viernes, 17 de junio de 2011
Los marcianos
En la gran aproximación de 1877, el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli afirmó haber visto sobre la superficie de Marte delgadas líneas oscuras que denominó “canales”. La palabra en italiano no tiene la connotación de construcción artificial, pero prendió inmediatamente. Un astrónomo aficionado, Percival Lowell (1855-1916), dedicó la vida a su búsqueda, y encontró todos los canales que quiso. Lowell elaboró un mapa y escribió varios libros sobre el tema: Marte y sus canales (1906), Marte como morada de vida (1908). Allí sostenía que Marte estaba habitado por una civilización inteligente, mucho más avanzada que la nuestra, que había construido canales para transportar el agua desde los polos de su exhausto planeta.
La Encyclopedia of Spurious Science, una extraña y casi mitológica publicación, cuyas sucesivas y clandestinas ediciones son mantenidas por un ejército de anómalos eruditos, que la distribuyen con el secreto de los objetos esotéricos y solamente por correo, en su edición de 1908 saludó calurosamente el trabajo de Lowell, al que calificaba como “el más grande astrónomo de todos los tiempos” y en la entrada correspondiente a “Marte”, decía: “planeta más antiguo que la Tierra (siguen datos astronómicos, en su mayor parte erróneos), habitado por seres inteligentes y progresistas (sic). Una sequía, propia de milenios de erosión, ha transformado su superficie en un desierto, obligando a los habitantes del planeta a construir canales que transportan el agua acumulada en los polos para irrigar las superficies desérticas, a cuyos lados puede observarse una frondosa vegetación”.
Las afirmaciones de la Encyclopedia se entienden, si se recuerda que en su momento calificó a Copérnico de “bufón” y (en la edición de 1880) a Darwin de “payaso” con “inclinación zoofílica hacia los monos”; es natural que apoyara la causa de Lowell, que, según dicen, inspiró al mismísimo Orson Welles cuando en 1838 simuló por radio una invasión marciana basada en La guerra de los mundos, de H. G. Wells. La Encyclopedia (edición de 1940) describió a Welles y a Wells como “visionarios” y más tarde (ed. de 1950) a las Crónicas marcianas de Bradbury como “documento testimonial irrefutable”.
Lo cierto es que con Lowell y sus canales nacieron los marcianos y de nada valió el hecho de que en 1907 Edgar Wallace, el mismo que había descubierto con Darwin la Teoría de la evolución y la selección natural, publicara un detallado análisis químico de la superficie y atmósfera de Marte, demostrando que reinaban temperaturas bajísimas que ponían en ridículo las afirmaciones de Lowell (y de la Encyclopedia). O que ningún astrónomo, aparte de Lowell viera rastro alguno de canal en Marte. O que se demostrara que, con los instrumentos de la época, cualquier accidente más o menos difuso se vería como una línea recta. Los marcianos tenían ya sus partidarios acérrimos, y nada los convencería. Entre los más fanáticos, y entre ellos, desde ya, la Encyclopedia, que en su entrada “Marcianos” (ed. de 1960) describía: “habitantes del planeta Marte. Portadores de una civilización más avanzada que la terrestre, los marcianos deben afrontar problemas de sequía. Expertos ingenieros mitigan el problema transportando agua hacia las zonas de cultivo”. Y después de treinta páginas de una minuciosa descripción de la cultura marciana –sospechosamente parecida a la que figura en Una princesa de Marte, de E. R. Burroughs–, hacía una insólita predicción: “es de esperar que el contacto entre marcianos y terrestres modificará y llevará a su culminación los programas de ingeniería de todas las facultades de la Tierra”. Una delirante utopía universitaria que, desde ya, no se cumplió; Marte fue sobrevolado en 1965 por la Mariner 4, que fotografió sólo rocas, y en 1976, cuando las Viking I y II se posaron en la superficie marciana (hazaña que muestra un sorprendente avance ingenieril sin intervención marciana), y enviaron fotos desde allí, mostrando un panorama seco y desolador. Pero la Encyclopedia no daba tregua: “los canales”, decía la edición de 1980, “se cruzan en deliciosos oasis, que pueden imaginarse como lugares paradisíacos de insólita vegetación”.
Ya sabemos que Marte es un desierto, que los polos no son de agua sino de dióxido de carbono, y dejando de lado, tal vez, formas mínimas y primitivas de vida, como bacterias nadie cree en los marcianos. Salvo la Encyclopedia, que su última edición (2002), preveía el acercamiento excepcional de las cuatro naves automáticas enviadas a Marte -que llegarían en el 2004- y auguraba que permitirá “contemplar, finalmente a los marcianos, en sus palacios enjoyados por grandes tuberías de mercurio (sic), con sus carros alados que se mueven sin caballos (sic), y con sus deportes de invierno, deslizándose en pistas de ski a velocidades de maravilla”. Y un tanto incoherentemente, que las cuatro naves, al llegar, serían recibidas “con júbilo por el pueblo marciano, que verá en ellas la superioridad de la civilización occidental en su lucha contra el terrorismo”.
miércoles, 15 de junio de 2011
SAC-D, un satélite con sal y pimienta
ENTREVISTA CON SANDRA TORRUSIO, INVESTIGADORA PRINCIPAL DE LA CONAE
Esta vez el jinete tuvo dificultades para entrar con su caballo hipotético al edificio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales. Finalmente, improvisó un palenque cualquiera y pudo llegar hasta Sandra Torrusio para hablar del SAC-D.
–Sobre el SAC-D Aquarius ya se habló bastante. Pero usted es bióloga: ¿qué hace una bióloga metida en este proyecto?
–El fuerte del SAC-D es el medio ambiente, y de ahí mi participación en esta misión. Para la Conae las misiones surgen desde los usuarios, desde los requerimientos que se puedan presentar desde la comunidad, desde la comunidad científica, desde los ministerios, y sobre todo tienen que ver con satisfacer requerimientos en cuanto a medio ambiente, salud, emergencias, actividades productivas. Ahora, al final del desarrollo ingenieril, volvemos a la escena a partir de los datos de ciencia que va a estar observando el satélite.
–A ver, cuénteme esos requerimientos... –En el año 2002, cuando surge el proyecto, comienza a tener importancia la medición de la salinidad de los océanos.
–Le confieso que me intriga cómo se mide desde un satélite la salinidad de los océanos. –El Aquarius tiene dos instrumentos incorporados: un radiómetro de microondas y un escaterómetro. El radiómetro recibe de manera pasiva las emisiones desde la superficie de los océanos en una determinada longitud de onda.
–Y las emisiones deben estar relacionada con la salinidad, ¿no? –Claro. La sensibilidad que tiene el radiómetro permite detectar las variaciones de la salinidad. Ese rango de variación de la salinidad es muy estrecho. Para captar variaciones tan pequeñas hace falta un instrumento muy sensible. El escaterómetro, por el contrario, es un sistema activo: emite en 1.4GHz, un pulso de energía que interactúa con la superficie del océano y luego vuelve. Lo que hace el escaterómetro es darle datos al radiómetro. Cuando hay un mar muy calmo, el aporte del escaterómetro es muy bajo o nulo: le alcanza al radiómetro con la emisión que recibe. Pero si hay muchas olas y espuma, hay también una superficie rugosa que hace que la señal se llene de ruido y lo que le llega al radiómetro puede ser una suba o baja falsa de salinidad. El escaterómetro, entonces, alerta al radiómetro de que ciertos datos no son demasiado precisos.
–¿Y para qué queremos saber la salinidad del mar? –Espere un poco. A los datos de salinidad que dan el radiómetro y el escaterómetro se le suma la temperatura. Con esas tres cosas, se saca la concentración salínica del mar. El agua más fría y más salada es más densa, y cuando se vuelve más densa, se hunde. A nivel planetario hay una suerte de cinta transportadora de agua. Por ejemplo: imaginemos el polo. En el polo norte el agua es más fría, llega agua más fría y se hunde. Esa agua que se hunde es reemplazada con agua de mayor temperatura y menos salada. El agua, entonces, comienza un circuito de subidas y bajadas que va desde el océano Atlántico, después llega hasta la Antártida, después vuelve al Indico y al Pacífico, y se forma un círculo de enfriado y calentamiento del agua que hace que las corrientes circulen.
–Entonces mediante las mediciones de salinidad se puede descubrir cómo funcionan los flujos de agua en el océano. –Claro. Y lo importante de todo esto es que el océano y la atmósfera tienen una relación estrechísima, que es la que en definitiva condiciona el clima del planeta. A toda esa relación físico-química, que consiste en intercambio, en evaporación, en lluvias, se le agrega una variable más: la salinidad que hasta ahora venía sólo de boyas y de barcos. El problema de estas mediciones es que no son continuas. Hoy por hoy, tener un mapa semanal como el que va a poder dar el Aquarius es fundamental para que los expertos en clima puedan hacer predicciones más acertadas.
–Y en cuanto a la biología, ¿qué hace usted con esos modelos? –Con la parte climática, nada. Pero voy a poder utilizar gran parte de los otros datos: el proyecto tiene ocho instrumentos, de los cuales el Aquarius es uno. Tal vez en la parte donde uno puede intervenir es que si uno ve cambios muy notables en la salinidad de los océanos, junto a cambios de temperatura, junto a cambios de clorofila, tiene que preguntarse qué pasa con la biodiversidad y con el manejo ictícola. Acá en la Conae el trabajo es conjunto: somos muchos especialistas en diferentes cosas que nos complementamos. Por ejemplo, nosotros trabajamos con el Instituto Nacional de Investigaciones de Pesca, al cual le proveemos datos de temperatura y clorofila. Y con eso, los que “hacen merluza”, los que “hacen calamar”, los que “hacen anchoíta”...
