miércoles, 17 de febrero de 2010

La Dama de la Torre: Capítulo 10


En busca de la verdad sobre los anticuarios y los funestos robos a las funerarias que fenecen por la ausencia de trabajo -aunque los muertos abunden-, nuestro heroico narrador se interna en el circuito cerrado, en las profundidades de la logia, en el mismísimo estómago de la sociedad de anticuarios y parte a encontrarse con el Decano Simón de Indias, jefe de los jefes, temerario coleccionista de objetos inútiles.



CAPITULO 10

Era una antigua casa de Palermo, de aquellas edificadas hace cincuenta años y que pasaron por múltiples estadios: habitáculo de familia acomodada, luego pensión o conventillo. El progreso la había apretado entre un café concert y un jardín de infantes ducho en las artes de la moderna pedagogía piagetiana. Del interior del café concert venía el sonido de una guitarra eléctrica. Una voz joven cantaba en inglés, desafinando ligeramente. La melodía se interrumpió de pronto. Hubo un intercambio de frases que no alcancé a oír, y luego recomenzó el ensayo. En el jardín de infantes un niño y una niña pequeñísimos trataban de ordenar complejas formas geométricas. De pronto, la niña se apartó y fue a buscar una muñeca, que estaba en un rincón. La maestra, una rubia interesante de no más de veinte años, se acercó, le quitó la muñeca con ternura y le ordenó volver a los cubos. El niño la estaba esperando, y juntos recomenzaron la tarea. La niñita parecía ligeramente infeliz.

La edad de los anticuarios aumentaba a medida que me adentraba en su mundo y comenzaba a entrever las formas más poderosas y generales de la profesión: Simon de Indias era un hombrecito ya entrado en años, calvo y bonachón. Me ofreció simultánea y contradictoriamente café y yogurt. Opté por lo primero: el yogurt ha perdido el gusto ancestral de lo biológico, acre, de la leche cuajada, el sonido ronco de establos pretéritos. Ahora es simplemente un subproducto de sabor industrial, de la locura de la producción masiva. Simón de Indias sirvió el café en pequeñas tazas de porcelana,seguramente resto de una fortuna inmensa, que alguna vez había estado hundida como una garra en las entrañas del cuerpo social.

-El vicedecano me habló hace algunos minutos diciéndome que usted vendría -dijo Simón de Indias - pero el vicedecano es demasiado teórico. Me explicó los motivos de su vista de una manera tal que no entendí nada. Debo confesarle que este desajuste es causa de no pocas rencillas.

-Quería pedir información sobre unas máquinas fúnebres

-¿Qué tipo de información?

-La procedencia.

-Ah. Sólo eso -suspiró como aliviado de un peso enorme-. Es difícil discriminar la procedencia de esos aparatos. Ultimamente las nuevas máquinas han completado nuestro stock hasta extremos inimaginables. Si he de serle sincero, creo que toda la industria de las antigüedades está por cambiar y me temo que los anticuarios terminemos por ser convertidos en los árbitros del sistema económico. Ya muchas fábricas separan automáticamente una parte de su producción y nos la envían y así es como estamos en posesión de las máquinas y de los productos industriales más modernos. Y nosotros los vendemos como antigüedades.

-¿Pero por qué máquinas que fabrican ataúdes?

-Porque cada vez que una fábrica se desmantela, toda su colección de máquinas pasa a nosotros. O aunque la fábrica simplemente se modernice. En ese sentido, los industriales razonan con total honestidad: si cambiamos las máquinas porque son antiguas, luego deben pasar a los anticuarios.

-De acuerdo - dije - ¿Y fue así como llego a sus manos la electrodisipadora?
-Recuerdo haberla tenido. Era una máquina absolutamente increíble.

-¿ Por qué?

-No puedo explicárselo. Pero realmente era increíble. Como es increíble que una máquina de semejantes características se use para fabricar algo tan pequeño tan inútil, y en última instancia tan ridículo como un ataúd.

-¿Y quién provee a los anticuarios de electrodisipadoras?

-Los mismos que proveen a los anticuarios de todas las otras cosas. Otros anticuarios.

-Pero es lógicamente inconsistente -protesté -. En algún lugar debe comenzar la cadena. Es forzoso que sea así.

