lunes, 3 de octubre de 2011

La ciencia, el periodismo, el arte y la comunicación pública (2da parte)

Segunda parte de la charla pronunciada en la “Jornada Regional de Periodismo Científico: Comunicación, Universidades y Ciencia” que se llevó a cabo en Santa Fe, en la Facultad Regional de la UTN (Ir a la primera parte)

EL COMUNICADOR HACE CIENCIA

Si la ciencia es comunicación por naturaleza, y la comunicación es una parte de la ciencia, el comunicador tiene que saber que cuando comunica la ciencia está haciendo ciencia. Y ése es otro de los conceptos que elaboramos en el Planetario. Una de las actividades de la ciencia, por su propia naturaleza, es la comunicación, y por lo tanto el comunicador hace ciencia.
Hay otro prejuicio (esto es lo que Bacon hubiera llamado “prejuicios de la tribu”), y es que hay dos culturas separadas. Ya Snow hace muchas décadas escribió sobre este asunto. El se basaba en lo que es la educación inglesa, una educación que era fuertemente humanista, el egresado de Cambridge sabía latín, griego, había leído todos los clásicos, aunque no tenía la menor idea de qué era la entropía. Pero hasta tal punto no la tenía que incluso estaba orgulloso. Es decir, la idea de estar orgulloso porque uno no sabe hacer una cuenta o porque no puede leer una fórmula es muy frecuente. Lo cual crea una situación difícil para el comunicador de ciencia. Lo primero que tiene que decir es que eso que le va a comunicar es digno de ser comunicado. Esa ciencia que le va a transmitir es digna de ser recibida. Es decir que no se va a robotizar, que es la idea de muchísima gente, por saber leer una fórmula, sino que se va a enriquecer porque la lectura de una fórmula es un acto de lectura. La ciencia es un lenguaje que uno tiene que aprender a hablar para comunicar cosas, y como todo lenguaje tiene su gramática, tiene su sintaxis, tiene su ortografía, tiene su literatura.
Y la literatura del lenguaje de la ciencia son las historias que cuenta la ciencia sobre el mundo, parafraseando a Macbeth, la ciencia es un cuento lleno de sonido y de furia, pero que significa mucho. Es un cuento que la humanidad se cuenta a sí misma. Cómo es, por qué ese árbol es como es, cómo dentro de una célula hay un conjunto de mensajes que se escalonan e interactúan hasta tal punto que uno no puede creer que exista algo tan maravilloso. La historia del Universo y las historias del Universo son tan maravillosas como el más maravilloso de los cuentos de hadas. Cómo funciona internamente una estrella. Una estrella es una máquina, y verla como una máquina ya da una perspectiva nueva. Es un reactor nuclear que transforma peso y gravedad en luz. Es una perfecta máquina que un día se queda sin combustible y adiós, nos achicharra a todos nosotros como va a ocurrir... Es lo que va a ocurrir dentro de 5 mil millones de años: podemos hacer planes para el fin de semana.
Pero va a pasar y fíjense que ese relato del final es tan terrorífico como el más terrorífico de los cuentos de hadas. Es el cuento de hadas, o el relato, o uno de los relatos, mejor dicho, que nosotros podemos escribir sobre el Universo. Entonces es una falacia total que la ciencia no sea un relato. La ciencia lo es, porque es comunicación y es un lenguaje. Y su literatura son los relatos sobre el mundo.

LA IMAGEN DEL CIENTIFICO Y EL LABORATORIO

La imagen del científico, bueno, acá se habló un poco de esto: el científico es visto como un hombre de guardapolvo blanco –ahora, porque antes no: en el siglo XIX se operaba sin siquiera lavarse las manos, imagínense con qué consecuencias– encerrado en un laboratorio. Cosa que también se estimula, porque en las semanas de instituciones abiertas, por ejemplo, se lleva a los chicos a recorrer un laboratorio detrás de otro y se infunde la idea de que es ahí y sólo ahí donde se produce la ciencia. El laboratorio es un invento de los alquimistas, y era un espacio particular, un espacio místico. Con la revolución científica, el laboratorio se vuelve un espacio profano.
Pero el laboratorio es sólo una herramienta más: en el laboratorio se mide, se hacen algunos experimentos (sin hablar de las disciplinas que no usan ningún tipo de laboratorio, como las matemáticas, por ejemplo), pero en realidad el verdadero laboratorio está entre las cejas y el pelo de cada uno de nosotros. Ahí se hace la ciencia.
El científico mismo se siente muy apegado y seguro en su laboratorio. Por eso yo cuando hago mis reportajes, que no llamo reportajes sino diálogos, trato de encontrarme con los científicos en un café, sacar al científico del lugar donde se siente seguro y me muestre la ciencia desarmada. Las grietas.

