martes, 28 de junio de 2011

América para los americanos



Año 1000. En el verano del año 986, el navegante vikingo Bjarni Herjolfsson, que viajaba de Islandia a Groenlandia, fue envuelto por la niebla y perdió la orientación, hasta que al fin avistó “una tierra llana y cubierta de bosques”: fue la primera mirada que un europeo dirigió al continente americano. Catorce años después, Leif Eriksson, hijo de Eric el Rojo, se embarcó para encontrar la tierra de Bjarni y, tras navegar hacia el oeste, se topó con un paraje atractivo para invernar al que llamó “Vinland” o “tierra del vino” debido a la abundancia de uvas. Ese fue el primer desembarco europeo en América. Poco después, se estableció una colonia, que no prosperó más allá del año 1020, cuando los conflictos con los “skraelings” (nativos, indios o esquimales) y los problemas internos obligaron a levantarla. La colonización quedó en el olvido y no hubo más viajes vikingos a América.
1492. Colón inicia su viaje hacia las Indias, después de haber manipulado los datos hasta llegar a la conclusión de que la distancia entre Europa y Japón era de unos 4500 kilómetros (en realidad es de 19.500). Sólo la suerte evita que se pierda en el mar.
1492. 12 de octubre (por la mañana) Desembarca y toma posesión de todas esas tierras “descubiertas”, donde vivían alrededor de 90 millones de personas que por lo visto no habían descubierto el territorio en el que vivían. América había estado habitada desde hacía por lo menos doce mil años.
1492. 12 de octubre (por la noche)
Colón escribe en su diario que los nativos que lo habían recibido les habían traído toda clase de regalos, eran amables y “buenos para servir”. 1492. 14 de octubre. Colón escribe nuevamente en su diario: “hice tomar siete para les llevar y aprender nuestra lengua y volverlos, salvo que vuestras Majestades dispongan todos llevar a Castilla, o tenerlos en la misma isla cautivos, porque con 50 hombres los tendrá todos sojuzgados y les hará hacer todo lo que quisiese”.
1498. Colón emprende su tercer viaje. Emperrado en que las tierras a las que llegó eran las Indias, sus habitantes serán llamados en consecuencia “indios”, las Leyes de Indias, y así siguiendo.
1502. El humanista florentino Américo Vespucio, navegando las costas americanas (que todavía no se llamaban así) comprende que se trata de un nuevo continente. Naturalmente, no tenía nada de nuevo. Se había formado al mismo tiempo que todos los demás.
1507 Martin Waldseemüller (1470-1518), un clérigo alemán, publica un pequeño volumen geográfico de 103 páginas titulado Cosmographiae Introductio, que además de los principios generales de la geografía ofrece una novedad sensacional: “Ha sido descubierta una cuarta parte del mundo por Américo Vespucio. Puesto que Europa y Asia recibieron nombres de mujeres, no veo ninguna razón para no llamar a esta parte del mundo la tierra de Américo o América, por su descubridor, un hombre de gran talento”. El libro se hizo muy popular y el nuevo nombre América prendió. Cuando Waldseemüller se enteró de que Vespucio no había sido el verdadero “descubridor”, ya era tarde.
1550. En julio el emperador Carlos V convoca a una reunión de teólogos y consejeros para decidir sobre la condición humana de los indios. El primer día el doctor Juan Ginés de Sepúlveda, erudito humanista que sostenía que era justo luchar contra los indios y esclavizarlos, resume su posición: “Del mismo modo que los niños son inferiores a los adultos, las mujeres a los hombres y los monos a los seres humanos, los indios son naturalmente inferiores a los españoles (...) ¿Cómo podemos dudar de que esas gentestan bárbaras, contaminadas con tantas impiedades y obscenidades, han sido justamente conquistadas por un rey excelente, piadoso y justísimo?”. Le contesta Bartolomé de Las Casas. El consejo no llega a ninguna conclusión. 1566. Muere Bartolomé de Las Casas a los 92 años de edad, y deja instrucciones de que su Historia Completa de Indias no se publique hasta pasados 40 años de su muerte, “para que si Dios decide destruir España, se sepa que es a causa de la destrucción que hemos llevado a cabo en las Indias y su justa razón para hacerlo se manifieste claramente”.
1642. Se calcula que en los primeros 150 años de colonia, de los 70 millones de habitantes que tenía el continente, la población se había reducido a la décima parte; espada, viruela, sífilis, trabajos forzosos y hogueras. Esto significa quinientos mil muertos por año, mil muertos por día durante 150 años. En esos 150 años se enviaron a España, según las cifras oficiales, 185 mil kilos de oro y 17 millones de kilos de plata pura.
2003. La verdad es que todo en relación al continente americano está rodeado por la confusión: fueron los vikingos y no Colón los primeros europeos en llegar a estas costas. Colón llegó, pero nunca comprendió que había llegado. Los nativos fueron llamados indios por la India. Por error, el nuevo continente lleva el nombre de Américo Vespucio, que no lo “descubrió”. Pero el nuevo continente no era nuevo sino para quienes no vivían en él, y en consecuencia no podía ser “descubierto” por nadie. La gesta civilizadora y “evangelizadora” no fue más que una conquista sangrienta, un genocidio, e implicó la esclavización en masa. Y como si fuera poco, a esta confusión de nombres y de calificativos los habitantes del país dominante del continente (y ahora del mundo), se apropiaron del gentilicio, llamándose (y siendo llamados) “americanos”, con lo cual privaron de ese derecho a todos los demás.