-Tal vez dijo Simón de Indias destapando un nuevo frasco de yogurt. Yo no puedo saberlo, ya que me he movido siempre en el círculo reducidísimo de mi profesión. Entre nosotros nos entendemos, y entoces, ¿para qué más? Si hoy la gente no sabe reconocer las antigüedades: creen que tal propiedad es sólo el producto de la acumulación más o menos al azar de los años transcurridos. Ignoran la peculiar condición que hace de un objeto una antigüedad desde el mismo momento de su nacimiento, ya sea como producto de la artesanía, de la revolución industrial, o de las fauces de una de esas máquinas que usted anda buscando.

-¿Faltan ataúdes, sabe?- tanteé.

-Claro que lo sé. Un Decano de Anticuarios debe estar al tanto de las cosas, aunque las cosas no siempre están a la altura de un Decano de Anticuarios. Pero no se preocupe. Los ataúdes nunca fueron antigüedades. Tal vez sea por eso que faltan. -Simón de Indias llegaba al final de su yogurt como quien llega al final de algo definitivo. -No creo que pueda serle de utilidad.

-Pero no puede ser -protesté-. Si usted no me ayuda ya no puedo hacer nada. Si usted, que es el Decano de Anticuarios, la máxima autoridad....

-Yo no soy la máxima autoridad -dijo Simón de Indias solemnemente -Hay alguien por encima de todos nosotros levantó sus ojos al techo. Yo también levanté mis ojos al techo. Era completamente convencional.

-¿ Todavía alguien más? Quién?

-El Anticuario Mayor -dijo Simón de Indias-. Toda la cadena de decanos y vicedecanos y vendedores no es más que pura ficción, mero artificio, vanidad. El verdadero poder, en el sentido de Tolkien,Wittgenstein y Ecco, está en las manos temibles, delgadísimas y rara vez visibles del Anticuario Mayor .

Me quedé masticando las palabras. -¿Y podré conseguir una entrevista con él?

-Me temo que es muy difícil. Como usted sabe las verdaderas fuentes del poder son en general inaccesibles.

-¿Pero usted no puede orientarme?

-Como poder, puedo. Lo que hay que ver es si lo considero conveniente.

-¿Y lo considera conveniente? -rogué

-No- dijo Simón de Indias-. Si he de serle franco, no. En absoluto. Usted es joven,ambicioso, temerario, aventurero, mezquino, ávido de gloria, falto de escrúpulos.

-No creo merecer tanto - interrumpí ofendido. Simón de Indias me insultaba sin motivo alguno. - Es cierto que a lo sumo puedo ser en ocasiones irresponsable.

-No hay combinación más peligrosa que la irresponsabilidad y el poder-dijo el Decano-.Y dicho sea de paso, me temo que esta entrevista acaba de terminar. Estoy esperando a mi mejor cliente y quiero recibirlo como es debido.

- ¿Y quién es su mejor cliente?

-El embajador de Inglaterra -dijo el Decano como si se tratara de algo obvio-. Lo ha sido siempre.

En ese momento sonó un telefono bastante estropeado, que parecía haber envejecido sobre una mesita. El Decano atendió con una sorprendente agilidad.

-¿Es usted Roque San Román?- me preguntó

-Sí -contesté sorprendido

-Entonces, lo buscan a usted.

Levanté el tubo y escuché la voz jovial del Comisario Inspector -¿Vió como pude ubicarlo?-dijo- Yo también tengo mi gestapo particular. Hay varias noticias.

-¿Qué noticias?

-Primero: asesinaron un tercer lógico. Una lógica, en realidad. El detalle notable es que esta vez optaron por el descuartizamiento.

-¿Y segundo?

-El Jefe de Policía está enloquecido y quiere que tengamos una reunión urgente con el embajador inglés . Parece que hay diversos problemas técnicos que tenemos que dilucidar con él. Le ruego que se venga enseguida a mi oficina.

Me despedí apresuradamente. Por más que nos esforzaramos, por más que jugáramos con el tiempo, por más que remontaramos la cadena de anticuarios, eslabón por eslabón hasta la cúspide del poder, la realidad se nos adelantaba. Indefectiblemente, marchaba unos metros adelante nuestro. El Decano, con la expresión comprensiva de quien lo sabe casi todo, vió mi partida con un suspiro de alivio.



2 comentarios:

el sofista dijo...

¿Ahora asesinaron una lógica? Tiemblo por GP.

Carlos dijo...

No hay lógica.