La astronomía contemporánea pobló el pacifico universo de nuestros antepasados con una fauna exótica : frente a las estrellas que explotan y brillan como una galaxia entera, ¿a que se reducen los fuegos infernales que ardían mas allá de la esfera de la estrellas fijas? A un inocente pasatiempo para señoritas. Y el sereno universo que turbaba a Kant, los sometidos cielos que creyó dominar Laplace, el transparente universo construído por Newton, e incluso el cosmos tranquilo y estacionario que imaginó Einstein, ¿dónde están ahora? La astronomía nos enfrenta a un universo vivaz, en ebullición, signado por el movimiento, la violencia y el cambio.
Sin embargo ni los quasars, ni las supernovas, ni las lentes gravitatorias, ni el nacimiento y el colapso de las estrellas, ni las galaxias en colisión producen la punzante inquietud que se experimenta ante algunos recientes integrantes del zoológico estelar : los agujeros negros, cuya terrible presencia es uno de los tantos subproductos de la Teoría de la Relatividad General. Según esta, la materia actúa sobre el espacio tiempo circundante y lo modifica. Un reloj colocado en el sol marcaría los segundos mas lentamente que uno terrestre, y aquí mismo, el tiempo transcurre mas despacio y se envejece mas lentamente en una planta baja que en un piso diez, donde el campo gravitatorio terrestre es mas débil, aunque, este efecto es imperceptible y difícilmente pueda influir en el mercado inmobiliario. Lo cierto es que, sea imperceptible o no, como una potente tenaza, la materia curva el espacio y el tiempo. Cuanto mas fuerte es el campo gravitatorio, mas se curva el espacio tiempo, hasta que, en presencia de una concentración de materia suficientemente grande y por lo tanto de un campo gravitatorio suficientemente intenso estos fenómenos se exasperan : el espacio tiempo se cierra sobre si mismo, formando un borde u horizonte : lo que permanece dentro de ese horizonte es un agujero negro. Nada, en adelante, podrá escapar de el, ni siquiera la luz (por eso son, justamente negros, ya que ningún pulso luminoso saldrá jamás de ellos). Pero no porque haya una barrera que impida el paso, sino porque el espacio mismo se ha cerrado bajo la poderosa garra de la gravitación. Es como si alguna fuerza torciera una casa y colocara la puerta de adelante en exacta correspondencia con la puerta de atrás. Nadie saldría de la casa aunque recorriera interminablemente los corredores, sencillamente porque no existen caminos de salida.
Sin embargo, y pese a que los AN están en la mira de cosmologos y astrónomos, todavía no se ha encontrado ninguno contante y sonante. Ubicarlos no es fácil, ya que si nada puede salir de un AN, ninguna señal podrá alcanzar nuestros instrumentos (aunque algunos modelos recientes permiten escapadas cuanticas via efecto túnel) y para detectarlos es forzosos acudir a observaciones indirectas, como la acción gravitatoria que los AN ejercen sobre otros astros. Así, se sospecha la existencia de AN gravitantes en algunos sistemas de estrellas binarias, y una teoría corriente sobre los quasars ubica agujeros negros en el centro de las galaxias masivas (la nuestra entre otras). Del mismo modo, la teoría predice que el destino final de muchas estrellas (aunque no del sol) es una vez que se agote el combustible nuclear y que colapsen bajo la acción de su propio peso transformarse en agujeros negros, y encerrarse para siempre detrás del horizonte que nada atraviesa dos veces.
Los agujeros negros están cerca del limite, constituyen una de las últimas barreras de la física, la cosmología, y quizas de la naturaleza misma. Algunas teorías suponen que en el centro de los AN existen singulardades donde el espacio y el tiempo, sencilla (y fríamente) terminan.
Hay una balada medieval escocesa que cuenta las desventuras del Thane de Cawdor, después de su derrota ante el Thane de Mowberry, en las alturas de Hingford Hills :
“y lanzando destellos de furor y miedo
huyó perseguido por la implacable jauría
hasta hundirse en el centro de la ciénaga
donde un inmenso agujero negro
lo arrastró hasta el fondo mismo
de los infiernos.
Pero de los infiernos se vuelve: Dante, al menos, lo hizo. De los agujeros negros, no.
1 comentarios:
fantástico Moledo,cuanto dice de nosotros los humanos tan humanos
tan querendones...
negro,blanco, a cuadritos,grises.
¿porqué los cientificos habrán nombrado negro a esos lugares?
usted es un científico que se las trae.
saludos y buen 20013
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