Mao Tsé Tung
Bueno, por fin arrancó el Superacelerador, y temibles haces de  protones, acelerados al límite –99,9 por ciento de la velocidad de la  luz–, chocaron entre sí, alcanzando energías que imitan o recuerdan las  que reinaron en el universo a poco del Big Bang: ese misterioso punto  singular en el que nacieron la materia, el espacio y el tiempo  simultáneamente...
En realidad hubo bastante confusión (nadie dijo nunca que se  alcanzaban las energías del Big Bang) en una inflación mediática que a  su vez desató torrentes de leyendas y denominaciones, “La máquina de  Dios”, los miniagujeros negros que devorarían al universo y algunas  otras que no recuerdo ahora. De todas maneras, se ha logrado alcanzar la  energía más alta que se consiguió hasta ahora sobre la Tierra, y es  probable, aunque siempre es peligroso hacer este tipo de predicciones  supernovas, para obtener niveles más grandes de energía habrá que  recurrir al espacio exterior: choques de galaxias, agujeros negros y  esas fruslerías.
Pero el hecho es que el Superacelerador arrancó, y que las energías  son tan enormes que tal vez logren hacer salir al bosón de Higgs de su  escondite teórico y mostrarse a la luz del día.
Con lo cual se completaría el así llamado “Modelo Standard”, que  reúne al puñado (un buen puñado, digamos) de partículas elementales que  forman toda la materia existente: seis quarks, seis leptones y los  bosones que transportan fuerzas (queda el misterio de la materia oscura,  si es que existe, tanto la materia como el misterio).
El asunto es que el Superacelerador de Hadrones es, probablemente,  el experimento científico más grande (y más caro) que se halla  emprendido jamás (no sé realmente si el Proyecto Apolo lo alcanza) y uno  de los más ambiciosos, escudriñar la materia hasta el fondo, pescar y  atrapar la partícula que falta para exhibir de una vez por todas de qué  está hecha la materia: entre otras cosas, el escurridizo bosón de Higgs  tendría la extrañísima propiedad de conferir masa al resto de la  partículas, y por ende al universo.
Qué lejos quedan los experimentos sobre los que se asentó la ciencia  moderna: el árbol de Van Helmont, el pobre telescopio de Galileo, el  primitivo barómetro de Torricelli, las bobinas de Faraday, e incluso los  experimentos caseros sobre la radiactividad de Becquerel y los Curie.  La ciencia actual (la Big Science) es siempre grandiosa: siempre  arañando límites con uñas que cuestan miles de millones.
Y que explican las leyendas y los nombres que rodean mediáticamente  esta historia: la partícula divina, la máquina de Dios (injusta por  donde se la mire, ya que Dios no entiende nada de física y de ciencia  moderna en general: ni una sola vez se deslizan en los libros sagrados  palabras como átomo, ADN –que en la Biblia hubiera sido muy útil para  evitar confusiones– o bosón. La pobre deidad moderna debe estar muy  preocupada con los problemas de pedofilia que plagan su iglesia como  para ponerse a leer un libro de física nuclear).
Otro de los cuentos que escuché por ahí es que el experimento podría  producir miniagujeros negros, que se devorarían al propio acelerador  como aperitivo y al resto del universo como plato principal (parece que  no se puede vivir sin un apocalipsis cercano: el invierno nuclear, el  Y2K, después el verano producido por el cambio climático y así).
Pero de todas las leyendas, la que más me gustó es ésta: que al  alcanzarse energías semejantes al Big Bang, se produjera un Big Bang de  forma efectiva, un Big Bang contante y sonante que diera lugar a un  universo. Aunque naturalmente disparatada, esta versión captura la  imaginación y la sensación de los ciclos cósmicos: al fin y al cabo, en  muchas versiones de la teoría, el Big Bang fue una pequeña oscilación de  la Nada, que en vez de reintegrarse al NO Ser y dejar de existir, se  escapó y dio lugar al universo. Y así, uno podría pensar, que una vez  empezado un Big Bang, se origina un universo que tarde o temprano da  origen a la vida, y que la vida da origen a la inteligencia, y que la  inteligencia da origen a la curiosidad, ésta a la ciencia, y la ciencia,  naturalmente, a construir un Superacelerador de Hadrones, donde se  origina un nuevo Big Bang. Tiene esto un tufillo a Stanislav Lem qué  impresiona, pero es curioso pensarlo, ¿no?
Y encima no hay de qué preocuparse.
Si el bosón aparece, bien, se completará el modelo standard.
Pero ojalá que no aparezca: las cosas serían mucho más interesantes.

