DIALOGO CON EL GEOLOGO ALBERTO CASELLI
Lejos de ser considerados especie en extinción, los volcanes, colosales estructuras geológicas expulsoras de magma, continúan siendo estudiados con cierta cuota de respeto y precaución.
Con el ocaso de las grandes erupciones, capaces de sepultar ciudades enteras, el mundo de los volcanes pasó, imperceptible y calladamente, a ser observado con indiferencia y una cierta dejadez. Pompeya, célebre por la enorme explosión del Vesubio en el año 79, quedó oculta bajo un manto de cenizas por una erupción que duró, según se cuenta, unos tres días y que dejó las casas intactas. Menos famosa pero igualmente trágica fue la erupción de un volcán de la isla de Martinica en 1902, que acabó con la vida de prácticamente toda la población de la ciudad portuaria de San Pedro: unas 20 mil personas. Es cierto que desde entonces no hubo erupciones ni tan gigantescas ni tan fastuosas, pero también es cierto que los volcanes activos distan mucho de ser especies en extinción. “Todavía hay muchos volcanes activos en la Cordillera de los Andes”, advierte el vulcanólogo Alberto Caselli, investigador del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y director de un proyecto que se propone estudiar los comportamientos de los volcanes para predecir en lo posible la actividad sísmica.
–Acláreme una cosa: ¿Usted persigue volcanes?–Si tenemos que ponernos estrictos, no los seguimos. En realidad, hacemos algo un poco más complicado: los estudiamos. Y los estudiamos desde dos puntos de vista. Por un lado, se analiza la actividad volcánica, para saber cómo fue la erupción en el pasado y cómo puede ser una erupción en el futuro. Entre esas dos cosas sólo completan el punto de vista geológico. Lo otro que realizamos nosotros es sismología volcánica: tratamos de ver qué tipo de actividad sísmica presenta el volcán y estudiamos la geoquímica de los medios (gases volcánicos y agua).
–¿Qué es un volcán activo? ¿Un volcán que puede entrar en erupción?
–Es aquel volcán que tuvo actividad por lo menos en los últimos 10 mil o 14 mil años.
–¿Y por qué entra en erupción?
–En los bordes de las placas tectónicas hay generación de magma y por algún motivo, por fracturas, ese magma asciende a la corteza provocando una expresión absolutamente terrestre: un volcán.
–¿Y los volcanes de la Cordillera, los que ustedes estudian, se producen por la presión de la placa del Atlántico sobre la del Pacífico?
–Claro, eso se llama “subducción”. La subducción de la placa de Nazca, del Pacífico, debajo de la Americana. Diversos mecanismos originan la fusión de roca que va ascendiendo, se aloja en la corteza y luego, favorecida por algunas fallas o algunas fracturas, asciende a la superficie y da lugar a los volcanes.
–Y ustedes van hacia los volcanes y ¿qué hacen? ¿Miden qué, ven qué?
–En el caso del volcán Copahue, que es el proyecto en el que estamos trabajando, nosotros tenemos instaladas dos antenas sísmicas con doce sensores. Cuando se recibe una señal sísmica, los distintos sensores reaccionan a distinto tiempo (porque llega en momentos diferentes), lo cual nos permite, con algunos cálculos matemáticos, determinar la localización, el origen de la señal. Luego se estudia a fondo cada una de las señales: pueden ser terremotos o pueden ser señales de largo período.
–¿Cómo se distinguen?
–Los terremotos son directamente tectónicos, movimientos de rocas. Si hay movimiento de fluidos (ya sea de gases, de agua o de magma) se determina por otro tipo de señales que están asociadas a volcanes.
–¿Y hay muchos volcanes activos en la Argentina?
–Hay muchos volcanes activos en la Cordillera de los Andes (la mayoría están del lado de Chile) y algunos en el límite fronterizo, como el Copahue y el Peteroa. Hay una franja volcánica que va desde la parte central de Mendoza hacia el Sur y otra que se extiende desde Catamarca hacia el Norte.
–¿Hubo grandes erupciones últimamente?
–La más importante que yo recuerdo últimamente fue la del Hudson, que fue una erupción bastante grande, en el año ’91, y que incluso generó algunos efectos sobre el clima. Pero aunque no hubo grandes erupciones, el volcán Copahue tuvo erupciones en el año ’92, en el ’95 y en el año 2000. En el caso del Peteroa, hubo algún tipo de explosión este año, pero está lo suficientemente lejos de los poblados más cercanos.
–¿Y tuvieron en tiempos históricos o geológicos erupciones grandes?