PRESUPUESTOS

Entonces el científico (y el comunicador de la ciencia convencional) en general parte de algunos presupuestos. Yo soy un científico, la ciencia es racional, es precisa, yo trabajo en el laboratorio y aquí se cumplen las leyes de la ciencia, y aquí se manifiesta la verdad, así como en el laboratorio del alquimista se manifestaba, no sé, Dios o el Espíritu Santo.
Todo eso es falso.
En primer lugar, el científico en su laboratorio está pensando que lo que dice lo va a leer el científico del laboratorio de al lado. No está pensando que lo va a leer el público. Entonces tiene terror explícito o no de cometer un error. O que el que lo está entrevistando cometa un error. Ese es el principal problema o motivo de rispidez.
Y aparte la ciencia no es exacta, no es precisa, es parcialmente (o mejor, localmente) racional: localmente exacta y localmente precisa. No voy a entrar a fondo en esto, pero sí diré que si el comunicador sabe eso, tiene una actitud diferente frente al investigador.

EL CIENTIFICO COMO IGNORANTE

Además, los descubrimientos son temporales, tienen una historia, una filosofía. No todo el mundo cree que las mismas cosas tengan el mismo valor epistemológico.
Si el comunicador se mentaliza en ese sentido, va a requerir una serie de ríos de alimentación, de la historia, de la filosofía.
El científico es un ignorante, y tiene que serlo porque, si supiera todo, no investigaría nada. La pregunta central que uno le puede hacer es: “¿Qué es lo que no sabe y quiere saber en su investigación?”. Lo que el científico no sabe y quiere saber, y no solamente lo que quiere saber y no sabe sino lo que se imagina que pueda llegar a pasar, es una fuente de riqueza. Aunque su programa vaya finalmente al fracaso: el fracaso científico también es útil, porque les ahorra a otros seguir determinado camino.
Y eso me trae nuevamente a la imagen del científico que dan las películas, esa imagen del “científico loco”. Pero es una idea muy anterior. Fíjense: el tipo que inició la ciencia fue Thales de Mileto. ¿Y qué historias se cuentan de Thales de Mileto? Una es que estaba tan distraído que se cayó a un pozo. El científico distraído ya está desde el primer tipo, desde el año 500 antes de Cristo. Ahora, si uno mira el científico distraído de Volver al futuro, por ejemplo, es el distraído, despeinado, pero es el que tiene las soluciones. Es el que sabe cómo resolver los problemas. Tiene esa cosa de mendigo y de Dios.
Sabemos que esas cosas no son así, que el científico, así como el mecánico de automóviles, tiene una capacidad particular para arreglar un coche –yo nunca en la vida se lo llevaría a un filósofo, ni siquiera a un físico–, el científico puede razonar sobre una cierta parte de la realidad, y no sobre toda. No hay científicos y legos, hay legos en distintas cosas.

EN CONCLUSION

Bueno, entonces hablé de la imagen del científico, la falacia de la realidad, la falacia de la precisión, la falacia de la próxima puerta... Hay que explicarle que cuando habla con un periodista, está hablando para el periodista o para quienes van a leer al periodista, no para sus colegas. Sus colegas ya saben. Entonces, así como él simplifica el mundo...
Borges cuenta la historia de un lugar donde la cartografía estaba tan desarrollada, donde el mapa de una provincia ocupaba una ciudad, y el mapa del reino ocupaba una provincia. Y llegó un día en que un rey quiso hacer un mapa absolutamente preciso y pidió un mapa del reino que ocupara todo el reino. Que fuera exactamente igual. Y lo hicieron, claro, pero ese mapa no sirve para nada, un mapa tiene que sintetizar. El científico resume la naturaleza y hace un modelo relativamente simplificado. Entonces, en ese proceso de reducción hay imprecisiones que se cuelan.
Vamos al asunto de los recursos, brevemente: la literatura, la cita, el recurso a la historia, todo eso es válido. Pero no porque es un adorno, es válido porque forma parte del núcleo mismo de lo científico. Un hecho científico se compone de su historia y su filosofía. Cada cosa es también su historia. Porque es interesante ver cómo cada cosa llegó a ser.
Sólo me resta, en realidad, agradecer nuevamente la invitación a hablar, y agradecer que me hayan escuchado.