–Justamente, ayer me comí una pizza de anchoas... –Es decir, los diferentes grupos que trabajan con las dinámicas de los grupos de pesca económicamente importantes pueden alertar y reducir o ampliar las áreas de pesca. Otra de las aplicaciones que tiene mucho que ver con la cuestión biológica es la cámara térmica, que mide la temperatura en agua y en tierra, lo cual tiene que ver con la evapotranspiración y con la actividad productiva. Otro punto importante de la cámara térmica son las emergencias: incendios, volcanes y cenizas. La cámara térmica lleva unas bandas en el infrarrojo térmico que permite detectar los eventos de alta temperatura. Y le pongo un ejemplo actual: una vez que haya pasado la ceniza, debemos evaluar qué pasó con las actividades productivas, qué pasó con las aguas del Nahuel Huapi.
–¿Pero qué dato del satélite usa en ese caso? –Interpretamos para qué lado se está desplazando la nube y, complementando con alguna otra información satelital, podremos determinar tal vez cuál fue la afectación de esa superficie.
–¿Y qué es lo que hace que el SAC-D sea único como dicen? –Su capacidad de medir con alta precisión la salinidad de manera global. Eso no lo hace ningún otro satélite que esté en órbita. Del resto de los instrumentos, existen otros satélites que hacen más o menos lo mismo. Pero además tenemos una ventaja: éste lo manejamos nosotros, pasa sobre nuestro territorio y lo podemos mover según nuestras necesidades. Otro de los instrumentos que también es importante para afinar las mediciones del Aquarius es un segundo radiómetro, de microondas, que trabaja en otra frecuencia (que anda entre los 23 y los 36.8 GHz). Este radiómetro, que lo hizo el Instituto Argentino de Radioastronomía, mide principalmente viento en superficie del mar, presencia de hielo y presencia de lluvia, que son precisamente los factores que perturban el dato de salinidad que, a su vez, mide el Aquarius.
–A ver, aclaremos un poco. –Toda la misión está formada por lo que se llama la “plataforma” y la “carga útil”. La plataforma es la estructura del satélite, lo que se llama estrictamente SAC-D. El hecho de que se le diga Aquarius tiene que ver con la importancia que tiene ese instrumento Aquarius y lo distintivo que lo hace. Pero aparte del Aquarius, hay otros siete instrumentos. De esos siete, cinco son argentinos, uno es italiano y el otro es francés.
–Bien. –Como le decía, este segundo radiómetro contribuye a que el valor del Aquarius sea mucho más exacto. Otro parámetro que va a estar midiendo son cuestiones atmosféricas, como por ejemplo el contenido de agua en nubes y el vapor de agua en nubes, que también está vinculado con la parte atmosférica. Después tenemos un instrumento más, el DCS, que no es otra cosa que un colector de datos. Se trata de un receptor que va a estar censando, cada vez que pase el satélite por nuestra área de cobertura, que es entre tres a cuatro veces por día... Usted imagínese que en nuestro país, con el centro en Córdoba, la cobertura de la antena de una u otra forma, en subida o en bajada, pasa cuatro veces y en esa pasada se pueden subir comandos y bajar datos. Pero en esas pasadas el satélite también recibe desde, por ejemplo, estaciones meteorológicas o estaciones en tierra una serie de datos (de humedad, de temperatura, de viento) que después, en la siguiente pasada, los baja. De esa manera, no hace falta que los investigadores vayan cada día o cada semana a colectar los datos o que se conecten remotamente con las estaciones: pueden transmitirle la información al satélite, el satélite las guarda y los baja en la siguiente pasada. Esa cobertura a lo ancho y largo del país de los datos in situ es de gran importancia para un montón de aplicaciones, ya sean biológicas, productivas, de conservación, de emergencia.
–¿Y qué más? – La cámara de alta sensibilidad se puede utilizar también para detectar los incendios durante la noche. Además hay un instrumento, que va a medir ciertas variables que son útiles para el funcionamiento del satélite para tener en cuenta en las próximas misiones. Con eso se completan los instrumentos argentinos. Después está el italiano, que utiliza la técnica de radio-ocultación, que sirve para hacer perfiles atmosféricos de presión y temperatura. El otro es el Carmen-1, francés, formado por dos partes: uno caracteriza el tema de micrometeoritos y basura espacial y el otro estudia de qué manera la radiación cósmica afecta la electrónica.
–¿Los otros satélites argentinos están funcionando? –El SAC-A y el SAC-B no; el SAC-C sí. Lleva 11 años trabajando, aunque se le había previsto una vida útil de cinco (como para el SAC-D). Lo que me parece importante destacar es que fue un proyecto en el que trabajó todo el sistema científico-tecnológico argentino.
–Me pregunto qué título poner. Como mañana es el Día del Ulises de Joyce, estoy tentado de poner “Un satélite para Muster Mark”, pero... –No sabe si se va entender.
–Eso. Pero voy a aprovechar el asunto de la salinidad... “Un satélite con sal”... Mmmm demasiado corto. “Un satélite con sal y pimienta”, eso, sí. Listo.
Esta vez el jinete tuvo dificultades para entrar con su caballo hipotético al edificio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales. Finalmente, improvisó un palenque cualquiera y pudo llegar hasta Sandra Torrusio para hablar del SAC-D.
–Sobre el SAC-D Aquarius ya se habló bastante. Pero usted es bióloga: ¿qué hace una bióloga metida en este proyecto?
–El fuerte del SAC-D es el medio ambiente, y de ahí mi participación en esta misión. Para la Conae las misiones surgen desde los usuarios, desde los requerimientos que se puedan presentar desde la comunidad, desde la comunidad científica, desde los ministerios, y sobre todo tienen que ver con satisfacer requerimientos en cuanto a medio ambiente, salud, emergencias, actividades productivas. Ahora, al final del desarrollo ingenieril, volvemos a la escena a partir de los datos de ciencia que va a estar observando el satélite.
–A ver, cuénteme esos requerimientos... –En el año 2002, cuando surge el proyecto, comienza a tener importancia la medición de la salinidad de los océanos.
–Le confieso que me intriga cómo se mide desde un satélite la salinidad de los océanos. –El Aquarius tiene dos instrumentos incorporados: un radiómetro de microondas y un escaterómetro. El radiómetro recibe de manera pasiva las emisiones desde la superficie de los océanos en una determinada longitud de onda.
–Y las emisiones deben estar relacionada con la salinidad, ¿no? –Claro. La sensibilidad que tiene el radiómetro permite detectar las variaciones de la salinidad. Ese rango de variación de la salinidad es muy estrecho. Para captar variaciones tan pequeñas hace falta un instrumento muy sensible. El escaterómetro, por el contrario, es un sistema activo: emite en 1.4GHz, un pulso de energía que interactúa con la superficie del océano y luego vuelve. Lo que hace el escaterómetro es darle datos al radiómetro. Cuando hay un mar muy calmo, el aporte del escaterómetro es muy bajo o nulo: le alcanza al radiómetro con la emisión que recibe. Pero si hay muchas olas y espuma, hay también una superficie rugosa que hace que la señal se llene de ruido y lo que le llega al radiómetro puede ser una suba o baja falsa de salinidad. El escaterómetro, entonces, alerta al radiómetro de que ciertos datos no son demasiado precisos.
–¿Y para qué queremos saber la salinidad del mar? –Espere un poco. A los datos de salinidad que dan el radiómetro y el escaterómetro se le suma la temperatura. Con esas tres cosas, se saca la concentración salínica del mar. El agua más fría y más salada es más densa, y cuando se vuelve más densa, se hunde. A nivel planetario hay una suerte de cinta transportadora de agua. Por ejemplo: imaginemos el polo. En el polo norte el agua es más fría, llega agua más fría y se hunde. Esa agua que se hunde es reemplazada con agua de mayor temperatura y menos salada. El agua, entonces, comienza un circuito de subidas y bajadas que va desde el océano Atlántico, después llega hasta la Antártida, después vuelve al Indico y al Pacífico, y se forma un círculo de enfriado y calentamiento del agua que hace que las corrientes circulen.
–Entonces mediante las mediciones de salinidad se puede descubrir cómo funcionan los flujos de agua en el océano. –Claro. Y lo importante de todo esto es que el océano y la atmósfera tienen una relación estrechísima, que es la que en definitiva condiciona el clima del planeta. A toda esa relación físico-química, que consiste en intercambio, en evaporación, en lluvias, se le agrega una variable más: la salinidad que hasta ahora venía sólo de boyas y de barcos. El problema de estas mediciones es que no son continuas. Hoy por hoy, tener un mapa semanal como el que va a poder dar el Aquarius es fundamental para que los expertos en clima puedan hacer predicciones más acertadas.
