Verás árboles y
estrellas, verás el vidrio blanquísimo
verás a las hormigas
caminando hacia la nada.
Verás el espejismo que
de pronto
desaparece
y el lento marchitarse
de la tarde
y la aurora feliz, y el
viento norte
que reseca la piel.
Todo verás: el trigo,
y los planetas,
el átomo sencillo y
seguro de sí mismo.
y el vacío que ocupa
el universo.
Verás la apariencia y
la forma
y el rayo y la voz y la
tintura
que cambia los colores.
Y te dirás : ¿qué es
lo que hay?
¿qué es lo que existe
verdaderamente?
Paisaje,
de Enrique de Ramés.
Primero vino el fuego,
el árbol que ardía,
la floresta incendiada
que aquellos hombres monos mirarían pasmados. Luego la quemadura y
el grito. Lo llevaron los barcos, y hubo ciudades incendiadas y
enseguida el grito de las mujeres que eran violadas y arrastradas a
las naves: así los aqueos arrasaron Troya, dejando detrás de ellos
la Ilíada y un nombre sin ojos y sin cuerpo : Homero.
- Incendio en Malibú.
Después vino el vapor,
moviendo máquinas,
y escapándose por
altas chimeneas enceradas.
El vapor no cuenta
historias: sólo un silbido
sólo la fuerza que
mueve el pistón, o el agudo
grito chirriante que
anuncia el comenzar de una jornada.
- Incendio en Malibú.
Primero vino el fuego,
la chispa bienhechora
que garantizó la
comida, la defensa y la cerámica.
Primero vino el fuego,
y en su entorno
se tejieron leyendas.
El fuego fue
domesticado, y encerrado,
en calderas y aparatos.
Invisible.
Siguió latiendo.
¿Dónde hay fuego?
¿Dónde hay fuego
en el cemento, en la
ciudad, en los suburbios
donde anida el
desamparo?
¿Qué se hizo de ese
fuego ancestral, de los fogones
que encendió algún
dios olvidadizo?
¿Dónde hay fuego?
Pero un día sopló el
viento del desierto y esa chispa
que inadvertidamente
prendiste, aquel mísero resto
del cigarrillo que
abandonaste a su suerte,
la curiosa sensación
de calor, que deseaste,
el anhelo ancestral,
volvió,
creció como la guerra,
o como el trigo,
y quemó tu mansión de
celuloide
la dulce fábrica de
sueños, el temible
poder del dinero, la
soberbia
casa que se levanta
entre jardines,
donde niños dorados se
ofrendan al Sol
y los mayordomos urden
tramas policiales.
- Incendio en Malibú.
Un día sopló el
viento del desierto, caliente y seco como el Poder
(o la Justicia.
Y una mansión y otra
mansión y una tercera
se hundieron en un
mundo de tinieblas
donde azorados e
impotentes hombres monos
sólo atinan a
refugiarse en el mar.
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