>>Ir al capítulo 16
Con electrizante dramatismo hemos leído y releído en el capítulo anterior de esta saga la inhóspita descripción del velorio de la muchacha lógica asesinada, tercera victima de un misterioso asesino en serie de amantes de la lógica. Los rumores eran muchos, quizá secuestrada de su casa y luego asesinada, quizás muerta en un aula, tal vez primero descuartizada y luego violada... la única firme verdad es que la muerte la alcanzó de forma violenta y macabra dejando como única solución para su velatorio sin ataúd la gran respuesta nacional: atarla con alambre. Grotesco, infame, triste funeral y ninguna pista que seguir. ¡Qué lógico detrás del lógico moverá las piezas de este tablero deforme!
El Comisario Inspector estaba sumido en la perplejidad. -La extensión del problema y la intervención del embajador inglés pueden convertir este sencillo problema doméstico en un conflicto internacional- dijo. Las altas esferas ya están hablando de darle intervención al Papa.
- Al Papa?
-Quieren traerlo para que bendiga los cuerpos a enterrarse sin ataúd. Pero el Vaticano se resiste, ya que esta primariamente interesado en la situación búlgara, donde anteayer iniciaron una purga en el partido. Y proponen enviar al cardenal Casaroli para que intervenga en la situación.
-No creo que el Papa venga -dije. -Pero lo que sí me preocupa es que la cuestión no está muy clara. De qué lado están los lógicos, por ejemplo? Del mismo lado que los fabricantes de ataúdes, o del lado de los obreros?
-Yo diría que más bien del lado de los obreros. Los lógicos se consideran asalariados de la burguesía, y por lo tanto sus simpatías siempre están en el bando popular.
-Sin embargo, la lucha de clases los asusta.Es demasiado concreta y no siempre se ajusta a las exigencias de la teoría. Y en general los lógicos tratan de separar la teoría de la realidad.
-Eso es lo que trata de hacer todo el mundo.Todos quieren apartarse de lo real, intuyendo que de la realidad sólo pueden obtenerse sorpresas desagradables. Y la verdad es que no culpo a la gente por pensar así. La realidad también hace su parte, ya que, por lo general, le falta coherencia.
-Lo malo es que resulta inaceptable.
-Ahí radica toda nuestra tragedia -dijo el Comisario Inspector. A veces se utilizan subterfugios, como las modas, pero no siempre dan resultado. En ese sentido, admiro la sangre fría del embajador inglés, que no se deja vencer por los acontecimientos.
-Eso antes no ocurría dije, mientras devoraba la paprika que nos había servido un mozo circunspecto. Uno tiene la sensación de que sólo el pasado era una cosa organizada.
-Y es que lo era. Todo se organiza apenas se convierte en pasado, y de ahí el apuro de los historiadores por acelerar los acontecimientos. Si el embajador inglés es la pieza clave de esta historia, lo mejor es mantenerse alejado de él, no le parece?
-Me parece que más bien al revés. Por ejemplo : qué hizo el embajador inglés con la electrodisipadora que le compró a Simón de Indias ?
- Quién puede saberlo? Los avatares de la política internacional son imprevisibles. La historia bromea. No se lo dije nunca?
-No, pero lo leí en alguna parte.
-Efectivamente.Kundera.Me encanta plagiar las grandes frases. Es la única manera de adquirir algo de gloria.
Pero aunque el Comisario Inspector quisiera minimizarla, la situación no era nada simple. Apenas una semana, y ya corrían rumores alarmantes. Mucha gente se estaba preparando para quemar a sus muertos queridos en plena calle, con lo cual la ciudad entera se hundiría en una pestilencia digna de mejores épocas. Los poderes públicos, al tiempo que se alarmaban, cobraban conciencia de su impotencia, como si la impotencia y la alarma fueran fenómenos indisolublemente ligados. Los carromatos fúnebres se deslizaban por las calles de una manera cada vez más ostentosa, más sigilosa, más plena de augurios. Los lógicos se escondían donde podían y eso ayudaba a complicar cada vez más la realidad. La Cámara de Fabricantes de Ataúdes, en un acto sin precedentes en su larga historia fúnebre, se había autoabsuelto de culpa y cargo, echando toda la responsabilidad al sindicato combativo de funebreros. Nadie sabía de que lado estaban los lógicos, y, más grave aún, nadie sabía de que lado estaban los anticuarios. En un momento de temeridad, un juez había dictado un auto de prisión preventiva contra Simón de Indias y Jauretche Saint-Simon, a raíz de denuncias anónimas vinculadas con el tráfico ilegal de una electrodisipadora, pero la eficaz burocracia de la policía y la justicia había dejado todo en agua de borrajas. Felizmente, ya que una vez desarticulada la red secreta y clandestina de los anticuarios, las puntas del ovillo aparecerían demasiado enredadas. Frente a este panorama, la venida del Papa o de su cardenal predilecto, se proyectaba como la fría sombra de una amenaza.