–Y en cuanto a la biología, ¿qué hace usted con esos modelos? –Con la parte climática, nada. Pero voy a poder utilizar gran parte de los otros datos: el proyecto tiene ocho instrumentos, de los cuales el Aquarius es uno. Tal vez en la parte donde uno puede intervenir es que si uno ve cambios muy notables en la salinidad de los océanos, junto a cambios de temperatura, junto a cambios de clorofila, tiene que preguntarse qué pasa con la biodiversidad y con el manejo ictícola. Acá en la Conae el trabajo es conjunto: somos muchos especialistas en diferentes cosas que nos complementamos. Por ejemplo, nosotros trabajamos con el Instituto Nacional de Investigaciones de Pesca, al cual le proveemos datos de temperatura y clorofila. Y con eso, los que “hacen merluza”, los que “hacen calamar”, los que “hacen anchoíta”...
–Justamente, ayer me comí una pizza de anchoas... –Es decir, los diferentes grupos que trabajan con las dinámicas de los grupos de pesca económicamente importantes pueden alertar y reducir o ampliar las áreas de pesca. Otra de las aplicaciones que tiene mucho que ver con la cuestión biológica es la cámara térmica, que mide la temperatura en agua y en tierra, lo cual tiene que ver con la evapotranspiración y con la actividad productiva. Otro punto importante de la cámara térmica son las emergencias: incendios, volcanes y cenizas. La cámara térmica lleva unas bandas en el infrarrojo térmico que permite detectar los eventos de alta temperatura. Y le pongo un ejemplo actual: una vez que haya pasado la ceniza, debemos evaluar qué pasó con las actividades productivas, qué pasó con las aguas del Nahuel Huapi.
–¿Pero qué dato del satélite usa en ese caso? –Interpretamos para qué lado se está desplazando la nube y, complementando con alguna otra información satelital, podremos determinar tal vez cuál fue la afectación de esa superficie.
–¿Y qué es lo que hace que el SAC-D sea único como dicen? –Su capacidad de medir con alta precisión la salinidad de manera global. Eso no lo hace ningún otro satélite que esté en órbita. Del resto de los instrumentos, existen otros satélites que hacen más o menos lo mismo. Pero además tenemos una ventaja: éste lo manejamos nosotros, pasa sobre nuestro territorio y lo podemos mover según nuestras necesidades. Otro de los instrumentos que también es importante para afinar las mediciones del Aquarius es un segundo radiómetro, de microondas, que trabaja en otra frecuencia (que anda entre los 23 y los 36.8 GHz). Este radiómetro, que lo hizo el Instituto Argentino de Radioastronomía, mide principalmente viento en superficie del mar, presencia de hielo y presencia de lluvia, que son precisamente los factores que perturban el dato de salinidad que, a su vez, mide el Aquarius.
–A ver, aclaremos un poco. –Toda la misión está formada por lo que se llama la “plataforma” y la “carga útil”. La plataforma es la estructura del satélite, lo que se llama estrictamente SAC-D. El hecho de que se le diga Aquarius tiene que ver con la importancia que tiene ese instrumento Aquarius y lo distintivo que lo hace. Pero aparte del Aquarius, hay otros siete instrumentos. De esos siete, cinco son argentinos, uno es italiano y el otro es francés.
–Bien. –Como le decía, este segundo radiómetro contribuye a que el valor del Aquarius sea mucho más exacto. Otro parámetro que va a estar midiendo son cuestiones atmosféricas, como por ejemplo el contenido de agua en nubes y el vapor de agua en nubes, que también está vinculado con la parte atmosférica. Después tenemos un instrumento más, el DCS, que no es otra cosa que un colector de datos. Se trata de un receptor que va a estar censando, cada vez que pase el satélite por nuestra área de cobertura, que es entre tres a cuatro veces por día... Usted imagínese que en nuestro país, con el centro en Córdoba, la cobertura de la antena de una u otra forma, en subida o en bajada, pasa cuatro veces y en esa pasada se pueden subir comandos y bajar datos. Pero en esas pasadas el satélite también recibe desde, por ejemplo, estaciones meteorológicas o estaciones en tierra una serie de datos (de humedad, de temperatura, de viento) que después, en la siguiente pasada, los baja. De esa manera, no hace falta que los investigadores vayan cada día o cada semana a colectar los datos o que se conecten remotamente con las estaciones: pueden transmitirle la información al satélite, el satélite las guarda y los baja en la siguiente pasada. Esa cobertura a lo ancho y largo del país de los datos in situ es de gran importancia para un montón de aplicaciones, ya sean biológicas, productivas, de conservación, de emergencia.
–¿Y qué más? – La cámara de alta sensibilidad se puede utilizar también para detectar los incendios durante la noche. Además hay un instrumento, que va a medir ciertas variables que son útiles para el funcionamiento del satélite para tener en cuenta en las próximas misiones. Con eso se completan los instrumentos argentinos. Después está el italiano, que utiliza la técnica de radio-ocultación, que sirve para hacer perfiles atmosféricos de presión y temperatura. El otro es el Carmen-1, francés, formado por dos partes: uno caracteriza el tema de micrometeoritos y basura espacial y el otro estudia de qué manera la radiación cósmica afecta la electrónica.
–¿Los otros satélites argentinos están funcionando? –El SAC-A y el SAC-B no; el SAC-C sí. Lleva 11 años trabajando, aunque se le había previsto una vida útil de cinco (como para el SAC-D). Lo que me parece importante destacar es que fue un proyecto en el que trabajó todo el sistema científico-tecnológico argentino.
–Me pregunto qué título poner. Como mañana es el Día del Ulises de Joyce, estoy tentado de poner “Un satélite para Muster Mark”, pero... –No sabe si se va entender.
–Eso. Pero voy a aprovechar el asunto de la salinidad... “Un satélite con sal”... Mmmm demasiado corto. “Un satélite con sal y pimienta”, eso, sí. Listo.
martes, 14 de junio de 2011
La peste negra (poema)
La Peste Negra fue la epidemia más atroz que haya azotado a Europa en toda su historia: se calcula que provocó la muerte de veinticinco millones de personas: alrededor de un tercio de la población europea de aquel entonces. Transmitida por las ratas y el bacilo archimerica salvi (aislado, curiosamente, recién en 1954, desembarcó en Génova en 1347, y desde allí se expandió por todo el continente a lo largo de cuatro interminables años, con breves rebrotes posteriores. Murió un tercio de la población, y Europa necesitó dos siglos para recuperarse de la hemorragia demográfica. Los cronistas de la época describen ciudades desoladas, de aldeas donde no quedaba nadie para enterrar a los muertos y los moribundos cavaban su propia tumba, de campos abandonados, de ganado vagando sin dueño por terrenos baldíos que la maleza cubría ante la falta de labranza.
Era el juicio final, era el azote,
de Dios,era la peste
que brutal navegaba hacia el oeste
como un mar de cenizas humeantes
y dejaba a su paso muelles secos,
ciudades desiertas, pueblos devastados.
En los campos se pudrían los arados,
y el trigo no creció: los flagelantes
se azotaron a traves de los caminos
buscando el perdón de sus pecados,
clamando salvación:
Europa se llenó de peregrinos.
Muerte, bubones, cuarentena,
tumba, cadáver, fueron las palabras
de moda.
Cada ermita,
cada altar, cada reliquia,
fue adorada muchas veces
siempre en vano.
Pero no era la furia divina,era un pequeño
roedor,y una bacteria
navegando en su sangre diminuta
Era el juicio final, era el azote,
de Dios,era la peste
que brutal navegaba hacia el oeste
como un mar de cenizas humeantes
y dejaba a su paso muelles secos,
ciudades desiertas, pueblos devastados.
En los campos se pudrían los arados,
y el trigo no creció: los flagelantes
se azotaron a traves de los caminos
buscando el perdón de sus pecados,
clamando salvación:
Europa se llenó de peregrinos.
Muerte, bubones, cuarentena,
tumba, cadáver, fueron las palabras
de moda.
Cada ermita,
cada altar, cada reliquia,
fue adorada muchas veces
siempre en vano.
Pero no era la furia divina,era un pequeño
roedor,y una bacteria
navegando en su sangre diminuta
sábado, 11 de junio de 2011
Educación y ciencia del trabajo
DIALOGO CON PEDRO WEINBERG, ESPECIALISTA EN EDUCACION Y TRABAJO EN LA UNSAM
A continuación, el Jinete Hipotético se sumerge en el campo de la educación para el trabajo. Sobre ese tema dialogó con Pedro Daniel Weinberg, especialista en esta disciplina aún poco investigada en el país y que tiene frente a sí un debate pendiente.
–¿Quiere presentarse?
–Estoy a cargo de la Cátedra Manuel Belgrano de Educación y Trabajo, de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín. Durante más de treinta años trabajé para la OIT Efectué estudios de licenciatura y doctorado en Sociología y Demografía en las Universidades de Buenos Aires y Chicago. Desde la Unsam procuramos impulsar el estudio, reflexión y análisis socio-educativo y político sobre las relaciones entre educación y trabajo.
–Bueno, reflexionemos entonces. Es un campo poco reconocido en general en América latina, y en particular en la Argentina. – Y agregaría que es un campo al que los estudiosos no le han prestado la debida atención; al mismo tiempo, ni desde el mundo académico, ni desde los organismos internacionales vinculados con la educación, se ha sabido valorar, en su justa dimensión, el decisivo aporte de la educación técnico-profesional al desarrollo en general, y al de la educación en particular.
