CELESTE SAULO, DOCTORA EN CIENCIAS DE LA ATMOSFERA, INVESTIGADORA DEL CONICET
El Jinete Hipotético siempre se preguntó por el significado exacto de
las probabilidades en el pronóstico del tiempo, tema que por lo visto
dista mucho de ser simple.
–¿A qué se dedica?
–A mí siempre me interesó mejorar la calidad de la predicción
meteorológica a distintos plazos. Creo que ése es el tema que aglutina
mis diversas investigaciones a lo largo de muchos años.
–¿La predicción del clima?
–Sí, claro. Lo que hay que reconocer es que hay límites en la predicción del tiempo.
–¿Cuál es el límite?
–Ahora, alrededor de dos semanas.
–O sea que se puede saber con cierta probabilidad razonable qué es lo que va a ocurrir dentro de dos semanas.
–Exactamente. Está en ese orden de magnitud. Depende, de todos
modos, de qué variable meteorológica quiera pronosticar. Si quiero
pronosticar lluvia para dentro de dos semanas, el pronóstico me va a
salir muy mal. La lluvia es la variable más difícil; las temperaturas
son bastante más nobles como variables a pronosticar. Pero el límite
sigue estando en las dos semanas.
–Hay algo interesante en la predicción. La predicción se da
hoy en día en términos probabilísticos: se dice, por ejemplo, que mañana
habrá un 80 por ciento de probabilidades de lluvia. Es difícil entender
qué quiere decir eso.
–Sí, y hay una encuesta muy interesante que se hizo en Estados
Unidos por parte de un grupo de sociólogos. La idea era tratar de ver
qué entendía la gente cuando le daban un pronóstico en términos
probabilísticos. Algunos tomaban la predicción como determinística: va a
llover. Otros pensaban que existía la posibilidad de que lloviera en su
zona y no en otra. Hay un problema comunicacional importante. Ahora
bien: ¿por qué se hace así? Nosotros, al dar un pronóstico, tenemos que
reconocer que hay un grado importante de incertidumbre en los
pronósticos. Una de las maneras de admitir esa incertidumbre es decir
con qué probabilidad va a ocurrir el fenómeno. Esa probabilidad indica
que yo, la pronosticadora, no estoy 100 por ciento segura de lo que va a
pasar.
–Si usted dice “mañana habrá un 50 por ciento de
probabilidades de lluvia”, lo que está diciendo es que si hubiera 100
días de mañana, en 50 llovería y en 50 no. Pero no hay 100 días de
mañana. Entonces... ¿cómo puedo tomar decisiones triviales como agarrar
un paraguas en base a esas probabilidades?
–Ese es todo un terreno muy interesante de la articulación de
nuestra disciplina con otras. Para que le quede claro lo que significa
que hay un 50 por ciento de probabilidades de que llueva, le cuento cómo
se hace el trabajo. Yo, lo que voy a hacer, es correr muchas
realizaciones de un pronóstico para el día de mañana. Corro 100
realizaciones: si 50 me dicen que mañana llueve y 50 me dicen que mañana
no llueve, de ahí saco que hay un 50 por ciento de probabilidades de
que llueva. Justamente el ejemplo del 50 por ciento es complicado,
porque es justo la mitad. Mucha gente piensa, por eso, que es pura
cuestión de azar. Pero no es así. Si yo le digo que mañana hay un 50 por
ciento de probabilidad de lluvia, no es lo mismo que cualquier otro
día. Porque en Buenos Aires no todos los días hay un 50 por ciento de
probabilidades de que llueva. No es un lugar en el que llueve día por
medio. El objetivo que perseguimos nosotros es dar un pronóstico que sea
más acertado que el de la climatología. Ese es el primer desafío que
tiene alguien que hace un pronóstico: posicionarse por encima de la
climatología, porque la climatología ya se la conoce. En Buenos Aires,
por ejemplo, 3 de cada 20 días llueve. Ese es un hecho con el que
contamos, es una estadística: no podemos quedarnos con eso. Con nuestros
modelos de pronóstico y nuestro conocimiento del funcionamiento del
sistema tenemos que dar probabilidades más exactas y más elaboradas que
las de la estadística.
–¿Cómo puedo tomar una decisión en función de eso? Es como jugar a la ruleta...
–Bueno, en parte sí. De hecho, existe algo que se llama Weather Roulette...
–Ruleta del clima... ¿qué es eso?
–Es una de las estrategias que usan, por ejemplo, en el centro
europeo de predicción a corto y mediano plazo para demostrarle a la
gente que, si esto fuera un problema de chances, el que apuesta al
pronóstico, gana.
