martes, 14 de septiembre de 2010

La Dama de la Torre: capítulo 33

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CAPITULO 33

El terrible Bairoletto está sentado sobre un trono de jade y jabalí. A su alrededor, se amontonan los danzantes. La oscuridad lo ciñe como un cilicio, incómodo pero inevitable. La fogata que arde en el centro del círculo es un punto de referencia obligado, casi redundante. A la derecha, junto a un grupo de olmos, puede verse una mesa de billar, algo desgastada por la intemperie. Se escucha el murmullo continuo de un curso de agua, el canto sincopado de los grillos, el lamento meticuloso de las cigarras y el elegante menearse de los juncos. Como se ve, es un escenario puramente campesino, sin nada paródico que lo haga parecer inexacto. Es una situación altamente precisa, como cuadra al terrible Bairoletto, que siempre se ha distinguido por la limpieza y la exactitud. La orgía de sangre, la masacre, el saqueo indiscriminado, son cosas que no le cuadran. Más bien el ingenioso robo a las arcas de los banqueros florentinos, el jugoso botín obtenido mediante la adulteración del testamento de un cardenal, o el contrabando a expensas de los ejércitos del rey de Francia, que periódicamente visitan la península. Bairoletto es insensible a la idea de nacionalidad, no comparte la gesta de Mazzini y Garibaldi, ni la ética mercantilista que presupone el control aduanero para el fortalecimiento del Estado. Y es que el delito es abstracto, inmune a la arbitrariedad de las fronteras nacionales.

Lady Chevesley es arrojada a sus pies como un presente griego. ¿Qué le esperará ahora? ¿Revive acaso los difíciles momentos pasados con Sir Antony Parsons, y con el espléndido caballero Guillaume de la Tour? Recuerda las perversas y tortuosas escenas en las que desembocó llevada por el frenesí renacentista de Leontino Melazzi , o los raptos de terror de la ermita, cuando ella sola debió hacer frente a la Ira de Dios? Ya ni siquiera el ángelus acude en su ayuda.Misteriosamente,asombrosamente,ese sonido amigo y repetitivo, se ha apagado. De pie, se enfrenta al terrible Bairoletto con una sonrisa de desafío, asumiendo una pretendida -y quizás perdida- superioridad. Como lo teórico se enfrentaría a lo experimental, como la gema a la piedra del río, de la cual desciende, pero que siente extraña, extranjera, pese al esplendor de que la viste el sol del mediodía (sabiendo que es fatuo,que se apagará en la noche, mientras que ella reflejará los miles de candelas de las fiestas, las luces de neón, los focos de mercurio, y las luciérnagas electrónicas de las embajadas). Lady Chevesley se sabe única entre los bandidos, en su universo sin mujeres. Y además, frente a la totalidad, Lady Chevesley tiene la ventaja del detalle, que se recorta nítido, y resalta. No dejará de aprovecharlo.


Los bandidos,por su parte, la observan con respeto. Cada tanto,algunas chispas que saltan de la fogata hacen retroceder la oscuridad extramuros, que enseguida y nuevamente se contrae como un fuelle que no pierde su forma. Los bandidos parecen personas a medio terminar. Contrahechos, sus andanzas se reflejan en sus rostros como pústulas .La valentía los ha tatuado de tal modo que ellos mismos se han desdibujado, han terminado por ser solo trazos de cuchillo, heridas de bala o arcabuz, no ellos mismos. En realidad,cuentan su vida por los combates librados, o por los asaltos exitosos, o por los raptos, o por los años que han pasado en las mazmorras del Dux de Venecia, o en las cárceles modernas de la república italiana, tratando de llevar al arrepentimiento a los miembros de las Brigadas Rojas. Es el triste destino del bandido: los años de cárcel y de andanzas, terminan convirtiéndolo en una mera abstracción jurídica, reduciéndolo a un esquema que resulta pan comido para los jueces. La lucha del bandido -en especial del bandido tradicional, clásico- está totalmente encaminada a recuperar su dimensión humana, y este afán de transformación, el ansia de dejar de ser categoría y ser sencillamente hombre, produce una tensión que lo vuelve patético. Finalmente, el conflicto, insoluble en apariencia, se resuelve en la literatura y casi nunca en la horca (ya que a último momento el verdadero bandido es perdonado: esa certeza es la base del suspenso). Por eso los bandidos son gentes tristes, apagadas. Fuera del contexto preciso de la acción, casi no interesan.
Así, vistos frente a la hoguera, son apenas decorado, sombra pálida, nocturna, de lo que realmente son. Existen tan solo porque miran a Lady Chevesley, que muda, inerte, rígida como las estatuas que decoran el atrio del Gran Rey, enfrenta al terrible Bairoletto.