–¿Cuál es la perspectiva histórica de su tesis acerca de la educación para el trabajo? –A lo largo del siglo XX, la educación técnico-profesional supo anticiparse a las demandas sociales y económicas; lo hizo con agilidad, imaginación y pertinencia; pocas otras modalidades educativas podrían exhibir tales características en un período tan largo.
–¿Por ejemplo? –Cuando Otto Krause impulsa la creación de la primera escuela industrial en los albores del siglo XX, es consciente de los límites del modelo agroexportador vigente; cuando el desarrollo industrial es aún incipiente, se expande la red de escuelas industriales en los años ’30; cuando se desata el crecimiento industrial en torno de la sustitución de importaciones, se crea la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (Cnaop); cuando Arturo Frondizi echa las bases de la industria pesada (siderúrgica y petroquímica) y la automotriz, crea el Consejo Nacional de Educación Técnica (Conet). Y en todos esos casos, ello tuvo repercusiones económicas y sociales: la falta de mano de obra calificada nunca se convirtió en un cuello de botella de los procesos de crecimiento y, al mismo tiempo, se comenzaron a abrir las puertas de la educación secundaria para los hijos de los trabajadores.
–¿Y qué ocurrió desde otros sectores? –Por ejemplo, desde el sector sindical existieron movimientos paralelos que también se singularizaron por ser iniciativas que lograron sostenerse en el tiempo. Y digo esto pues las comparo con las efímeras, coyunturales, cortoplacistas y sobre todo fracasadas experiencias que se ensayaron en los últimos cincuenta años para transformar la enseñanza media. Ejemplos claros en este sentido pueden ser los esfuerzos llevados a cabo por La Fraternidad a través de su Escuela Técnica Central, que montó un audaz proyecto de formación de los conductores de locomotoras en las primeras décadas del siglo pasado; o la experiencia del sector gráfico, con sus más de cien años de eficaz labor en la formación de trabajadores, técnicos y tecnólogos, primero bajo la responsabilidad del sindicato y desde hace unos años bajo la responsabilidad de la cámara del sector. Y para no abusar del tiempo y el espacio, déjeme aludir al estratégico papel cumplido por los salesianos en todo lo referido a la educación agrotécnica. Y en general, a los aportes que desde Uocra, Smata, UOM, Empleados de Comercio y Servicios, y tantos otros sindicatos que han asumido en las últimas décadas responsabilidades dejadas de lado por el Estado.
–Bueno, el proyecto educativo de Sarmiento también fue todo un paradigma. –Es cierto; pero déjeme decirle que concuerdo con usted en la medida en que admitamos dos cosas que me parecen fundamentales. Sarmiento pensó a la educación en el marco de un proyecto de país, no fue simplemente un educador: fue un estadista que comprendió que la educación tenía que ver con los grandes imperativos económicos, sociales, culturales, políticos. No concibió a la educación como un asunto autorreferente. Y en segundo lugar, porque Sarmiento fue un “hacedor”, no se quedó en los rimbombantes pronunciamientos ni apeló a una mera retórica en la materia. A Sarmiento se lo puede juzgar, también y fundamentalmente, por su vasta obra concretada.
–Con respecto a la reforma educativa que se hizo en la época de Menem, hoy en día no queda nada, ¿no? –Coincido. Pero tampoco queda nada –más que la deuda contraída con la Banca Internacional de De-sarrollo– de la reforma de la educación media de los ’70, y tantas otras. Debemos admitir que lo grave son las expectativas que se crean, la deuda internacional que se contrae, y los magros resultados alcanzados por las diferentes autoridades educativas, resultados que saltan a la vista de cualquier ciudadano. Insisto: lo que me preocupa es la discontinuidad de las políticas educativas en el país, y el costo (no sólo financiero, por supuesto) que esto entraña para el país y su gente.
–¿Y cómo vincula estos hechos con la educación técnico-profesional? –Uno de los hechos que más me llaman la atención es que después de cada fracaso de reforma de la educación media se verifica que las unidades escolares que están en mejores condiciones de iniciar un proceso de recuperación son, justamente, las escuelas técnicas. Después de la propuesta fallida de secundarización de la educación técnico-profesional en los ’90: en nuestros días, las escuelas secundarias siguen viviendo uno de los momentos más dramáticos y penosos de su historia. En cambio, las técnicas muestran una mejor perspectiva de recuperación, por lo menos en términos relativos. Así no resulta sorprendente ver el número llamativo de alumnos pertenecientes a las escuelas técnicas que participan con éxito en las olimpíadas de conocimiento o competencias nacionales e internacionales de ciencias, donde concursan alumnos de las escuelas secundarias.
–¿Cuál es la diferencia definitiva entre la educación técnico-profesional y otras modalidades educativas, en especial las de nivel medio? –Las evidencias llevan a pensar que las erráticas y contradictorias políticas educativas que se han adoptado en el país en los últimos sesenta, setenta años, han afectado menos, en términos relativos, a la educación técnica y la formación profesional que a las del resto del sistema. Existe una suerte de “cultura institucional” que las lleva a recibir de forma más amortiguada los golpes y el maltrato originado en las esferas de decisión de la educación nacional; y, más importante aún, hay una acumulación de conocimientos, de prácticas y de un capital “intangible” que les permite sobreponerse con mayor éxito.
–¿Qué tiene de particular la educación técnico-profesional, en nuestro país y en la región? –En nuestro continente hay una zona poco explorada por los académicos y los responsables de turno de las políticas educativas; me refiero a las instituciones de formación profesional. Ellas se presentan como un conjunto de organizaciones educativas nacionales especializadas que tienen un par de señales de identidad: una mayor cercanía y compromiso con las demandas del aparato productivo, y mecanismos institucionalizados de participación en todos los niveles de su actuación de los actores sociales representativos y legítimos de la sociedad. Una vocación por el trabajo productivo y participación social las hacen más permeables y flexibles a la hora de definir las políticas, estrategias y modalidades de intervención en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
–¿Y en la Argentina qué ha pasado? –La Cnaop se creó en el ámbito de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social –no en el Ministerio de Educación–, y fue “gobernada” por una comisión tripartita (gobierno, sindicatos, cámaras). Cumplió con el propósito de formar la mano de obra requerida, pero sobre todo abrió por primera vez las puertas de la escuela secundaria a los hijos de los trabajadores. Otro tanto ocurrió con la apertura de la Universidad Obrera Nacional (actual UTN). En otras palabras: una oferta educativa que demostró éxito en la inclusión social de los sectores históricamente postergados. Claro que esta obra se efectuó sin demasiada estridencia en su época, y al día de hoy no se la analiza para extraer estos fantásticos resultados.
–Volviendo al nombre de la su cátedra, cada vez que aparece el nombre de Belgrano uno se lleva una sorpresa agradable. En este caso, porque Belgrano fue uno de los primeros que pensó la educación técnica en el país. –Fue el creador de la educación técnica, sí. Agreguemos que no fue solamente su inspirador: fue su realizador a través de la puesta en funcionamiento de la Escuela de Náutica que sobrevive hasta nuestros días. Pero además se comprometió con la educación en general, puso especial interés en promover la educación de los sectores más pobres, postuló la educación de las mujeres, financió de su propio peculio cuatro escuelas en Salta, Jujuy y Buenos Aires. Y al igual que Juan Hipólito Vieytes (iniciador de la educación agrotécnica en el país a comienzos del siglo XIX) y Sarmiento, entendieron la educación como un elemento estratégico de los modelos de desarrollo que ellos sostenían. Y obraron en consecuencia, esto es, no circunscribieron su acción al nivel ideológico sino que concretaron sus ideales educativos en realizaciones concretas. Ninguno de ellos fue simplemente educador, tampoco ilustrados repetidores, comentaristas, analistas de las ideas pedagógicas de turno. Ellos fueron creadores.
A continuación, el Jinete Hipotético se sumerge en el campo de la educación para el trabajo. Sobre ese tema dialogó con Pedro Daniel Weinberg, especialista en esta disciplina aún poco investigada en el país y que tiene frente a sí un debate pendiente.
–¿Quiere presentarse?
–Estoy a cargo de la Cátedra Manuel Belgrano de Educación y Trabajo, de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín. Durante más de treinta años trabajé para la OIT Efectué estudios de licenciatura y doctorado en Sociología y Demografía en las Universidades de Buenos Aires y Chicago. Desde la Unsam procuramos impulsar el estudio, reflexión y análisis socio-educativo y político sobre las relaciones entre educación y trabajo.
–Bueno, reflexionemos entonces. Es un campo poco reconocido en general en América latina, y en particular en la Argentina. – Y agregaría que es un campo al que los estudiosos no le han prestado la debida atención; al mismo tiempo, ni desde el mundo académico, ni desde los organismos internacionales vinculados con la educación, se ha sabido valorar, en su justa dimensión, el decisivo aporte de la educación técnico-profesional al desarrollo en general, y al de la educación en particular.
–¿Cuál es la perspectiva histórica de su tesis acerca de la educación para el trabajo? –A lo largo del siglo XX, la educación técnico-profesional supo anticiparse a las demandas sociales y económicas; lo hizo con agilidad, imaginación y pertinencia; pocas otras modalidades educativas podrían exhibir tales características en un período tan largo.