- Deberíamos trazarnos un plan de acción me atreví a proponer.
- Tal vez designar un culpable y luego proceder por descarte.
- Los planes de acción no hacen más que entorpecer las cosas. El Comisario Inspector se apresuró a desechar mi idea. -La realidad tiene sus propios planes. La misión de la Policía es dejar que se desarrollen.
- Pero y entonces qué vamos a hacer ?
Qué haremos? Y qué hará Lady Chevesley ? Qué podía depararle el aventurero Leontino Melazzi, que la había rescatado de un precipicio de los Alpes, donde cayó por exceso de cordura? Por un lado, los aires triunfalistas de la soberbia intelectual, y por el otro, los retorcidos vericuetos de la sevicia. La crueldad refinada es su fuerte, y allí reside el problema. Leontino Melazzi ha organizado un banquete, pensado según los rituales del libro de Plotino de Cremona, que expandió por toda Europa el aroma renacentista de la cocina italiana. Sobre la mesa tendida se ve una fina servilleta de la mejor lencería. Los entremeses están preparados en inmensas bandejas sobre el aparador : pasteles de piñones, mazapanes españoles,bizcochos con vino de malvasía, cremas azucaradas en tazas, higos y vinos moscatel. El primer servicio consistirá en tórtolas asadas, bandejas de papahigos y codornices a la catalana, y el segundo servicio incluirá pateé de corzo y faisanes, capones azucarados recubiertos de oro fino, manjar blanco,un jardín de jazmines montado sobre una mesa, y en su interior, un águila apresando a un conejo. La enumeración de los siguientes servicios sería interminable y hasta redundante, porque, sorprendentemente, todos se parecen al primero. Hacia el final de la comida, se ofrecerá una gran jarra de la que se desprende una aromática humareda.
Pero el obstáculo es el postre, que la Dama de la Torre tiene a la vista : un niño vivo cocinándose lentamente, con la lengua arrancada para que sus gritos no perturben el plácido discurrir de los intelectuales. De qué discuten? De filosofía, de retórica, de astronomía, pesando cuidadosamente los pro y los contras de la escolástica, y, sobre todo, de música. Leontino Melazzi se inclina por la melodía grácil, por el suave repiqueteo de timbales que sirven de telón de fondo a un arioso, a un sesto, a una cavatina. Fiorello Atrizzi, en cambio, prefiere las formas adustas de la polifonía. Pero Lady Chevesley, agudizada su sensibilidad por siglos de aislamiento insular, no puede dejar de pensar en el niño que esta asándose. Y el fondo del cuadro? Un camino que se hunde en un paisaje, a medias barroco, a medias manierista donde se eleva,con sus casi doce pisos de altura,la Torre,hacia la que se dirige un denso cortejo de damas y caballeros. Más allá, en el extremo boreal, se avista la Plataforma de Elsinore. En el otro rincón, un espejo duplica la escena, tendiendo un diabólico puente de complicidad con el espectador. Qué puede decir Lady Chevesley sobre todo eso? Será capaz de soportarlo? O su mentalidad moderna la arrastrará a una crisis, a duras penas controlable con antidepresivos e hipnóticos? Y quién le conseguirá esa medicación en pleno Renacimiento? Cómo resistir este silencio horrible, en el que el niño a medio cocinar se retuerce, mientras la piel se le arruga, como queriendo formar el grito que los piadosos caballeros tuvieron la misericordia de evitarle? Cómo podrá hacer para olvidar lo que ve? Cómo podrá escapar a la mecánica del recuerdo? Lady Chevesley vacila al borde mismo del misterio de la imaginación y la memoria. Sabe perfectamente que en la otra orilla del río que graciosamente se curva hacia el fondo del cuadro, sólo espera la pesadilla de la locura. A veces cree ser el niño que se cocina, a veces el espectador que mira el cuadro. A veces cree no ser nada.
>>Ir al capítulo 18
0 comentarios:
Publicar un comentario