Ronda de preguntas

–¿Cuál es la filosofía práctica que tiene en general el científico?

–En general, el científico tiene una epistemología realista y no siempre reflexiona sobre lo que está haciendo, en el sentido de que está descubriendo la verdad. Bueno, es tarea del que lo ve que no es tan así. A veces vale la pena hacerlo, a veces se puede, y a veces no. A mí me gusta entrevistar a los científicos en el café, pero no siempre lo consigo. Es un problema ideológico, por eso organizábamos los cafés científicos. Para que tanto el público como los científicos que hablaban estuvieran en un ámbito medio irreal. Y eso desarma, y en el momento en que eso se desarma, empieza lo realmente interesante.

–¿Nota en los científicos más jóvenes algún cambio en esta resistencia cultural a contar?

–La verdad es que un poco sí, pero me parece que todavía las carreras científicas tienen que incorporar Historia de la ciencia y Filosofía de la ciencia como materias de grado, me parece bastante esencial. Tampoco vendría mal una materia de Comunicación, con lo cual estarían dentro de la formación de un científico todas estas cosas. Sí, me parece que se necesita una formación que incorpore este tipo de cosas. La Historia, la Filosofía y la Comunicación de la ciencia.

–¿Qué opinión le merece que la tecnología se haya transformado ya no en un medio sino en un fin en sí mismo?

–Bueno, pero eso es consumismo. Pasa lo mismo con la ropa. Eso es un problema más general. Yo creo en la tecnología y en sus aspectos benéficos. Creo que nos proporciona mucho. Naturalmente siempre hay modas, en ciencia también. Hay temas que se ponen de moda. En general, todo el desarrollo tecnológico último ha sido maravilloso y me parece que democratiza la sociedad y es una lástima que no sea más justo y más igualitario. Porque la cosa igualitaria no depende de la ciencia sino de la manera en que la sociedad tome las riendas de sí misma y distribuya los bienes.

–Usted dijo que el comunicador cuando divulga ciencia, hace ciencia. ¿Podría desarrollarlo un poco más? Porque es un concepto un poco fuerte...

–Justamente, es un concepto bastante fuerte, y es un concepto difícil de aceptar. Pero es un concepto que en el momento que se acepta le da mucho impulso al comunicador. Yo no quiero hablar del sistema científico sino del conglomerado científico. Un sistema científico es un conglomerado de muchísimas cosas articuladas de diversas maneras. Están los científicos y los enunciados y los laboratorios y los no laboratorios y los instrumentos. La gente que construye los instrumentos también está haciendo ciencia. Hay un montón de cosas alrededor. Y una de ellas es la parte de comunicación: es indisoluble de la ciencia tal como se la entiende ahora. Exteriormente es experimentación e inducción, y ninguna de esas cosas se puede hacer sin testigos, y esos testigos tienen que entender lo que están viendo, y para eso hay que comunicarlo. Si el comunicador se considera un científico va a tomar una postura en donde le van a interesar un montón de cosas que antes pensaba que eran externas a su trabajo. Se tiene que colocar como científico frente a lo que está haciendo.

–¿Qué pasa con el comunicador frente a la especialización del conocimiento?

–Bueno, yo no creo mucho en la especialización del conocimiento. La ciencia no es un conjunto de cosas que se saben sobre esto o aquello. Es un lenguaje y hay que aprender a hablarlo. Si uno quiere aprender un lenguaje, aprende el lenguaje y después lo habla. Una vez que uno lo incorporó, después lo organiza. Si uno habla el lenguaje de las ciencias, una especialización es un detalle. Si el comunicador se considera un científico, tiene que aprender el lenguaje de la ciencia. Pero hay que tener conciencia de que es un lenguaje. Es un poco más preciso que el lenguaje natural, pero no es el lenguaje de la verdad. Es un lenguaje que tiene historia, como todo, y que tiene filosofía, como todo.

–¿Implica una madurez de la humanidad que haya gente que se dedique a escribir sobre ciencia?

–Madurez de la humanidad no sé... me parece una suerte que pase eso. Decir madurez de la humanidad es mucho decir en general sobre cualquier cosa.

1 comentarios:

Carlos dijo...

En mi nivel más que modesto, totalmente identificado, Leonardo. En particular, la incorporación de historia y "filosofía" de las ciencias a los estudios de grado.Y una de las virtudes de un excelente comunicador va más allá. Es el grado de cultura general que posibilita (no determina) ver la relación entre A y Z, que pueden ser aparentmente disjuntas.