–¿Por ejemplo? –Cuando Otto Krause impulsa la creación de la primera escuela industrial en los albores del siglo XX, es consciente de los límites del modelo agroexportador vigente; cuando el desarrollo industrial es aún incipiente, se expande la red de escuelas industriales en los años ’30; cuando se desata el crecimiento industrial en torno de la sustitución de importaciones, se crea la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (Cnaop); cuando Arturo Frondizi echa las bases de la industria pesada (siderúrgica y petroquímica) y la automotriz, crea el Consejo Nacional de Educación Técnica (Conet). Y en todos esos casos, ello tuvo repercusiones económicas y sociales: la falta de mano de obra calificada nunca se convirtió en un cuello de botella de los procesos de crecimiento y, al mismo tiempo, se comenzaron a abrir las puertas de la educación secundaria para los hijos de los trabajadores.
–¿Y qué ocurrió desde otros sectores? –Por ejemplo, desde el sector sindical existieron movimientos paralelos que también se singularizaron por ser iniciativas que lograron sostenerse en el tiempo. Y digo esto pues las comparo con las efímeras, coyunturales, cortoplacistas y sobre todo fracasadas experiencias que se ensayaron en los últimos cincuenta años para transformar la enseñanza media. Ejemplos claros en este sentido pueden ser los esfuerzos llevados a cabo por La Fraternidad a través de su Escuela Técnica Central, que montó un audaz proyecto de formación de los conductores de locomotoras en las primeras décadas del siglo pasado; o la experiencia del sector gráfico, con sus más de cien años de eficaz labor en la formación de trabajadores, técnicos y tecnólogos, primero bajo la responsabilidad del sindicato y desde hace unos años bajo la responsabilidad de la cámara del sector. Y para no abusar del tiempo y el espacio, déjeme aludir al estratégico papel cumplido por los salesianos en todo lo referido a la educación agrotécnica. Y en general, a los aportes que desde Uocra, Smata, UOM, Empleados de Comercio y Servicios, y tantos otros sindicatos que han asumido en las últimas décadas responsabilidades dejadas de lado por el Estado.
–Bueno, el proyecto educativo de Sarmiento también fue todo un paradigma. –Es cierto; pero déjeme decirle que concuerdo con usted en la medida en que admitamos dos cosas que me parecen fundamentales. Sarmiento pensó a la educación en el marco de un proyecto de país, no fue simplemente un educador: fue un estadista que comprendió que la educación tenía que ver con los grandes imperativos económicos, sociales, culturales, políticos. No concibió a la educación como un asunto autorreferente. Y en segundo lugar, porque Sarmiento fue un “hacedor”, no se quedó en los rimbombantes pronunciamientos ni apeló a una mera retórica en la materia. A Sarmiento se lo puede juzgar, también y fundamentalmente, por su vasta obra concretada.
–Con respecto a la reforma educativa que se hizo en la época de Menem, hoy en día no queda nada, ¿no? –Coincido. Pero tampoco queda nada –más que la deuda contraída con la Banca Internacional de De-sarrollo– de la reforma de la educación media de los ’70, y tantas otras. Debemos admitir que lo grave son las expectativas que se crean, la deuda internacional que se contrae, y los magros resultados alcanzados por las diferentes autoridades educativas, resultados que saltan a la vista de cualquier ciudadano. Insisto: lo que me preocupa es la discontinuidad de las políticas educativas en el país, y el costo (no sólo financiero, por supuesto) que esto entraña para el país y su gente.
–¿Y cómo vincula estos hechos con la educación técnico-profesional? –Uno de los hechos que más me llaman la atención es que después de cada fracaso de reforma de la educación media se verifica que las unidades escolares que están en mejores condiciones de iniciar un proceso de recuperación son, justamente, las escuelas técnicas. Después de la propuesta fallida de secundarización de la educación técnico-profesional en los ’90: en nuestros días, las escuelas secundarias siguen viviendo uno de los momentos más dramáticos y penosos de su historia. En cambio, las técnicas muestran una mejor perspectiva de recuperación, por lo menos en términos relativos. Así no resulta sorprendente ver el número llamativo de alumnos pertenecientes a las escuelas técnicas que participan con éxito en las olimpíadas de conocimiento o competencias nacionales e internacionales de ciencias, donde concursan alumnos de las escuelas secundarias.
–¿Cuál es la diferencia definitiva entre la educación técnico-profesional y otras modalidades educativas, en especial las de nivel medio? –Las evidencias llevan a pensar que las erráticas y contradictorias políticas educativas que se han adoptado en el país en los últimos sesenta, setenta años, han afectado menos, en términos relativos, a la educación técnica y la formación profesional que a las del resto del sistema. Existe una suerte de “cultura institucional” que las lleva a recibir de forma más amortiguada los golpes y el maltrato originado en las esferas de decisión de la educación nacional; y, más importante aún, hay una acumulación de conocimientos, de prácticas y de un capital “intangible” que les permite sobreponerse con mayor éxito.
–¿Qué tiene de particular la educación técnico-profesional, en nuestro país y en la región? –En nuestro continente hay una zona poco explorada por los académicos y los responsables de turno de las políticas educativas; me refiero a las instituciones de formación profesional. Ellas se presentan como un conjunto de organizaciones educativas nacionales especializadas que tienen un par de señales de identidad: una mayor cercanía y compromiso con las demandas del aparato productivo, y mecanismos institucionalizados de participación en todos los niveles de su actuación de los actores sociales representativos y legítimos de la sociedad. Una vocación por el trabajo productivo y participación social las hacen más permeables y flexibles a la hora de definir las políticas, estrategias y modalidades de intervención en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
–¿Y en la Argentina qué ha pasado? –La Cnaop se creó en el ámbito de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social –no en el Ministerio de Educación–, y fue “gobernada” por una comisión tripartita (gobierno, sindicatos, cámaras). Cumplió con el propósito de formar la mano de obra requerida, pero sobre todo abrió por primera vez las puertas de la escuela secundaria a los hijos de los trabajadores. Otro tanto ocurrió con la apertura de la Universidad Obrera Nacional (actual UTN). En otras palabras: una oferta educativa que demostró éxito en la inclusión social de los sectores históricamente postergados. Claro que esta obra se efectuó sin demasiada estridencia en su época, y al día de hoy no se la analiza para extraer estos fantásticos resultados.
–Volviendo al nombre de la su cátedra, cada vez que aparece el nombre de Belgrano uno se lleva una sorpresa agradable. En este caso, porque Belgrano fue uno de los primeros que pensó la educación técnica en el país. –Fue el creador de la educación técnica, sí. Agreguemos que no fue solamente su inspirador: fue su realizador a través de la puesta en funcionamiento de la Escuela de Náutica que sobrevive hasta nuestros días. Pero además se comprometió con la educación en general, puso especial interés en promover la educación de los sectores más pobres, postuló la educación de las mujeres, financió de su propio peculio cuatro escuelas en Salta, Jujuy y Buenos Aires. Y al igual que Juan Hipólito Vieytes (iniciador de la educación agrotécnica en el país a comienzos del siglo XIX) y Sarmiento, entendieron la educación como un elemento estratégico de los modelos de desarrollo que ellos sostenían. Y obraron en consecuencia, esto es, no circunscribieron su acción al nivel ideológico sino que concretaron sus ideales educativos en realizaciones concretas. Ninguno de ellos fue simplemente educador, tampoco ilustrados repetidores, comentaristas, analistas de las ideas pedagógicas de turno. Ellos fueron creadores.
martes, 7 de junio de 2011
Elemental, Watson
“Pasaba la mayor parte del tiempo caminando por las calles o leyendo artículos publicados en los primeros tiempos de la genética. A veces, soñaba despierto en descubrir el secreto del gen, pero ni una sola vez se me ocurría alguna idea respetable.”
James Watson, La doble hélice
El 25 de abril de 1953, la revista inglesa Nature publicaba un artículo de apenas 900 palabras, firmado por el físico inglés Francis Crick y el bioquímico norteamericano James Watson, del laboratorio Cavendish de Cambridge, donde se daba a conocer al mundo la estructura del ADN (ácido desoxirribonucleico): “Deseamos proponer una estructura para la sal del ácido desoxirribonucleico. Esta estructura tiene características nuevas que son de considerable interés biológico”. Con esa modesta frase, ponían en marcha una revolución en la biología.
En realidad, Crick y Watson coronaban el trabajo de un siglo. En 1865, el monje austríaco Georg Mendel esbozó las leyes de la herencia (descubrimiento que en su momento quedó en la oscuridad), más o menos al mismo tiempo que el químico suizo Friedrich Miescher aislaba en el núcleo celular una sustancia, aparentemente no muy interesante, a la que llamó “nucleína”. Más tarde sería denominada “ácido nucleico” y después ADN.
En 1882 Walther Flemming describió por primera vez los cromosomas. En 1900 Hugo De Vries, Karl Erich Correns y Erich von Tschermak redescubrieron las leyes de Mendel. Dos años más tarde, Walter Sutton ubicó el mecanismo hereditario en los cromosomas, y en 1905 se acuñó la palabra “genes”. Al comenzar los años ‘40, ya era ostensible que la cantidad de ADN en el núcleo de las células del organismo era constante, salvo en los espermatozoides y óvulos, que contenían la mitad. En 1944, finalmente, el médico canadiense Oswald Avery identificó al ADN como el portador del mensaje genético. Y en los años siguientes, Rosalind Franklin y Maurice Wilkins en el King’s College de Londres desarrollaron y afinaron la técnica de cristalografía de rayos X con la que consiguieron imágenes notables del ADN, hasta que finalmente el trabajo publicado en Nature describe la estructura de la gran molécula de la vida capaz de reproducirse: una doble hélice de fosfatos y azúcares de donde cuelgan las cuatro bases (adenina, guanina, citosina y timina) con cuyas combinaciones la naturaleza escribe sus propuestas genéticas en todos los seres vivos, tanto en las bacterias como en las ballenas, sin olvidar al homo sapiens, ubicado en algún lugar impreciso.
