jueves, 11 de febrero de 2010

La Dama de la Torre: Capítulo 9



La Muerte está inquieta en la ciudad. La desaparición de las electrodisipadoras asestó un golpe casi fatal al mercado de las funerarias, los cadaveres no encuentran su lugar en el mundo y, para colmo, siguen muriendo lógicos. La Muerte se ríe a carcajadas en la ciudad y Lady Chevesley, desde su castillo, desde su escondite en la Torre, lo sabe o lo presiente. Qué Dios detrás de Dios mueve a los personajes de esta novela.





CAPITULO 9



Como un péndulo atroz, los subterráneos oscilan desde el centro a la Chacarita, desde la Chacarita a la zona bancaria, y luego otra vez. ¿Y seguiré toda la vida recorriendo estas mismas calles, esta ciudad que de tanto repetirla me resulta hedionda, aborrecible? Siempre seguiré por esos caminos trillados, esas avenidas, que ni se superponen ni se cruzan? ¿Por esta ciudad de clase media, a caballo de la sociedad de masas? ¿Y seguiré siempre mirando las mismas estaciones de subte, que parecen fijadas en el tiempo, como si el fondo de la tierra todo fluyera distintamente? Debo buscar mis pistas en una esquina de la Paternal, tras las señas dispersas que me dió el anticuario joven. Es una esquina standard, un lugar sin divisas ni señales, un estado común y neutro de la evolución barrial. Permanente crucifixión impuesta a los que han caído en estas redes, estas lides. Señores de bigote que se inclinan genuflexamente ante cualquiera que venga del centro, con el aura de poder que otorgan la city y las moles aburridas y pesadas de los ministerios. Ferias internas donde siempre deslumbra la proliferación vegetal.



La casa del Vicedecano de Anticuarios estaba aprisionada entre dos profundas tiendas de ropa. Los trajes se alineaban en las perchas como espías recién ejecutados.



El Vicedecano de Anticuarios Jauretche Saint-Simon,de mediana edad,me recibió en la terraza-balcón de su departamento, hiperpoblado de aparatos de confort. Estaba sentado en una reposera,leyendo La Dama de la Torre en alemán : el título era escalofriante :" Die GLOCKENKIRCHSTURMDAME ". La terraza daba directamente sobre una calle semidesierta, donde dos barras enfrentadas de muchachos se arrojaban piedras sin piedad.



- Podré ayudarlo?- me preguntó.Era un hombre amargado por la vida y, eventualmente,una desgracia familiar :algún antepasado alcohólico o paralítico continuaba presionando una memoria demasiado estable. Andaría rondando los cuarenta y cinco, y tenía todo el aspecto de la clase media convencida de sí misma.



Lo primero que hice fue decirle que me enviaba el Anticuario Joven,de San Telmo.



-Ah dijo Jauretche Saint-Simon con cierto matiz de angustia. - Otra vez. Siempre lo mismo. Cada vez que aparece alguien, lo manda para aquí. Pero no se preocupe. Recibirá su castigo,igual que la última vez.



-Yo no me preocupo dije. Lo que me sorprende es la complejidad del mundo de las antigüedades.



-Es que las antigüedades son el producto por excelencia -dijo el Vicedecano ya que escapan por completo a la cadena productiva. Son la paradoja de la mercancía, ya que al ser consumidas aumentan su valor agregado. En rigor de verdad, las antigüedades no pueden consumirse, solo pueden hacerse más antiguas. Mientras usted cree que está utilizando el viejo jarrón que adorna un rincón de su casa, el jarrón se torna más valioso, para que sus hijos o sus nietos lo vendan alguna vez, ganando en rentabilidad.



- Pero siempre hay demanda de antigüedades?-pregunté



- No solo hay demanda,sino que siempre es idéntica a la oferta dijo Jauretche Saint-Simon En realidad, es la una la que define a la otra, la que le confiere realidad. Le diré más :los anticuarios preferimos la fugacidad. Por lo tanto, nunca permanecemos mucho tiempo en posesión de un mismo objeto.



- Y tienen a quién vendérselo?