Y éste...¿qué ocurre con él? Se lo ve pensativo. Ducho en los vericuetos de la razón, sabe que el crimen (que él nunca denomina así, sino ars iniendi, ajustándose a la tradición latina) devela dimensiones normalmente ocultas de las cosas. El objeto robado, sin ir más lejos. ¿Qué es? No es la cosa en estado puro? Cuando el denunciante desesperado radica su denuncia ante el Jefe de Policía : no entra de verdad y por primera vez en contacto real con su posesión? Pero cómo era la gema?,pregunta el Jefe de Policía . Y al contestar : así y así,con tales repujos labrados, con tales y cuales destellos microscópicos, no está separando el objeto mismo de sus atributos? No está reconociendo por primera vez que su joya es algo diferente de esa materia o sustancia trabajada,que sin duda la conforma,pero que es circunstancial? Denunciaría alguien el robo de una piedrecilla sin valor alguno? Pero a su vez : por qué tiene valor? Por qué quiere recuperarla? Es acaso por lo que la gema es,o por los atributos de lo que es? El mundo del crimen,piensa el terrible Bairoletto ,es el mundo de las verdades absolutas,no deformadas por lo cotidiano. El objeto robado,al ser arrancado de su contexto,accede a su verdadero significado.La misma vida, invaluable,se transforma,ante el puñal homicida,y el brazo que la arrancó,luego,al ser cortado,deviene objeto jurídico,brazo,y no sólo parte del cuerpo,mero apéndice utilitario.

Sin embargo,Lady Chevesley plantea un problema de difícil solución.Ha sido raptada ,y en tanto eso,es botín.Y sin embargo,también ha sido sustraída de una intención impiadosamente criminal y en tanto esto otro,es sobreviviente.Dado que el terrible Bairoletto ha acatado,hasta ahora las convenciones según las cuales nadie puede ser objeto de más de una clasificación,su complejo mundo filosófico -construído a través de una carrera criminal que erizaría la piel del más duro de los juristas- amenaza con tambalearse. Tiene derecho a considerarla botín? O debe homenajearla como a una reina milagrosamente salvada? Qué criterio usará para decidir?


Pero Lady Chevesley ,ducha en las artes argumentativas de los fisiócratas,y como buena súbdita británica,ávida lectora de Keynes y Adam Smith,hija natural del positivismo lógico y una escolástica tenue,debilitada por el paso de las generaciones, educada al fulgor áureo y creciente de la oferta y la demanda,escoge para la discusión la más terrible de las armas del filósofo : el silencio. Si el lenguaje del cuerpo lo dice todo! Ensaya diferentes poses: de pronto se yergue como una estatua,poniendo todos los músculos en tensión,y un instante después adopta el estilo de una gimnasta nórdica,distribuyendo por sus tendones y líneas de fuerza una calma no exenta de poder.O se tuerce en forma oriental,sugiriendo la inmortalidad,la permanencia. Y en todos los casos,agita los brazos como aspas. Se mueve en círculos frente al fuego,se acerca a los grupos de bandidos amontonados entre las aristas cambiantes del refugio de luz para practicar sus costumbres repugnantes.Camina hasta el limite de la oscuridad,y luego oscila al compás de los movimientos de ésta,quedando siempre en el punto exacto donde el círculo de luz termina,convirtiéndose en demarcación,alusión : la Dama de la Torre quiere señalar la consistencia de la luz,que parece tener densidad,cualidad física frente a la oscuridad del contorno.Su movimiento es elástica,danzante,no alude a las interrupciones del continuo espacial,crea la conciencia del transcurrir,porque aunque se mueve,permanece en su sitio.Los espectadores,entonces la verán inmóvil -o en todo caso intrascendente- y cobrarán conciencia de que lo único que transcurre es el tiempo.

El terrible Bairoletto la entiende a la perfección,ya que el lenguaje gestual es patrimonio del mundo del delito,y el crimen es casi un derivado directo de la expresión corporal.Después de contemplarla (o vigilarla,ya que para un bandido la percepción y la vigilancia se identifican),resuelve su problema y toma su decisión : Lado Chevesley será su amante.

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1 comentarios:

Alejandro Tropea dijo...

Hola Leonardo, perdón la confianza, pero es unilateral, no pretendo la bilateralidad de la amistad o el sentimiento, lo mío es la confianza que un lector de años tiene con aquel a quien lee, la confianza de seguir tus excelentes notas, escritos y artículos, primero en página 12 y después en el blog.
Me siento como en casa cuando entro aquí. Tal vez es eso que surge de las afinidades y coincidencias de visiones. Mi naturaleza, vocaciones e intereses están ahí en el medio, entre la ciencia y el arte, o entre las ecuaciones y la condición humana, y de ahí viene todo.

Y para ser específico en esta entrada: La dama de la torre no tiene desperdicio.
Nada más, ya me extendí demasiado. Un saludo de un seguidor y admirador. Sigo leyendo el blog.