Pero además, el trabajo de Watson y Crick marca el inicio de un sutil movimiento del centro gravitante del pensamiento científico (y de su impacto en el imaginario colectivo) que se deslizará pausadamente desde la física a la biología. Eran épocas en que las computadoras daban sus primeros pasos, y la física, con un historial de trescientos años de éxito continuo, reinaba soberana. Apenas apagados los humos de Hiroshima y Nagasaki, era un lugar común la idea de que la energía nuclear traería la solución de todos los problemas. Por lo menos, de los energéticos.
Era 1953, y todavía faltaban dieciséis años para el clímax del gran ciclo astronómico, físico y tecnológico iniciado por Copérnico en el siglo XVI: el alunizaje de 1969, cuando pareció que el universo había sido comprendido y dominado porque un astronauta pisó un cuerpo, si bien visible, extraterrestre. Era el cenit de la aventura astronómica y tecnológica, y tal vez su punto de inflexión. Aunque faltaban aún dos décadas de guerra fría y terror nuclear, la derrota soviética en la carrera espacial anticipó en 20 años su final frente al imperio norteamericano, que en adelante pudo dedicar sus esfuerzos y tecnología a bombardear e invadir, cada vez con mayor impunidad, países más débiles y terrestres que por una razón u otra le resultan molestos.
Pero allí estaba la biología molecular, señalando el punto de inflexión desde una visión utópica y expansiva de la historia hacia objetivos no menos significativos, aunque más domésticos y fragmentarios: los genes, el complejo mecanismo de la herencia, el significado y clasificación de los rasgos hereditarios o la manera en que los mensajes del ADN se transmiten dentro de las células, y la perturbadora capacidad de manipulación genética aun en los treinta mil genes que en el ADN humano lo definen como tal. Implacablemente, la biología, en especial la biología molecular, ocupará el centro de la escena científica y ética, con el peso inmenso y en crecimiento de la genética –acechada por el peligro del reduccionismo– y presidida por el dibujo icónico de la Doble Hélice de Watson y Crick.
Y es así. Porque una vez descifrada la estructura del ADN en el trabajo de Nature, una vez conocida la gran molécula autorreplicante y portadora de la herencia, una vez alcanzado el mayor escalón de generalidad de los seres vivos, obviamente era sólo cuestión de tiempo que se pusiera en marcha el Proyecto Genoma Humano, la ingeniería genética. Que se “fabricaran” organismos transgénicos, que se cifraran inmensas expectativas médicas en las terapias génicas, que adquiriera un nuevo rumbo la discusión sobre los caracteres inducidos y adquiridos, que se plantearan los complejos problemas éticos de la clonación y la inquietante posibilidad de intervenir en la evolución de la especie humana.
Ya no hay vuelta atrás.
James Watson, La doble hélice
El 25 de abril de 1953, la revista inglesa Nature publicaba un artículo de apenas 900 palabras, firmado por el físico inglés Francis Crick y el bioquímico norteamericano James Watson, del laboratorio Cavendish de Cambridge, donde se daba a conocer al mundo la estructura del ADN (ácido desoxirribonucleico): “Deseamos proponer una estructura para la sal del ácido desoxirribonucleico. Esta estructura tiene características nuevas que son de considerable interés biológico”. Con esa modesta frase, ponían en marcha una revolución en la biología.
En realidad, Crick y Watson coronaban el trabajo de un siglo. En 1865, el monje austríaco Georg Mendel esbozó las leyes de la herencia (descubrimiento que en su momento quedó en la oscuridad), más o menos al mismo tiempo que el químico suizo Friedrich Miescher aislaba en el núcleo celular una sustancia, aparentemente no muy interesante, a la que llamó “nucleína”. Más tarde sería denominada “ácido nucleico” y después ADN.
En 1882 Walther Flemming describió por primera vez los cromosomas. En 1900 Hugo De Vries, Karl Erich Correns y Erich von Tschermak redescubrieron las leyes de Mendel. Dos años más tarde, Walter Sutton ubicó el mecanismo hereditario en los cromosomas, y en 1905 se acuñó la palabra “genes”. Al comenzar los años ‘40, ya era ostensible que la cantidad de ADN en el núcleo de las células del organismo era constante, salvo en los espermatozoides y óvulos, que contenían la mitad. En 1944, finalmente, el médico canadiense Oswald Avery identificó al ADN como el portador del mensaje genético. Y en los años siguientes, Rosalind Franklin y Maurice Wilkins en el King’s College de Londres desarrollaron y afinaron la técnica de cristalografía de rayos X con la que consiguieron imágenes notables del ADN, hasta que finalmente el trabajo publicado en Nature describe la estructura de la gran molécula de la vida capaz de reproducirse: una doble hélice de fosfatos y azúcares de donde cuelgan las cuatro bases (adenina, guanina, citosina y timina) con cuyas combinaciones la naturaleza escribe sus propuestas genéticas en todos los seres vivos, tanto en las bacterias como en las ballenas, sin olvidar al homo sapiens, ubicado en algún lugar impreciso.
Pero además, el trabajo de Watson y Crick marca el inicio de un sutil movimiento del centro gravitante del pensamiento científico (y de su impacto en el imaginario colectivo) que se deslizará pausadamente desde la física a la biología. Eran épocas en que las computadoras daban sus primeros pasos, y la física, con un historial de trescientos años de éxito continuo, reinaba soberana. Apenas apagados los humos de Hiroshima y Nagasaki, era un lugar común la idea de que la energía nuclear traería la solución de todos los problemas. Por lo menos, de los energéticos.
Era 1953, y todavía faltaban dieciséis años para el clímax del gran ciclo astronómico, físico y tecnológico iniciado por Copérnico en el siglo XVI: el alunizaje de 1969, cuando pareció que el universo había sido comprendido y dominado porque un astronauta pisó un cuerpo, si bien visible, extraterrestre. Era el cenit de la aventura astronómica y tecnológica, y tal vez su punto de inflexión. Aunque faltaban aún dos décadas de guerra fría y terror nuclear, la derrota soviética en la carrera espacial anticipó en 20 años su final frente al imperio norteamericano, que en adelante pudo dedicar sus esfuerzos y tecnología a bombardear e invadir, cada vez con mayor impunidad, países más débiles y terrestres que por una razón u otra le resultan molestos.
Pero allí estaba la biología molecular, señalando el punto de inflexión desde una visión utópica y expansiva de la historia hacia objetivos no menos significativos, aunque más domésticos y fragmentarios: los genes, el complejo mecanismo de la herencia, el significado y clasificación de los rasgos hereditarios o la manera en que los mensajes del ADN se transmiten dentro de las células, y la perturbadora capacidad de manipulación genética aun en los treinta mil genes que en el ADN humano lo definen como tal. Implacablemente, la biología, en especial la biología molecular, ocupará el centro de la escena científica y ética, con el peso inmenso y en crecimiento de la genética –acechada por el peligro del reduccionismo– y presidida por el dibujo icónico de la Doble Hélice de Watson y Crick.
Y es así. Porque una vez descifrada la estructura del ADN en el trabajo de Nature, una vez conocida la gran molécula autorreplicante y portadora de la herencia, una vez alcanzado el mayor escalón de generalidad de los seres vivos, obviamente era sólo cuestión de tiempo que se pusiera en marcha el Proyecto Genoma Humano, la ingeniería genética. Que se “fabricaran” organismos transgénicos, que se cifraran inmensas expectativas médicas en las terapias génicas, que adquiriera un nuevo rumbo la discusión sobre los caracteres inducidos y adquiridos, que se plantearan los complejos problemas éticos de la clonación y la inquietante posibilidad de intervenir en la evolución de la especie humana.
Ya no hay vuelta atrás.
viernes, 3 de junio de 2011
Mapuches: hablemos de la identidad
DIALOGO CON JUAN CARLOS RADOVICH Y ALEJANDRO BALAZOTE, ANTROPOLOGOS SOCIALES
El Jinete Hipotético cabalgó hacia el sur porque siempre estuvo interesado en comprender cómo evoluciona la identidad de los pueblos originarios. Y conversó con los dos antropólogos sociales, quienes le contaron sobre las tradiciones y los cambios de las comunidades mapuches.
–Ustedes se dedican a estudiar los mapuches...
Juan Carlos Radovich: –Somos antropólogos sociales, y en realidad nos dedicamos a estudiar diversos problemas, entre los que se cuentan los conflictos étnicos, las identidades, la antropología económica, las formas de vida, los impactos de grandes obras. Y los mapuches estuvieron involucrados en varios de nuestros proyectos. Empezamos a trabajar a principios de los años ’80, y en el año 1986 terminamos asesorando la re-locación de la comunidad mapuche a raíz de la construcción de la represa Piedra del Aguila.