-Nos lo vendemos entre nosotros mismos. Además, las antigüedades tienen la propiedad de que convierten a su poseedor en anticuario, de donde se deduce fácilmente la propiedad general que rige la teoría : una antigüedad sólo pasa de las manos de un anticuario a las de otro anticuario. Usted va a observar, si recorre las tiendas especializadas, que aunque nadie entre a comprar nada, los objetos cambian, de un negocio a otro, de esta vidriera a la de dos cuadras más allá. Nosotros tenemos como nadie la conciencia inmediata del tiempo que pasa, mientras todas estas lámparas, escritorios y orinales acrecientan su valor. Una antigüedad es lo contrario de un reloj, lo opuesto a un castillo de arena, la antítesis misma de la dialéctica histórica, la negación total y rotunda de la biología. Son lo contrario de las mercancías, que tienen que abrirse paso duramente a través de la maraña del mercado. Las antigüedades son precisas y no mienten.



- Pero usted a quién le compra?



-No lo sé.Mi proveedor es ubicuo. En el tiempo, claro está, ya que en el espacio la ubicación física de los objetos no tiene la menor importancia cuando se trata de antigüedades. A veces llega a altas horas de la noche, a veces cuando la madrugada se asoma recién y yo estoy durmiendo. A veces es una mujer oculta tras un velo, pero en la mayoría de los casos se llama Simón de Indias y es el mismísimo Decano de Anticuarios de Buenos Aires.



-Y dónde podría ubicarlo? -, pregunté, mientras el anticuario me mostraba un órgano electrónico, con computadora anexa, capaz de producir música aleatoria.



-Sólo el azar vence al tiempo, - Jauretche Saint-Simon pareció no escuchar mi pregunta -pero las antigüedades vencen al azar. El azar se desgasta con el tiempo. La entropía aumenta, se imponen las leyes de los grandes números, y todo se encamina, lenta, pero firmemente, hacia su extinción térmica : a mí no me convencen para nada las teorías del universo oscilante. Y a usted? Usted sabe, esas predicciones que dicen que se expande, se contrae, se vuelve a expandir y todo empieza de nuevo.



Repetí la pregunta Dónde puedo encontrar a Simón de Indias?



-Encontrarlo a él es fácil dijo Jauretche Saint-Simon ya que vive aquí cerca, en Palermo Viejo. Lo difícil es encontrar razones que justifiquen el encuentro. Tenga en cuenta que se trata de la máxima autoridad en el mundo de las antigüedades. Ni más ni menos que el Decano de Anticuarios.



- Usted lo reemplaza cuando se enferma?



-Así es.Efectivamente lo reemplazo, aunque los interregnos me resultan del todo menos fáciles. El Decano Simón de Indias se interesa poco por la teoría pura. El dice estar interesado solo por las aplicaciones, para lo cual acuñó una palabreja francamente desagradable : praxis.



-Es una vieja palabra.



-Tal vez.Pero su sonido no ha mejorado con el tiempo. No creo que haya ninguna necesidad de andar usando palabras en latín, y menos palabras con x, una letra que siempre resulta turbia. Y en segundo lugar, es una palabra totalmente ambigua, que alude a la práctica sin llegar a serlo, y sin dejar de serlo.



-Es una combinación de teoría y práctica, según creo recordar, o algo así.



-Justamente. Algo así. Se da usted cuenta de la imprecisión? Sea lo que sea, es un ataque a la teoría pura. Resultado, que mis breves intervenciones son siempre tormentosas : Simón de Indias tiene por costumbre deshacer todo lo que yo hice, cada vez que vuelve al decanato. Yo no niego que sea una excelente persona, y su decanato, francamente de avanzada, pero no se puede desterrar la teoría por completo y hacer del pragmatismo la guía, aunque sea un pragmatismo interesante. -El tono era de queja.



- Pero su decanato es progresista, según usted mismo dice observé.



- Vea - dijo entonces el Vicedecano Yo creo en la clase media, aunque mi condición de anticuario, naturalmente lo complica.



- No entiendo.Por qué?



- Porque los anticuarios, por definición, están por encima de la lucha de clases. Es por ello que, para ponerle un ejemplo, en el conflicto con el Sindicato Combativo de Obreros Funerarios, no tengo más remedio que ser neutral. Pero sigo creyendo en la clase media, y hago todo el esfuerzo posible para parecérmele. Compro apartos de confort, y cada vez que el dólar baja, me voy a Miami, aunque me parece una ciudad aburridísima. El Decano, en cambio, no cree en la clase media. La considera la culpable de todo. Y por eso es tan difícil tratar con él.



-De todas maneras, quiero ir a verlo.



-Haga la prueba dijo Jauretche Saint-Simon -Entrevistarse con Simón de Indias ha sido siempre una experiencia interesante.


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