 
 
 
12 comentarios:
Ya me da un no sé qué elogiarte, Leonardo, pero no tengo más remedio.
Las exageraciones e imprecisiones de la prensa al respecto no son nada: juro que en la sobremesa del almuerzo de pascuas, escuché la siguiente afirmación: "...y ahora con la maquina de Dios están queriendo recrear el Big Ben..."
Siempre lo digo y lo sostengo: deberíamos tener párpados en los oídos.
Gracias, Carlos....
Lo dedl Big Ben es sensacional. Leí otra hace poco, pero mucho más t5rágica. en Koba el temible, de Martin Amis.(Koba es Stalin). En un grupo de deportados a siberia, una vieja decía "bah, no creo que me hagan nada por haber sido tractorista....." la habían deportado por trotskista....
Sin dudas, Leonardo. Lo del reloj es cómico y lo de la tractorista, trágico. Vos te acordás que Stalin tuvo que sacar de urgencia militares del Gulag y mandarlos al frente con mando de tropa.
Excelente e ingenioso. Solo un pequeño reclamo: en el párrafo siete se toma a Dios y a la iglesia católica como si fuesen la misma cosa. Saludos.
Muy bueno.
Como de costumbre, la divulgación científica se transforma en difamación científica. Parece que el camino más corto para lograr que el desinterés de las grandes masas por asuntos científicos específicos se revierta, son siempre el sensacionalismo hiperbólico y la recontextualización tangencial.
Leonardo, no seas difamador e inventá algún test antipsicópatico para poder acceder.
Carlos:
A quien estás llamando psicópata?
PD: se escribe psicopático, no psicópatico.
Me gustaría escuchar otras propuestas de DeepBlue para lograr revertir el desinterés de las grandes masas.
Ojo, tal vez tenga algo interesante que decir que desarme el proceso de especificación de las esferas laborales (del saber).
Ezequiel:
Por las dudas aclaro: mis críticas no iban al artículo posteado, que me parece excelente y con el que coincido muchísimo, sino para con muchos medios de comunicación que pretenden hacer divulgación a partir de demonizar cosas o de disparar augurios cataclísmicos a partir de cosas que no entienden por completo.
No me parece correcto intentar capturar a las masas con esa forma de divulgación (tal vez no fui específico en la forma de divulgación que criticaba), porque alimentan el estereotipo de científico loco amoral que es capaz de asesinar a la humanidad entera con tal de averiguar el comportamiento de una partícula.
Mi propuesta para alimentar el interés de las masas, es, por empezar, educar a las masas y dar la oportunidad, desde muy pequeños, de tener acceso a la educación científica y de alimentar la curiosidad intelectual y las ganas de abordar al conocimiento como hobby y no como un medio para llegar a algo.
Lamentablemente esa clase de ciencia "hobby" que describo, ya no es lo común y el capitalismo llegó a invadir la esfera del conocimiento también, esperando resultados, utilidades inmediatas, etc, o perimitiendo experimentos costosos como el del LHC en virtud de vaya uno a saber qué agenda subyacente.
La divulgación no me parece una mala idea, sino todo lo contrario, pero le veo la gran desventaja de ser un intento de parche paliativo para algo que debería institucionalizarse desde los niveles más elementales de la educación.
Uno de los problemas de la divulgación en general, es que es totalmente libre, y con esto quiero decir que así como pueden aparecer excelentes divulgadores presentando excelentes contenidos, tenés programas sensacionalistas que sin saber de qué se trata ni tener pruebas concretas, acusan a un acelerador de partículas de tener la capacidad de poco menos que destruir el universo conocido con solo presionar el botón de encendido.
A eso le llamo difamación sensacionalista. Y lo mismo pienso de la mayoría de los movimientos ecologistas y sus representantes, que de alguna forma se comportan como divulgadores... El tema es... qué divulgan? Y lo más horrendo de este tipo de divulgación es que la mayoría de la gente no tiene posibilidad (por falta de tiempo o lo que fuere) de informarse más allá de lo que digan estos personajes, y terminan creyéndolo y desacreditando de esa forma los esfuerzos detrás de las investigaciones "mal divulgadas".
Saludos y espero que ahora me haya expresado un poco mejor que antes, al menos como para dejar en claro a dónde apuntaba mi crítica.
Adivina adivinador.
Carlos:
Tu insulto hacia mi persona no hace que mis argumentos sean más o menos válidos.
Simplemente te delata como alguien agresivo e intolerante, y demasiado necio como para justificar cualquier intento de razonamiento con él.
Saludos
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