particulares del cerebro, áreas que son muy plásticas y que tienen que ver con el sistema límbico (que está relacionado con los procesos de aprendizaje, de memoria, con los sentimientos). En particular, dentro del sistema límbico, trabajamos con una estructura que se llama hipocampo.
–¿Dónde está?
–En el humano, un poco por arriba de lo que sería la nuca. En los roedores tiene una localización levemente distinta. Allí ocurren fenómenos muy plásticos: es una estructura que tiene capacidad de reaccionar frente a diversos eventos. Durante el envejecimiento, es una estructura que se atrofia: deja de desarrollarse, se pierden neuronas, se contrae...
–¿Es por eso que los viejos tienen dificultad de adaptarse a nuevas situaciones?
–Sí. Y eso es algo que nos interesa muchísimo, porque también la adaptación a nuevas situaciones tiene que ver con el estrés. Y todas las hormonas que acompañan el estrés, en particular los glucocorticoides (como el cortisol). Y no es lo mismo reaccionar ante un estrés agudo (una situación en la que uno está bien y de repente necesita reaccionar frente a un predador, para lo cual requiere movilizar rápidamente las reservas de glucosa), que cuando el estrés se transforma en algo crónico y estamos permanentemente bajo situaciones estresantes. El sistema pierde entonces su capacidad de responder a la hormona del estrés y pasa a ser algo neurotóxico. Las hormonas del estrés, como los glucocorticoides, se vuelven tóxicos, atrofian el cerebro y le impiden a las neuronas comunicarse bien entre ellas. Eso nos ocurre durante el envejecimiento, porque durante la vejez hay un aumento de las neuronas del estrés. Es como si estuviéramos en una situación de estrés crónico.
–¿A qué edad se refiere con envejecimiento?
–La edad media es entre los 50 y los 60 años. Si bien el proceso de envejecimiento empieza mucho antes: es un proceso largo que depende de muchas cosas. Pero lo más interesante es que el cerebro pierde la capacidad de adaptarse en gran parte por esa instalación del estrés crónico. Porque el estrés, si funciona bien, nos da la posibilidad de reaccionar de manera positiva, evolutivamente correcta, frente a situaciones nuevas.
–Pero si el estrés es crónico...
–No funciona del mismo modo que el estrés agudo. Los glucocorticoides, que están siendo permanentemente excretados, funcionan de manera neurotóxica. Durante el envejecimiento, entonces, perdemos capacidad de reaccionar frente a los cambios. Una mudanza, por ejemplo, puede ser una cosa muy traumática para una persona mayor. Otra cosa que perdemos es nuestra capacidad de aprender. Cuanto más jóvenes somos, más capacidad tenemos de aprender. Dentro del hipocampo, se da la generación de nuevas células, de nuevas neuronas (a diferencia de lo que se suponía hace un tiempo). La generación de nuevas neuronas es también un evento que es muy modulable: hay cosas que lo van a alentar y hay cosas que lo van a disminuir. El estrés crónico, por ejemplo, va a inhibir la proliferación de esas nuevas neuronas en el hipocampo. Otras situaciones, como la presencia de estímulos novedosos (algo nuevo que uno tenga que conocer) hace que nuevas células se generen. Nosotros, entonces, trabajamos con esas dos variables. Dentro de esas dos variables, en el modelo de Alzheimer, trabajamos con los estímulos del ambiente. Un estímulo positivo, por ejemplo, puede ser el estímulo social (contacto con amigos, familiares), el estímulo sensitivo (experiencias sensoriales, táctiles)...
–¿Todo eso disminuye el estrés crónico?
–Exactamente. Todo esto hace que la balanza pueda correrse hacia la creación de nuevas neuronas.
–Y sobre esto: ¿qué es lo que usted no sabe y qué es lo que quiere averiguar?