–Sí, hubo erupciones grandes. A principios del siglo XX, el Quizapu, del lado de Chile, a la altura de Malargüe, que llevó cenizas hasta Buenos Aires.
–¿Y erupciones gigantescas como el Vesubio?
–La de Pinatubo, pero en Filipinas. Fue en el año ’91 y generó los siguientes 3 o 4 años cambios climáticos importantes.
–Y en los últimos 10 mil años, acá...
–Hay un vulcanismo bastante importante en toda la Cordillera de los Andes, volcanes bastante importantes, con calderas, registro geológico de explosiones muy grandes.
–¿Y eso se debe a que la Cordillera de los Andes es relativamente nueva?
–No, se debe a lo que le comenté antes de la subducción, que sigue en marcha desde hace aproximadamente 100/150 millones de años.
–O sea que el Pacífico se está metiendo debajo de Chile.
–Hace 150 millones de años, todos los continentes estaban unidos en un gran bloque denominado Godwana. Hubo varios procesos de desequilibrios. Lo que se sabe es que las placas se mueven permanentemente a lo largo de toda la historia. La última reconstrucción fue la de Godwana, pero antes había otra configuraciones, donde se juntan continentes, se vuelven a separar. En el Océano Atlántico también hay volcanes, dorsales oceánicos, en una cordillera volcánica sumergida.
–¿Y qué más investigan?
–Bueno, además de la sismología, lo que también estamos haciendo son estudios geoquímicos de fluidos volcánicos. Tratamos de ir tres veces al año al Copahue y muestrear gases fumarólicos, estudiar su composición y su origen para entender un poco qué está pasando ahí abajo. El Copahue, en particular, tiene un cráter con una laguna, caliente y ácida, con un pH cercano a 0, lo que demuestra que el volcán está en actividad. Lo que se hace es tomar muestras de vertientes del lago cratérico y de todas las manifestaciones termales que hay en el área para hacer un seguimiento y para estudiar los cambios que se pueden producir en ellas.
–¿Qué es lo que sale, además de magnesio y silicio?
–Hay, mayoritariamente, sílice, hierro, manganeso, aluminio, sodio, potasio, calcio. Y de la composición química depende, en gran medida, la violencia de las erupciones.
–¿Cómo dijo?
–Cuando un volcán tiene erupciones no explosivas sino efusivas, lo que produce son derrames de lava. Si ese magma en el ascenso tiene interacción con agua, la erupción se torna mucho más explosiva. El silicio actúa de una manera similar: si tiene alto contenido significa que hay alta cantidad de volátiles en el magma. En el conducto, cuando viene ascendiendo, los gases se separan, se empujan, chocan y se mueven frenéticamente... es como si fuera una botella de champán que se agita. Cuando se abre, comienza a salir toda la espuma, que, en el caso de los volcanes, son nubes impresionantes de hasta 20 o 25 kilómetros de altura.
–Además de todas estas cosas, muchas de las fuentes termales están asociadas a aguas volcánicas...
–Agua termal significa agua caliente y el agua caliente puede ser que tenga un origen volcánico o puede que no (como el caso de las termas de Entre Ríos). En ese caso, el agua desciende, queda alojada en napas muy profundas y se calienta por la profundidad mediante un gradiente geotérmico. Lo que hacen, entonces, es simplemente perforar y sacar esa agua. En el caso de las zonas volcánicas, la cuestión es diferente, porque ya hay una fuente de calor.
–Mucha gente cree o piensa que esas aguas son muy curativas, cosa que yo no creo para nada.
–Yo sí creo. Igualmente, ése es uno de nuestros temas de discusión predilectos en Copahue, uno de los centros termales argentinos por excelencia. La gente se relaja, está de vacaciones... es un poco psicológico. En Copahue dicen que son fuentes termales volcánicas con propiedades curativas para casos de piel o para enfermedades respiratorias. Evidentemente traen beneficios.
–¿O sea que hasta convendría fabricar pequeños volcanes para tener en el living y conseguir aguas termales a voluntad?
–Bueno, sería bastante cómodo si uno tuviera una casa lo suficientemente grande como para albergarlos. El problema es el olor, que no es muy agradable.
–Eso no lo había pensado.
–Lo que hacemos nosotros es analizar esas aguas termales, fundamentalmente para ver el origen y detectar si hay algún cambio antes de una erupción. Todas esta investigación que hacemos con los volcanes apunta a tratar de determinar los parámetros que me van a avisar que va a haber actividad sísmica. Por un lado, se trata de ver cómo funciona el sistema y, por otro, de aplicar los resultados de este estudio para poder predecir una erupción mediante señales sísmicas y cambios químicos.
Informe: Nicolás Olszevicki.
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