Y vimos una inmensa esfera de fuego,
más brillante que mil soles, que se expandía
y expandía y expandía.
J. E. Bowles, The God and the Rabbit
El primer universo que nació de la Relatividad General, diseñado por el mismo Einstein, era finito e ilimitado, se podía recorrer en su totalidad, se podía medir, era estático, era bonito y acogedor, pero tal vez había sido gestado de una manera un poco apresurada. No duró mucho.
En 1929, el astrónomo norteamericano Edwin Hubble sugirió que el desplazamiento hacia el rojo que se observaba en el espectro de la luz de las galaxias lejanas aumentaba proporcionalmente a la distancia que las separaba de nuestra modesta Vía Láctea. Ahora bien: que la luz sufra un desplazamiento hacia el rojo indica que el objeto que emite esa luz se está alejando de nosotros, de la misma manera que el sonido de una motocicleta o de un tren que se aleja se desplaza progresivamente hacia los tonos graves. En el caso de la luz es lo mismo. El rojo es el análogo luminoso de lo grave en sonido, y este desplazamiento de una fuente de ondas en movimiento se conoce como efecto Doppler.
Así, ateniéndonos a las indicaciones de este efecto Doppler a escala astronómica y a la Ley de Hubble, todas las galaxias se alejaban y lo hacían con más velocidad y decisión cuanto más lejos estaban de nosotros. Las más lejanas que podían observarse en la época de Hubble, retrocedían a la respetable velocidad de 40.000 kilómetros por segundo, pero, a medida que los instrumentos se perfeccionaron y alcanzaron regiones aún más distantes en el espacio profundo, pudieron verse galaxias que escapaban a 100.000 kilómetros por segundo y más, como si fuéramos una especie de cuco cósmico que asustara a nuestros parientes estelares. ¿Qué les habíamos hecho para que nos abandonaran así?
Naturalmente, nada, y nadie se escapaba de nadie. Una vez más el universo dio pruebas de uniformidad y de no ejercer ningún tipo de favoritismo hacia nosotros: cualquier observador que habitara cualquiera de las galaxias vería el mismo espectáculo de fuga generalizada. Ya es clásica la imagen de una globo, con manchas en su superficie, que se infla. Si uno se parara sobre cualquiera de esas manchas, vería que el resto de ellas se aleja y que lo hacen más rápido cuanto más lejos están. Respetando la analogía, no es que cada galaxia en particular esté retrocediendo desde nuestro punto de vista, sino que el universo en su conjunto, el mismo que Tolomeo creyó limitado y finito, el que Newton imaginó como infinito y eterno, el que Einstein describió como finito, cerrado, ilimitado y estático, ese cosmos, después de haber sufrido tantos avatares, como un inmenso globo tridimensional, crece y se expande, arrastrando en su expansión a los objetos que lo conforman.
El descubrimiento de la expansión del universo fue como un fogonazo: transformó para siempre la cosmología y la impregnó de historia. El universo, aquel paisaje que pacientemente se descubría -y describía- aquel lugar de todos los lugares, donde ocurrían los sucesos astronómicos, aquel escenario que cobijaba el transcurrir de la materia, se transformó en un objeto palpitante y en continuo cambio, en permanente modificación, en algo casi vivo, que tenía un pasado y que debía, a cada momento, responder por él.
El universo en su conjunto, el mismo que Tolomeo creyó limitado y finito, el que Newton imaginó como infinito y eterno, el que Einstein describió como finito, cerrado, ilimitado y estático, ese cosmos, después de haber sufrido tantos avatares, como un inmenso globo tridimensional, crece y se expande, arrastrando en su expansión a los objetos que lo conforman.
Había que explorar hacia atrás, y allí, en el principio, sólo se avizoraba una gran masa caliente y densa que concentraba toda la materia y energía y que era todo el espacio existente. En algún momento, ese conglomerado inicial empezó a expandirse, desatando el proceso que ahora vemos... pero ¿por qué? y ¿cómo? En los años cuarenta, el físico Gamow especuló con un universo pulsátil, que se expandía, se contraía y luego se volvía a expandir, como un péndulo gigantesco y total que atravesara los eones. Lo cierto es que el origen dejó de ser una especulación para convertirse en una necesidad. Lo cierto también es que, nunca como antes, se había estado tan cerca de explicar y desentrañar ese origen, que fue tomando cuerpo en lo que se llamó la Teoría Standard, la cual en la frontera de la ciencia tronó con la potencia del Génesis: en el principio hubo una gran explosión...
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