–¿Cómo es la sociedad mapuche? Alejandro Balazote: –Yo diría que son parte de esta sociedad. No hay una sociedad separada de la sociedad capitalista en que vivimos todos...
R.: –En general cuando se piensa en indios se piensa en individuos aislados, ahistóricos. Y en realidad están profundamente vinculados al mercado de trabajo, a la mercantilización de sus productos, a la gestión de recursos...
–Pero teniendo eso en cuenta, ¿cómo viven? B.: –Yo creo que los mapuches han cumplido y cumplen en el sistema de relaciones interétnicas un rol de subordinación muy importante. El avasallamiento que se dio durante el surgimiento del Estado-Nación, la privación de su territorialidad, el genocidio, los obligaron a repensar sus procesos identitarios, su economía, su relación con el Estado...
R.: –Y a partir de ahí pensar en estrategias para llevar a cabo sus reivindicaciones.
–¿Hay organizaciones y formas de vida propiamente mapuches? R: –Sí, claro. Siempre que se piensa en los mapuches se piensa en los mapuches rurales. Pero el ’75 por ciento, aproximadamente, vive en pueblos y ciudades. Y es precisamente en los pueblos y las ciudades donde han logrado crear organizaciones originales que comenzaron a recuperar, paulatinamente, aspectos de su identidad y de su cultura. Cuestiones que tienen que ver con la historia, con la lengua, con la cultura. Y a partir de eso se da, también, el reclamo al Estado de la puesta en práctica de ciertas políticas.
–Vamos a las comunidades mapuches que viven en ámbitos rurales. ¿Cómo son? ¿Los chicos van a la escuela? R.: –Sí. Es raro que una comunidad no tenga una escuela propia o compartida. Donde no la hay, es porque hay un pueblo cercano que está a pocos kilómetros. Son escuelas provinciales a las que, en algunos casos, van solamente chicos mapuches y, en otro caso, va también gente no mapuche.
–¿La lengua se está perdiendo? B.: –Bueno, hay algo todavía. Los ancianos siguen hablando mapuche y hay una cierta revalorización de la lengua. en las comunidades, en qué se habla en español. Aunque hay gente que habla mapuche.
–¿Cuál es el rol de la mujer en la sociedad mapuche? R.: –Podemos decir que, a la luz de los cambios en la sociedad en general, la mujer ha ganado en protagonismo. Ha habido cambios en la división sexual del trabajo, en la participación política... Y además tienen una postura de que hay un tema de género a salvar en la propia comunidad.
B.: –Lo que no quiere decir que se haya conseguido la no discriminación. En una sociedad mayor donde la mujer es discriminada, las comunidades también tienen ciertos niveles de discriminación.
–¿Y son comunidades autoritarias? R.: –No. Si vamos a la organización política, vemos que antiguamente se elegía al jefe a partir de un linaje dominante. Puede ser que en algunos casos se siga dando así, pero ahora la mayoría elige a sus jefes en votaciones.
B.: –E incluso hay mujeres que son jefes, lo cual era impensable hace un tiempo. Por otro lado, hay una fuerte valorización del consenso. Las cosas pueden demorar más, pero tienen que estar bien consensuadas. Y también hay una valorización del discurso.
–¿Y la salud cómo se maneja? ¿Con métodos tradicionales o a la occidental? B.: –Se maneja con todo tipo de formas. Como en toda sociedad, hay mecanismos y herramientas de medicina popular (algunos que son propios y otros que son heredados, por ejemplo, de los conquistadores españoles). Pero ninguno reniega de la medicina convencional. Y lo que reclaman es que hay aspectos culturales que no son tenidos en cuenta en los planes sanitarios o en las formas de encarar las políticas en salud.
–Hace un tiempo hubo un caso entre los guaraníes de un chico cuya comunidad se oponía a que fuera operado, ¿no? R.: –Pero esos casos son excepciones. La gente concurre a los lugares de salud en la medida en que le son eficaces. Ellos saben, por otro lado, que hay cosas que los médicos no les pueden curar. Y ahí concurren a lugares alternativos.
–Bueno, en ese caso, finalmente fue operado y el chico se salvó. ¿Y hay propiedad privada? R.: –No, propiedad privada no. Eso varía de acuerdo a las provincias. En el caso de Neuquén, por ejemplo, hay un reconocimiento de una cantidad de reservas indígenas desde el año 1964, y después hubo un proceso en el que a muchas de ellas se les dio la propiedad en términos de una asociación civil sin fines de lucro. Es decir que la tierra no está parcelada, sino que es un territorio colectivo que nadie puede vender.
B.: –Y eso es muy importante para las comunidades que están en zona petrolera, porque cobran derecho de servidumbre.
–Las que están en territorio petrolero tienen que ser muy ricas. B.: –Algunas. Las que reciben servidumbre.
R.: –Hay un par de comunidades que están asentadas sobre un territorio en el que se producía, hace un tiempo, el 35 por ciento del gas del país.
–Tienen suerte de vivir en esta época. En otra época los hubiesen matado. R.: –Sí, claro. Pero no hay que pensar que los indios están exentos de la represión.
–¿Y hay consejo de ancianos o ese tipo organizaciones antiguas? R.: –En este proceso de revalorización identitaria hay una fuerte tendencia a revalorizar la palabra de los mayores, e incluso a reforzar ciertos roles como, por ejemplo, el de las mujeres que son depositarias del conocimiento religioso de la lengua y que llevan a cabo parte de los actos rituales en algunas ceremonias. E incluso, la palabra del lonko (el jefe).
B.: –No existe un consejo formal de ancianos, pero sí una valoración de la palabra de los antiguos. Siempre que van a un evento donde tienen que mostrar su reclamo y su identidad, la presencia de los mayores es marcada. Son los depositarios del saber de la comunidad.
–¿Y la religión? R.: –El cristianismo metió sus garras de distinta manera. La Iglesia Católica intentó compatibilizar elementos de un lado y de otro. El Obispado de Neuquén en la década del ’70 fue muy importante en la defensa de las comunidades. Pero también son importantes otras religiones, como el pentecostalismo, el evangelismo...
–En realidad esos obispos fueron los que enfrentaron a la dictadura. No Bergoglio. R.: –Ni monseñor Plaza.
–¿Y religión mapuche? R.: –Bueno, en este momento de revalorización política y organizativa, hay una revalorización de cierta cosmovisión y de la creencia en determinados seres que forman parte del territorio.
–¿Y hay emigración de esas comunidades? R.: –Sí. Hay un dicho que dice: “La familia crece, la tierra no”. Los recursos no alcanzan para todos y, en general, en las comunidades se mantiene una cantidad de población estable.
–¿Y quién se va? R.: –Depende de la estructura familiar, de cuántos hay para trabajar, de cuántos hombres y mujeres hay, de la proximidad a los centros urbanos...
B.: – La ganadería es la actividad económica principal. Muchos tienen trabajo asalariado en estancias...
–Los explotan. B.: –Sí.
–¿Como a todos o más? R.: –Más. Porque el hecho de ser indígenas muchas veces es un elemento para favorecer la desigualdad y la sobreexplotación.
–En una casa mapuche en el campo, ¿hay televisión? ¿Internet? ¿Computadoras? R.: –En el campo no. Pero todo depende de la ubicación.
–¿Hay mapuches universitarios? R.: –No muchos, pero hay.
–¿Y qué están haciendo ahora ustedes? B.: –No hacemos sólo investigación académica, sino que tratamos de aportar nuestro granito de arena a los reclamos territoriales. Por ejemplo, en Villa La Angostura hay dos comunidades que reclamaban sus derechos territoriales ancestrales sobre parte del cerro Belvedere (el lugar de mayor valorización inmobiliaria de Villa La Angostura), que fueron desalojadas violentamente a fines de 2009. Y el año pasado presentamos un libro, justamente, que es el producto de una investigación sobre la historia de estas comunidades.
–Y la investigación académica, ¿en qué consiste? R.: –Básicamente estudiamos el impacto y los efectos sociales que generan los procesos de inversión de capital en ciertas poblaciones.
B.: –Y, en relación a eso, los conflictos territoriales y los procesos identitarios. Las últimas investigaciones se centran en el estudio de la disputa por la gestión de los recursos naturales.
–¿Va a desaparecer la comunidad mapuche? B.: –No.
El Jinete Hipotético cabalgó hacia el sur porque siempre estuvo interesado en comprender cómo evoluciona la identidad de los pueblos originarios. Y conversó con los dos antropólogos sociales, quienes le contaron sobre las tradiciones y los cambios de las comunidades mapuches.
–Ustedes se dedican a estudiar los mapuches...
Juan Carlos Radovich: –Somos antropólogos sociales, y en realidad nos dedicamos a estudiar diversos problemas, entre los que se cuentan los conflictos étnicos, las identidades, la antropología económica, las formas de vida, los impactos de grandes obras. Y los mapuches estuvieron involucrados en varios de nuestros proyectos. Empezamos a trabajar a principios de los años ’80, y en el año 1986 terminamos asesorando la re-locación de la comunidad mapuche a raíz de la construcción de la represa Piedra del Aguila.
–¿Cómo es la sociedad mapuche? Alejandro Balazote: –Yo diría que son parte de esta sociedad. No hay una sociedad separada de la sociedad capitalista en que vivimos todos...