–¿Y qué quiere decir apostar al pronóstico, si el pronóstico
es 70 por ciento de probabilidades de lluvia? ¿Suspendo un acto al aire
libre o no?
–Ahí hay otro elemento, que es la relación costo-beneficio. Ahí
usted debería medir cuál es el costo económico de suspenderlo, por
ejemplo, y cuál es el costo de no suspenderlo. Pongamos otro ejemplo: yo
soy arquitecto y tengo que hacer hormigonar una casa. Pero anuncian un
70 por ciento de probabilidad de lluvias. Bueno, me tengo que poner a
hacer cuentas: hay un costo por parar la operación ya prevista, hay un
costo por realizarla y que llueva, y hay otro costo de realizarla y que
el pronóstico se haya equivocado. Todos esos costos se pueden poner en
juego en un algoritmo que va a terminar determinando qué tiene que hacer
cuando hay 70 por ciento de probabilidades de lluvia. Pero si fuera en
abstracto, sí, le convendría suspenderlo. Puede ser que esa vez puntual
le salga mal y que no llueva. Pero, a la larga, apostar al pronóstico
conduce a decisiones acertadas.
–O sea que si yo, durante 100 veces, apuesto a no hacerle
caso al pronóstico que anuncia que va a llover con un 70 por ciento de
probabilidades, es esperable que 70 veces las cosas me salgan mal.
–Exactamente. Si usted siempre le hace caso al pronóstico, termina
ganando. El punto es que si usted es un individuo que toma sus propias
decisiones y que no está especialmente preocupado en minimizar los
riesgos, no se va a ver favorecido por el pronóstico. La idea es que hay
que ser constante. Esta cuestión de la ruleta del tiempo funciona si la
persona, a rajatabla, hace lo que le indica el pronóstico (siempre y
cuando traspase el umbral del 70 por ciento la probabilidad de que algo
suceda). En ese contexto está demostrado que se obtienen beneficios si
se toman decisiones acordes con ese pronóstico.
–El concepto de probabilidad es muy complicado...
–Sí, lo es.
–Ahora cuénteme un poco de su trabajo puntual.
–Yo trabajo sobre los modelos de pronóstico numérico, que son
modelos muy complejos donde se expresa toda la física que expresa el
comportamiento de la atmósfera. Esta física podría entenderse desde las
leyes de Newton, las leyes de la termodinámica, etc.: son ecuaciones que
se resuelven. El pronóstico, entendido como lo trabajamos nosotros, es
un problema donde hay condiciones iniciales (que deben ser bien
conocidas), hay leyes físicas que gobiernan el sistema, y nosotros
tenemos que poner en correlación ambas cosas para prever un estado
futuro.
–¿Y usted qué hace?
–Trato de mejorar esos modelos, para que esa física que se
representa sea cada vez más parecida a la física observada en la
atmósfera; y también trabajo en mejorar el conocimiento del estado
inicial del sistema. Para hacer una buena predicción hay que, primero,
hacer un buen diagnóstico. Si no podemos diagnosticar el estado del
sistema en el inicio, o lo diagnosticamos de manera deficiente, el
pronóstico va a ser deficiente. En las charlas al público en general
suelo poner el ejemplo del médico: uno va al médico con dolor de panza.
Eso es algo sumamente inespecífico: es necesario precisar la causa.
Solamente cuando el médico sabe la causa, puede pronosticar cuánto
tiempo va a durar el malestar y cómo tratarlo. El pronóstico es
totalmente dependiente del diagnóstico...
–Eso si pensamos de manera determinista. Pero si la atmósfera es un sistema caótico...
–Es un sistema caótico, pero no totalmente caótico.
–Bueno, el caos es determinista también, el problema es que una pequeñísima variación de-sencadena un desastre.
–Claro. Esa pequeñísima variación hace que, en el transcurso de dos
semanas, haya dos estados atmosféricos absolutamente diferentes.
Entonces hay que plantear estrategias distintas para plazos diferentes.
El problema es bastante determinístico en el corto plazo.
–¿Cuánto es el corto plazo?
–Digamos que tres o cuatro días. Esta ilusión de querer tener la
mejor descripción posible del estado inicial no es vana, porque hay
muchas aplicaciones imprescindibles para la sociedad que son muy
sensibles a lo que pueda pronosticarse a tres o cuatro días. En cambio,
hay otras aplicaciones que no son tan dependientes de la condición
inicial como, por ejemplo, el pronóstico climático. Es dependiente, pero
no tan dependiente: es una rama del problema que dejó de ser
determinística para ser probabilística. Depende dónde uno se pare, cómo
va a pensar el problema.
0 comentarios:
Publicar un comentario