>>Ir al capítulo 35
CAPITULO 36
La lógica joven se ha deslizado fuera de la ducha, rompiendo el ensueño gótico. Envuelta en una toalla, como si tuviera que ocultarse a los ojos de algún publico ávido y comprometedor, con una tela arrollada alrededor de sus cabellos, adopta diferentes poses: de pronto se yergue como una estatua, poniendo todos los músculos en tensión, y un instante después adopta el estilo de una gimnasta nórdica. Si el lenguaje del cuerpo lo dice todo! Quién habla por esos ojos profundos que mas que moverse parecen salir y atrapar los objetos en la jaula de la visión? Su oído finísimo percibe el lejano tintinear de una campanilla silvestre y sus brazos que parecen permanentemente surgir de los desiertos nevados de España apartan sábanas, almohadas y telas nordestinas abriéndose camino hacia el teléfono que balbucea su llamado.
-Malas noticias -dice el Comisario Inspector - Después de setenta y tres víctimas, el Jefe de Policía se ha quedado sin lógicos para ofrecer como cebo. No me extrañaría que tomara una determinación extrema, como por ejemplo arrastrar a la fuerza a un médico al sacrificio, haciéndolo pasar por lógico.- La lógica joven se pone a temblar. Aterrada, opta por el melodrama y gruesas y saladas lágrimas recorren sus mejillas cansinas y sin embargo frescas. El aletear de la muerte se cierne sobre ella, ve sobrevenir indefensa la desgracia que limpiamente amenaza apartarla de cuanto quiere en este mundo. Y, en especial, de mí.
- Y no hay ningún indicio?-pregunto- No se sabe nada del Anticuario Mayor?
-Ni el mas mínimo indicio. Me temo que tal como están las cosas, si queremos alguna pista, tendremos que fabricarla nosotros mismos.
- Y el embajador de Inglaterra ?
- Sumido en su spleen. Estamos absolutamente solos.
Me desconcerté- Y qué vamos a hacer?
-Lo ignoro.Usted sabe que mi teoría general me aconseja no hacer absolutamente nada y esperar que las cosas se resuelvan por si mismas, pero tal como esta la situación sugiero hacer nuevamente la recorrida: el barrio de los ataúdes, los diversos anticuarios, el Director del Departamento de Matemáticas.
-La repetición nunca es buena consejera.
-Ya lo sé. Pero guarda cierta coherencia. Uno siempre sabe cuál es el paso siguiente.
-Lo urgente es encontrar al Anticuario Mayor -sugerí - Por qué no empezamos por Simón de Indias o Jauretche Saint-Simon ?
- Porque violaría el orden prescripto -dijo el Comisario Inspector - y por lo tanto violaría todo. Pero si le gusta, de acuerdo, adelante.Es solo sustituir un orden por otro orden arbitrario. Podemos encontrarnos dentro de media hora en el Abasto. Qué le parece? Ahora que ya no es más un mercado y que todavía no es un centro cultural me parece propicio para los encuentros furtivos.
- Furtivos?
- Sí, porque corremos peligro. O por lo menos lo corre su amiguita. Al Jefe de Policía se le acabaron finalmente los lógicos, y ya le dije que está decidido a repetir su experimento hasta que la realidad se convenza de que debe entregarle algún resultado.
- Y entonces?
- Y entonces necesita mas lógicos. En SOLOG ya no queda ninguno. Y por otra parte, tomo buena nota, en su momento, de la existencia de su amiga. Deduzca usted mismo.
- En media hora.
- Antes, dijo el comisario inspector gravemente lo más rápido posible. No me parece saludable que permanezcan en su casa. Sospecho que pueden recibir en cualquier momento una visita indeseable.
-Tenemos que apurarnos -dije a mi amada, que alarmada por lo que había escuchado, estaba acurrucada en una esquina del dormitorio protegida a medias por la toalla que actuaba para la ocasión como una barrera entre su desnudez y el mundo. Se acariciaba el cuerpo, dulcemente. Y si el Jefe de Policía te atrapa?,pensé. Tendrás que ser enterrada así? Si todos mis muebles no contienen suficiente madera para fabricar un ataúd! Si tras la apariencia de la madera solo se esconden el aglomerado y el plástico! La lógica joven urgida por mí, se viste apresuradamente, pero no deja de sollozar, de puro temor.
Es un pajarito acorralado, sujeto entre mi mano protectora y las huestes asesinas, ávidas de sacrificio del Jefe de Policía .Se imagina recorriendo su último camino junto al cartón pintado de la Recoleta y su falsa perspectiva,sus atribulados puntos de fuga,sus colores despampanantes que proclaman a cielo abierto las múltiples facetas de lo real. Nubes pesadísimas y hondas cuelgan del cielo como ropa tendida y aun húmeda.La atmósfera parece viciada por el calor y la proximidad de la tormenta.En las caras se cocina la sonrisa estereotipada del verano que envuelve con su somnolencia y su locura los actos de las gentes.Y en los cementerios los cadáveres se descomponen en sus nichos protegidos por el olor áspero del formol.Olores seniles, olores mortuorios se escapan de bóvedas y contenedores colectivos.Y sin embargo,de alguna manera,todo sigue.Las piletas municipales se pueblan de bañistas,los acondicionadores de aire crean una atmósfera artificial y agradable en bancos y oficinas.Al romper el día,trenes atestados vuelcan sobre la ciudad cargamentos de gente de los suburbios,apilada en vagones hediondos y protegidas unas de otras por el tenue limite de la ropa que funciona para estos casos como una elegante mortaja. Algunos espejismos flotan sobre el asfalto ablandado por el calor y que también ansia la tormenta repentina,ya que en el verano todo es súbito, impredictible.La cadena de los acontecimientos parece obedecer al mero capricho,a la inspiración del momento.El tejido mismo de lo cotidiano parece afectado de cierta neurastenia.La ciudad? Qué es la ciudad? Un gran masacote caliente donde los lógicos mueren sin interrupción ni defensa alguna y donde los cadáveres desnudos se pasean buscando grotescamente su última morada.
Cuando salíamos, dos patrulleros estacionaban en la puerta de mi casa. Las sirenas esparcían, por toda la ciudad, el terror.
>>Ir al capítulo 37
6 comentarios:
Mirá, y la dama aún en la torre.
lo anterior, para 0 comentario.
Si "ya no hay caballeros" ¿para qué mantenerla en la torre. Pobre ,saquela
de ahi Moledo que ya está muerta hace rato.
Esto pretende ser una amistosa crítica al título de la novela.
A propos, seguro recuerda a la princesa sukimoki (M.E.Walsh)casi todos escuchamos en la escuela ese cuento, aquél en que la princesa se estaba "quieta, quieta como una galleta".
Bueno dejo, pues el abuso en continuar puede resultar intrusivo, a su novela.
En hacer con mi novela ya tengo bastante.
un saludo a usted
un resto.
"ya no hay caballeros"
y a los bandoleros como ¿Bairoleto?
nadie los quiere.
Publicar un comentario