R.: –En general cuando se piensa en indios se piensa en individuos aislados, ahistóricos. Y en realidad están profundamente vinculados al mercado de trabajo, a la mercantilización de sus productos, a la gestión de recursos...
–Pero teniendo eso en cuenta, ¿cómo viven? B.: –Yo creo que los mapuches han cumplido y cumplen en el sistema de relaciones interétnicas un rol de subordinación muy importante. El avasallamiento que se dio durante el surgimiento del Estado-Nación, la privación de su territorialidad, el genocidio, los obligaron a repensar sus procesos identitarios, su economía, su relación con el Estado...
R.: –Y a partir de ahí pensar en estrategias para llevar a cabo sus reivindicaciones.
–¿Hay organizaciones y formas de vida propiamente mapuches? R: –Sí, claro. Siempre que se piensa en los mapuches se piensa en los mapuches rurales. Pero el ’75 por ciento, aproximadamente, vive en pueblos y ciudades. Y es precisamente en los pueblos y las ciudades donde han logrado crear organizaciones originales que comenzaron a recuperar, paulatinamente, aspectos de su identidad y de su cultura. Cuestiones que tienen que ver con la historia, con la lengua, con la cultura. Y a partir de eso se da, también, el reclamo al Estado de la puesta en práctica de ciertas políticas.
–Vamos a las comunidades mapuches que viven en ámbitos rurales. ¿Cómo son? ¿Los chicos van a la escuela? R.: –Sí. Es raro que una comunidad no tenga una escuela propia o compartida. Donde no la hay, es porque hay un pueblo cercano que está a pocos kilómetros. Son escuelas provinciales a las que, en algunos casos, van solamente chicos mapuches y, en otro caso, va también gente no mapuche.
–¿La lengua se está perdiendo? B.: –Bueno, hay algo todavía. Los ancianos siguen hablando mapuche y hay una cierta revalorización de la lengua. en las comunidades, en qué se habla en español. Aunque hay gente que habla mapuche.
–¿Cuál es el rol de la mujer en la sociedad mapuche? R.: –Podemos decir que, a la luz de los cambios en la sociedad en general, la mujer ha ganado en protagonismo. Ha habido cambios en la división sexual del trabajo, en la participación política... Y además tienen una postura de que hay un tema de género a salvar en la propia comunidad.
B.: –Lo que no quiere decir que se haya conseguido la no discriminación. En una sociedad mayor donde la mujer es discriminada, las comunidades también tienen ciertos niveles de discriminación.
–¿Y son comunidades autoritarias? R.: –No. Si vamos a la organización política, vemos que antiguamente se elegía al jefe a partir de un linaje dominante. Puede ser que en algunos casos se siga dando así, pero ahora la mayoría elige a sus jefes en votaciones.
B.: –E incluso hay mujeres que son jefes, lo cual era impensable hace un tiempo. Por otro lado, hay una fuerte valorización del consenso. Las cosas pueden demorar más, pero tienen que estar bien consensuadas. Y también hay una valorización del discurso.
–¿Y la salud cómo se maneja? ¿Con métodos tradicionales o a la occidental? B.: –Se maneja con todo tipo de formas. Como en toda sociedad, hay mecanismos y herramientas de medicina popular (algunos que son propios y otros que son heredados, por ejemplo, de los conquistadores españoles). Pero ninguno reniega de la medicina convencional. Y lo que reclaman es que hay aspectos culturales que no son tenidos en cuenta en los planes sanitarios o en las formas de encarar las políticas en salud.
–Hace un tiempo hubo un caso entre los guaraníes de un chico cuya comunidad se oponía a que fuera operado, ¿no? R.: –Pero esos casos son excepciones. La gente concurre a los lugares de salud en la medida en que le son eficaces. Ellos saben, por otro lado, que hay cosas que los médicos no les pueden curar. Y ahí concurren a lugares alternativos.
–Bueno, en ese caso, finalmente fue operado y el chico se salvó. ¿Y hay propiedad privada? R.: –No, propiedad privada no. Eso varía de acuerdo a las provincias. En el caso de Neuquén, por ejemplo, hay un reconocimiento de una cantidad de reservas indígenas desde el año 1964, y después hubo un proceso en el que a muchas de ellas se les dio la propiedad en términos de una asociación civil sin fines de lucro. Es decir que la tierra no está parcelada, sino que es un territorio colectivo que nadie puede vender.
B.: –Y eso es muy importante para las comunidades que están en zona petrolera, porque cobran derecho de servidumbre.
–Las que están en territorio petrolero tienen que ser muy ricas. B.: –Algunas. Las que reciben servidumbre.
R.: –Hay un par de comunidades que están asentadas sobre un territorio en el que se producía, hace un tiempo, el 35 por ciento del gas del país.
–Tienen suerte de vivir en esta época. En otra época los hubiesen matado. R.: –Sí, claro. Pero no hay que pensar que los indios están exentos de la represión.
–¿Y hay consejo de ancianos o ese tipo organizaciones antiguas? R.: –En este proceso de revalorización identitaria hay una fuerte tendencia a revalorizar la palabra de los mayores, e incluso a reforzar ciertos roles como, por ejemplo, el de las mujeres que son depositarias del conocimiento religioso de la lengua y que llevan a cabo parte de los actos rituales en algunas ceremonias. E incluso, la palabra del lonko (el jefe).
B.: –No existe un consejo formal de ancianos, pero sí una valoración de la palabra de los antiguos. Siempre que van a un evento donde tienen que mostrar su reclamo y su identidad, la presencia de los mayores es marcada. Son los depositarios del saber de la comunidad.
–¿Y la religión? R.: –El cristianismo metió sus garras de distinta manera. La Iglesia Católica intentó compatibilizar elementos de un lado y de otro. El Obispado de Neuquén en la década del ’70 fue muy importante en la defensa de las comunidades. Pero también son importantes otras religiones, como el pentecostalismo, el evangelismo...
–En realidad esos obispos fueron los que enfrentaron a la dictadura. No Bergoglio. R.: –Ni monseñor Plaza.
–¿Y religión mapuche? R.: –Bueno, en este momento de revalorización política y organizativa, hay una revalorización de cierta cosmovisión y de la creencia en determinados seres que forman parte del territorio.
–¿Y hay emigración de esas comunidades? R.: –Sí. Hay un dicho que dice: “La familia crece, la tierra no”. Los recursos no alcanzan para todos y, en general, en las comunidades se mantiene una cantidad de población estable.
–¿Y quién se va? R.: –Depende de la estructura familiar, de cuántos hay para trabajar, de cuántos hombres y mujeres hay, de la proximidad a los centros urbanos...
B.: – La ganadería es la actividad económica principal. Muchos tienen trabajo asalariado en estancias...
–Los explotan. B.: –Sí.
–¿Como a todos o más? R.: –Más. Porque el hecho de ser indígenas muchas veces es un elemento para favorecer la desigualdad y la sobreexplotación.
–En una casa mapuche en el campo, ¿hay televisión? ¿Internet? ¿Computadoras? R.: –En el campo no. Pero todo depende de la ubicación.
–¿Hay mapuches universitarios? R.: –No muchos, pero hay.
–¿Y qué están haciendo ahora ustedes? B.: –No hacemos sólo investigación académica, sino que tratamos de aportar nuestro granito de arena a los reclamos territoriales. Por ejemplo, en Villa La Angostura hay dos comunidades que reclamaban sus derechos territoriales ancestrales sobre parte del cerro Belvedere (el lugar de mayor valorización inmobiliaria de Villa La Angostura), que fueron desalojadas violentamente a fines de 2009. Y el año pasado presentamos un libro, justamente, que es el producto de una investigación sobre la historia de estas comunidades.
–Y la investigación académica, ¿en qué consiste? R.: –Básicamente estudiamos el impacto y los efectos sociales que generan los procesos de inversión de capital en ciertas poblaciones.
B.: –Y, en relación a eso, los conflictos territoriales y los procesos identitarios. Las últimas investigaciones se centran en el estudio de la disputa por la gestión de los recursos naturales.
–¿Va a desaparecer la comunidad mapuche? B.: –No.
miércoles, 1 de junio de 2011
Esa oscura materia del deseo (copla)
En una noche oscura
con el ansia científica inflamada
busque materia oscura
dispersa o agrupada
por muy pocos instrumentos ayudada.
En silencio, buscaba,
esa materia que nadie comprendía
y en pos de ella viajaba
sin otra luz ni guía
que una vaga observación y una teoría.
Aquella me guiaba
mas cierto que la luz del mediodía
y con fe yo esperaba
que según se prevía
la materia oscura al fin se mostraría.
Oh dichosa aventura!
Extender por el espacio la mirada
buscar materia oscura
con ansias inflamada
y más tarde volver, sin hallar nada!
con el ansia científica inflamada
busque materia oscura
dispersa o agrupada
por muy pocos instrumentos ayudada.
En silencio, buscaba,
esa materia que nadie comprendía
y en pos de ella viajaba
sin otra luz ni guía
que una vaga observación y una teoría.
Aquella me guiaba
mas cierto que la luz del mediodía
y con fe yo esperaba
que según se prevía
la materia oscura al fin se mostraría.
Oh dichosa aventura!
Extender por el espacio la mirada
buscar materia oscura
con ansias inflamada
y más tarde volver, sin hallar nada!