No te pregunto
de qué galaxia vienes;
ese dato nada significa
para mí.
Sólo te pregunto
tu nombre.
George McAllister,
Espejo del Universo.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, se pensó que la Tierra era única. Cuando Copérnico la desalojó del centro de mundo y coloco al sol en su lugar a pesar de todo lo que esto significó , el paisaje a gran escala del universo no se alteró demasiado: el sistema solar copernicano constituía un cosmos (relativamente) pequeño, que terminaba en la esfera de las estrellas fijas, que se imaginaban mas o menos como piedrecitas adheridas a ella. Pero el sol gozó poco tiempo del privilegio de la unicidad: inmediatamente se comprendió que las estrellas también son soles, o mejor, que el sol es una estrella entre tantas.
Sin embargo, la observación a simple vista del cielo nocturno, muestra que las estrellas, lejos de distribuirse uniformemente, se concentran en una estrecha franja la Vía Láctea donde hay cientos de miles de ellas, dejando al resto del cielo casi despoblado. La astronomía de los siglos XVIII y el XIX imagino que la Vía Láctea era todo el universo, una mera y apretada concentración de estrellas sola, abandonada (y láctea) en la infinitud del espacio vacío. Kant definió a la Vía Láctea como un "universo isla" (que ahora se llama galaxia y que se sabe que contiene unos cien mil millones de estrellas). La Galaxia pareció ser la estructura única y central del universo.
Pero a lo largo de la historia, reiteradamente la unicidad demostró no ser buen negocio. En el cielo no solo hay estrellas, del mismo modo que en el campo no solo hay espinas. El telescopio mostraba también nubes difusas, de naturaleza misteriosa, que se supusieron concentraciones de gas o polvo interestelar y que, guardando fidelidad a su aspecto, se llamaron nebulosas.
En 1845, el astrónomo William Parsons, earl de Rosse: lanzó una hipótesis audaz: sugirió que lejos de ser nubes de gas pertenecientes a la Vía Láctea, quedaban por el contrario muy lejos de ella, y eran nada menos que otras Vías Lácteas, otros universos islas, en todo similares al nuestro. La hipótesis de Parsons (como ocurrió con tantas otras sugerencias de la aristocracia inglesa) tuvo pocos seguidores, y aun en 1920 se discutía la ubicación de las nebulosas: dentro o fuera de la galaxia? Tal era la cuestión.
No duro mucho. En 1924, Edwin Hubble zanjo de una vez por todas el asunto, al mostrar que una de las nebulosas mas notables, Andromeda quedaba, sin duda posible, fuera y muy lejos de la Vía Láctea. La intuición de Parsons resulto certera: Andromeda es efectivamente una galaxia, tan galaxia como la Vía Láctea, y dicho sea de paso, la mas cercana a ella. Una vez descubierta la naturaleza de las nebulosas, nuestra galaxia perdió todo privilegio, y paso a ser una entre tantas galaxias, en un universo superpoblado de ellas. Galaxias de distintas formas y tamaños : elípticas, espirales, pero todas con sus miles o cientos de miles de millones de estrellas. Las galaxias resultaron ser tan numerosas como los granos de arena de una playa, o las palabras huecas de un discurso político.
Pero ocurre que las galaxias, de la misma manera que las estrellas, no están distribuidas de manera mas o menos regular. Hay regiones totalmente desgalaxiadas, y regiones donde las galaxias se agrupan gravitatoriamente. A estas agrupaciones se las conoce como cúmulos. La Vía Láctea, Andromeda y otras quince galaxias mas pequeñas conforman lo que se conoce como el Cumulo Local, el nuestro. (La Vía láctea, Andromeda y otras quince galaxias. . . . uno dice galaxias como si dijera piedras, cajas de juguetes, pero cada una de ellas encierra miles de millones de estrellas, probablemente planetas, probablemente civilizaciones. . . . y así y todo no son mas que una parte infinitesimal del increíble universo).
Y encima de todo, allí no termina la cosa. Nuestro Cumulo Local se esta moviendo, a razón de doscientos kilómetros por segundo, hacia su vecino : el Cumulo de Virgo. Y es que los cúmulos galácticos, a su vez, se agrupan en supercúmulos: el Cúmulo Local y el Cúmulo de Virgo son modestos integrantes del Supercúmulo Local, que abarca cientos de galaxias. El Supercúmulo Local, por su parte, también tiene vocación viajera. A la nada despreciable velocidad de novecientos kilómetros por segundo, se dirige (de la misma manera que el supercúmulo vecino, el de Hydra Centauro) hacia una concentración de masa todavía mas grande: el Gran Atractor: una fabulosa megalópolis de decenas de miles de galaxias, situada a unos ciento cincuenta millones de anos luz de nosotros.
Estrellas, galaxias, cúmulos, supercúmulos, galaxias que emigran de un cumulo a otro, supercúmulos absorbidos por el Gran Atractor. . . . es una enormidad que aplasta. Resulta curioso: la idea de "universo" es suficientemente general como para transformarse en una experiencia estética, casi en un estado de animo. La idea de "diez galaxias" tiene algo concreto y contundente que perturba la imaginación. El viejo universo precopernicano y aun el copernicano rodeado y protegido por la esfera de las estrellas fijas, puede resultar ingenuo, pero sin duda era hogareño y seguro. El Cumulo Local es frío, vasto, destemplado y asusta. Kant decía que eran dos las cosas que mas lo impresionaban: la conciencia moral en lo mas intimo, y el cielo estrellado en lo mas alto. Pero Kant no podía siquiera imaginar la danza de las galaxias en ese cielo relativamente simple del siglo dieciocho.
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