7 comentarios:

Luciano dijo...

Venía todo más o menos bien hasta que llegamos al final del artículo... y vuelta la burra al trigo con la cantinela de que americanos somos todos, no sólo los de Estados Unidos, y bla, bla, bla.
Digo yo: ¿no es hora ya de que nos dejemos de joder con esa boludez?
Es como si namibios y botsuanos dijeran "¿con qué derecho los de la República Sudafricana se llaman a sí mismo sudafricanos? Nosotros también somos sudafricanos".
O como si gaboneses, keniatas e indonesios dijeran "nosotros también somos ecuatorianos".
Lo siento, pero estoy harto de esa reivindicación de escuela secundaria.

Anónimo dijo...

90 millones de americanos precolombinos? Está seguro de esa cifra? Leí varios trabajos de antropólogos que calculan, de acuerdo a la capacidad para producir alimentos asociada a la tecnología de estos pueblos, que en América antes de la llegada de Colón vivian entre 13 y 19 millones de personas, no más.
Cristina

escuela educación secundaria nro 3 dijo...

Luciano, y que tal si pensamos en un único continente... así no habrá divisiones políticas, ¿tal vez? que nos hagan pensar en cómo se construyen las culturas de los pueblos, por lo que hoy tenemos que hablar de interculturalidades.

Vera dijo...

Sabrán ustedes que la expedición de Colón contaba con una cuarta carabela, cuya existencia se ha silenciado misteriosamente?

Aquí, el viario de su almirante:
http://agarramequelomato.blogspot.com/2010/10/excusivo-encontramos-el-diario-del.html

Anónimo dijo...

¡que bueno!
que buena se pone esta conversación
¡cuarta carabela dijiste? ¿cuarta?
estás segura?

¿podrías agregar algo mas Luciano sobre eso de lo que estás harto?
creo, yo creo que es de interés escuchar algo novedoso de es.


saludos

Vera dijo...

en efecto, cuarta dije, don anónimo.

Si dirige su navegador a la dirección siguiente, encontrará más datos sobre la misma y el reciente hallazgo de uno de sus cañones:

http://agarramequelomato.blogspot.com/2010/04/le-encontramos-el-canon-don-agapito.html

y le reitero el enlace al Diario de Navegación del almirante Don Blas Agapito de Malaverga y Montemenor:

http://agarramequelomato.blogspot.com/2010/10/excusivo-encontramos-el-diario-del.html

Saverio Longo dijo...

tresocuatro carabelas, 13a19 millones o 90 millones, y resulta que llevar un gentilicio adjetivado es igual que llevarlo en toda su dimensión. Creo que el lenguaje y su semántica llevan intrínsecos el poder y así lo predican los sajones con el ejemplo de dominar el mundo con su idioma y lo predican los EEUU con su inefable superioridad de segundearnos y utilizarnos como servidores de su codicia. Todo aquel que se considere dentro de un colectivo ninguneado, llámese comunidad aborígen, mujer, gay, negro o quiensea, tiene derecho y obligación a ser reivindicado, y es el caso de los latino-americanos con respecto al super-poder estadounidense. Dudo que se trate de una discusión de colegio, de hecho, es el lenguaje lo que nos diferencia del resto de seres vivos. Y nos damos el lujo de manejarnos con indolencia frente a una realidad que venimos escribiendo desde tiempos remotos y nos damos el lujo de olvidar y volver a tropezar con la misma piedra. Y nos damos el lujo de buscar el pelo en la sopa que hizo el vecino, cuando no somos capaces ni de calentar el agua para el mate?
Chicos, creo que el artículo es muy jugoso y va más allá de sus palabras, como para molestarse por un cierre que se me antoja el justo y adecuado para el descalabro errático que es nuestra América.

Saverio Longo