–Yo hasta ahora lo que hice fue darle los títulos de lo que hacemos. En nuestro proyecto actual, lo que estudiamos es la exposición a un ambiente enriquecido, es decir, a un ambiente pleno de determinados estímulos, como por ejemplo, entre otros, el ejercicio físico. El ejercicio físico también promueve la actividad del cerebro y, en particular, es un promotor de la generación de nuevas neuronas, pero esas nuevas neuronas no se incorporan directamente al circuito, sino que están ahí a la espera de otros estímulos. Estos estímulos pueden provenir, por ejemplo, de un proceso de aprendizaje: que esas neuronas que ya han sido generadas sobrevivan o mueran va a depender de los estímulos del ambiente. Nosotros estudiamos, entonces, cómo la experiencia modula la supervivencia de neuronas en el cerebro, dentro de un período particular (el envejecimiento) y dentro de una patología (el Alzheimer).
–¿Y cómo modulan?
–De alguna forma, lo que nosotros creemos es que hay una reserva cognitiva. No es lo mismo un cerebro que ha sido entrenado, que tiene detrás en el tiempo un proceso de haber participado de diferentes eventos que le han provocado experiencia, que un cerebro que no ha tenido desafíos. Un individuo aislado, por ejemplo, genera respuestas de individuo estresado, se lo ve con mayor daño en su cerebro durante su envejecimiento. Los vínculos sociales modulan muchas cosas del cerebro. El lugar donde se generan estas neuronas es blanco de la enfermedad del Alzheimer...
–Bueno, pero ¿qué es el Alzheimer desde el punto de vista del cerebro?
–Consiste en una serie de alteraciones que llevan a la pérdida neuronal, a la pérdida de sinapsis. En el hipocampo y en la corteza se depositan placas neuríticas. El mal procesamiento de una proteína genera una proteína aberrante. Esta proteína se localiza no sólo dentro de la célula que la produce, sino que sale al exterior y se junta con otras, formando una especie de placa. Esa placa impide el buen funcionamiento del sistema nervioso, impide la comunicación entre neuronas, y va promoviendo la neurodegeneración.
–¿Y no se puede interrumpir ese proceso?
–El problema es que cuando existen las primeras evidencias el proceso ya tiene bastante tiempo de haberse iniciado. Hay algunos paliativos, pero la cura todavía no se conoce. Ha habido intentos de desarrollar anticuerpos, pero por ahora no son del todo eficaces.
–Pero si se conoce al detalle el asunto, entonces hay esperanzas...
–Sí, pero no es lo único. Por otro lado hay como ovillos neurofibrilares que también impiden la comunicación entre las neuronas. Al perderse la sinapsis, se pierden posibilidades cognitivas, se pierden capacidades... Nosotros ahora estudiamos en este modelo de ratón de Alzheimer cómo el ambiente puede modular la expresión de otras proteínas que son beneficiosas para el sistema nervioso central, como son los factores neurotróficos. Justamente el ambiente rico en estímulos promueve la expresión de estos factores, lo cual puede contrarrestar los efectos negativos.
–El sujeto que tiene Alzheimer, ¿tiene conciencia subjetiva? ¿Se reconoce a sí mismo como un sujeto distinto del resto de los sujetos?
–Bueno, yo no soy médica, así que no tengo contacto con los pacientes. Lo que primero se pierde es la capacidad de conocer: lo que te digo ahora te lo olvidás en seguida, pero la memoria antigua está guardada en otro sitio, se conserva más y se empieza a perder posteriormente. Yo diría, por eso, que la conciencia del yo se sigue teniendo, por lo menos en los primeros momentos. Después, cuando progresa mucho la enfermedad, no lo sé. De todos modos, insisto, esto es una conjetura mía.
–La ciencia, en definitiva, está hecha de conjeturas.
–Así es.
Informe: Nicolás Olzeviki.
Imagen: Rafael Yohai
2 comentarios:
La vida también...
He convivido con una enferma de Alzheimer (o al menos así diagnosticado) durante 6 años.
He sido testigo de cómo el espíritu abandona un cuerpo, mucho antes de la muerte natural.
Un abrazo
Silvina
¡qué lo parió Mendieta!
así que...usté y yo
es decir digo...es decir que usté para mi
o yo pá usté...
y todo por por por... eso del "hiper
campo". Demasiado campo Mendienta, demasiado...
¡qué lo parió!
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